Palabras del Académico Zoilo Cuéllar Montoya
Hace tan sólo una semana conversamos largamente sobre nuestro tema preferido:la historia de la medicina, a la cual dedicó tantas horas de su vida intelectual nuestro querido Fernando.
En ella, en su narrativa amena, ágil y precisa, y en sus comentarios sobre hechos pequeños y grandes, unos significativos y otros, aparentemente insignificantes, plasmó Fernando parte de su personalidad crítica, y de su claro sentido de la vida.
Hoy, ante la realidad de su partida, cuando su amplia, espontánea y afectuosa sonrisa se encuentra ya en el plano de nuestros recuerdos imborrables, sonrisa premonitoria de la frase amigable, mucho más que cordial, o de la anécdota “chusca”, que un oportuno sentido del humor le permitía traer a cuentas en medio de su agradable charla, su figura gallarda, su porte, su caballerosidad, su inagotable capacidad de comprensión, sobresalen enhiestas en el marco de nuestros afectos y en la memoria de nuestra sociedad. Si hay alguien en quien debamos fijar nuestra atención como ejemplo de rectitud, de honestidad, de hidalguía, de bondad y de tantas cualidades que caracterizan al hombre probo ese es, indudablemente, Fernando Serpa Flórez, heredero de las más excelsas virtudes de sus progenitores, hijo dilecto de esa noble y altiva raza santandereana, curtida y aquilatada en sus agrestes montañas, en sus cálidos valles, en el caudal de sus ríos.
Su importantísima obra, nacional e internacional, en el campo de la salud pública -silenciosa y constante labor de toda una vida de trabajos, luchas, decepciones y satisfacciones- refleja todo el altruismo y la clarísima conciencia hipocrática que rigió siempre su ejercicio profesional y su vida personal.
Mi querida Magdalena: tu presencia constante al lado de Fernando, cual sombra tutelar, surtió en él un efecto siempre enriquecedor, en una ejemplar y permanente simbiosis de pareja. Tus múltiples virtudes, pero entre ellas el valor, la constancia y la entereza, fueron apoyo irremplazable para Fernando, en la salud y en la enfermedad. Posees, en forma superlativa, la fortaleza evangélica que en la ecuánime feminidad, es complemento perfecto del esposo. Qué incomparable riqueza de amor lleva consigo Fernando al reino de los justos, y qué recuerdo imborrable de su presencia queda en tu corazón, en el de tus queridos hijos Fernando, Magdalenita, María Isabel y Julia Elena, en el de tus nietos, en el de su familia, y en el de todos nosotros, sus pares, sus amigos del alma.
A nombre de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, sus miembros y sus empleados, de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina, de la Asociación Médica Colombiana y de la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina, de la cual fue Fernando su digno Secretario Alterno recibe, Magdalena querida, junto con tus hijos y nietos, con Roberto, Chela y familia, con María Cristina y familia y con Gloria y familia, nuestra solidaridad y presencia en estos momentos de dolor y en el camino a seguir, en pos del faro luminoso de la vida, la obra y la presencia inmanente de Fernando.
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