Letras, Sinforiano Hernández Carvajal M.D. (1806-1874)
Rescate de una figura médica del Siglo XIX
“La mayor fantasía es la propia vida”]
Hans Christian Andersen (1805-1875)
Alberto Hernández Sáenz*
El Siglo XIX será de grandes transformaciones, generadas por el rompimiento – iniciado ya en el XVIII- de los países hispanoamericanos con la tradición de España. Un primer momento fue el estallido del grito de independencia en los Cabildos de América. Era una época durante la cual surgieron talentos americanos en todos los campos de las humanidades y de la ciencia.
La investigación sobre ese período histórico constituye un filón que apenas empieza a ser explotado entre nosotros y que indudablemente permitirá el conocimiento de valiosas figuras colombianas, entre ellas algunos representantes de la medicina.
Por tal razón, como un homenaje a médicos ilustres que nos precedieron y también a la región de Antioquia, que significa hoy un importante semillero de investigación en la ciencia médica – investigación cuyos resultados trascienden ya los linderos nacionales -, se presentan estas pinceladas.
Ellas aspiran a contribuir eficazmente a la investigación del XIX, circunstancia ésta que apasiona por cuanto es el encuentro con quienes pusieron los cimientos sólidos y fuertes para el pensamiento y obra de la Colombia de hoy.
El médico Sinforiano Hemández Carvajal manifestó durante su vida una personalidad multifacética, la cual se conjugaba armónicamente con una significativa vocación de entrega y servicio a sus semejantes.
Primordialmente ejerció su profesión de médico, pero al mismo tiempo se desempeñó en la política. Humanista, investigador y botánico, por su iniciativa se organizó el Archivo Nacional.
Según afirma G. Arango Mejía en su obra “Genealogías de Antioquia y Caldas” 2, nació el doctor Sinforiano en el hogar formado por José Hernández Jiménez y Nicolasa Carvajal y Posada, e122 de agosto de 1806, hoy hace 185 años, en la población de Rionegro (Antioquia), declarada ésta por Carlos III como “muy ilustre Ciudad de Santiago de Arma”, según’Cédula Real del 10 de mayo de 1785, en “cinco fojas útiles” y al final el consabido “Yo el Rey”, rubricado por Manuel de Nesteres y al costo de 120 reales de plata 3.
Como era costumbre de la época, el recién nacido debía llevar el nombre del Patrono en el Santoral correspondiente al día de su natalicio. La fecha del 22 de agosto corresponde a San Sinforiano quien, según las Actas de Martirio, fue bautizado por San Benigno; confesó su fe ante el Emperador Heraclio y por esta causa fue decapitado 4.
El niño recibió el agua bautismal de manos del padre José Jerónimo De La Calle 5, quien le impuso el nombre de pila: Sinforiano. (Lea: Letras, Comentarios del Académico Hernando Forero Caballero)
La vida rionegrera transcurría con la tranquilidad y poesía de la aldea que añora Oliver Goldsmith 6:
“Aldea la más linda del llano,
donde la salud y la abundancia
animaban al pretendiente trabajador.
Bendito el que, con semejantes matices,
culmina en una vejez ociosa,
su juventud laboriosa”.
Sinforiano vivió la infancia apaciblemente, entre el amor y cuidados de sus padres José y Nicolasa y el cariño de sus amigos y de su hermano José María. Todos ellos compañeros inolvidables de juegos infantiles como “pisingaña”, el trique y las canicas, realizaban también largas caminatas hasta el Cerro Capiro, tutelar de Rionegro.
Aún más, en sus frecuentes incursiones al río pronto aprendieron los muchachos a nadar y a pescar uno que otro bocachico; luego, en el camino de retorno a casa, una arrogante sinfonía de mirlas, jilgueros y toches acompañaba al grupo en su incesante búsqueda de horizontes de ensueño, cuando aparecían ya las sombras.
En la noche, con voz amorosa y a la luz de candiles parpadeantes, Nicolasa -su madre- les narraba cuentos e historias, hasta que José María y Sinforiano, plenos de fantasía, empezaban a soñar.
Al amanecer, un desayuno templado: peto endulzado con panela, cacao y arepas de chócolo con queso y mantequilla, saciaban el apetito matinal.
Fríjoles, chorizos de Villa María, huevo y lenguas de plátano amarillo, completaban el menú…y de “algo” cacao espumoso, y para los mayores tapetusa de vez en cuando, todo distribuido en cinco comidas al día 7.
Sinforiano cursó sus primeras letras en la pequeña Escuela de Gramática y Filosofía de Rionegro; y como él mismo decía, “con temor y pena se aprende, por aquello de que la letra con sangre entra”.
En un mapa de la Provincia de Antioquia correspondiente a 1809, se observa la ciudad de Rionegro, por aquella época considerada como polo de progreso y expansión. La tenencia de la tierra estaba en manos de seis o siete familias, patrimonio heredado de sus mayores gracias a hechos de conquista.
El censo de Rionegro para 1806, establecía que para esa época habitaban en la ciudad 8 212 blancos, 497 mestizos, 16 mulatos y 174 esclavos.
E19 de agosto de 1810 llegó al gobernador, don Francisco de Ayala, la noticia acerca del grito de independencia en Santafé, en hechos ocurridos el 20 de julio anterior 9.
Sinforiano tenía entonces cuatro años de edad, y Medellín era la capital de la Provincia y apenas el esbozo de una ciudad.
La minería de aluvión de oro era especialmente productiva en Rionegro en estos comienzos del Siglo XIX. El oro de las llamadas Minas del Zancudo (10) constituía una buena fuente de ingresos para la familia Hernández Carvajal.
La niñez y adolescencia de Sinforiano, transcurridas al lado de sus padres y de su hermano, pasaron sin sobresaltos ni preocupaciones. Muy temprano en su vida se hizo evidente la afición por el estudio de las ciencias biológicas, 10 mismo que su anhelo de saber el por qué del ser y existir de los seres y de las cosas.
A los diecisiete años viajó a Bogotá por primera vez, para estudiar humanidades en el Colegio de San Bartolomé. Solicitó una beca que, según consta en los archivos de la institución 11, vistió luego de haber demostrado “expedientes de nobleza, virtud y honorabilidad de sus antepasados” 12; Mariano Ospina Rodríguez, compañero de estudios, sería desde entonces uno de sus mejores amigos.
En el mismo claustro de San Bartolomé cursó Sinforiano sus estudios de medicina, en la cátedra que fundara el doctor José Félix Merizalde 13. Se inició por esa época la etapa de la influencia francesa sobre la medicina colombiana. Por iniciativa del general Francisco de Paula Santander, en 1823 llegó al país la Misión Francesa, cuyos representantes fueron los doctores Pedro Pablo Broc y Bernardo Daste.
Algunos de los textos de enseñanza fueron “Pathologie et clinique medicales” y “Elements de Botanique par PH. Van Tieghem”, ambos de A. Tardieu. Los mencionados médicos franceses practicaban las enseñanzas de Broussais, es decir, la medicina fisiológica. Un tiempo después llegó al país la Misión Inglesa de la Escuela de Brown, que trajo la psicología antropológica; se abrió así la etapa de la influencia inglesa sobre la educación médica en Colombia, con los doctores Niniano Cheyne, Lucio Davoren y Dudley.
Toda esta pléyade de médicos, inicialmente españoles, luego franceses e ingleses, junto con varios distinguidos galenos colombianos de la época tales como Manuel María Quijano, Benito Osorio y José Félix Merizalde, se encargó de sentar las bases humanísticas y científicas para la educación médica de ese tiempo, y abrió las puertas a la medicina de los años posteriores.
El currículum incluía Anatomía General y Particular, Fisiología, Higiene, Patología General y Particular, Terapéutica y Materia Médica, Clínica Médica y Quirúrgica, Cirugía y Farmacia Prácticas, Obstetricia, Historia de las Ciencias Médicas (en esa época, obligatoria), Medicina Legal y Anatomía Patológica.
En su obra titulada “Crónicas de Bogotá”, relata Pedro María Ibáñez cómo “durante la segunda década del Siglo XIX se propagaron en forma alarmante el coto y la sífilis”. El doctor Hernández los trató con ceniza y esponja en forma de caramelo, como se hacía en la capital, y en Antioquia, con un específico de aceite de sal. Simultáneamente se presentó una epidemia de tos y de calentura.
La dictadura de Bolívar creó un profundo rechazo hacia su persona y hacia la Constitución Bolivariana. La realidad fue que estos hechos se incubaron en la Convención de Ocaña, como resultado de las diatribas de los diputados bolivarianos contra los santanderistas, como lo afirma categóricamente Francisco Soto en el texto de sus Memorias 14.
La supresión de la Vicepresidencia, cargo que ocupaba Santander, dio origen a un clima de mayor desafecto en contra de Bolívar. Entonces fue cuando nuestro protagonista ingresó a la Sociedad Filológica, cuyos miembros eran jóvenes estudiantes o recién egresados de las aulas del Colegio San Bartolomé; de ese grupo formaban parte su amigo Mariano Ospina Rodríguez y el poeta Luis Vargas Tejada.
La denominada Sociedad Filológica tuvo una pantalla de actividad literaria, pero en realidad era una asociación política que conspiraba veladamente contra Bolívar.
Llegó la noche septembrina de 1828 con sus conocidas consecuencias. Los conjurados fueron juzgados, entre ellos Hernández Carvajal, quien pagó la pena del destierro en Jamaica, fiel a las ideas liberales que siempre profesó 15.
Era la época en que estalla la rebelión de Córdova. Se agitó la situación política y social en Antioquia, y el héroe de Rionegro muere a manos del tenebroso irlandés Ruperto Hand 6.
Llegaron noticias de la epidemia de cólera que se había desatado en Cuba. El doctor Meriza1de, profesor de Sinforiano en San Bartolomé, publicó entonces sus “Elementos de Patología General”, donde se refiere a esta entidad, y también “Disertación sobre la elefancia” 17.
Hernández estudió e investigó las propiedades medicinales del Piper Aduricum, popularmente denominado “cordoncillo”, que crece en el Valle de Aburrá, descubriendo las propiedades hemostáticas del mismo y su utilidad como factor que acelera la curación de heridas y úlceras. Pérez Arbeláez 18 coincide con estos hallazgos, y añade que en el Asia Oriental el “cordoncillo” se mezcla con cal y nuez de aroca, como masticatorio y con las indicaciones señaladas por Hernández.
Su tarea fue cuidadosa y de paciencia: existen 66 ejemplares diferentes coleccionados en el herbario de Triana, y 70 en la iconografía de Mutis.
En 1833, según dice Pedro María Ibánez en su obra titulada “Memorias para la historia de la medicina en Santa Fe” 19 “por excitación (convocatoria) de la Facultad de Medicina, tomó el gobierno activas providencias encaminadas a impedir a las personas que no tuviesen título, el ejercicio de la profesión médica, y declaró que las autoridades no aceptarían como documentos públicos las certificaciones autorizadas por profesores que no estuviesen revalidados, o sea, incorporados a la Facultad”.
Para cumplir estas funciones de revalidación se nombraron eminentes galenos. En Bogotá, a antiguos profesores de nuestro protagonista, entre otros Benito Osario, José Félix Merizalde, Bernardo De Francisco y Mariano Becerra. En Antioquia, Antonio Mendoza y Sinforiano Hemández Carvajal.
El tabardillo, fiebre de Santos-Gil o tifo exantemático, y la fiebre pútrida (tifoidea), cobraban numerosas víctimas, atribuído ello principalmente a “mojarse y permanecer con los vestidos húmedos”. Además, los bruscos cambios de temperaturaz); dormir desabrigados”, causan pleuresía inflamatoria20
.
Las niguas continuaban tratándose con aceite de oliva sin calentar, tradición ésta que se había iniciado desde la época de la Colonia.
Por el contrario, en otras latitudes la medicina progresaba, con Claude Bernard (1813-1878), Rodolfo Virchow (1821-1892) y Teodoro Schwann (1810-1882), entre otros.
Por su vocación de servicio político, su sentido de patria y adverso como fue siempre a los gobiernos de facto, el doctor Hernández convocó en 1831 a los antioqueños a fin de combatir y desconocer la dictadura del venezolano Rafael Urdaneta. Esta intervención política de Hernández acrecentó el prestigio que tenía ya entre sus conciudadanos. Prestigio que en varias ocasiones le permitió ser elegido parlamentario. En 1846 fue gobernador del Estado de Antioquia, luego jefe político en Mede1lín y, posteriormente, Personero y Tesorero de la Provincia de Antioquia. Fue decisión personal suya la de no aceptar emolumentos por el desempeño de estos cargos al servicio de la patria.
En Medellín ocupó durante largos años el cargo de profesor de humanidades. El flagelo de las guerras civiles no se aplacaba ni daba cuartel.
Durante la Rebelión de los Supremos, ocurrida en el año de 1841, Hernández Carvajal creó en Antioquia un ambiente de conciliación entre los coroneles Eusebio Borrero y Salvador Córdova, ambiente éste que condujo a la firma de las Capitulaciones de Itagüí.
REFORMA
Resolución número 150
(Agosto 22 de 1991)
Por medio de la cual la administración municipal de Rionegro exalta la memoria de un ilustre rionegrero en su 185 aniversario
EL ALCALDE DEL MUNICIPIO DE RIONEGRO ANTIOQUIA, en uso de sus facultades legales y, CONSIDERANDO:
A. Que en la fecha se cumple el 185 aniversario del nacimiento del doctor SINFORIANO HERNANDEZ CARVAJAL.
B. Que el doctor SINFORIANO IIERNANDEZ CARVAJAL, ilustre hijo de la hidalga ciudad de Rionegro, se dedicó al estudio de la medicina, profesión que desempeñó con lujo de competencia.
C. Que igualmente se destacó por su vocación de servicio, virtud que desarrolló no sólo en su profesión de médico, sino en las posiciones que también ocupó como Representante al Congreso Nacional, Cámara Provincial de Antioquia, Personero y Tesorero de la Provincia, Gobernador del Departamento de Antioquia, Tesorero General, Tesorero General de la Unión, Archivero Nacional, posiciones en las (Iue siempre se caracterizó por su responsabilidad y honestidad.
D. Que es deber de la Administración Municipal, exaltar la memoria de tan digno personaje rionegrero.
RESUELVE:
Articulo primero: Exaltar la memoria del médico Sinforiano Hernández Carvajal, ilustre hijo rionegrero, por los beneficios que prestara a través de toda su existencia, a las comunidades.
Articulo segundo: Poner como ejemplo para la comunidad rionegrera y generaciones futuras, la dedicación, entrega, responsabilidad y honestidad que siempre caracterizaron al médico Sinforiano Hernández Carvajal.
Articulo tercero: hacer entrega de la presente Resolución, al presidente de la Academia Nacional de Medicina y al presidente de la Sociedad Colombiana de historia de la Medicina, para que se incluya dentro del programa que se tiene previsto para la conmemoración del natalicio, en el día de hoy.
Articulo cuarto: La presente Resolución rige a partir de la fecha de su expedición.
Dada en el municipio de Rionegro Antioquia, a los ventidos (22) días del mes de agosto de mil novecientos noventa y uno (1991).
Comuniquese y cúmplase
Jorge Alberto Urrea Mejia
Alcalde
Municipio de Rionegro
Nancy del Socorro Gómez Loaiza
Secretaria General
A las calamidades de la guerra se asoció entonces una violenta epidemia de viruela. Se creó entonces una Oficina Nacional de Vacunación, con sede en Bogotá y bajo la dirección del doctor José Félix Merizal de. La viruela cobró numerosas víctimas y sólo desapareció en 1842.
La historiadora antioqueña Patricia Londoño 21 cita un trozo de la carta que por esta época recibió Hernández, proveniente de uno de sus socios en la Mina del Zancudo:
“Con creciente interés aguardamos el próximo correo para ver qué giro toma la política (…) temblamos con la idea de otra guerra, cuando aún no nos hemos rehecho de la anterior”. El texto anterior pinta exactamente mucho del peregrinar sangriento de nuestra patria en el XIX, un siglo durante el cual, decía Miguel Antonio Caro, de cada guerra civil salía una Constitución y de cada Constitución una guerra civil. Fue una época de luchas y de violencia fratricida, a las cuales -escribe Nelson Miranda- se unen la disentería, la T. B. c., el paludismo y el “tun tun” (Uncinariasis), flagelos que minan a la población, en momentos en que la semiología se reduce a observar síntomas y secreciones, v. g. expectoraciones, y se espera la acción curativa de la naturaleza 22, 23.
En 1846 Y en su condición de Gobernador del Estado Soberano de Antioquia, el doctor Sinforiano reglamentó el ejercicio de la medicina. Por esa época se evidencia una sorpresiva politización ideológica, al tiempo que comienza a vislumbrarse la figura de José Hilario López como candidato a la presidencia para el período que habría de iniciarse en 1849. Con López llegó al poder el radicalismo liberal.
Durante su mandato gubernamental en Antioquia, el doctor Hernández enalteció la figura de José María Córdova.
Mientras el mundo médico internacional se asombra en el llamado día del éter (1857), entre nosotros se presenta la novena epidemia de viruela, que azotó al país entero. Hernández Carvajal, por su parte, continuó ejerciendo su profesión en Antioquia hasta 1860, época de una nueva guerra civil durante la cual fue perseguido y le fueron confiscadas varias de sus posesiones, todo ello por ser fiel a sus convicciones políticas. Candidato nuevamente a la Gobernación del Estado Soberano de Antioquia en 1862, se vio entonces derrotado por el doctor Marceliano Vélez, conservador.
Decepcionado por los avatares políticos, decidió Hernández Carvajal viajar a Cundinamarca, junto con su esposa María Josefa Uribe Ochoa y sus seis hijos, para instalarse en el pueblo sabanero de Bojacá. Tenía entonces 58 alías. Allí continuó ejerciendo la medicina, en esta oportunidad a nivel rural.
Cargado de experiencia y apasionado como era por la investigación, llevó a cabo el estudio y análisis del hongo sabanero tóxico, posteriormente denominado Amanita Muscaria; y de la planta conocida como borrachero o cacao sabanero, Brugmancia (datura) sanguínea, con la cual -como de todos es conocido- se fabrica la “burundanga”. Además analizó el tilo, la albahaca y el anís, lo mismo que sus posibles propiedades terapéuticas.
Una tradición médica caracteriza a la familia de Hernández Carvajal. Su hijo Juan Francisco también fue médico, al igual que su nieto Andrés Hernández Arbeláez. José Hernández Arbeláez, hermano del anterior, jurista de profesión, murió como Presidente de la Corte Suprema de Justicia; 95 años después del encuentro de sus respectivos abuelos Pedro y Sinforiano en la isla de Jamaica, José contrajo matrimonio con Helena Sáenz Arbeláez, nieta de quien fuera Alcalde Ordinario de Santafé de Bogotá en el año 1818. Los hijos de José y Helena son Juan, Luis y Alberto Hernández Sáenz.
En los últimos años de su vida, el doctor Sinforiano Hernández Carvajal fue el Tesorero General de la Unión.
Arbitro de asuntos graves, sus decisiones se consideraban inapelables. Uno de sus biógrafos, Sebastián Carrasquilla, lo calificó como persona “de recia personalidad, estricto, ferviente amante de la verdad y de escrupulosa honradez”.
Donó su biblioteca a la ciudad de Medellín.
Como buen republicano que fue, practicó todas las virtudes cristianas. Falleció en Bogotá el 9 de mayo de 1874, y cumplió “labor ipse voluptas”, resumen de su vida.
Colofón: “Lo que heredaste de tu padre
debes volverlo a ganar por tí mismo,
o no será tuyo”
(Goethe)
Bibliografía
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5. Mesa E., Carlos, O. F. M. La Iglesia. Historia de Antioquia. (Jorge Orlando Melo ed.). Editorial Presencia, 1988, pp. 383-385.
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14. Soto, Francisco. Mis padecimientos y mi conducta pública. Academia Colombiana de Historia (No. 33). Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1978, pp. 23-58.
15. Restrepo Posada, José. Op. cit., pp. 319-320.
16. Ibáñez, Padro María. Op. cit. Ibid., p. 33.
17. Academia Colombiana de Historia (No. 36). Córdova. Editorial Kel1y. Bogotá, 1980, pp. 1-257.
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21. Londoño, Patricia. La vida diaria: ~os y costumbres. Historia de Antioquia. Ibid., p. 321.
22. Tardieu, Ambroise. Pathologie et ciinique medicales (Troisieme edition). Imprimierie de E. Martinet. París, 1866.
23. Lain Entralgo, Pedro. Historia de la medicina. Sa1vat Editores. Barcelona, 1982, pp. 383-414.
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