El Profesor Maximiliano Rueda Galvis primer Psiquiatra Colombiano – (1886 – 1944)

Doctor Humberto Roselli**
Académico Correspondiente

En la historia de la psiquiatría en Colombia se destacan tres hechos de importancia que son como los jalones que señalan el progreso de esta rama de la medicina. El primero, que se puede situar en la década 1870-80, lo constituye la fundación de los establecimientos para enfermos mentales.

El segundo, entre 1913 y 1926 está representado por la creación de las cátedras de enfermedades mentales. El tercero, hacia 1950, lo marcan la introducción de la psicoterapia científica, la orientación dinámica de la psiquiatría1 y el comienzo de la psicofarmacología.

Sobre la necesidad de la enseñanza de la Patología Mental en las Facultades de Medicina se habían pronunciado en esta Academia Nacional de Medicina los doctores Rafael Ucrós (1910) y Juan David Herrera (1911) y en Medellín el doctor Gil J. Gil en el Segundo Congreso Nacional de Medicina (1913).

Ese Congreso acogió entre sus recomendaciones la de solicitar la creación de una cátedra de enfermedades mentales. Tal solicitud se tradujo en una Ley de la República del mismo año de 1913 que ordenaba a la Facultad de Ciencias Naturales y Medicina, ensanchar su plan de estudios y crear la Cátedra de Medicina Mental y Nerviosa. Simultáneamente se ordenaban las cátedras de vías urinarias, ortopedia, y cirugía infantil.

En desarrollo de dicha ley, la Facultad de Medicina presentó ante el Presidente de la República las ternas respectivas para el profesorado, estando la de Patología Mental integrada por los doctores Miguel Jiménez López (1875-1955), Martín Camacho (1879-1965) y Carlos E. Putnam (1850-1915). Pronto se nombraron profesores de urología, ortopedia y pediatría.

En psiquiatría no se producía ningún nombramiento y en marzo de 1915 el editorialista del Repertorio de Medicina y Cirugía (docto José María Montoya) comentaba con extrañeza este hecho, ya que “hay en la ciudad -escribía- más de cuatro médicos dedicados a esta actividad”2.

El asunto era espinoso, entre otras cosas porque tratándose de los problemas que atañen a la “mente”, la jerarquía eclesiástica exigía poner tal materia en manos de alguien estrictamente ortodoxo e insospechable. Fallecido el doctor Putnam, la terna fue completada con la inclusión del nombre de Demetrio García Vásquez (1885-1968).

Todos habían hecho especialización en París aunque, con excepción de García Vásquez, ninguno propiamente en enfermedades mentales.

Por fin la cátedra se fundó siendo Presidente de la República José Vicente Concha, ministro de Educación Emilio Ferrero y rector de la Facultad Pompilio Martínez, habiendo sido llamado a regirla el doctor Miguel Jiménez López, quien dictó su lección inaugural el 11 de agosto de 1916 sobre el tema: La locura en Colombia y sus causas3.

Por diferentes circunstancias, entre otras la de que el profesor de la materia no tenía un servicio clínico a él asignado para atender pacientes, aunque el entonces director del manicomio le daba todas las facilidades para demostrar casos, esta primera enseñanza en Bogotá sólo duró seis meses.

Uno de los primeros ocho discípulos que atendió con calificación óptima el primer curso, fue el Dr. Miguel Antonio Rueda, hermano menor de nuestro homenajeado de hoy. (Vea: Antonio María Barriga Villalba, El Multifacético)

– I-

Diez años después de la implantación de la primera cátedra de psiquiatría en Bogotá, e interrumpida la enseñanza por dos lustros, en 1926 fue llamado a regentarla nuevamente el doctor Maximiliano Rueda Galvis, director del manicomio de varones, quien fue así el segundo profesor de la materia en Bogotá4, a la conmemoración de cuyo centenario de nacimiento hoy asistimos, en esta Sesión Conjunta de la Academia Nacional de Medicina, la Sociedad Colombiana de Psiquiatría y la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.

El doctor Maximiliano Rueda había nacido en San Gil, Santander, hoy hace un siglo, el 13 de marzo de 1886, en el hogar del distinguido jurista Dr. Antonio María Rueda Gómez y doña Florentina Galvis de Rueda, ambos de preclaro ancestro santandereano.

Fue el hijo mayor de aquel hogar y cuando apenas tenía pocos meses, la familia se trasladó a Bogotá ya que el jefe de la casa había sido llamado a altos destinos en la capital, llegando a ser posteriormente ministro de Estado. En esta ciudad nacieron los otros dos vástagos: Ana Sixta y Miguel Antonio y el mismo Maximiliano, que vivió el resto de su vida en Bogotá, puede considerarse como un bogotano genuino.

Hace algunas semanas se conmemoró en París un hecho notable ocurrido hace 100 años, que coincidía con la época del nacimiento del profesor Rueda Galvis, y que algunos historiadores colocan en el origen de la psiquiatría contemporánea. Fue la visita que por algunos meses hiciera el joven médico vienés Sigmund Freud (1856- 1939) a la cátedra del ilustre profesor Jean Martín Charcot (1825-1893) en el hospital de la Salpetriére.

Charcot, gran neurólogo, se interesaba también por la neurosis, especialmente por la histeria, en cuya fenomenología clínica profundizó grandemente, atrayendo a sus lecciones neurólogos y psiquiatras del mundo entero, muchos de los cuales, como el mismo Freud, habrían de cambiar el pensamiento psicopatológico de nuestro siglo.

Alrededor de Charcot se agrupaban jóvenes posteriormente famosos como Pierre Janet, Alfred Binet, Babinski, Bourneville, Gilbert Ballet, Pierre Marie, Paul Richer y Gilles de la Tourette, muchos de los cuales figuran en el famoso cuadro “Lección Clinica en la Salpetriére” de A. Brouillet. Las lecciones de Charcot dieron nacimiento a la psicopatología de las neurosis, a la posterior búsqueda y utilización terapéutica del inconsciente y al desenvolvimiento de la psicoterapia dinámica contemporánea5.

Las conferencias de Charcot eran abiertas. También al público. El médico y escritor sueco Axel Munthe nos cuenta: ” Rara vez faltaba yo a las lecciones del Prof. Charcot, los martes en la Salpetriére, consagradas por entonces a su gran histeria y al hipnotismo.

Abarrotaba el vasto anfiteatro un público multicolor, del París bien; escritores, periodistas, actores y actrices en boga, cortesanas cotizadas, todos ellos malsanamente curiosos, presenciaban los sorprendentes fenómenos del hipnotismo, casi olvidados desde los tiempos de Mesmer y Braid …”6.

Con una composición de lugar podemos imaginarnos también que los médicos y estudiantes colombianos residentes por entonces en París, pudieron coincidir en el encuentro centenario de Charcot y Freud en la Salpetriére.

Efectivamente, entre los médicos que relataron haber asistido a las lecciones de Charcot a finales del siglo pasado estaban los Dres. Daniel E. Coronado (1852-1904) posteriormente síndico del manicomio de Bogotá, profesor de anatomíay académico, y Carlos E. Putnam (1850-1915) precursor de la psiquiatría forense en el país. También quizás hubo un jovencito colombiano en la audiencia, ya que José Asunción Silva durante su permanencia en París, relata haber asistido a las lecciones de la Salpetriére y en su novela “De sobremesa” personifica en el Dr. Charvet al célebre profesor, novela que de paso, contiene luminosas intuiciones psicoanalíticas7.

-II-

Poco conocemos de la infancia y adolescencia del Dr. Rueda Galvis transcurridas en Bogotá. Estudió el bachillerato en el Colegio de San Bartolomé de los padres jesuítas y posteriormente, en la época de la guerra de los mil días, se matriculó en la Facultad Nacional de Medicina en la cual obtuvo su título de doctor en 1908 con la tesis “Tratamiento de la metritis cervical crónica por el cáustico de Filhos”.

(El cáustico de Filhos era una mezcla de potasa cáustica y cal en forma de cilindros o lápices cubiertos de caucho o cera)8. No se estudiaba entonces la psiquiatría y el joven médico se orientaba más bien hacia la cirugía y practicaba la medicina general en circunstancias difíciles, ya que el fallecimiento de su padre en 1910 le impuso el cuidado de su madre viuda y de sus hermanos todavía menores de edad, a lo cual atendió siempre con esmero filial y ejemplar dedicación.

Una oportunidad se le presentó entonces en 1911 cuando quedó vacante el cargo de médico del asilo de locos por retiro del Dr. Roberto Azuero (1860-1914), quien viajaba a radicarse en el exterior. El cargo era poco atractivo para los médicos y el asilo estaba ubicado en un viejo caserón de la calle 5a. con lo que es hoy la Avenida Caracas, que había sido hospital militar y antes una quinta solariega con un nombre simbólico, nihilista y negativista, muy apropiado para su destino posterior, ya que se llamaba la quinta de Ningunaparte.

Albergaba desde 1908 los alienados varones no sólo de Bogotá y Cundinamarca, sino de los departamentos vecinos, en abigarrado conjunto de variados cuadros mentales que anteriormente el Dr. Antonio Gómez Calvo había tratado de estudiar y clasificar clínicamente.

Abundaban los casos de chichismo y alcoholismo, las “vesanias o locuras propiamente dichas”, la Parálisis General Progresiva y el Idiotismo. Los tratamientos eran muy escasos y, fuera del cuidado custodial a cargo de las Hermanas de la Caridad, sólo se usaban “diuréticos y purgantes repetidos, baños tibios prolongados, bromuros y cloral a altas dosis”9.

La mortalidad era muy alta por los edemas carenciales y las diarreas. No había entonces psiquiatras en la capital y el cuadro era desalentador para un médico recientemente egresado.

No obstante, la ocasión de este nombramiento para el Dr. Rueda abrió de pronto su verdadera vocación, ya que no se limitó al simple ejercicio burocrático sino que desde la dirección del manicomio de varones, que no abandonó hasta su muerte, cumplió importantísima labor en el campo de la psiquiatría colombiana, convirtiéndose por su estudio y en su práctica en uno de los primeros y más brillantes especialistas.

Transformando radicalmente la atención de los enfermos mentales de acuerdo con los principios humanitarios de la ciencia, introduciendo modernos métodos de tratamiento para las dolencias mentales y formando un buen número de discípulos entrenados que más tarde habrían de contribuir al adelanto actual de esta rama de la medicina10.

La situación de la psiquiatría por aquella época la describía así Emil Kraepelin, en su obra “Cien años de Psiquiatria “, escrita en 1917: “Debemos admitir abiertamente que la gran mayoría de los pacientes llegados a nuestras instituciones están perdidos para siempre de acuerdo con lo que sabemos, que aún el mejor de los cuidados nunca puede restaurarlos a la salud completa.

Nuestros tratamientos probablemente prolongan la vida para un vasto número de inválidos mentales cuya condición sería de otra manera intolerable, pero sólo raramente efectuarían una curación … Conocemos las causas básicas de tres de las mayores enfermedades: defectos hereditarios, alcoholismo y sífilis.

Ellos constituyen, de acuerdo a los cálculos más conservadores, por lo menos un tercio de todos los trastornos mentales tratados en nuestros hospitales … La naturaleza de la mayoría de las enfermedades es todavía oscura … Pero nadie negará que las futuras investigaciones descubrirán nuevos hechos en una ciencia tan joven como la nuestra … Solamente la investigación científica puede lograr la realización de tales avances …”11

Las estadísticas del Asilo de Locos de Bogotá mostraron que “en el primer lustro del siglo actual el promedio de locos varones fue de 82 por año, en el segundo lustro nunca ha sido menor de 150, y en el tercero pasa de 200 anuales. Cada año que llega, según el doctor Rueda, se marca por un crecimiento de asilados de un 25 por 100 sobre el año anterior”12.

-III-

Resuelto el profesor Rueda a “hacer .algo” por los enfermos mentales y cuando ya se sentía con buena formación en neuropsiquiatría, emprendió innovaciones experimentales en la terapéutica. Su primer trabajo publicado es de 1914, presentación que hizo a la Sociedad de Cirugía con el título: “El tratamiento medicamentoso de la Parálisis General”3, en que presenta varias observaciones del uso de inyecciones subcutáneas de nucleinato de sodio para producir fiebre artificial en 10 sesiones, seguidas de inyecciones intravenosas de neosalvarsán a dosis ascendentes, con lo cual obtuvo algunos resultados positivos.

En 1915 publica “Las Interpretaciones Delirantes”I4, escrito en que campea ya su dominio de la semiología y clínica psiquiátricas, haciendo una disquisición diferencial entre ilusiones, interpretaciones, alucinaciones y delirios, atreviéndose incluso a disentir de Kraepelin, el más importante psiquiatra del momento, en cuanto a que el delirio alucinatorio no forma parte de la demencia precoz.

Al año siguiente, en su trabajo: “Apuntamientos sobre el resultado de los tratamientos quirúrgicos en el curso de la psicosis “15, vuelve por su no abandonada afición a la cirugía y halla que si los pacientes mentales con afecciones quirúrgicas tratables son operados, se mejoran también de su afección mental.

Presenta dos casos: uno de una enorme hernia inguinal derecha en un paciente delirante y agitado y otro de un paciente maníaco depresivo que mejoró después de hemorroidectomía. En ambos se expuso el cirujano a ser incorporado en los delirios del paciente. En el primer caso el Dr. Rueda operó acompañado por el profesor Pompilio Martínez.

Hacia 1920, uno de los métodos originales de tratamiento para la demencia paralítica que usó el Dr. Rueda, fue el de la extracción masiva de 100 cc. de líquido céfaloraquídeo, al cual llegó al observar la hipertensión de este líquido en algunos pacientesl7.

Este procedimiento, en el cual era ayudado por su hermano, ya médico, Miguel Antonio Rueda, tuvo cierta resonancia en los Estados Unidos y en Vienal8, y hoy nos recuerda la moderna derivación del hidrocéfalo de presión normal por la válvula de Hakim para el tratamiento de ciertas demencias.

Desde 1925 introdujo en el país la Malarioterapia en la Parálisis General, procedimiento ideado por Lepine en 1913 y perfeccionado por Van Jauregg, que le valió a este último el Premio Nobel de Medicina en 1927. El doctor Rueda llegó a presentar una estadística de 300 casos, en 33 por ciento de los cuales obtuvo resultados satisfactorios, lo que estaba de acuerdo con estadísticas de manicomios extranjeros l8 19 20

En la misma época se interesó por el estudio de las Psicosis parasitarias y de las Encefalitis Psicóticas Agudas Azotérnicas, variedades mortales del Delirio Agudo, y los trabajos realizados sobre el tema21 le valieron los elogios del sabio Marchand.

“El conocimiento clínico que entre nosotros se tiene de este gran síndrome encefalítico, escribe su discípulo Luis Jaime Sánchez22, se debe íntegramente al profesor Maximiliano Rueda. Cuando aún la descripción pormenorizada del cuadro patológico no había sido hecha por Marchand, Toulouse y Courtois, el profesor Rueda se adelantó a los ilustres investigadores franceses y desde su cátedra, llamaba la atención hacia las peculiaridades del delirio agudo mortal.

Fue asimismo el Prof. Rueda quien envió a Marchand las primeras piezas histológicas de encefalitis que entre nosotros se observaron, y tuvo la sorpresa agradable de recibir una comunicación del profesor Marchand, en la cual le anunciaba que las lesiones observadas por el profesor Rueda, correspondían exactamente a las de un síndrome que por ese entonces estudiaba el sabio francés y que más tarde bautizara con el nombre de encefalitis aguda hiperazohémica.

Puede considerarse pues al profesor Rueda como uno de los precursores en el estudio de este síndrome …” Marchand, patólogo, Toulouse y Courtois, psiquiatras, hicieron su comunicación original en L’Encephale, edición de mayo de 1928, con el título de: Les encephalites psychosiques.

El doctor 1. Marchand, muy conocido por sus trabajos de neuropatologíay clínica de los síndromes neuro-orgánicos, fue médico del Hospital Nacional de Charenton, de los hospitales siquiátricos del Sena y anatomopatólogo del Hospital Henri Rousselle.

En lo que respecta a las psicosis parasitarias, el mismo profesor Luis Jaime Sánchez relata 23:”El profesor Maximiliano Rueda, y yo personalmente después, estudiamos los casos que él denominó Psicosis parasitaria, caracterizados fundamentalmente por un profundo estado de confusión mental de diversa forma y duración, al lado del cual se comprobaba la existencia de una anemia muy intensa, provocada por parásitos intestinales o hemáticoso.

El tratamiento adecuado de la parasitosis en juego, mejora tales estados y en ocasiones produce curaciones dramáticas”.

El profesor Rueda patrocinó en el asilo a su cargo la implantación de los nuevos métodos de convulsoterapia por el cardiazol en 193824, electrochoque y lobulotomía (1942), en cuanto éstos iban siendo introducidos en Colombia. Había entonces una sana emulación entre los asilos de locos y de locas, dirigidos entonces por el Dr. Rueda y por Julio Manrique, por ver cuál tenía la prioridad en los nuevos métodos de tratamiento biológico que se iba produciendo.

De todos esos procedimientos hoy escasamente sobrevive el electrochoque en casos seleccionados. Cuando se recuerda la era de los tratamientos biológicos en psiquiatría de la primera mitad del siglo XX, antes de los psicofármacos y de la psicoterapia, aquello parece tan extraño como un cuento prehistórico y las nuevas generaciones de psiquiatras se ríen o se escandalizan de tales “hazañas”.

Sin embargo, para quienes alcanzamos a formarnos bajo el entusiasmo de las terapias de choque, odiseas como la del Dr. Rueda nos retrotraen a una época plena de idealismo y de romanticismo, en que en verdad aquellos heroicos tratamientos, no tan crueles ni tan bárbaros como se suele suponer, sí obtenían múltiples recuperaciones de los casos psicóticos, no se sabe si por los cambios neuroquímicos o neurofisiológicos que se les atribuían o por la mística contagiosa de quienes los aplicaban.

-IV-

El profesor Rueda hizo dos viajes de estudios al exterior. Uno hacia 1927-28 a Europa, en que tuvo oportunidad de visitar los hospitales siquiátricos de París y perfeccionar sus conocimientos con los viejos maestros de la psiquiatría francesa, estableciendo perdurable amistad con Marchand y con De Clerambault, y otro en 1936-37 a los Estados Unidos, en que fue reemplazado temporalmente en el manicomio por el profesor López de Mesa.

Se preocupaba también por los aspectos psicológicos de la psiquiatría. Utilizó el hipnotismo en el tratamiento de la neurosis, procedimiento que suspendió al ser amonestado personalmente por el arzobispo Herrera Restrepo, quien no estaba de acuerdo con tal método.

En 1942 publicó “Nociones de Psicología “25,resumen de las que él daba a los estudiantes de medicina como preparatorias al curso de psiquiatría. Y antes, en 1939, había presentado a las Segundas Jornadas Neuropsiquiátricas Panamericanas de Lima, su ponencia “Dolor y Toxicomanía”26, en la que postulaba que el opio y sus derivados poseen una acción analgésica indiscutible, “no sólamente sobre el elemento puramente físico del dolor, sino quizás con mayor intensidad sobre el elemento psíquico y emocional.”

Pero indiscutiblemente las simpatías del Dr. Rueda estaban por el enfoque “organicista” de la psiquiatría. Aunque su filosofía era profundamente espiritualista, él creía que la solución de los problemas de las enfermedades mentales debía enfocarse por el lado de la neuropatología.

Sobre este punto escribía Edmundo Rico: “No obstante sus decantadas creencias religiosas en ese más allá donde consoladoramente alumbra la esperanza que tonifica y sostiene el espíritu, el profesor Maximiliano Rueda, lejos de engolfarse en arrequives metafísicos, o de perderse en las dudas de lo impalpablemente palpable, tuvo el mérito y el valor científicos para abordar o sostener doctrinas en planos estrictamente experimentales. Porque cosa curiosa ya la vez sorprendente: en enfermedades mentales, Rueda Galvis era organicista”28.

Pienso que el Dr. Rueda se hubiera sentido muy confortable en la psiquiatría de hoy, ya que habiendo sido desplazada la psiquiatría “organicista” durante algunos lustros por la psiquiatría psicoanalítica y la psiquiatría comunitaria, con el nombre de “psiquiatría biológica” ha vuelto a tomar un liderazgo, gracias a los indudables avances de la neuropsicología, la neuroquímica, la neuroendocrinología, la psicofarmacología, y de métodos exploratorios del cerebro humano tan sofisticadas como la escanografía, la resonancia nuclear magnética y la tomografía con emisión de positrones, algunos de los cuales aún no están disponibles en nuestro país.

Interesado el doctor Rueda en lograr una mejor atención de los pacientes psiquiátricos, se preocupó por la traída al país nuevamente de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, quienes habían salido de Colombia en 1835. El día 20de diciembre de 1920 llegaron de España siete Hermanos a Bogotá, los cuales el mismo día se hicieron cargo del manicomio de varones de Cundinamarca y atendieron esta institución hasta 196729.

La obra del nuevo Asilo de Sibaté, inaugurado en 1937, es en gran parte labor del doctor Rueda por haber insistido tesoneramente con la Beneficencia de Cundinamarca en la necesidad de un moderno edificio con destino a los enajenados, que reemplazara el antiguo de la calle 5a., estrecho, sórdido e insuficiente, en el cual las condiciones sanitarias de los enfermos no podían ser peores.

Claro que hoy, la idea de los inmensos hospitales psiquiátricos de alienados está mandada a recoger, pero cumplieron una labor fecunda en su época. Señala el profesor Pierre Pichot en su reciente obra “Un siglo de Psiquiatría”: “Aunque los hospitales psiquiátricos aún subsisten, su carácter ha evolucionado en cuanto al ambiente y las condiciones legales de la permanencia en ellos.

Abundantes organismos asistenciales de otra índole han ido surgiendo en el seno de los hospitales generales y fuera de ellos, adoptando formas múltiples con vistas a evitar la hospitalización y favorecer la readaptación social”30.

En nuestro medio, todavía existen los hospitales psiquiátricos, aunque la mayor parte deteriorados y en ruina, pero se ha aplicado la política de restringir las admisiones, y muchos enfermos mentales deambulan por las calles y las carreteras sin que nadie se preocupe por darles la red de servicios intermedios que son necesarios en un plan integrado de salud mental.

-V-

En 1931 la misión francesa contratada por el Gobierno Nacional para estudiar la organización de la Facultad de Medicina de Bogotá, integrada por los profesores André Latarjet, Louis Tavernier y Paul Durand, conceptuaba lo siguiente acerca del Asilo de locos 31: “El Asilo de Locos de Bogotá presenta una organización material deficiente.

La organización prevista en Sibaté por la Junta General de Beneficencia, vendrá a remediar mucho esta triste situación. Sin embargo, para los casos de urgencia y para la enseñanza de los estudiantes de la Facultad de Medicina de Bogotá, es indispensable conservar aquí un Asilo de Locos.

Desde ahora la Junta General de Beneficencia podría introducir, de acuerdo con el profesor Rueda, algunas mejoras materiales. El personal se compone del profesor, de un médico, de un jefe de laboratorio, de un interno (nombrado por concurso) y de cuatro Hermanos de San Juan de Dios, practicantes.

Somos de opinión que la cátedra de Neurología y de Psiquiatría debería tener un agregado … y dos jefes de clínica: uno titular y otro adjunto. Asímismo nos parece necesario que se nombren dos internos de acuerdo con las modalidades del concurso de internado propuesto también en nuestro proyecto de reforma del Reglamento de la Facultad …”.

Como consecuencia del informe de la Misión Francesa, desde 1932 la clase de psiquiatría, que era antes opcional, se tornó en obligatoria, y se nombró un profesor agregado que, desde 1940, fue el doctor Edmundo Rico.

El doctor Rueda se preocupó por introducir la anatomía patológica, en cuanto fuera posible, en el estudio de las enfermedades mentales y, gracias a su celo e interés, se montó el primer laboratorio clínico en el Asilo, que estuvo bajo la dirección del doctor Jorge de Francisco.

Desde 1920 dictó periódica y extraoficialmente conferencias en el Asilo a los estudiantes de medicina, hasta que en 1926, como ya se dijo, la facultad lo llamó a regentar la asignatura como profesor titular, enseñanza que prosiguió hasta su muerte.

Distinguióse el doctor Rueda por su didáctica clara, elegante y amena. Solía, a la manera francesa, llevar pacientes para sus demostraciones clínicas.

En la psiquiatría forense descolló también como autor de brillantes dictámenes en casos famosos, en que su ponderado criterio y destreza clínica eran justamente valorados por los tribunales, en una época en que en el foro brillaban criminalistas como Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lozano y Lozano y Rafael Escallón, quienes dieron amplio crédito a la contribución de la psiquiatría, destacándose también los conceptos periciales de médicos y psiquiatras como Luis Zea Uribe, Miguel Jiménez López, Luis López de Mesa, Pablo A. Llinás, Edmundo Rico y Guillermo Uribe Cualla.

Alrededor del manicomio de varones y de su cátedra de psiquiatría de la Universidad Nacional, el profesor Maximiliano Rueda fundó escuela y debe destacarse también su gestión para agrupar y darle carta de ciudadanía e identidad, a una especialidad que apenas nacía entre nosotros.

Fundó así en 1940, en su propia casa de habitación, la primera Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Medicina Legal, que reunía los médicos dedicados en Bogotá a estas disciplinas, en donde se presentaron valiosos trabajos científicos, la cual presidió y sostuvo hasta su muerte32.

Fue miembro de la Academia Nacional de Medicina, Miembro Correspondiente de la Sociedad de Psiquiatría de París, Miembro Extranjero de la Sociedad Médico- Psicológica de París, Miembro y Presidente de la Sociedad de Cirugía de Bogotá y fue condecorado con la Cruz de Boyacá.

En su testamento hizo una importante donación para el mejoramiento de los asilos de locos de Barranquilla, por lo cual el V Congreso Nacional de Psiquiatría reunido en aquella ciudad en 1965 colocó una placa conmemorativa con su nombre en el Hospital Mental del Atlántico. A su vez, la Beneficencia de Cundinamarca bautizó con su nombre la Unidad de Salud Mental del Hospital de San Juan de Dios de Bogotá.

Del grupo de psiquiatras que formó, mencionamos a Emilio y Francisco Gómez Pinzón, Ricardo Samper Diago, Arturo Leongómez Amador, Benjamín Otero D’Costa, Félix Enrique Villamizar, Carlos Bueno Picón y Alfonso Agusti Pastor, ya fallecidos, y, entre los vivos, a José Francisco Socarrás, Hernán Vergara y Luis J aime Sánchez.

-VI-

Había contraído matrimonio en 1922 con la esclarecida dama de origen antioqueño, Cecilia Escobar Santamaría. Ella lo acompañó y le dio apoyo en todos los momentos de su fortuna. El Dr. Rueda era hombre casero y de aficiones hogareñas.

Tenía su consultorio en la misma casa de habitación, en la calle 16 con carrera 9a, costumbre frecuente en aquella época, lo que no dejaba de ser incómodo tratándose de pacientes psiquiátricos. Sus únicos pasatiempos extracurriculares consistían en salir diariamente al Club Médico, situado entonces a pocos pasos de su casa, a jugar tresillo y billar con sus colegas.

Ahora, al visitar a doña Cecilia en el tranquilo retiro de su hogar, la hallo rodeada de sus recuerdos, de sus hijos y de sus nietos, presidiendo la reunión familiar, con la suavidad y la dignidad de antaño, con “una frágillámpara que afectos ilumina”, parodiando a un poeta colombiano32.

Fueron sus hijos, Antonio (1925-1970), médico, fallecido prematuramente en Nueva York, donde había fundado su hogar y estaba abriéndose una carrera promisoria en Urología y Medicina Familiar; Germán, abogado; Cecilia, funcionaria de las Naciones Unidas en varios países de América y Europa, y Max, ingeniero e industrial.

Falleció el profesor Maximiliano Rueda en Lijacá, en la quinta Leonor de su amigo Rafael Barberi, al norte de Bogotá, a consecuencia de un carcinoma de las vías digestivas, el 25 de febrero de 1944, a los 58 años de su edad, cuando se hallaba en la plenitud de su vida activa y laboriosa.

Escribió entonces Edmundo Rico: “Movido por poderosos resortes de una voluntad inquebrantable, engastada en su inteligencia vigorosa y sutil, Maximiliana Rueda llegó a ser psiquiatra de estupenda envergadura clínica, dominando a cabalidad así el diagnóstico, como todos los sectores y resquicios de las dolencias sangrantes del espíritu.

Bajo su dirección y tino neurológicos se formaron tres generaciones médicas, y su cátedra del Asilo de Locas (antes de Locos), de la calle 5a, fue modelo de enseñanzas psicopatológicas zurcidas todas al calor de depurada ciencia y una cordial temperatura de comprensión y altruísmo humanos”34.

-VIl-

No alcancé el privilegio de asistir a las lecciones del profesor Maximiliano Rueda, ni le conocí personalmente. Pero siempre me alcanzaba el eco de su tarea y de su trayectoria. A través de la amistad con su hijo Antonio, de evocaciones con sus colegas y discípulos, de algunas entrevistas con el profesor Miguel Antonio Rueda Galvis y, sobre todo, por haber trabajado en los mismos lugares en que él trabajara y por haber ocupado la cátedra que él honrara con insigne prestigio, me he podido dar cuenta de la trascendencia de su tarea y de su significado nacional.

Con ocasión del bicentenario del nacimiento del profesor Jean Etienne Dominique Esquirol (1772-1840) el historiador psiquiátrico norteamericano George Mora, repasaba la ingente tarea del maestro francés en la psiquiatría de comienzos del siglo XIX, tanto en la clasificación y sintomatología de las enfermedades mentales, como en los principios terapéuticos, en la enseñanza y en la promulgación de leyes adecuadas, y llamaba a Esquirol “el primer psiquiatra completo” de la era moderna35.

En forma paralela, al examinar la labor del profesor Rueda en los campos de la asistencia, la docencia y la investigación de las enfermedades mentales, lo mismo que en lograr una identidad profesional para la psiquiatría, podemos considerar que fue el “primer psiquiatra completo” de la medicina colombiana.

Como Esquirol, él era cál ido, respetuoso y comprensivo con sus pacientes, pero al mismo tiempo enérgico, estudioso y metódico y como Esquirol hubiera podido decir: “Uno tiene que querer al enfermo mental para ser digno y capaz de servirlo”36.

También sus discípulos hubieran podido escribir como los del profesor francés: “Nunca se metió en intrigas ni participó en maquinaciones, nunca desplegó celosa rivalidad, nunca sufrió la agonía interior cuando un competidor le ganaba. Encontró enemigos en ocasión de ser atacado con tenacidad, y los perdonó. Vio discípulos que había querido, volverse contra él y no dejó por eso de estimarlos”37.

Al profesor Rueda lo preocupaba el porvenir de la psiquiatría. Se daba cuenta de las inmensas posibilidades de conocimiento y terapia que se iban abriendo en este campo. Pero también de las dificultades del ejercicio, amenazado por prácticas no científicas y por la invasión de corrientes extrañas a la medicina.

También por el deterioro ético y la sustitución de los valores ancestrales. Pero no podía el profesor Rueda anticipar los extremos de locura colectiva de nuestro tiempo: la violencia con sus secuelas de terrorismo, secuestros y genocidios; el delito en todas sus formas; la corrupción; la degradación del sexo, la droga, en fin, fenómenos que hacen de estas postrimerías del siglo XX una de las épocas más convulsionadas de la humanidad y ante los cuales la psiquiatría, angustiada y perpleja, poco puede hacer para remediarlos.

Para terminar, permítanme citar unas frases recientes del profesor peruano Renato Alarcón, acerca de lo que significa ser psiquiatra en América Latina. Tales dilemas también los sufrió el Dr. Rueda en su medio y en su época. El hecho de haberlos podido superar y de haber mantenido su papel de psiquiatra con dignidad y orgullo, es quizás la mejor lección que hoy podamos aprender de su ejemplo, con la perspectiva de los cien años de su nacimiento.

Dice así el profesor Alarcón: “Ser psiquiatra y hacer psiquiatría en América Latina es un reto a la entraña misma de lo que llamamos identidad profesional. Es un reto continuo a la integridad moral de sus cultivadores.

Es un desafío planteado por los conflictos que enfrentan a la afluencia, el confort y el prestigio por un lado, con las exigencias morales de una realidad lacerante, por el otro. Ser Psiquiatra en Latinoamérica pone a prueba presencia de ánimo, tolerancia a la frustración, flexibilidad y adaptabilidad a un mundo en explicable pero inentendible efervescencia.

Y, como en todo desafío, algunos sucumbirán ante el accesible plato de lentejas, otros emprenderán el doloroso camino del exilio, y todavía otros recurrirán insensiblemente a la negación cruda, a la racionalización enjundiosa o al splitting ideológico.

Los más … renovarán su fe, a la manera vallejiana, en el reconocimiento honesto de su pasado y en la visión esperanzada de su futuro. Porque, a pesar de todo –y quién sabe si debido a lo decisivo del reto- la psiquiatría latinoamericana, ha demostrado, con creces, vitalidad y genuina vocación de permanencia”38.

Agradecimientos:

A los tres. Alberto Cárdenas Escovar y Laurentino Muñoz, y a la bibliotecaria Lisbeth Reyes, por su eficaz ayuda en la consecución de algunos datos.

Referencias

1 Rosselli, Humberto: Historia de la Psiquiatria en Colambia. Edit. Horizontes, Bogotá, 1968. Vol. 1. pág. 279.
2 Muñoz Laurentino: Historia del Hospital de San José. 1902-1956. Bogotá, Imprenta del Banco de la República, 1958. pág. 124.
3 Jiménez López Miguel. La Locura en Colombia y sus Causas. Revista Cultura, Año 11, Tomo 111.Bogotá, agosto de 1916, No. 16, pág. 216.
4 Rosselli: Op. cito (1) pág. 298.
5 Pichot Pierre: Un siglo de psiquiatría. Editions Roger Dacosta. París, 1983. pág. 61.
6 Munthe Axel: La Historia de San Michele. Nueva York: Duffin, 1929 (cit. por Pichot (5) pág. 69).
7 Silva José Asunción: De sobremesa. En: Obras Completas. Edit. Banco de la República, Bogotá, 1965.
8 Braier L.: Diccionario Enciclopédico de Medicina. JIMS, Barcelona, 4ed. 1980. pág. 156.
9 Rosselli H.: Op. cito (1) pág. 299.
10 Rosselli H.: Op. cito (1) pág. 299.
11 Kraepelin Emil: One Hundred Years of Psychiatry “English translation. The Citadel Press, New York, 1962, págs. 150-152.
12 Jiménez López M: Op. cit. (3) pág. 216.
13 Rueda Maximiliano: “El tratamiento medicamentoso de la parálisis general”. Repertorio de Medicina y Ciruflía. Bogotá, Vol. 5, No. 7, abril 1914, págs. 347-350.
14 Rueda Maximiliano: “Las interpretaciones delirantes”. Repertorio
de Medicina y Cirugia, Bogotá, vol. 6, No. 4, Enero 1915, págs. 122-125.
15 Rueda Maximiliano: “Apuntaciones sobre el resultado de los tratamientos quirúrgicos en el curso de la psicosis” Repertorio de Medicina y Cirugia. Bogotá, Vol. 7, No. 4, Enero 1916, págs. 154-157.
16 Camacho Martín: Patología Mental (seguido de comentario por Maximiliano Rueda). Revista Médica de Bogotá, Vol. 35, No. 419,1917, pág. 74.
17 Rueda Maximiliano: Punción lumbar en la Parálisis General. Repertorio de Medicina y Cirugia. Bogotá. Vol. 14, Nov. 1923. pág. 43.
18 Rueda Maximiliano: La impaludización como tratamiento de la parálisis general. Revista Médica de Bogotá, Vol. 43, No. 502, junio 1933, págs. 65-71.
19 Rueda Maximiliano: La Malario-Terapia en la Parálisis General. Rev. Médico-Quirúrgica de los Hospitales, Bogotá, Vol. 4, No. 25, Junio 1930, pp.177-180.
20 Rueda Maximiliano: Meningo-Encefalitis Difusa. Estudio de un caso. Revista Médica de Colombia. Bogotá, Vol. 1, No. 10, Mayo 1931, págs. 672-676.
21 Rueda Maximiliano: Un caso interesante. Repertorio de Medicina y Cirugia. Bogotá, Vol. 22, No. 262, Oct. 1931, pág. 510.
22 Sánchez Luis Jaime: El grupo de las llamadas Psicosis Azohémicas y su relación con las Encefalitis. Anales Neuropsiquiátricos, Bogotá, Vol. 1,año 11,No. 4, Julio 1943, pág. 288.
23 Sánchez Luis Jaime: Tratado de Clinica de las EnfermedadesMentales. Bogotá, Univ. Javeriana, 1952, pág. 577.
24 Rueda Maximiliano y Agusti Pastor Alfonso: Convulsoterapía en Psiquiatría. Anales de la Academia Nacional de Medicina 1938-40. Bogotá, Imprenta Nacional, 1940, pág. 451.
25 Rueda Maximiliano: Nociones de Psicología. Boletín de la Clínica de Marly. Bogotá, 4 (3): 103-113. Spbre. 1942.
26 Rueda Maximiliano: Dolor y Toxicomanía. Actas de Segunda Reunión de las Jornadas Neuropsiquiátricas de Lima (1939). Tomo 1, pág. 165 (Cit. por Gómez Pinzón F. 27).
27 Gómez Pinzón Francisco: Consideraciones sobre las Toxicomanías en Colombia. En: Temas de Neurología y Psiquiatría. 20. ed. Edit. Cromos, Bogotá, 1944, pág. 7.1.
28 Rico Edmundo: El Profesor Maximiliano Rueda Galvis. Anales Neuropsiquiátricos del Frenocomio de Mujeres de Bogotá. Vol. Il, No. 6. Junio 1944, págs. 411-414.
29 Rosselli H. Op. Cit. (1) pág. 301-302.
30 Pichot P.: Op. Cito (5) pág. 180.
31.Informe de la Misión Francesa. Bogotá, Imprenta Nacional, 1931, pág. 131.
32 Rosselli H. Op. Cit. (1) Vol. Il. pág. 658.
33 Castillo Eduardo: Desfile Blanco. En: Obra Poética. Imp. Nal. 1965. pág. 69.
34 Rico Edmundo: Maximiliano Rueda Galvis. “El Tiempo”, febrero 26, 1946.
35 Mora George: On the Bicentenary of the Birth of Esquirol (1772-1840), the first complete psychiatrist. A mer. J. Proyehiat. 129 (5): 562-567, Nov. 1972.
36 Cito por Rumbaut Ruben D. Diseussiol/ del trabajo de Mora (35) pág. 567.
37 Leuret F.: Cit por Rumbaut (36).
38 Alarcón Renato D.: Ser Psiquiatra en América Latina. Editorial Acta Psiquiat. Psicol. A mér. Lat. 1985, .81: 3-4.


• Sesión Conjunta de la Academia Nacional de Medicina, la Sociedad Colombiana de Psiquiatría y la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina. Bogotá, Marzo 13, 1986.

** Profesor y Jefe Area PsicosociaI. Escuela Colombiana de Medicina.

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *