Concepto de la Psique

Ahora veamos cómo ha llegado López de Mesa al concepto de la psique, tema con el cual llenó  más páginas rebosantes de datos técnicos que con ningún otro de su repertorio doctrinal.

A través de los millones y millones de años que el mundo descuenta desde los primeros días, – nos dice- las fuerzas y elementos primitivos se han ido organizando en forma evolutiva e incesante. Primeramente los átomos, luego las moléculas elementales, y de éstas la vida. Surgen los primeros protozoarios y bacterias y luego se organizan las plantas y animales pluricelulares. En estos últimos aparece el sistema nervioso central, a partir de simples eslabones monosinápticos de seres elementales y evoluciona hasta llegar al de los vertebrados que ya presentan el esbozo de las virtudes humanas: raciocinio elemental, sentimientos, inicio de un sistema de comunicaciones y capacidad limitada de decisión autónoma. Finalmente configurose el cerebro del hombre, única creatura del cosmos con capacidad de comprender e interrogar su propio destino.

Hasta aquí nada nuevo, con la posible excepción de la frase que describe el instinto como inteligencia capitalizada en la especie (57). Lo demás reiteración delas teorías racionalistas de viejo y nuevo cuño. Tampoco resulta sorprendente afirmar que el ser humano repite en su desarrollo ontogénico la historia del desarrollo filogenético -manida sentencia de consumo diario en las escuelas de medicina- y que demuestra con ello, biológicamente, su remoto origen en los primitivos vertebrados. Pero cuando López de Mesa, en memorable conferencia, dijo que descendíamos de la sardina, se formó un remolino de beatas sin proporción con la ingenua referencia ictiológica y evolucionista.

No nos detendremos a dibujar en detalle su línea deductiva en estas materias porque se hallan en textos de ciencias naturales: emprendamos, mejor, el recuento de su enseñanza psicológica propiamente dicha, cimiento dialéctico de muchas de sus doctrinas metafísicas.

Una vez alcanzado el desarrollo encefálico propio del hombre, se diferencian nuevos centros, notablemente las zonas del hemisferio izquierdo relacionadas con el lenguaje, instrumento invaluable para la formación de conceptos abstractos que permiten asir la realidad inmanente de los seres. Pero la introspección, el más obvio método para explorar nuestro yo, no da la clave para entendernos ni mucho menos sirve de puente sobre el abismo que separa la ciencia propiamente dicha   de la teoría del espíritu. Mediante la autonogsia sólo nos es dable percibir fenómenos que nos llegan por medio de los sentidos clásicos, o del sentido háptico. y el cerebro, a su turno, puede manejar solamente en su interior relaciones o cambios entre dichas representaciones que, fugaces y volubles, aparecen rodeadas de una aureola hija de las circunstancias en que se produjeron (58). Halo impreciso en que hay elementos derivados de semejanzas, proximidades o coincidencias y teñidos por el estado emocional imperante. Por tanto la comparación, que es el principio del juicio, puede realizarse acertada o incompletamente “ya que el analfabeto de pobres estructuras ideológicas se satisface con acoplamientos de falsa exactitud” (59) y, así “nos explicamos la engañosa certidumbre de los ignorantes”. Muy a lo William James sigue describiendo los diversos “procesos” de la mente (porque cae en este anglicismo, pecadillo insignificante dentro de su puntillosa corrección gramatical) desde aquellos elementales como sensación y percepción hasta reconocimiento, razón, afectos, pasiones e intuiciones. Sobre estas últimas avanza la peregrina idea de que son semejantes a las mutaciones genéticas. Más adelante la glosaremos.

Lo importante, sin embargo, del pensamiento de López de Mesa, no son los apuntes, más o menos controvertibles sobre bioquímica, neurofisiología o neurología sino que lo mental es para él producto de actividades químicas y que hay una fundamental unidad entre la reacción del protozoario a un estímulo externo, las cadenas de reflejos que rigen la conducta de los animales inferiores y los hechos psicológicos que ocurren en la mente humana, incluyendo las disquisiciones sobre metafísica.

A medida que se mete, bravamente, en las hondonadas de las funciones mentales superiores sus juicios adquieren mayor relieve y aún están complementados con felices anotaciones: “ninguna verdad absoluta conoce el hombre, ni siquiera evidente noción de su espíritu”; “el mundo se rige, se rigió y se regirá siempre por mitos”… “retroactivamente válidos en sus obras” (60). Utilísima clave para comprender la evolución de la ciencia, la filosofía y la religión.

Sobre libertad tiene que hacer algunas piruetas semánticas para armonizar su deseo de que exista el albedrío con su convencimiento intelectual del determinismo. Libertad sería “la virtud de nuestra índole en la elección de nuestras determinaciones” (61). Si bien es cierto que el existir individualiza (es la base de la individualidad) también lo es que las circunstancias, la filogenesia, la experiencia, la cultura, el ambiente, en fin, a la par que afirman, constriñen esa individualidad y definen la índole, reduciendo a poco la autonomía potencial. El pensamiento en todas sus modalidades es operación destinada a la subsistencia de la vida (“cuanto ocurre en la mente es algo por qué existimos, o algo con qué existimos, o algo para qué existimos”) (62) y en tal virtud el interés existencial rige tiránico: es el egoísmo que nos satura y llena hasta los actos más altruistas.

De acuerdo con los estudios de la psicología sobre la percepción, la sensación, la razón, los sentimientos  y otros fenómenos mentales no puede aceptarse que haya una conciencia aparte en el individuo, una especie de testigo de sus actos que sea el núcleo de condensación del yo pues los fenómenos no existen sino en cuanto están presentes y también en ese momento se tiene conciencia de ellos contra el transfondo vago y continuo de la representación de nuestro organismo. Luego ~concluye- la conciencia no es más que presencia del fenómeno (63). Similarmente cualquier existencia es presencia (véase la parte que designa a la posición como virtud genitiva y la teoría de la posibilidad).

Así podríamos distinguir (64) cuatro modalidades del ser: ser de esencia, de existencia, de presencia y, finalmente, ser de conciencia, con lo que se cierra el Círculo armonioso que une toda la concepción general desde la posibilidad absoluta hasta la conciencia intelectiva abarcando el concepto divino, la teoría del espíritu y la creencia en el destino de la humanidad. Sólo faltaría, para complemento del cuadro, -que tiene una gran cohesión intrínseca-, especificar que el individuo es el yo y su tarea, lo que facilita concebir a Dios de igual manera, como también la posibilidad absoluta y a las posibilidades particulares, a los seres ideales y a los seres espirituales. Finalmente logra la síntesis suprema y la unificación de los contrarios ~eternidad y fugacidad, materia y espíritu, Dios y hombre, intenso y extenso-o La cultura, la historia, la ciencia, la filosofía, cuanto el hombre ha creado, tiene un puesto metafísico y están dirigidas a un fin, poseen un destino claro; la creación, pues, está justificada y nuestra vida, tan menguada en apariencia, resulta majestuosa tarea en trance divinal.

La psicología de López de Mesa fue camino hacia cavilaciones abstractas y no ciencia empírica. De haber perseguido con más ahínco la práctica clínica o la discreta labor propia de los laboratorios habría caído en cuenta de que el interrogante capital dentro de su concepto de conciencia, y tal vez el mayor problema no dilucidado en neurofisiología, es el de la atención y sus mecanismos. Para nosotros los ensueños con su cortejo de fantasías eidética s se explican en parte por la falta de atención y lo mismo ocurre en el ensimismamiento delirante de los esquizofrénicos. En ambos casos la mente, cortada parcialmente de la retroalimentación del mundo externo, se pierde en absurdas fantasías que por su contenido emocional parecen ser el objeto de la atención pero en realidad no están controladas por aquélla. Algo semejante puede ocurrir con las drogas alucinógenas y durante las experiencias de supresión de sensaciones hechas últimamente. Otro extremo lo constituyen los niños hiperactivos que, incapaces de seleccionar entre el bombardeo de estímulos externos, no logran enfocar la atención permanente en ninguno de ellos por lo que aprenden con dificultad y no logran persistir en ninguna actividad por un lapso considerable.

Por otro lado, la conciencia no puede ser únicamente presencia del fenómeno mental, pues hay muchos que son sub conscientes o inconscientes sin dejar de influir o estar presentes. Debería -creemos- entenderse como presencia de un fenómeno más la atención que le resalte o seleccione. Tampoco es completamente válido que sólo haya una representación en cada instante, como creía el profesor, por las razones que arriba esbozamos.

Antes de abandonar el tema de la psicología dejemos parva constancia de la opinión que merecía a López de Mesa el psicoanálisis, adversa en general, pero justificable para un lexicógrafo por haber producido abundantes neologismos. Basaba su oposición a las doctrinas freudianas en que existen más motivaciones que la libidine sexual, por ejemplo, la libudi essendi (ser), la libido agendi (expresar), la libido sentiendi (sentir), la libido cognoscendi (saber) y la libido imperandi (poder)  (66). Y sostenía, convincentemente, que el beneficio que produce la terapia analítica no prueba que sea verdadera: puede deberse al “conforte de la esperanza” y al refuerzo que infunda la personalidad del médico en su paciente (67).

Finalmente recordaremos que nuestro psiquiatra enseñaba una progresión de las imágenes sensoriales (abreviada traducción de un objeto) a otras de segundo grado, más simples y esquemáticas, y así sucesivamente hasta llegar a las ideas abstractas que en su opinión tenía “un aspecto desteñido”. Para la formación de conceptos universales invoca el apoyo del lenguaje (por ejemplo los morfemas de enlace que son indispensables en la dirección del pensamiento) aunque admite juicios sin palabras, como los de duda o en el caso de que se tenga una idea de talo cual asunto pero no pueda ex presarse.

Psicologia femenina

Fue confeso feminista nuestro empedernido solterón. Defendió el sufragio de las mujeres, dictó varias conferencias ante clamoroso público del sexo débil sobre el papel, las responsabilidades y los derechos que les corresponderían en la sociedad moderna y llegó a proponer en varias ocasiones que las esposas pudieran recibir el salario fan1iliar cuando sus cónyuges faltaban a los más elementales deberes para con ellas y los hijos. En disposición de ánimo más sentimental,  dedicó parágrafos enteros de sus más serias obras a unos ojos románticos que le hacían sentir en su parpadeo radiante toda la eternidad. Conocía los resortes íntimos de la conducta femenina; al menos así lo deja entrever su encantadora fantasía sobre el génesis (78) de haberla escrito una mujer. En su versión “liberacionista” se pregunta Eva si el pobrezuelo de Adán obedecía al Señor, en aquello de la manzana, por virtud o por mera pusilanimidad. Y quiso probar si de verdad la quería, si era hombre. Lo de la serpiente lo inventó después para descargar responsabilidades.

Dotación Hospitalaria

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