El Hombrecito, 2 Parte
Iba por el tercer tinto cuando se reunieron todos. El largo Zapata con su corbata multicolor de siempre, Ortega sucio y barbado, Moreno el negro siempre en plan de conquista y Escobar, callado, serio. A todas horas con un libro en la mano, el doctor Escobar parecía un habitante de otro planeta trasplantado por azar en medio de las bajezas y miserias de un hospital comunitario.
Era un mago en presión positiva, gases, electrocardiogramas y otros perendengues que sus colegas apenas estaban empezando a descubrir. (Lea también: El Hombrecito, 3 Parte)
-La situación es esta, dijo Restrepo: Hay en poli un hombrecito en coma, picado por una culebra, que nosotros no sabemos tratar. Y un Givive de Manizales sí sabe. El me va a llamar en diez minutos.
– Y quién es el hombre cito? preguntó displicente, Zapata. -No te importe. Un ser humano.
– Y quién es Givive? Arguyó el negro Moreno.
-Un abogado, respondió Escobar. De Manizales. Yo lo conozco, sabe de culebras como un putas.
– Y él nos va a enseñar a nosotros? Un abogado. Lambisquió Zapata otra vez.
-No güevón, lo paró Restrepo. No nos va a enseñar. Va a salvar al hombrecito. Y no perdamos más tiempo. Lo que yo quiero es esto: el hombrecito a la unidad de cuidados intensivos. Zapata me le hace una traqueotomía en el término de la distancia, con anestesia local y Escobar me lo enchufa a esos aparatos raros que él sabe manejar, mientras Givive vuelve y llama.
-Un momento doctor Restrepo; atravesó Escobar con su voz lenta y parsimoniosa. Eso vale una platica. Y qué va a decir la junta?
-La junta no puede decir nada. La misión de esos caballeros es conseguir la plata y la de nosotros es gastarla.
La demora es lo que enfada.
Ya debía estar el hombrecito enchufado allá. Ah! Y no boten ese maldito animal que Givive quiere que se lo manden.
Doctor Restrepo clamó indolente el altavoz.
Restrepo habla. Sí de Pereira. Sí doctor Gilberto. Antiveneno? Humano o de suero de caballo? Humano? Mejor doctor. En dónde? En los Angeles? Por Dios! Y cuándo llega y quién lo paga? La junta? Doctor la junta a duros jalares nos paga el sueldo. Bueno le agradezco en el alma. Me deletrea otra vez el laboratorio? “Micrurus Crotalidae Inc.”. Seguro que es en los Angeles? Bueno doctor, Dios le pague. Colgó el teléfono y echó escaleras arriba.
La junta! Que les iba a doler a ellos su hombrecito. De pronto se sorprendió a sí mismo. ¡Cómo que su hombrecito! Un montañero que sólo había conocido media hora antes. Bah! Pero al llegar a la puerta divisoria, sus ojos grises, acerados, se cruzaron con los ojos cargados de mil angustias del viejo.
No se dijeron palabra. Pero penetró a cuidados intensivos con una decisión. Sí era su hombrecito. El paciente, conectado al aparato res-piraba ritmicamente. Las frazadas habían retomado el calor vital que ya huía y la infusión venosa le daba vida. Precaria, artificial pero vida.
Escobar estaba repitiendo a sus cuatro enfermeras lo que él ya había oído cien veces. Niñas, ese tornillo, este, siempre debe estar en On. La máquina se dispara sola y ustedes no hacen más que vigilar el pulso, la presión y la traqueotomía para que no se desconecte. Y siempre, siempre en On, en On digo.
En el estar de médicos, Escobar comentó con acritud sobre el problema que era manejar una unidad de cuidados intensivos con un personal en perpetua renovación, sobre la inutilidad de la mujer en general para desembocar en lo que Restrepo estaba esperando desde el principio. El hombrecito no saldría. Y si salia era con los pies adelante.
Allí estaban los otros tres. Mis hijos, llamó el blanco de Manizales. El antídoto fuera de valer un jurgo de plata, no se consigue sino en los Angeles, California, U.S.A.
Y qué es la demora en pedirlo patrón? Preguntó irónico Moreno.
Vivo, adivíname la suerte! Y quién lo paga?
-La junta jefe, usted no manda en la junta?
La junta. La junta. Y suponiendo “doctor”. Y acentuó el titulo, que lo pague. Cuándo llega? Hoyes jueves. Hasta cuándo vamos a tener a ese hombre con vida?
Entre paréntesis. Le pasaron sonda a la vejiga?
-Para qué?
-Restrepo, interrumpió Escobar. Vos sos amigo deJosé Gutiérrez?
-Gutiérrez? El de las gallinas? Harto. Estudiamos juntos. Está muy rico. Anda por ahí con un carro grandote con una antena y unas letras pintadas. Ah! Pues claro! Ya caigo. Es radioaficionado. Yesos tipos son locos. No es eso lo que sugieres? Ya!
Después de una corta espera localizaron al radioaficionado.
Sí? José Restrepo? del Hospital? No hermano, lo mismo, soy breve. Un hombrecito. No sabemos quién es. No, el hombre no. Lo picó una culebra. Está en coma. Givive. Sabemos quién es Givive? Dice que lo salva un antiveneno que lo hay en los Angeles. Te lo deletreo. Hermano, no hay plata. Gracias hermano usted es el hombre. Adiós.
Los cuatro pares de ojos se clavaron en él. Qué dijo?
-Que sí. Esos tipos son locos. Que en cuatro horas avisan Vamos a comer.
De paso por los intensivos otra vez, Escobar repitió, esta vez a Ruby, que tomaba la presión: En On, siempre en On.
La comida más desabrida que de ordinario no fue comida. Cada uno rumiaba sus pensamientos mientras esperaba el sonido del altavoz.
-Doctor Restrepo, lanzó del comedor que no se sabía por qué estaba gangoso hace tiempos.
Restrepo habla! Si jefe. Instintivamente y a pesar suyo se puso firme como los militares y sus subalternos comprendieron que esta vez era el gran jefe.
Si señor. No señor. No sabemos su nombre! En cuidados intensivos. Si señor. Por orden mia. Si señor! yo sé que vale mil pesos diarios pero nadie me advirtió que era sólo para pensionados. Que lo saque?
Los muchachos temblaron en sus asientos. Esta iba a ser buena.
Que lo saque, después de haber pedido la droga a los Angeles? Yo no como de eso, doctor. Viene usted y lo saca yen seguida nos saca a nosotros cinco de este mugre hospital.
El auricular casi se quiebra al chasquear rudamente. Los encaró verde, lívido.
Explicó brevemente que por orden del gran jefe, el paciente debería ser retirado de la unidad debido a los altos costos que la institución no estaba en capacidad de absorber. Pero agregó secamente y en voz baja: No lo saco. y que se lleve el putas al demonio. Me voy a recostar y ustedes me llaman.
Se tiró vestido en la cama y como lo hacia siempre en situaciones parecidas, borró todo de su mente. No pensó en nada y se quedó dormido.
Lo despertó Zapata suavemente. Jefe, Gutiérrez, tomó el auricular completamente lúcido.
Quihubo hermano. Por Guatemala, Los Angeles. Y lo regalan? Ah! gringos queridos de Medellin. Pero cuándo llega hermano? El domingo. Y apenas amanecer viernes. A Tocumen? Y de alli quién nos lo trae? Avianca? Y tú tienes folios con esa gente? Qué verraco!
-Usted es el hombre, no hay más que hablar.
Un abrazo hermano.
Zapata le alargó un tinto. Qué horas son?
Las cinco de la mañana.
y el hombrecito?
-Vivo! Artificial todo, pero vivo.
-Qué carajo, eso es lo que importa. Bueno, acuéstate tú que yo iré.
En el estar de cuidados intensivos Escobar echaba un motoso.
-Cómo lo ves?
-Está sostenido.
-Quién está con él?
-Amparo, la más bruta.
-Bueno, pues vamos a matar el fuerte, con agua hijo y nos vemos en la cafetería.
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