Prehistoria Médica y Cosmovisión

El hombre siempre preocupado por la enfermedad y la muerte ha hecho de la medicina una antiquísima profesión. Pero debe sin embargo el estudioso de la historia médica reflexionar antes sobre lo que existía.”El mundo es viejísimo y el hombre es sumamente joven”, dice Carl Sagan el astrónomo contemporáneo. La gran explosión de la materia concentrada que ocurrió hace catorce mil seiscientos millones de años, dio origen a las 100 mil millones de galaxias de nuestro universo -tal vez existan otros universos-, y resulta escalofriante no sólo, por su antigüedad sino por el tamaño. Si cada galaxia tiene 100 mil millones de estrellas, el número total de estas últimas en el universo sería de 10 a la 22, similar al número de granos de arena que hay en todos los mares de la tierra (según el mismo Sagan en su libro miles de millones).

Por esto le queda más fácil a los matemáticos describir estas inmensidades, como lo hace Stephen Hawkings en “El universo en una cáscara de nuez”, con su lenguaje exponencial. Incrustada en esa dimensión témporo-espacial que creemos conocer, sabiduría que apenas arañamos, aparece nuestra galaxia, la Vía Láctea, separada 2 millones de años luz de la galaxia más cercana, la Nebulosa de Andrómeda. Pues esa “pequeñísima” galaxia, parte del polvo de estrellas en que está sumergido el hombre, se originó hace 10 mil millones de años, y a ella pertenecen 400.000 millones de estrellas, entre las cuales está nuestro sistema solar que apareció hace 5 mil millones de años. Por la fuerza inercial generada por la gran explosión y que todavía persiste como mayor que la fuerza centrípeta del universo llamada gravedad, aparece la tierra aun inerte y sin vida, miles de años después.

En ese reino mineral se encontraron los constituyentes químicos prebiológicos, que de alguna manera iniciaron un esbozo de metabolismo anaeróbico al igual que la aparición de los primeros aminoácidos. La posterior presencia del oxígeno, del CO2 y de la capa de ozono, da lugar a la vida aeróbica, precursora de la fauna, flora y psiquismo del hombre, precedida siempre de la etapa anaeróbica, y antes de ella de la presencia de energía calórica y lumínica, del movimiento que se observa después del big-bang. Ese viejísimo mundo de Sagan es entonces el cosmos, y el análisis de cuanto en él sucede y ha sucedido, la cosmovisión. La vida más moderna está entonces en esa tierra que ya respira, y esos primeros seres con ADN y con intercambio gaseoso aparecerán en el agua, en los mares primitivos de hace 4 billones de años, dice el historiador José Pijoan.

En esos tiempos primarios (o pre-cambrinos), que hoy los geólogos prefieren llama la era arqueozoica, aparecen las algas verdiazules. Sigue la paleozoica, donde no sólo hay vida invertebrada, sino también peces; más conocida es la era mesozoica, donde además del período jurásico inmortalizado por Spilberg, están el triásico y el cretácico, donde ya hablamos de dinosaurios y reptiles. Finalmente la era cenozoica, con el período terciario, de mamíferos y aves, y el cuaternario, de hace sólo 3 millones de años, con el mamut y el reno del pleistoceno; y el holoceno, con el actual relieve geográfico, fauna y flora, que data de un millón de años y del hombre, el homo sapiens-sapiens hace 40.000 años.

Los primates, como mamíferos que son, estaban ya en el periodo terciario y tal vez allí se separaron los monos póngidos de los homínidos. Para que luego apareciesen el Australopithecus y el Pitecanthropus (el hombre más primitivo), el hombre de Neardenthal, el de Cromagnon y el hombre moderno, que sobrevive entre glaciares y diluvios. Diremos entonces con el historiador José Babini, que la enfermedad precede al hombre prehistórico, pues es una forma de vida. Este hombre prehistórico, con su primitiva idea de bien y mal, de dioses y demonios, empieza a interpretar la patología con su fondo mágico-religioso, a ejercer la medicina con sus magos, sacerdotes o curanderos, y los procedimientos quirúrgicos con las trepanaciones prehistóricas, que sacan de la cabeza los elementos del mal, los demonios. Estamos ya en las edades de piedra, bronce y hierro de Europa y en el medio oriente nos aprestamos a entrar a la historia, con la aparición de la escritura cuneiforme y de los jeroglíficos (Sumerios y Egipcios).

Pensemos sólo por un instante en las galaxias más lejanas de este universo, a unos 10 mil millones de años luz de nosotros, y preguntémonos como lo hace Jostein Gaardner en “El mundo de Sofía”:¿Habrá vida y por tanto, enfermedad? ¿Cómo serán esas civilizaciones y sus avanzadas tecnologías? “Es triste ver al hombre que lumbre y lodo encierra”, dice el poeta, “tocada la sandalia con polvo de la tierra, tocada la pupila con resplandor del cielo”. Ese hombre es polvo de estrellas, con una historia, al tiempo antigua pero también reciente, siempre imbuida de muerte y vida, de guerra y paz, de dolor y alegría, de enfermedad y sanación.

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