Hormonas y Homosexualidad

La relación entre las hormonas y la conducta es compleja. Se sabe por ejemplo que los andrógenos participan en la diferenciación del sistema nervioso central in utero y que en el ser humano adulto incrementan la libido, independientemente del sexo y de la orientación sexual. Las hormonas sexuales tienen efectos activadores –caracteres sexuales secundarios y de conducta- en los adultos, pero tienen efectos organizacionales –sobre el sistema nervioso- en las etapas fetales. Durante el desarrollo fetal temprano, los genitales y el hipotálamo son idénticos para ambos sexos, pero la diferenciación se logra ante la exposición del sistema nervioso a la testosterona (entre el segundo y quinto mes del embarazo en humanos). De no haber dicha exposición los andrógenos, los mamíferos se desarrollarían como hembras, independientemente del sexo genético.

Estas hormonas inducen los cambios físicos característicos y activan circuitos neurales específicos que inducen conductas masculinas, ya sean sexuales (montaje de rata macho sobre la hembra) como sociales (juego más agresivo en los hombres). En ausencia de testosterona, los estrógenos producen un desarrollo femenino, pero en su presencia se generarán los testículos, no importa cuál sea el sexo genético. Las ratas macho que han sido castradas al nacimiento e inyectadas con estrógenos, desarrollan conductas femeninas; estos animales de experimentación son escogidos para estos estudios, ya que su diferenciación sexual se logra diez días después del nacimiento.

El macho no castrado pero inyectado con estrógenos, no cambia su conducta sexual masculina, además de sus preferencias en el gusto y en su actitud agresiva. Los andrógenos –como organizadores biológicos- promueven el desarrollo de las estructuras masculinas, suprimiendo las femeninas.

Es de anotar sin embargo que no es posible extrapolar los abundantes datos en animales de experimentación a la conducta sexual de los humanos, aunque siempre ha habido un interés en correlacionar el efecto de las hormonas y la orientación sexual hacia el mismo sexo, particularmente cuando aparecieron un estudios hace unas décadas que mostraron una proporción anormal de androsterona/etiocolanolona y niveles más bajos de testosterona en individuos homosexuales, hallazgos que no han podido ser reproducidos en años posteriores. Alfred Jost realizó el experimento crítico en mamíferos con placenta, en los que demostró que la castración temprana en los fetos de Conejos resulta en la formación de un tracto urogenital femenino y que dos hormonas testiculares, el andrógeno y la hormona anti-mulleriana controlan el desarrollo fenotípico masculino.

Según el psicoanalista colombiano Guillermo Sánchez Medina, debemos tener en cuenta que han existido crisis sobre la identidad masculina y femenina especialmente en el Siglo XVII y XVIII en Francia e Inglaterra. Precisamente los franceses fueron los primeros en cuestionar el papel de los hombres, la identidad masculina y la reacción de la sociedad de su tiempo. Fue durante el reinado de Enrique IV a mediados del siglo XVII cuando se cuestionó el símbolo del autoritarismo de padres y maridos, no olvidándose el sentimiento tierno platónico que tiene el hombre por la mujer y no lo contrario. La habitualidad era que la mujer paría, era nodriza, se ocupaba de su hijo, lo educaba hasta cuando se pudiera independizar siguiendo las costumbres antiguas romanas y helénicas.

Llegado el Siglo XVIII, marido y mujer trabajaban hombro a hombro; sin embargo esta última tenía que realizar el papel de mujer, madre, ama de casa y constituirse el segundo trabajador encargado de buscar el alimento; estos modelos trascendieron después en siglos posteriores, por lo que aún vemos sociedades actuales en que una minoría de las mujeres continúan con ese patrón. En las sociedades industriales -a mediados del Siglo XIX- a la estructura familiar se le imprimen nuevas características: el padre se convierte en un personaje lejano y quien encarna la autoridad del hogar es la madre, haciéndose a la vez cargo del mundo afectivo y moral; el padre se convierte en árbitro definitorio o juez, de ahí el dicho de la madre al hijo: “se lo diré a tu padre”. Más adelante vendría la defensa estatal de la infancia, los jueces de menores y las visitadoras sociales que dirimen conflictos.

No podemos negar que entre los Siglos XVII al XIX -a raíz de las culturas provenientes de las instituciones aristocráticas con los imperios y los reinos- se abogó por una delicadeza exquisita (o sofisticación); esto llevaba a una figura que trascendió a la alta burguesía refinada en forma feminoide, después de haber pasado por la virilidad mostrada por los vasallos de la corona en tantas guerras en la conquista de las colonias. Las realidades del Siglo XIX llevó a que la familia se rigiera de acuerdo con los nuevos parámetros: el hombre trabajaba, la mujer cuidaba el hogar, los hijos iban al colegio y -cuando se podía- a los ocho y diez años iban a instituciones especializadas, aún en países extranjeros. Al adolescente –que iba a la escuela para aprender otras culturas y otros idiomas- se le reforzó con el nuevo paradigma, ya no de ir a la guerra sino el de destacarse en juegos deportivos y demostrar así también su virilidad.

Jácome Roca A. Fisiología Endocrina, tercera edición. Academia Nacional de Medicina, Bogotá.
Sánchez Medina Guillermo. Identidad sexual, un enfoque biopsico-social. 2005.Academia Nacional de Medicina, Bogotá.
Sánchez Torres F (Editor). Homosexualidad. 2006. Academia Nacional de Medicina, Bogotá.

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