La Necesidad del Poder en la Vida

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

La necesidad y el deseo de poder del hombre

Aquí también denotamos la necesidad y el deseo de poder del hombre, que se puede reducir al poder de vencer (o al menos igualar) al dios-padre. La respuesta de éste es el castigo: la confusión del conocimiento y las lenguas, la castración, la muerte y la detención del tiempo para la subjetividad del hombre.

Hay en la confusión una posible muerte por la osadía de la omnipotencia y la omnisciencia narcisistas. Éstas originan en las figuras del padre y la madre una herida narcisista, producida por el atrevimiento de aquellos deseos de poder en su contra.

El hombre necesita del poder para permanecer en la vida.

Es por eso por lo que el ser humano se defiende de la muerte mediante la negación de la misma. Si bien el hombre estudia para conocer y descubrir verdades, éstas son cambiantes. Hay que tener en cuenta que la verdad no es una y que es poco lo que se puede llamar verdad (no así la realidad externa e interna que puede dar poder). Cada ser humano tiene su propia verdad, revestida de una y mil formas, sujeta a cambios y alteraciones.

Lo importante no es encontrar una verdad, sino todo lo que está a nuestro alcance, tanto por dentro como por fuera de nosotros mismos. Nos interesa encontrar la verdad del aquí-ahora, la verdad de que sí existe una vida y que al final de ella viene la muerte. Así pues, la postura ante esa realidad y verdad es, en suma, la aceptación de una y otra, (9).

La mayoría de las veces nos encontramos con el poder en los conceptos y creencias, con las cuales se construye la convicción en una verdad, de ahí un ser supremo al cual llamamos Dios y de ahí el poder que emana en la creencia y la certeza que requiere el hombre para sentir la seguridad dentro de sí mismo, (10).

De todo esto se concluye que hay una multicausalidad y un determinismo de la aparición del poder.

En efecto, no es lo mismo el poder en el año 2012o 2014 que lo que era hace cuatro mil o seis mil años. Conocemos bien cómo el poder de la conquista española, con el poder de la lengua, el poder religioso, el poder de la Inquisición y el poder de la cultura, se enfrentó a un poder indígena americano. Luego vinieron la colonia, la revolución y el poder republicano.

El mismo siglo XX tuvo sus diferencias; a lo largo de sus diez décadas las economías fueron distintas, como también los recursos, las comunicaciones, el transporte, los descubrimientos, la información, los diferentes gobiernos, la misma guerra de guerrillas, las guerras por intereses económicos, el terrorismo o los conflictos armados en Corea, Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Irak, Israel y Palestina o en los países africanos y ahora en el Siglo XXI lo que se ha denominado “la primavera árabe”. Todo esto nos lo da o nos lo quita el poder.

Todo esto a la vez, aparece teñido o disfrazado con los argumentos del deseo y la necesidad de un equilibrio y una conciencia social en beneficio de los necesitados, cuyo número asciende a 6500 millones de seres en nuestro planeta. El desequilibrio y la inequidad son obvios.

De todo esto surgen conclusiones sobre el poder de las mayorías y de las minorías que se inclinan en un sentido u otro e influye en las determinaciones de las acciones. He ahí uno de tantos factores que hacen ver el poder religioso, político y socioeconómico como algo natural.

¿Qué podemos concluir de todo esto?

La respuesta es que el poder sigue siendo objeto de disputas en las diferentes áreas geográficas, políticas, sociales, económicas, religiosas, étnicas y científicas; sin embargo, es importante para la buena convivencia (armónica) que el poder tenga sus normas éticas, y, de ahí que nos refiramos al poder de los valores el que nos es útil para la cohesión o convivencia grupal.

Por ejemplo, las leyes o normas deben cumplirse, de lo contrario se tiene que aplicar sanciones, lo opuesto sería prohijar el desorden; las leyes son los límites en la acción que se ponen para un buen orden entre los integrantes del grupo (familia, grupo social o sociedad en general).

Otro aspecto a considerar es cómo los medios de comunicación informan sobre las realidades sobre hechos ocurridos que en ocasiones se unen a supuestos no bien delimitados como ocurrió el 15 de enero del año 2004 cuando apareció la imagen del robot Spirit en Marte, autofilmándose 360 grados cuando la tecnología todavía no estaba preparada para filmarse a sí misma.

Solamente algunas imágenes de unas posiciones del robot en Marte son evidentes, las otras son ciencia ficción. He aquí la utilización de la imagen para tener el poder de convicción que justifique una política multimillonaria del presupuesto americano para las investigaciones del espacio, o el poder para el descubrimiento del décimo planeta Sedna, más allá de Plutón. Es así también como puede tenerse el poder económico para lograr otro poder, o para justificar el poder del conocimiento.

Esto ejerce un poder político sobre las masas electorales y también influye sobre los países del Medio Oriente. Ese poder es un poder de control a través de una fuerza, en este caso la fuerza del conocimiento científico y tecnológico. Por otra parte, tenemos fe y confianza en que este conocimiento sea para el beneficio de la humanidad y no vaya contra ella, (11).

El tema del poder también se ha debatido por milenios, y de ahí la necesidad de definir y clasificar los poderes. Se entiende como poder la capacidad del hombre de tener una fuerza o potencia, y la posibilidad de dominar al otro o un territorio o un territorio con o sin renuncia egoísta y de allí sus consecuencias; el gran peligro es caer en la perversión y desviar los intereses sociales sin consciencia y moral social.

El poder de las fuerzas del Estado y del Gobierno, la posesión o tenencia de cosas, los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, el poder espiritual, liberatorio, parcial o temporal, el poder público y el poder de Dios o de lo que se concibe como fuerza sobrenatural; he ahí unos caminos del poder que pueden o no disociarse y llegar al poder del mal, la ira, la muerte, la venganza y/o los que están comprendidos en los siete (tendencias) pecados capitales de la religión católica (envidia, gula, avaricia, lujuria, ira, pereza, soberbia).

De lo anteriormente expuesto deducimos que fuerza, poder y potencia se interrelacionan. Es así como desde Aristóteles se designa al poder como una potencia (dynamis), y ésta equivale a la materia (hyle) que se expresa con algo que hace o que resulta. De ahí que las potencias se dividan en lógica u objetiva y la potencia propiamente dicha o real, la que es capaz de producir un acto (energeia-entelecheia).

Existe, por otra parte, la potencia o fuerza subjetiva, que como sabemos se basa en las objetivas materiales para hacer, decidir, recibir, creer, concebir y definir. De una u otra manera, poder, fuerza, potencia y energía se interconectan unos con otros, y así nos referimos a que sentimos la fuerza del espíritu o las energías del mismo, o las facultades del poder de decisión y de acción, responsable, individual y colectiva sin la negación que puede ocultar la corrupción o dejar en silencio que la autoridad institucional se haga cargo de todos.

Sin embargo, algunos filósofos como Santo Tomás y Hegel piensan que la potencia no es todavía poder, sino una primera posibilidad que puede llegar a engendrar la fuerza, el poder, los objetivos de dominio y de actuación.

(Lea También:El Autoritarismo Irracional)

Hagamos ahora una abstracción y profundicemos en la idea de fuerza.

En la física pensamos siempre en las tres fuerzas más importantes del universo: la gravitacional, con sus fuerzas centrífugas y centrípetas; la electromagnética en sus diferentes campos; y las nucleares (débil y fuerte). A estas tres fuerzas debemos agregarles otra, que es la fuerza cósmica que sostiene todo el universo y da la posibilidad de la existencia, con sus vaivenes del Big Bang, el Big Crunch y el Big Rip, de explosión, de implosión y desgarre.

Aquí también debemos mencionar cómo en la física cuántica contamos con los postulados témporo-espaciales finito e infinito, y así también con los conceptos de témporo-espacialidad y de “atemporal” y “aespacial”. Esto significa permitirse entrar en las once dimensiones postuladas por la física cuántica y no quedarse en las cuatro dimensiones clásicas.

Dentro de todos estos postulados de la física cuántica, el lector podrá pensar que nos quedamos solamente con los conceptos de materia y antimateria, el universo plano y el universo curvo o el universo de la cinta de Moebius, en el cual se puede incluir el concepto de infinito. El infinito, por su parte, es otro concepto con variables fijas y libres que no pueden estar sujetas sólo a la fuerza de la gravedad newtoniana, a la electromagnética o a la atómica.

El infinito, dentro de su propio concepto témporo-espacial, es finito en su contexto específico de comienzo y fin (límites conceptuales concebibles por el hombre en sus diferentes cálculos), pero es infinito en su función repetidora, porque no estudia la constante de repetición (“Rep”) de los principios fisicoquímicos y aun matemáticos, y cómo el concepto de universo(s) y dinámico(s) y el mismo témporo-espacial (curvo, lineal, toroidal, bucles, cuerdas) tiene su finitud, (12).

En la física cuántica existe también la teoría de las cuerdas y de las oscilaciones de las mismas, como lo que ocurre en las cuerdas del violín cuando producen sus ondas.

En esta teoría de cuerdas no hay infinitos, y resulta útil introducir el tiempo imaginario dentro del cual incluimos los “números imaginarios” y los “juegos matemáticos”.

Hawking, en su obra “El universo en una cáscara de nuez” (Hawking, 2000), escribe lo siguiente: “Un modelo matemático en que intervenga un tiempo imaginario predice no sólo efectos que ya hemos observado sino también otros efectos que aún no hemos podido observar, pero en los cuales creemos por algunos otros motivos”.

Aquí hay que preguntarse ¿qué es real y qué es imaginario en cada mente?.

La respuesta puede ser muy ambigua e incierta. Podemos valernos de la teoría de la relatividad de Einstein, combinando el tiempo real y las tres dimensiones del espacio-tiempo, además de la fórmula E=mc².

También podría argüirse que el tiempo imaginario fuera infinito, es decir sin un fin, porque continuamente, mientras exista la imaginación, existirá también la posibilidad de imaginar el tiempo prolongado continúo.

Sin embargo, en la organización física de las partículas subatómicas sí hay una fuerza de cohesión de éstas (que son 53, de las cuales todavía no conocemos cómo operan, cómo funcionan y cómo se interrelacionan con la fuerza cósmica).

Más aún, aquí todavía no hemos mencionado las fuerzas electromagnéticas, gravitacionales y atómicas en cuanto a las condiciones necesarias para que se produzca un punto de fricción y la explosión Big bang, que es otro estado más de la materia-energía; cuando hablamos de materia, lo hacemos con respecto a las partículas y también a las fuerzas-energías que ellas conllevan.

Pero ¿a dónde nos lleva este discurso? Solamente conduce a suposiciones, a predicciones, a un entendimiento de la física y de la matemática y de la témporo-espacialidad, con sus fuerzas y poderes, para llegar finalmente a los conceptos de finitud-muerte e infinitud-inmortalidad desde el punto de vista de las ciencias llamadas “duras”.

Volviendo al poder, si enfocamos éste solamente en el ser humano vamos a encontrarnos nuevamente con lo físico y lo psíquico-espiritual, con el individuo y la colectividad. Aquí podemos dividirlo en poder jurídico, moral, religioso, individual y colectivo.

Es así también como evolucionó el Estado como el poder que ha organizado las comunidades por milenios. Aquí no se entienda que del Estado partió el hombre para crear un poder natural y sobrenatural dándole el nombre del poder de Dios. De ahí partió el hombre para crear un “poder natural y sobrenaturalmás allá del hombre, ubicándolo en el universo y dándole el nombre de poder de Dios, para luego bajarlo nuevamente como Dios hecho hombre, (13).

Fue Hegel quien identificó al Estado con Dios. Por esto escribió: El ingreso de Dios en el mundo es el Estado; su fundamento es el poder de la razón que se realiza como voluntad (…) El Estado es un Dios en el mundo”.

He ahí la racionalidad del hombre, y de ahí vienen todos los derechos y deberes, así como las soberanías de los pueblos con sus ordenamientos jurídicos y caracteres normativos o coercitivos, (Abbagnano, 1997).

De todo esto concluimos que existe un poder natural de la física que nos lleva al concepto de Dios como un poder superior al del hombre, así como a los de la incertidumbre y de lo incógnito.

El otro poder, el sobrenatural, ya expuesto en otra parte y como la misma palabra lo indica, está por encima, más allá de lo que conocemos o nos explicamos.

La ciencia lo denomina solamente el poder de la fuerza cósmica ya detectada, y que, como ya se mencionó, da la posibilidad de existencia y continuidad a los universos conocidos. Es esto lo que llamamos o concebimos como Dios.

Aquí podemos hacernos la siguiente pregunta:

¿Es el poder igual a la autoridad? Analicemos las posibles respuestas refiriéndonos a este último concepto. En la historia hemos observado que el poder, el autoritarismo y las tiranías se han establecido por la fuerza política, económica o militar.

Han llegado a cometerse grandes crímenes sociales que han dejado marcas muy destructoras en la historia, porque los líderes o caudillos han tenido factores traumáticos capaces de producir la violencia en la colectividad.

Analizando la historia infantil de estos mismos individuos, hemos encontrado que hubo graves deficiencias de identificación con la autoridad paterna hasta fueron y son determinantes de las futuras acciones de los hombres.

No olvidemos que las identificaciones que el niño hace con el padre y madre y con el ideal de ellos forman la base del ideal del Yo y el Superyó, en los cuales se encuentra la autoridad y, como se menciona en otro lugar de este libro, la necesidad de adquirir el poder de los padres. Aquí es necesario enfatizar la importancia en comprender el mecanismo de la identificación.


8 “¿Qué es lo que identifica un poder espiritual? Aquello que no se puede controvertir como el perdón, diría Gandhi de allí su gran potencia: Cristo, Gandhi, Teresa de Calcuta”., (De Francisco, 2012)

9 “La realidad interior del hombre puede hacer que se desconozca la realidad externa, la ‘verdadera’”, (De Francisco, 2012).

10 “Dios como una necesidad humana es una buena idea desde el punto de vista antropológico; pero no se le puede relacionar con el deseo de poder, porque éste conduce al egoísmo y a la esencia de Dios, por lo menos en las religiones monoteístas y en las orientales como el budismo, excluye precisamente el egoísmo.

Es precisamente la exclusión del egoísmo lo que lleva al Nirvana o al Dios de los cristianos”, (De Francisco, 2012).

11 “Tenemos fe en que pueda suceder como lo queremos, pero aún no creemos en que será así. Aquí se puede diferenciar la fe y las creencias”, (De Francisco, 2012).

12 “Aquí se llega a los conceptos de finitud e infinitud en la ciencia sin olvidar que en filosofía esos conceptos existieron mucho más tiempo atrás y hoy en día filósofos como Ricoeur (en su libro ‘Finitud y culpabilidad’) vuelve a ellos para relacionarlos precisamente con la culpa. Para Ricoeur en el libro que se menciona no se queda ‘amarrado al coche del poder.

En su filosofía se refiere, hablando ante todo del hombre mismo, y no de la sociedad, la ciencia y la religión para mencionar como conceptos próximo que hay que tener en cuenta al hablar de poder.

Se refiere a los siguientes temas: Tener, Poder, Valer y a cada cual le da similar extensión; es importante relacionar sobre qué mueve al hombre; el tener “ante todo”; o más bien el poder “como el Fausto Mefistofélico o más bien el valer como Sócrates, o como Einstein como filósofo antes que como hombre de ciencia?”, (De Francisco, 2012).

13 “El hombre no ‘inventa’ a los dioses.

Para mí los dioses surgieron cuando el hombre avanzó en su evolu­ción y tuvo la capacidad de razonar; por eso le confiere poderes especiales, ‘sobrenaturales’. A las fuerzas naturales del rayo, del agua o del fuego, las considera ‘amigas’ o ‘enemigas’, a quienes puede propiciar con sus ofrendas o sacrificios de sangre; ¿por qué de sangre? Porque la sangre es vida en multitud de cul­turas sobre todo las mesoamericanas.

De los Tótem se pasó a la antropomorfización de esas fuerzas, que al adquirir nombres pasan a ser reales, por que nombrar en las culturas del medio oriente es darles vida y, de allí la multitud de dioses en las virtudes y los vicios humanos, la competencia de unos con otros y acaso el predominio final de uno de ellos.

Surgieron al azar en razón a las circunstancias del ambiente, y surgieron por sí solos sin que nadie los hubiera inventado. Mucho después se organizó el poder del Estado en el mundo natural y el de la iglesia, en lo sobrenatural, con sus luchas entre sí o sus alianzas hasta tiempos muy recientes.

Tanto el Estado como la iglesia requerían estados relativamente avanzados de civilización para formarse. He ahí también pensamiento de Hegel”, (De Francisco, 2012). A estas aseveraciones propongo reflexionar sobre el concepto de azar-determinista en los principios de causalidad.

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