La Creencia y el Pensamiento Científico

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Creencia enlazada al pensamiento como una base de supuestas conceptualizaciones

Cuando nos referimos al pensamiento éste tiene sus contenidos que son multifacéticos y que dependen obviamente de la temática y del interés que se le ponga a la idea y/o concepto al que uno se refiere. Dentro de estos textos traigo la creencia enlazada al pensamiento como una base de supuestas conceptualizaciones que se construyen con las ideas. Etimológica­mente creencia viene del griego (πίστη) y del latín “credere” y credo que significa confiar, tener confianza en una cosa o una persona.

rAl mismo tiempo se le da una connotación de cierto, seguro o completo crédito, al hecho o noticia que puede o no estar comprobado o demostrado; así se piensa, se juzga se sospecha de una cosa que se considera no solamente probable sino verosímil aceptándose como una verdad; y, aquí se incluye lo revelado por lo que se considera Dios y la iglesia o es aceptado por la comunidad a través de la historia; puede “creerse” a ciegas o prejuzgarse o presumirse, tener fe y dar por cierto o factible, confianza sin duda ni crítica y por lo tanto sin análisis, y obviamente sin suficiente fundamento, (13).

He aquí la diferencia con el pensamiento científico en que se requiere:

Como ya se explicitó en otra parte, el análisis de los hechos, la crítica de los mismos, para validar el conocimiento de los primeros. Uno es la creencia científica de lo comprobado, y otro de la creencia sin comprobación con un pensamiento de la vida cotidiana plasmado de magia y omnipotencia, en la cual aparecen diferentes creencias e ideologías que pueden desvirtuar la realidad y se alejan de la ciencia, (14).

A su vez la creencia no solo opera internamente sino puede expresar­se con la “magia” de las palabras, las cuales no solo por ellas mismas inducen, seducen por la entonación que conllevan un poder especial implícito en el conocimiento del mundo y/o el entorno, dándole nombre a los objetos y a los hechos y así al pensamiento convirtiéndolo a éste en omnipotente y controlador y así a lo que se cree.

Desde el punto de vista de la filosofía, la creencia pertenece a una actitud y disposición que no implica por sí misma la validez objetiva; aquí también se incluyen las creencias de la fe y convicciones científicas y religiosas, las primeras demostradas y las segundas en la que se acepta la revelación y así mismo prejuicios los cuales, sin ninguna duda, hacen parte de la franja del pensamiento mágico y la superstición; la duda implica una pregunta y la creencia no se cuestiona, (15).

Platón denominó creencia a la forma o grado del conocimiento que tiene por objeto las cosas sensibles…

A diferencia de la conjetura que, al tener por objeto las imágenes, las som­bras no conlleva tal compromiso(16). Aristóteles a la vez, piensa que… “no es posible que el que tenga una opinión no crea en lo que piensa”; es así como el pensar lleva a la creencia y se cree o no lo que se piensa; esto último pertenece a la decisión de aceptar o no como ve­rídico lo pensado e indiscutiblemente con o sin crítica.

Obviamente quien tiene opinión tiene criterio y lo sustenta y cree en lo que piensa. San Agustín definió el “creer como el pensar con asentimiento”. Santo Tomás piensa que es la adhesión a una parte similar al acto que conoce y entiende. Locke introduce la crítica dejando la adhesión al conocimiento. Hume piensa que la creencia es una “concesión viva, eficaz, firme, sólida de lo que la imaginación por sí sola nunca es capaz de obtener”.

Para este filósofo hay una distinción entre las ideas del juicio y de la imaginación.

Para Kant la creencia es la “validez subjetiva del juicio con cierta objetividad y subjetividad”; por lo tanto la ciencia, también es una creencia suficiente subjetiva como objetiva; la primera porque el hombre se siente pleno (subjetivamente) cuando conoce lo que sabe (objetivamen­te). Stuart Mill identificó “el juicio con la creencia y éste no solamente verbal sino concer­niente al juicio mismo es decir a la realidad”.

Brentano hace alusión al “juicio afirmativo o negativo”, a la consciencia planteando la relación del objeto con el deseo; por lo tanto “el juicio de la representación equivale a una facultad psíquica”. Charles S. Peirce se refiere al “darse cuenta, a la duda, al establecimiento de una regla de acción o hábil. Santayana hace referencia a la relación de la creencia con la parte activa y práctica del hombre; sin embargo, lo que es creído no es pura esencia y puede ser solo objeto de intuición, (Abbagnano, 1997, p. 260).

• James se refiere a que la capacidad de la creencia, provoca la confirmación, el orden, y, la vida podía adquirir un sentido o un valor para el que cree; por ejemplo, el desear creer o el querer desear creer (en este caso predomina el deseo). Por ejemplo se cree porque lo dice o lo dijo fulano de tal (Sigmund Freud, Albert Einstein, Newton, etc.), o se cree porque lo lee, o lo dice la ciencia, la filosofía, o la palabra escrita en las sagradas escrituras.

Una es la creencia filosófica, otra la científica, otra religiosa, la cultural e histórica y así sucesivamente; sin embargo, la verdad científica contiene el saber o el conocimiento o reconocimiento de lo que puede ser cierto y por lo tanto validado, (17).

Cada época ha tenido sus creencias o sus predominios en las mismas, con predominancias objetivas o subjetivas.
Un aspecto a considerar aquí es el saber, el conocimiento, la opinión, el criterio, el juicio y la creencia que no son la misma cosa; a la vez, la creencia puede estar predeterminada o determinada por un consenso general y por lo tanto, no existe libertad ab­soluta para creer y sí cierto condicionamiento por la razón aprendida.

En nuestra época todo esto está sujeto al acondicionamiento de la propaganda y de los medios de comunicación y así se entrelazan la razón, la información, el entendimiento con la sugestión y el sentimiento; así mismo existe el sentimiento del creer que en el fondo se cree porque se identifica el objeto con el sí mismo (“self”) como un ideal y por tanto opera la consciencia moral para decidir el sí o no en el ser, sentir, estar, tener y actuar.

La vida actualmente se mueve por creencias provenientes de la informática y creemos lo que vemos repetitivamente con informaciones que llegan a la consciencia y al inconsciente y es así como el hombre reacciona con sus fantasías, (18).

El que “cree(19) en algo por lo general, tiene un “credo” el cual puede ser religioso, político, social, económico-laboral, filosófico, moral, étnico, ideológico, científico y por lo tanto el sujeto es crédulo de algo, (20).

Por lo general, se le da la connotación o asocia la creencia y credulidad con la fe sin cuestionamiento, investigación desde el punto de la creencia en algo; a la vez, no entender, analizar, indagar y demostrar lo que se cree hace parte de la negación de esa posibilidad para no hacer nada, sino aceptar pasivamente lo que se oye, dice, dándole crédito de realidad a lo expuesto.

De tal forma, el sujeto es negligente consigo mismo y acepta con la “fe o creencia de carbonero” sin ninguna otra alternativa; es así como se cree porque lo dice el que supuestamente conoce y en él se confía, porque ha estudiado, tiene experiencia o posee el conocimiento científico o filosófico, y, es éste el que tiene la verdad y la realidad; además, se le suma a esto la sensación de que es lo conocido e irreconocido y cierto por la historia y el común de la gente.

Véase aquí dos posiciones: una en que se piensa de dónde viene la creencia y otra en que se acepta por pensar y solo porque se imagina o siente porque le conviene, o simplemente porque no le preocupa debido a su propia ignorancia y a la que le rodea; es así como se aceptan creencias y construyen ideologías constituyéndose en disciplinas y modo especiales de conocimientos centrado en análisis de ideas las que pueden llevarse a categorías.

Así mismo se le dio a la ideología más la connotación del funcionamiento (fase) econó­mico-social sin ser un sistema científico (no lógico experimental) lo que implica con cierta subjetividad. Ciencia, ideología son distintas; en la primera hay observación y razonamiento, en cambio en la segunda opera el sentimiento y la fe con un fin persuasivo; a la vez, participa la identificación, la necesidad, el deseo, las tendencias psicosociales, (22).

Esta manera de pensar puede conducir a la formación de conceptos en distintas direc­ciones alejados del análisis científico.

Aquí me refiero más a la creencia pseudo científica o del “sentido común” (entendiéndose éste, como lo que pasa, dentro de lo que un desarrollo histórico-social cree); de igual manera, se crearon ideologías éticas y políticas con todas sus corrientes y pensamientos obviamente ideológicos (F Picavet, Condillac, Saint-Lanver, Condorcet, Laplace, Fourier, Leroux, Saint Simón, Comte, Karl Manneheim, Maquiavelo, Hegel, Marx y otros especialmente filósofos del Siglo XIX); el último mencionado presentó la ideología como posibilidad de “enmascaramiento u ocultación de los propósitos históricos de una clase social en virtud de la relación ciencia-relaciones económicas de producción” (Ferrater Mora, 1951, pág. 464).

En el Siglo XX surgió la tendencia del desenmascaramiento de ideologías y creencias y de la distinción entre ideología y ciencia o, “entre contenido ideo­lógico y significación de una proposición cognoscitiva”. Entre los nombrados arriba como Manneheim distinguió entre la ideología parcial con una raíz psicológica, y la ideología total con una raíz social, a la vez con la admisión de la ideología como sistema conceptual con una superior objetividad del saber, de las raíces sociales e históricas.

De la misma manera, puede darse el hecho que se encuentren creencias que funcionan como convicciones en las cuales se da el completo crédito sin ninguna duda, y por lo tanto, queda sellado lo que se cree con certeza y con toda seguridad, si bien esto ocurre, al análisis profundo de las motivaciones del sujeto para dilucidar si es factible y válida la creencia, en­contramos en el fondo un resentimiento, a la vez, que un no pensar y dudar, más cuando en su aparato de pensar del sujeto nunca hubo el derecho a disentir y por lo tanto siempre estuvo conforme por lo enseñado como una supuesta verdad; y, por lo tanto, el patrón es de dar cré­dito a la persona a quien se le inviste como fuente de verdad, más cuando todos lo aceptan con el temor inconsciente del supuesto poder que tienen (el poseedor de la verdad).
Este último (el poder) se ubica en las ideas, en muchas ocasiones montadas con la lógica, más no comproba­das; aún más, se especula un postulado con la frase: “ustedes pueden probar este o tal hecho en ustedes mismos”; cuando vuelve el supuesto experimentador y dice: “esto no me funcionó a mí”; el supuesto maestro le responde: “usted no es constante, tiene que insistir, y no lo ha hecho suficiente y tampoco bien”; allí se entra en una mala intención por los deseos egoístas y narcisistas de convencer de lo que el sujeto desea, que sea cierto y se crea, (23).

Si bien atrás se hizo referencia a la identificación de la creencia para llegar a constituir una ideología, ésta puede convertirse en un “ideal del Yo” y los que la producen en ídolos socio-políticos y económicos o religiosos; a la vez, los crédulos que siguen estas creencias, convertidas en dogmatismos, terminan envueltos dentro de las mismas creencias con múlti­ples interpretaciones y esto se explica por el subjetivismo basado en la fe o en la credulidad y confianza.

Es así como nos encontramos con pueblos, inclusive culturas con ideologías fuera o más allá de la realidad, (muchas veces ideologías políticas incluidas por los medios de co­municación; nazismo por ejemplo), (24).

De la misma manera, participa el pensamiento mágico; por ejemplo, a través de los tiem­pos el ser humano ha acudido a los magos, sabios, profetas, sacerdotes, hechiceros, brujos, etc., o rituales, o procedimientos diversos para conseguir un bienestar físico o psíquico.

Las costumbres se vuelven rituales, se convierten en normas y obviamente en creencias, y, quien las trasgrede debe someterse a la sanción porque viola los “principios grupales” (ética) que normatizan y hacen la ley; he ahí una parte del poder del pensamiento espiritual y moral.

Entiéndase cómo magia y pensamiento se enlazan y tienen como consecuencia la ausencia de particularidades y a la vez existen múltiples hechos asociados, los cuales convierten al cono­cimiento en algo insuficiente; esto es planteado por distintos investigadores; por ejemplo, el mismo S. Freud al referirse en la obra “Tótem y Tabú” (1913) a los temas “animismo, magia y omnipotencia”, se observa cómo apareció la “necesidad de condensar los materiales… y renunciar a una bibliografía… detallada, recordando las obras de Herbert Spencer, J. G. Frazer, A. Lang, EA Tylor y W. Wundt”, (Freud, 1913), (25).

Ocurre que en ocasiones se acepta o rechaza un postulado basado en la creencia de otro (s) a quien se les cree o tiene fe (confianza) en su saber o lo contrario, y se da por dicho y hecho o no la aseveración; algunas veces el solo traer cifras produce la sensación de afirmación sin más cuestionamientos en otras circunstancias, solo el hecho que lo diga tal o cual persona es considerado como verdad o como mentira según la credibilidad o fe que se le tenga al sujeto.

De todas formas el hombre necesita conocer para orientarse y adaptarse y “no se puede vivir sin creencias, sin convicciones y sin interpretaciones del mundo” (Ortega y Gasset, 1938).

El autor citado distingue dos tipos de convicciones o pensamientos: las “ideas y las creencias”; las primeras son pensamientos que se nos ocurre acerca de la realidad y que son explicitas y podemos examinar y valorar y la sentimos como nuestras y como producto de la experiencia y aprendizaje y de la reflexión de nuestro pensar; por su parte, las conviccio­nes y las creencias son mas de conveniencia de que es esto o aquello (hay una definición y afirmación posibles de la existencia de que es así).

A su vez las creencias y las ideas son vi­vencias que pertenecen al mismo género no son sentimientos ni voliciones sino pertenecen a la esfera cognoscitiva lo que significa que son pensamientos y depende de la vida del sujeto; por lo general, las creencias se suelen limitar y clasificar en religiosas, científicas, filosóficas, sociales, étnicas y relativas; a diferencia de las ideas, son pensamientos explícitos sin más presupuestos que obran subconscientemente pero pueden volverse conscientes.

Cuando nos referimos a que son supuestas, es que contamos con ellas como supuestos básicos de pensa­mientos conscientes que determinan nuestra vida; Ortega y Gasset señala que esto no es así pues “nuestro comportamiento depende de nuestras creencias y estas a penas son objeto de nuestro pensamiento consciente”.

Por ejemplo cuando caminamos por la calle pensamos y creemos que el suelo es rígido y no nos podemos hundir, pero no somos conscientes de lo que puede ocurrir, si no es así, puesto que contamos con el supuesto que vivimos y nos movemos.

Normalmente se llegan a las creencias como consecuencia de la actividad intelectual, ra­cional la cual modula la voluntad con ciertas inclinaciones, impulsos, fantasías, necesidades y deseos y la presión de la tradición y las circunstancias.

Ortega afirma que “las creencias no se pueden eliminar a partir de elementos concretos y solo se elimina a partir de otras creencias” un clavo saca otro clavo (como los paradigmas de la ciencia que cambian por otros más válidos cuando los anteriores pueden ser descartados). Nuestras creencias nos llevan a identificar la realidad, el mundo exterior, hacer una interpretación de él y creer en él.

Lo que para nosotros es real depende de lo que nosotros creamos de nuestro entorno y de los sistemas de creencias; la realidad que llamamos tierra es distinta para un científico, un campesino en la época de Platón o en la época actual y depende de la localidad y de la persona, por ejem­plo para un trabajador o un físico matemático o un neuropsicoanalista; sin embargo los dos son seres vivos.

Las creencias, las ideas y las convicciones nos da un sentido a la vida; sin embargo, surge la pregunta ¿opera la creencia en el pensamiento científico y en el mágico? o hay que diferenciar las creencias del pensamiento mágico y de la realidad científica.

Por lo general se tiene en cuenta la conducta la cual también dependen de los sistemas de creencias y convicciones puesto que operan en el aparato mental en la consciencia, en el preconsciente y en el inconsciente y actúan en forma latente o no y pertenecen a la vida y al valor de la realidad interna en donde se configura la realidad y lo imaginario.

En síntesis la creencia forma parte de un estado mental en que el individuo tiene como verdadero el conocimiento o la experiencia vivencial acerca de un suceso o cosa y que se justifica por la razón.

La creencia puede ser objetiva o subjetiva y cuando se objetiva el conte­nido contiene una “proposición lógica y puede expresarse mediante un enunciado lingüístico como una afirmación”. Como actitud mental puede ser consciente o inconsciente y por lo tanto no formularse lingüísticamente, pero actúa en la vida psíquica y en el comportamiento orientándose hacia una decisión y conducta.

Desde cierto punto de vista neuropsicobiológi­co, la creencia está grabada en un mapa del sistema del ADN y/o en las codificaciones que dentro de las neuronas se guardan la información para construir toda la creencia; además estas creencias tienen su pulsión para decisión en acciones o no de la satisfacción de las ne­cesidades en el campo del mundo percibido en las experiencias.

Por lo tanto no solamente la biología, la genética, la etiología, la fisiología, la psicología, la psicodinamia, la lingüística, la semiótica y la gramática, así como la física cuántica participan en la formación del signo y los lenguajes.

El origen de las creencias pueden ser externo o interno; el primero proviene de la cultura, de la interpretación y comprensión a la vez que de la adaptación con el mundo externo; el segundo interno surge de la fantasía inconsciente, del propio pensamiento, de los programas heredados y los aprendidos en la experiencia.

La creencia externa genera interiorizaciones e identificaciones o imitaciones de conductas y es fundamental desde el periodo prenatal hasta toda la infancia y continúa a través de la vida.

Las personas tienden a adoptar tendencias de los líderes o jefes por sometimiento, auto­ridad, miedo al Superyó o consciencia moral y al poder que produce temor. Las creencias no siempre son voluntarias y muchas veces son construcciones teóricas, pero justifican los com­portamientos, a la vez que son un refugio del sentido común, de la tradición, (tesis política por ejemplo).

La repetición obsesiva de los contenidos, de las informaciones marcan pautas que se siguen en forma de creencias, así mismo la idealización de las interpretaciones de un hecho abstracto o concreto que operan como paradigmas de las creencias. La fe religiosa política o social y las experiencias mágico-religiosas como los prejuicios obran en la cultura como creencias en la formación del pensamiento.

En múltiples creencias se conjuga la verdad y la fe o lo conocido y expresado por otros a quien se les cree ciegamente. Se puede creer en una persona de confianza o creer en las brujas porque opera el pensamiento mágico o la costumbre cultural. En toda creencia existe un individuo, un objeto, una proposición lógica y un enunciado. Se consideran cuatro formas de creencias:

1. la del sentido común (la tierra es redonda),
2. Las útiles para predecir, prevenir el comportamiento psicológico (las estadísticas provenientes de los estudios neuropsíquicos de niños, adolescentes, delincuentes, psicópa­tas, etc.);
3. La interpretación general del sentido común es completamente errónea (por lo general las pertinentes a interpretaciones étnicas, religiosas o políticas);
4. El sentido común no ofrece verdad en las creencias (aquí obra el factor de incertidumbre del ser humano y la naturaleza).

Cuando una creencia tiene un contenido falso sigue teniendo un valor cognoscitivo mas no como un conocimiento verdadero, más si una tendencia a la justificación (racionalización de un conocimiento); aquí viene la pregunta “¿una creencia es verdadera porque es un co­nocimiento evidente o, por lo contrario es evidente porque es conocimiento verdadero? En este momento hay que distinguir conocimiento y creencia (se cree o no en lo que conozco o no conozco, y no lo creo)” otro aspecto a considerar son las creencias basadas en la tradición y en las valoraciones subjetivas que producen convicciones y prejuicios ¿estoy o no conven­cido de mis prejuicios? ¿Existe en esta la idealización de las proposiciones con un conjunto de ideas como potenciales de verdad o no?; “¿cómo saber lo que se ajusta a la misma que se centraba en la cultura y en la sociedad, que justifica la identidad individual y colectiva?”.

Por lo general las “creencias generalizadas establecen lo que se denomina un dogma o ideo­logía, definiendo una moral necesaria para poder formar parte de un grupo. La identidad del grupo adquiere matices, según el contexto: desde una sociedad compleja hasta una secta, un club, una institución o una confesión religiosa” (Defez I Martín, 2005).

Como es de observar las creencias pueden tener o no base empírica, o basadas en dogmas de fe opuestas a la ciencia que construye sus creencias mediante datos surgidos del método experimental o cálculos precisos.

Es necesario diferenciar conceptualmente las opiniones que están sometidas a criterios racionales que justifican la verdad de su contenido y a la crítica (la ciencia). Las ideologías que construyen la identidad del grupo social grande o pequeña y aunque presenten verdades contienen prejuicios.

Las religiosas con fundamentos de verdad moral más con la aceptación de la revelación divina y autoridad sagrada o heredada por la tradición.

Cuando las creencias admiten discusión o contraste se dan distintos tipos de marco de desarrollo: creencias cerradas y creencias abiertas. Las primeras admiten discusión y contraste por cierta clase de personas escogidas por su autoridad y afinidad a lo ideal (creencias religiosas, esotéricas, políticas, mitos, leyendas, supersticiones).

Las creencias abiertas admiten discusión y contraste por cualquiera que se adhiera a un modelo de análisis lógico y razones con base en él (creencias científicas, pseudo científicas, cientifi­cistas, históricas y las creencias secretas) que han de ser o no abiertas, luego es factible de convertirse en cerradas como lo son los postulados dogmáticos.

Pienso aquí que cuando una creencia científica se dogmatiza deja de ser ciencia puesto que esta requiere siempre del cuestionamiento con verdades provisionales y de una necesidad crítica perenne sin quedarse en ningún prejuicio”, (Searle, 1997), (Quesada, 1998).

Aquí se corre el peligro que el conocimiento científico se convierta en una creencia social porque se basa en el consenso de la comunidad científica sin embargo, esta debe estar alerta a no guardar o proteger paradigmas justificándolo racionalmente.

El hecho de volverse la ciencia o el conocimiento científico una creencia tiene la ventaja de ahorrar cuestionamientos y aprendizajes de otras áreas, pero el gran inconveniente es de quedarse en la ignorancia cre­yendo que su verdad es la verdad eterna, (Danasio, 2005, 2006). He aquí el fanatismo.

Existen personas que creen conocer distintas temáticas y argumentan u opinan con el deseo y necesidad interior sin en realidad tener un saber profundo y menos lograrlo, porque existen múltiples aceveraciones, algunas inciertas y por lo tanto, no certeras; de ahí que fra­casen, más su amor propio o narcisismo y puntos fijos conceptuales; de tal manera que sus ideas o conceptos son encapsulados y para ellos no existe la duda o crítica y cuando viene la confusión se convierte en algo agresivo y esquizoparanoide; ocurre que muchas veces a esos sujetos se les tiene confiabilidad en las ideas expuestas.

Obviamente los fracasos en la inves­tigación les motivan para continuar el trabajo de indagación en el conocimiento científico; de ahí la necesidad de la perseverancia, el compromiso con el saber y la responsabilidad que implica aprender y conocer.

La convicción

Por su parte existe la convicción, la cual se refiere al conocimiento con la prueba de algo que no se puede negar; comúnmente hace alusión a las ideas religiosas, éticas o políticas, a las cuales está adherido.

El término proviene del latín “con” y “vinco”, “vincio”; este último significa: “atar, rodear, añadir, dominar, sujetar, cautivar, captar el ánimo”; el primero “vin­co” vencer, ganarse, provar, demostrar; también se asocia el termino convicción con convenio y el del “convictio” o demostración convincente o “con vinco”, “convencer”. (Diccionario de la Lengua española y Latín español, Barcelona Palestra Latina 1950. Dirección R. José María Mir. Ed Esper, S.A.)

Del señalamiento obtenido en la etimologia, inferimos cómo en las convicciones está implícito el dominio, la sugeción a las ideas ya demostradas; de tal manera, aquellas (ideas), pertenecen a la mismidad (sí-mismo, “self”) del suejto con los cuales se identifica en su esen­cia sin duda, discusión, refutación, inseguridad, pues está y hacen parte del ser.

La palabra

Anteriormente expuse las funciones del pensar, de la comunicación y del lenguaje, hacien­do énfasis en el diseño de cuatro ejes de las funciones para pensar; hice referencia a la teoría del pensamiento de Bion (26) que es base para entender lo que él denomina “aparato de pensar pensamientos” y que es útil para la comunicación y la interpretación. Expuse, además, una reseña respecto al lenguaje y sus componentes anatómicos; más adelante haré una síntesis del proceso de simbolización, del símbolo, sus características y categorías para terminar en la interpretación simbólica y la denominada anagógica.

Antes de seguir adelante haré nuevamente algunas consideraciones respecto a las funcio­nes de la palabra, no sin repetir algunas ideas acerca de la significación, de la simbolización y del lenguaje.

Es, por así decirlo, otra perspectiva más de la comunicación y de la palabra en sus funciones, y la síntesis de conceptos ya mencionados y muy bien investigados en psi­coanálisis pero con un enfoque especifico sobre la palabra verbal y gráfica, las cuales nos permiten comunicar y expresar o exteriorizar muchos pensamientos y con ellos las ideas, creencias y conocimiento a la vez que las necesidades y deseos.

El psicoanálisis como otro método de investigación utiliza fundamentalmente la palabra y supone no sólo un encuentro, sino un descubrimiento de fenómenos en los que está implícito el sujeto, el objeto, sus relaciones, el campo, el espacio, el contexto, el momento, el ritmo, el tiempo y dentro de estos especialmente el instrumento que los relaciona en la comunicación: la palabra.

(Lea También: La Palabra en el Psicoanálisis)

La palabra es el punto de unión de esos dos mundos, el interno y el externo; del mundo de lo imaginativo al del concreto real pasando por el ideativo;:

Es decir hay que pasar de la imagen a la idea, de ésta a la expresión del pensamiento (gráfico o verbal), el cual a la vez co­necta en un movimiento lo concreto externo real con lo abstracto de la realidad interior. Hay que entender cómo se llega al proceso ideativo y al encuentro del signo y del significante-significado.

Cada objeto externo va a ser representado en el mundo interior por una imagen; las imá­genes a la vez integran una situación que involucra un movimiento interior. Los objetos se señalan, se les da signos fonéticos (fonéticos-gráficos) luego se realizan las articulaciones de estos últimos y se integra un signo significante que significa el objeto y con esto se puede determinar y definir el objeto.

La definición del objeto implica también su función, pero ésta puede ser mono funcional o multi-funcional. En este proceso de definición o mejor de denominación, en que se suceden varios fenómenos, debemos tener presente cómo el control mágico omnipotente es uno de los motores que hacen aparecer la palabra.

En otro sentido, la palabra tiene magia, tiene fuerza, tiene vida, controla los temores, los peligros de muerte. En la misma creación e integración de la palabra van implícitas las fuerzas de Eros y Tánatos.

Pero es obvio que la palabra es la que da vida, movimiento, existencia y posibilidad de relación entre los aparatos psíquicos. No sólo es la palabra hablada o escrita (en un un orden y articulación coherente) la que hace el lenguaje, sino el sentido y significado de la misma los que intervienen en su formación desde el mythos hasta el logos.

El lenguaje puede ser expresado en diferentes formas, desde la música hasta la fonética, de lo verbal a lo gráfico, de lo articulado simple a lo articulado significante complejo, en su comprensión abstracta; simple en su expresión significante; el ejemplo lo observamos con los signos de la lógica matemática.

La mayoría de las palabras la observamos en todo su esplendor desde los discursos de fi­lósofos hasta los versos de poetas; con la palabra se induce, se seduce y reduce al otro, al tu y al nosotros. No solo es la palabra hablada o escrita (en una articulación coherente) la que hace el lenguaje, sino el sentido y significado de la misma, las que intervienen en su formación.

En la palabra hablada y comunicada, a través de la poesía con interpretaciones del mundo interno y externo, influyen las cualidades físicas de ella, como son el “tono, el timbre, la difracción y refracción, la longitud de las ondas sonoras”.

El “signo” conlleva señales, las que a la vez están compuestas de potenciales energéticos con distintas carga eléctricas, no detectadas aun y/o registradas en su especificidad pero sí en la forma general (son los llamados potenciales evocados). Los potencia­les evocados son aquellos registros que exploran la actividad eléctrica y magnética cerebral, “por un estímulo sensorial corto, simple, repetido, audi­tivo, visual o somatosensorial, en una relación constante de tiempo”.

La ac­tividad cerebral ya ha sido detectada, registrada y localizada tridimensional­mente en las áreas hemisféricas según sus funcionamientos (visual, auditivo), procesos cognoscitivos y de acuerdo con los circuitos y redes neuronales. “Los estudios del flujo sanguíneo ce­rebral con isótopos radioactivos, la tomografía de emisión de positrones y otras técnicas, han permitido con­firmar también la asimetría funcional de los hemisferios en sus distintos lóbulos”.

A la vez se ha encontrado que la actividad que “el cerebro está desarrollando, tiende a suprimir en mayor o menor extensión el potencial evocado; mientras más compleja sea la tarea que se ejecuta, mayor es la reducción de la respuesta cerebral normal”. (Bustamante Zuleta, 1992) Esta rama de la ciencia, la “neurobio­electropsicología”, nos dará en el fu­turo más conocimientos para entender el proceso del lenguaje y, con ello, la palabra hablada y escrita.

La palabra es el puente de unión del mundo interno con el externo, del mundo real y de lo imaginario:

Pasando por el ideativo; es decir, hay que pasar de la imagen a la idea, de ésta a la expresión del pensamiento gráfico o verbal, el cual a la vez conecta, en un movimiento, lo concreto externo real con lo abstracto de la realidad interior.

Configuración del conceptoFigura 11. Configuración del concepto
Fuente: Elaboración propia
El significado y el significanteFigura 12. El significado y el significante
Fuente: Elaboración propia

Hay que entender cómo se llega, en el proceso ideativo, al encuentro del signo y del signi­ficante-significado. Cada objeto externo va a ser representado en el mundo interior por una ima­gen; las imágenes a la vez inte­gran una situación que involucra un movimiento interior.

Por otra parte, los objetos se señalan, se les da signos (fonéticos, gráficos) y es más tarde cuando se realizan las articulaciones de estos últimos y se integra el signo significante (lo que significa el objeto); con todo esto se puede determinar y definir el objeto. Algunos de es­tos conceptos ya están planteados en forma distinta, en otra parte de la obra, (Figuras: 11, 12 y 13).

Señal, objeto, imagenFigura 13. Señal, objeto, imagen. En esta gráfica se presenta la señal que con sus signos van a producir una representación de la imagen; por lo tnato los signos con sus significados le da significa­ción a la imagen; por lo tanto los signos con sus significados le da significación a la imagen; a la vez, los significados con sus símbo­los se representan simbólicamente en la imagen, lo que quiere decir que la imagen puede ser simbólica; el símbolo puede ser fonético (verbalizado), gráfico (con la graficación con la imagen o palabra). Los símbolos fonéticos (gráficos) ordenados producen la sintaxis y la gramática; todos ellos van a producir el proceso sintáctico con un nuevo orden y logilización formal o dialéctico. Todo esto tiene su funcionamiento en red bio-eléctrico-cuántico.

También aquí hay que hacer mención de la magia y omnipo­tencia del signo, del significante (27), de la palabra, de la mímica y del gesto y más allá del silencio (28); no por esto, aquéllos dejan de tener valor; a pesar de que renun­ciamos a gran parte de la omnipo­tencia; ésta última estará presente siempre, pues es otra defensa contra lo incierto, lo desco­nocido, o contra las ansiedades de pérdida, impotencia e ignorancia.

Las palabras, los silencios, los significantes y los símbolos de aquellos, pueden erigirse en un mito o ídolo, el cual encanta, se le hace homenaje, con veneración y/o con temor. También ocurre que cuando no entendemos un lenguaje que puede aparecer coherente y con sentido para unos, pero no para otros, le podemos temer; así ocurre con el lenguaje extraño y/o ex­tranjero del matemático,- del artista, del niño, del esquizofrénico y de los sueños; en todos ellos, aunque no tienen un lenguaje común, sí tienen una misma dimensión inconsciente.

La simbolizaciónFigura 14. La simbolización
Fuente: Elaboración propia

Ahora bien, la palabra puede ignorarse, negarse, simplificarse hasta encontrar nuevamente su primitiva simplicidad fonética, gráfica y repetitiva rítmica; aquí nos encontramos con una dificultad y una facilidad al mismo tiempo, la cual puede residir en la respuesta al interrogan­te: ¿Qué significa lo comunicado por la palabra? Quien pueda descifrar los signos-significan­tes-símbolos más simples, podrá entrar más fácil a comprender el mundo interno.


13 “Creer puede significar solamente opinar, no necesariamente con absoluta certeza o seguridad en lo que se cree. La creencia, por otra parte, engloba una serie de postulaciones, estas sí con mayor certeza que una simple opinión; en plural, ‘las creencias’ son un grupo más sólido de ‘certezas’ en las que el hombre cree y sobre las que opina sobre un tema dado: la religión, la política, la moral, etc.”, (De Francisco, 2012).

14 “Al leer estos textos se tiene la sensación de que solo el pensamiento científico comprobable es válido; sin embargo, el pensamiento filosófico también puede serlo sin necesidad de aplicarle el método de Bacon. Lo mismo ocurre con el religioso que también puede serlo sin necesitar del ‘pensamiento de la ciencia’. Valen más las interpretaciones de los hechos que la comprobación ‘científica’ de conceptos que muchas veces no la requieren, como sería el comprobar si Dios existe o no”, (De Francisco, 2012).

15 “Son dos entes diferentes: los científicos que requieren de las demostraciones y los religiosos que no las requieren; el método científico que implica una comprobación no es aplicable a las últimas”, (De Francisco, 2012).

16 Rep. VI, 510ª

17 “El concepto de más allá de la creencia es uno de los criterios de verdad del que habla Fernández Armesto en su obra ‘Truth’. Lo señalo porque el criterio se aplica más a la verdad que a una creencia. Los criterios (21); sin embargo, puede iniciarse la o técnicas de Fernández Armesto son los siguientes: 1. Reconocimiento de la verdad como uno lo sienta.2. Reconocimiento de la verdad tal como nos la dicen los demás (la autoridad superior); 3.

Reconocerla de acuerdo con la razón; 4. La verdad percibida a través de los sentidos y otras más; todas son técnicas para encontrar la verdad (antropológicas, las dos primeras y basadas en los textos las dos últimas)”, (De Fran­cisco, 2012).

18 “Las épocas tienen sus creencias que cambian de una a otra; esto es cierto. En las ciencias están deter­minadas por los paradigmas que cambian cuando surge uno nuevo que es más válido que el anterior”, (De Francisco, 2012).

19 Lo creíble por el sujeto que hace un cuerpo de conocimiento con fe sin cuestionamiento, pero con análisis. Por su parte, “lo que no se cree y no se tiene fe, termina en un pensamiento inválido y por lo tanto no cier­to; lo contrario es operante y por ende puede ser positivo o negativo, benéfico en cuanto existe un cambio para bien.
Es cuestión de evaluación del cambio. Se conoce la sentencia de que “la fe mueve montañas y la incredulidad trae lo negativo (el mal)”; es por esto, por lo que todas las acciones hechas con la creencia y fe, pueden de alguna manera ser benéficas cuando se trata de funciones psico-físico-emocionales, las cuales modifican la disfunción y/o el desorden, y más cuando la disciplina o el, o los actos, tratan de producir orden (véase capítulo XIII).
Aquí debe recordarse cómo un hecho psíquico es el que corresponde a la creencia y otro al conocimiento (conocer) o al saber; se puede saber sin conocer y a la vez tener conocimiento y saber sin creer; además es factible creer sin comprender; sin embargo, la comprensión y el conocimiento se com­plementan, (GSM).

20 “La palabra ‘credo’ se utiliza especialmente para agrupar creencias religiosas y en especial del cristia­nismo. Los primeros concilios en especial el de Calcedonia formularon el primer ‘Credo’ que aún se dice o reza en la misa. El problema es que no los actualizan y al pasar del tiempo muestran el absurdo que no se veía cuando se formuló.

Los credos religiosos por esa razón se fosilizan y permiten a ciertos fieles creer en ellos con la llamada ‘fe del carbonero’ (de los que ‘no piensan y no razonan’) la lectura del credo de Nicea y el credo Neciaceno no permite que se les acepte hoy, como se hizo en la Edad Media Temprana. A pesar de lo que se diga no obligan, no son dogmas de fe”, (De Francisco, 2012).

21 “La credibilidad o fe del carbonero es la creencia ingenua que pueden tener las gentes que carecen de una educación e instrucción adecuada, o que pueden ser incluso fundamentalistas”, (De Francisco, 2012). Es posible que la fe de carbonero se presente y/o exprese como tal para no complicarse en estudios teológicos vastos, complejos que requieran tiempo que ya paso; además es más fácil creer que no creer.(GSM)

22 “La ciencia es una cosa que ya está definida varias veces en textos anteriores desde el punto de vista científico y con el empleo del método experimental. Una ideología es otra cosa muy diferente que por su estructura no puede ser sometida a ‘comprobación’ por técnicas científicas; yo la entiendo como un conjunto de planteamientos coherentes entre sí, en los que se basa o fundamenta una sociedad; por ejemplo, la ideo­logía de un partido político. De modo que la ciencia y la ideología están apartadas para encasillarlas en un mismo cajón”, (De Francisco, 2012).

23 “Entiendo la convicción en este contexto, como el sentimiento íntimo que puedo tener en relación a mi creencia o mis creencias sobre algo. El convencimiento de que acierto en lo que estoy creyendo, en el fondo en mi realidad interior que no me falla.
Es mi convicción sobre los postulados de la justicia o de la religión que profese. No se duda de mi convicción religiosa, se la discute o lo que sea, pero se le respeta. Respeto por las convicciones de los demás así puedan parecernos extrañas”, (De Francisco, 2012).
Este comentario pertenece a la integridad de lo que siente en la profundidad de la mismidad del que comenta en su realidad interior que no acepta fallas internas puesto que es una convicción compartida y obviamente respetada; sin embargo, puede seguir siendo discutida; sin embargo pienso que las convicciones no ameritan discusiones, (GSM).

24 “Los crédulos que siguen estas ‘creencias’, son realmente los que carecen en buena parte de la capacidad adecuada de razonar”, (De Francisco, 2012).

25 “Con el progreso de las sociedades muchos de los personajes que aparecen en el texto especialmente el de las profecías y en los fenómenos paranormales, van perdiendo la credibilidad de las gentes, por ejemplo, los brujos, hechiceros, chamanes, etc. que se conservan solo en el interior de pequeños grupos como en las sociedades primitivas que aún existen.

Un personaje, eso sí, se destaca y vale la pena considerarlo aisla­damente: es la figura del Profeta. El Profeta verdadero o falso era común en otras épocas, por ejemplo en las sociedades de comienzos o anteriores a la Era Cristiana.

Se le magnificaba tanto que a veces llegaban a ser considerados como el último y más grande profeta del grupo. Un adecuado ejemplo fue Mahoma y entre los judíos los cuatro grandes: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel y los doce profetas menores: Oseas, Joel, Amos, Abdias, etc. hasta finalizar en Zacarías y Malaquias.

Hoy la figura del Profeta casi ha desaparecido del todo; se le menciona solamente como un título que se le da a la persona que anticipa algo de lo cual es­tamos convencidos; Hitler lo fue para los nazis de su tiempo y a Cristo también se le consideró profeta. Pero ya dejaron en gran parte de existir; ya no los hay en las religiones que yo sepa”, (De Francisco, 2012).

26 Ver capítulo VI.

27 Una muestra de cómo la palabra puede dársele una connotación o significación con un poder real, es por ejemplo cuando el término “practicismo” se convierte en un pensamiento de esperanza mágica puesto que lo práctico significa algo objetivo y de solución

28 Un poeta decía: “Las palabras son de oro y el silencio de diamante”. El silencio es el amigo del prudente pues deja tranquilo al ente. Es mejor callar y que el silencio hable, interprete, cante o grite sin que el alma se ajite”.

“Déjame oír y hablar con el silencio de los vivos y los muertos; silencio en donde se encuentran las verdades escondidas”. “Desafortunadamente no todos oyen y entienden el silencio que penetran en los seres en su esencia”.

 

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