El Autoritarismo Irracional

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Autoritarismo irracional psicopático

De aquí surge el autoritarismo irracional psicopático manejado por los líderes vio­lentos. Por esto hay que estudiar y observar a estos individuos para establecer el origen del liderazgo psicopático.

Así se podrían tomar medidas preventivas en contra de las sociopatías y corrupciones en las que es factible caer el sujeto cuando no ha llegado a la integridad del self (“mismidad”) y con ella a tener una consciencia moral y social perma­nente, pues cae en la corrupción del poder en beneficio de sus propios intereses egoístas y narcisistas plasmado con deseos, necesidades y fantasías inconscientes en las cuales reposa la inseguridad, la fragilidad y la falta de autoestima originado desde la infancia.

Aquí recordemos todos los personajes de la historia de Egipto, Mesopotamia, Grecia, Roma y de ahí para adelante hasta nuestros días en que se devela la corrupción del poder en o de la autoridad, la cual puede aparecer o declararse con sobornos a los jueces, lo cual ya está consignado en los grupos presocráticos, y aún en las obras de Homero 800 a.C. Aquí podemos recordar cómo surgieron los dioses violentos y punitivos de la antigüedad y distinguirlos de los dioses bondadosos, (14).

Autoritarismo irracional dramático

Otro fenómeno que es necesario estudiar es el autoritarismo irracional dramático, que crea agresiones, hostilidades y resentimientos sociales, económicos y religiosos. Todo esto impide una buena identificación, y constituye por ende una de las raíces del fundamentalismo islámico y el terrorismo.

En muchas ocasiones los prejuicios son sín­tomas que construyen el autoritarismo, y con ello se llega a abusos a diferentes niveles. Es así como se prohíjan mentes neuróticas, cuando no psicopáticas y delincuentes. El autoritarismo lleva a la tiranía, a la intolerancia, a la inseguridad y a la falta de libertad, y, por ende, genera rebeldía.

falta de autoridad

Pero también podemos llegar a lo opuesto, a la falta de autoridad o de moral, cuando aparecen la mentira, los dobles mensajes y la transgresión de las reglas sociales. De ese modo se desconoce la autoridad social, se manipula a la autoridad, se parcializa o se induce a quebrantar la ley y las normas.

Por lo general existe un hilo conductor entre la agresión y la autoridad y no entre ésta y la firmeza. Aclaremos que firmeza no equivale a agresión.

De igual forma, la complacencia no es autoridad ni buena enseñanza, sino que, por lo contrario, prohíja las acciones agresivas. Actualmente existe la llamada coparti­cipación democrática de la autoridad en el hogar y en el colegio, lo que equivale a que los hijos y alumnos participan con diálogos en las decisiones grupales.

Si bien esto es creativo, en determinados momentos es el jefe del hogar o el jefe del grupo el que debe complementar las normas colectivas en forma realista, sin dramatizaciones ni polariza­ciones, para no entrar en situaciones desordenadas, anarquizantes y caóticas en que surge otro poder sin experiencia, guiado por el ensayo-error o por la mayoría de la masa, la cual carece de la llamada “sabiduría del viejo”, al cual a su vez no le asiste la ambición de poder.

La pobreza, la ignorancia, la opulencia y la suficiencia absoluta, los opuestos, siempre polarizan al ser humano y lo deforman, y además perturban los objetivos de autoridad y poder.

Deducimos entonces que la autoridad puede ser racional o irracional, y que puede ser usada en forma alternante, o predominar sistemáticamente una de ellas. La autoridad perfectamente racional no existe, como tampoco la contraria, porque siempre hay algo de racionalización.

Por lo general el ser humano trata de encontrar, tarde o temprano, los equilibrios de la sociedad a través de juicios de valores, conceptos de posición y sistemas de los mismos.

Es consabido cómo la auténtica verdad de los hechos objetivos por lo general se trata de dirimir en los “grupos democráticos”. Ciertos hechos son negados o considerados subjetivos, porque lo contrario sería entrar en detalles y parcializaciones que confunden en cambio de aclarar y simplificar.

De tal forma, no se consideran como factores que haya que tener en cuenta en la toma de decisiones democráticas, para dar o quitar el poder o la autoridad.

Fundamentalismo democrático

También es factible que se constituya un fundamentalismo democrático cuando aquella, la democracia, se convierte en el fundamento o dogma, (15) de fe, como única solución de todas las sociedades y creen poseer la verdad absoluta oficial u oficializada, y por lo tanto requiere su imposición, inclusive la fuerza; por lo contrario la democracia se mueve en la complejidad así como en la pluralidad.

Entendamos que la democracia es un método sociopolítico económico de las mayorías para una convivencia con tendencias a conseguir el consenso y con la opción de la participación libre de la comunidad.

De una u otra forma entendemos las democracias ya sean parlamentarias o presidenciales en las que se dirimen los problemas y se toman decisiones por la mayoría unas y otras (parla­mentarias y presidenciales) tienen su representación en una fuerza ideológica que a veces conjuga a los sujetos: esto también aparece en las organizaciones científicas en las cuales los líderes pueden ser alternantes y son los que tienen el mando (poder) y a los que se le conceden credibilidad suprema.

Si bien esto es válido, es necesario tener en cuenta que las mayorías no siempre tienen la coherencia racional, la razón y la justicia, el conocimiento objetivo pues aquellas, las mayorías, están manejadas por criterios de minorías, de suje­tos carismáticos con mayor argumentación a favor de algo, lo cual puede ser parcial o no, y a la vez injusto, (16).

De ahí la necesidad de escuchar con cuidado a las minorías y trabajar para llegar al ya mencionado consenso por el bien común.

De una u otra manera a todos los ciudadanos no se les puede satisfacer en todo, siempre habrá frustrados y frustradores; por esto es que es necesario trabajar para o por la equidad, la adaptación, la convivencia dentro de las dife­rencias y el respeto mutuo. De todo esto se desprende la psicodinámica de las mayorías y minorías convergentes y divergentes.

La democracia operante no siempre es clara o transparente, aunque de lo que se trata es de lograrlo. Debemos tener en cuenta lo que es objetivo y lo que es subjetivo, que de todas maneras se interrelacionan y muchas veces se confunden. No se puede tomar obje­tividad sino en el análisis a distancia del hecho en sí.

De esto se concluye que siempre la subjetividad está presente en el nombramiento y delegación de la autoridad, y más cuan­do se ponen en función los ideales de cada cual, además de los del grupo. El ideal del líder depende de cada sujeto que participa en el grupo, y el de éste será el que más garantías y estabilidad dé en cuanto a las necesidades primarias, seguridad de vida y libertad, (17).

Aquí viene el concepto de Gobierno. Según Aristóteles, “la democracia se presenta cuando gobiernan los libres y la oligarquía cuando gobiernan los ricos y en general cuando los libres son muchos y los ricos pocos” (Abbagnano, 1997, p. 591). Actualmente se presentan hechos de desigualdad y miseria, pese a que se ha dicho adiós a muchos regímenes autoritarios (autocracias).

Sin embargo, es claro que no hay una contradicción entre la democracia y la pobreza, pues existen democracias en pueblos muy pobres y au­tocracias en pueblos sumamente ricos.

Entonces, ¿quién maneja el poder, el dinero o la autoridad? En América tenemos que solamente en un país (Cuba) existe la autocracia de un comunismo con apariencia de democracia, porque hay elecciones dirigidas y controla­das por el mismo Estado.

Aquí viene otra pregunta: entonces, ¿a quién o a qué podemos calificar de objetivo? ¿Acaso podemos ser libres mentalmente y no económicamente? ¿Acaso el poder económico no conlleva el poder de la colectividad y del individuo? Las respuestas pueden ser afirmativas, (18).

Un aspecto a considerar es cómo el poder puede ubicarse en el amor, la belleza, la armonía (la estética), la religión, la moral, en la ciencia, en la tecnología y la conciencia o en el saber.

También puede situarse en el pensamiento, el conocimiento y los sentimientos o en las acciones. De tal manera, de un poder se puede pasar a un valer o un valor. Como ya se mencionó, todas estas operaciones pueden ser llevadas a cabo en forma autocrática, oligárquica o democrática.

Así mismo podemos referirnos al poder republicano, parla­mentario o presidencial, o demagógico y plutocrático, así como al ya nombrado poder de la ciencia, de la religión y creencia o ideología, o al poder diluido que se delega hasta llegar a disiparse y volverse una apariencia de democracia, un poder sin nombre. Se gene­ra así una democracia sin partidos y se fuerza el advenimiento de un poder autocrático, o bien se ubica el poder en partidos minoritarios que llevan a la autocracia.

El mismo tema del poder se ha discutido desde hace milenios, y es una cuestión que se ha dirimido entre los filósofos y los políticos que discuten sobre el poder de la fuerza, el poder económico y el poder de la conciencia moral o Superyó. Aquí hay que incluir también el poder del pensamiento y de los mitos, y aún pseudo poder arrogante del narcisismo con el cual se venera al líder convirtiéndolo, como se dice comúnmente, en Dios.

Autoridad ubicada en una persona

La autoridad ubicada en una persona se vuelve en muchas ocasiones el ideal de la colectividad. Cuando dicha persona se confunde con la institución, y ésta es liderada por alguien que maneja la supuesta autoridad, la conciencia y las decisiones colectivas se tornan más fáciles.

Sin embargo, estas instituciones también conforman los ideales de la masa. He aquí la delegación del mandato en la representatividad democrática y en la posibilidad de la participación de cada uno de los que nominan. Ocurre algunas veces que cada uno de los participantes quiere y aun cree tener la razón en las decisiones que hay que tomar para el funcionamiento de la colectividad.

De tal manera, si no se hace su voluntad, siente que se le impone la autoridad de otro (o de otros) y que se vive un auto­ritarismo, hasta el punto de no aceptar el mandato de la democracia. Esto se observa en algunos grupos institucionales, científicos, educativos y/o organizacionales, además está presente el narcisismo ególatra de la rivalidad, la envidia, la voracidad y los celos que se presentan y se manifiestan, especialmente en contra de las buenas imágenes.

Cambios de autoridad manifiesta

Existen cambios de autoridad manifiesta, con alternaciones de un sujeto a otro. La mayoría de las veces, la persona a quien se le da el poder de autoridad resalta por sus capacidades. A la vez, la autoridad institucional está representada por principios filosó­ficos, éticos, estéticos, científicos y de sistemas socioeconómicos predominantes, que son las herramientas con que se maneja el poder.

Quien no aprenda a respetar la autoridad no podrá convivir en sociedad y siempre estará transgrediendo las normas y actuando en contra de ellas, pero además sintiéndose la víctima. Dentro de esta estructura dinámica se agrega el poder del “más allá”, el llamado del cielo, de Dios o lo sobrenatural, en el cual se anida el misterio y el secreto, más cuando impera el pensamiento mágico irracional, primitivo, omnipotente.

Ahora bien, los grupos pueden estar dirigidos por autoridades irracionales construi­das con racionalismos.

Es así como observamos sectas satánicas, terroristas y de otras clases (religiosas o delincuenciales) en las cuales la autoridad tiene principios comple­tamente irracionales, psicóticos o psicopáticos.

En estos grupos, en ocasiones, existe lo que se llama autoridad en la sombra o poder detrás del trono. Como su nombre lo indica, se trata de personas que dirigen sin mostrar su presencia, y sin embargo lideran e impo­nen reglas grupales. Aceptemos que todos los organismos, considerados en su contexto ambiental, tienen fuerzas y leyes que los controlan.

La biosfera las tiene, nuestro sistema solar y los sistemas cosmológicos las tienen. Así, el hombre ha descubierto leyes univer­sales y ha llegado al concepto de Dios, todo con el fin de poder existir y coexistir dentro de cierta autonomía. El peligro es dejarse llevar por la autoridad irracional, fundamen­talista y tiránica, cualquiera que ella sea.

De esa forma, el denominado “narcisismo ma­ligno” (ya mencionado en otra parte) se centra en una idea o en una persona que termina detentando un poder absoluto sobre la masa y ocasionando la destrucción de los sistemas democráticos participativos de diálogo, los cuales implican el respeto de las diferencias y del otro, y no la parcialidad mágica omnipotente, (Sánchez Medina, G. 2000).

Los líderes o jefes grupales pueden usar la autoridad o abusar de ella, y más cuando la masa del grupo necesita someterse a la supuesta conciencia moral del líder para que dé permiso o no a las diferentes acciones. Sin embargo, los grupos eligen la autoridad grupal, y ésta se ha ubicado desde hace milenios en las distintas fuerzas ya nombradas.

Acontece que en las distintas instituciones también puede aparecer espontáneamen­te hechos como síntomas, que denotan las tendencias hipermoralistas rígidas, a la vez que las perversas y las opuestas, que son factible de ser encubiertas por el poder de la autoridad institucional.

Cuando no pueden acallarse los hechos, las instituciones son cuestionadas en su honestidad y actuación; por ejemplo, la iglesia católica con los abu­sos sexuales, las instituciones militares de USA en la guerra de Irak con los maltratos perversos cometidos por soldados de distintos sexos, la protesta de algún soldado que desertó porque su consciencia moral le prohibía participar en esa guerra.

Esto siempre ha ocurrido, por eso es necesario tomar medidas morales reestructurantes abarcando toda la gama de posibilidades que puedan presentarse en los individuos, aún en los que llevan o manejan el poder y la autoridad; aquí se puede incluir el ya mencionado poder científico basado en realidad y en algunas ocasiones en presupuestos, prejuicios y en conceptos ri­gidizantes de certeza con la evidencia en las cifras estadísticas no siempre confrontadas o contrastadas con anchas bandas de las probabilidades humanas.

Podemos concluir cuán importante es el cuidado de la moral ejercida por la autoridad, de la imagen que dan quienes la detentan, de la concepción de la persona con relación a la colectividad y de lo que ellos simbolizan.

A la vez, repitámoslo, tanto la autoridad racional como la irracional pueden convertirse en el ya nombrado autoritarismo, el cual menoscaba la libertad, la participación individual y la posibilidad de identificación del sujeto con los objetivos de la comunidad.

Muchas veces el sujeto se encuentra dividido entre la rebeldía frente a la autoridad y el sometimiento a la misma, en forma pasiva o activa con los prejuicios originados con el pensamiento mágico. La primera de éstas se presenta de manera conformista y silenciosa, pero con rebeldía que se manifiesta en dife­rentes formas y campos. La segunda, la activa, es revolucionaria en contra de las normas establecidas.

Por lo general encontramos estas dos clases de rebeldía en los adolescentes ante la autoridad del padre y de la madre. Actualmente la autoridad de los hermanos ma­yores no es tan evidente, y aun la autoridad de los padres se cuestiona. Más aún, cuando aparecen aquí la imagen y el concepto de Dios como la máxima autoridad, se llega a cuestionar esta última.

Tanto el autoritarismo personal de los padres, de sus sustitutos o de los gobernantes como el de los medios de comunicación desvían la auténtica autoestima racional e impi­den el buen desarrollo individual de la creatividad. Además, el autoritarismo aumenta las situaciones ansiosas de rivalidad, envidia, celos, competencia y desconfianza. Ésta es otra de las raíces de los mitos y de los dioses.

(Lea También: Concepto de Dios y la Vida)

¿No será que el “cuarto poder”, el mediático, está manipulando también la ciencia, la verdad y la moral, la economía, la ética y la estética, la salud física y psíquica, la vida y la muerte?

Todas estas respuestas hay que plantearlas y dirimirlas en los niveles de la au­toridad de los pedagogos para buscar políticas pedagógicas más objetivas, en las cuales se presente la auténtica y genuina autoridad con integridad. La autoridad nacida en el hogar, a su vez, va a servir de esponja de la autoridad social, sin generar influencias ni prácticas corruptas en el pensar, en el sentir, en el actuar y en el hablar.

Así como hay leyes bioló­gicas y cosmológicas (las tres grandes fuerzas físicas –electromagnéticas, nucleares y de gravitación– que concentran la energía y el poder) existe una cuarta gran fuerza cono­cida, que es la psíquica y del conocimiento, que comanda los sentimientos armónicos y morales y nos permite obtener el equilibrio en nuestra actuación.

El concepto de autoridad que va ligado al de justicia, o mejor, la autoridad de la justicia:

También ha tenido sus ritmos y sus cambios así como el poder de la misma que se asocia con la moral, el equilibrio y la armonía. En efecto, la autoridad no era la misma antes de la conquista española y después de ella o de la independencia en América o las transculturizaciones en otras áreas geográficas.

Todos los países han tenido sus vicisitu­des con respecto a la justicia, y más aún cuando la naturaleza de los hechos también ha tenido sus cambios.

El tiempo modifica y construye paulatinamente realidades distintas que la razón no puede desconocer.

Por ejemplo, actualmente la justicia requiere la aplicación del “dere­cho universal de gentes” como una realidad y necesidad imperiosa para salvaguardar la vida.

Hoy en día no se puede tapar el sol de la justicia con las manos y desconocer el “de­recho universal” y la libertad de creencias que a todos nos asiste, a pesar de que algunos pueden argumentar sobre el derecho de la soberanía de los Estados.

Hoy la autoridad y la justicia deben administrarse globalmente en nuestra humanidad, y definitivamente son inaceptables los grandes genocidios, las torturas y los crímenes mundialmente organiza­dos o la explotación de la salud en sus distintas instancias de atención al enfermo, desde los fármacos hasta las hospitalizaciones con cirugías o procedimientos invasivos costosos y sin derecho a la atención verdaderamente humana en la relación médico-paciente. 

Y Hoy los privilegios son cuestionados, y los principios no pueden regirse por ellos; es decir, “los privilegios deben ceder ante los principios” a todos los niveles. No se trata de que se desconozcan los sistemas de justicia de cada país.

Sin embargo, nuestro mundo actual no puede permitir que los crímenes y las transgresiones de las leyes universales queden impunes. Estas leyes deben conservarse, y al mismo tiempo es necesario aplicar el perdón junto con la reparación, más allá del mal, de la destrucción y del temor al conocimiento.

Todos los seres humanos debemos conocer las reglas necesarias para una convivencia armónica, como también los límites colectivos e individuales para así defender los dere­chos, los deberes y el principio de autoridad y justicia con conciencia, moral y ética. Hay que tener en cuenta que no se debe mitificar, deificar o engrandecer al hombre y a sus actos.

Sin embargo, sí hay que buscar los caminos de la renuncia para conseguir la paz, creyendo y trabajando en bien de todos los miembros de la humanidad.

Al final de estos textos nos encontramos con una serie de términos respecto a pen­samientos, opiniones y juicios con respecto al concepto, las ideas, la revelación, las creencias, la mente, el espíritu, la vida, el alma, las verdades, la fe, las convicciones, el dogma y la libertad, la necesidad, la esperanza, la explicación científica, el sentido y sig­nificado, la interpretación, la consciencia, la fuerza, la razón, la lógica, la aprobación, la decisión, la razón, el análisis, la síntesis, la inferencia, el sentimiento, la espiritua­lidad, la justicia, la moral, la ética y estética, la armonía, la materia y antimateria, la energía, la espacio temporalidad, los espacios vacíos, la sublimación, la identificación, la idealización, el símbolo y lo simbólico, la trascendencia, el determinismo y el azar, la naturaleza, el consciente y el inconsciente, el conocimiento, el poder natural y sobrena­tural, toda esta serie de términos y otras más, de una u otra manera, nos lleva a la idea o concepto y palabra Dios que encierra o comprende Todo.

Conocemos cómo la relación de Yavhé (Dios) y el hombre se realizaron a través de la palabra; aquí viene la pregunta ¿en dónde queda la intuición o el sentimiento espiritual? ¿Hubo acaso visiones para establecer un puente entre Dios y el hombre a través de una relación verbal como existe con el amor? Lo que la palabra Dios significa se conecta y es portadora de comunicación; la palabra no es la cosa ente con la cual se designa; es decir, no es solamente lo representado y lo real y menos lo ideal.

Con la palabra se obtiene la configuración y determinación de todo lo externo e interno con un poder que se supone conllevaba un conjuro mágico de la propia existencia y de la diferenciación humana; he ahí una magia dinámica, comunicativa que nos da poder, fuerza y sentido con la palabra, más allá de lo concreto.

Por su parte, el mismo intelecto que conocemos no es capaz de comprender el Todo y es por esto también que me manifiesto “Diagnóstico”.

Sin embargo los términos menciona­dos puede ser factible de ser llevados al campo del dogma y por lo tanto carentes de cues­tionamientos; a la vez, puede ocurrir con el psicologismo o el reduccionismo científico o el racionalismo. Por esto propongo una libertad de concepción en los diferentes concep­tos, especialmente el de Dios, aceptando que no todo tiene respuesta.

Así nos acercamos no al Dios de Abraham, Moisés, Jesús, Confucio, Lao Tsé, Mahoma sino de un principio y fin no bien concebidos, más cuando nos abocamos al principio de lo infinito y al concepto del “gran poder” que es al mismo tiempo el Todo y la Nada, asimilable a Dios.

De ahí que nos encontramos rastreando en la historia, en la antropología y cosmogonía de cómo se fueron construyendo en el hombre los conceptos de divinidad (de los astros, sol, luna y otros), de los mitos y de Dios, (19).

Si bien estos textos pueden interpretarsen como una concepción dualista (mente-cuer­po), no lo es, pues es difícil concebir una separación entre las dos partes; más bien la idea es de “una unidad (integración) que sólo se encuentra en el hombre persona”. De aquí podemos también, en parte concebir la unidad Dios-Hombre o mejor el Dios hecho hombre Jesús. De cualquier forma nos encontramos con la presencia del concepto de Dios en la historia de la humanidad. Lo que propongo es entender aquella (la presencia) como otra necesidad. Acontece, además que el hombre requiere de una paz en vida con la es­peranza de una vida posterior, unos para reparar (lo no reparado, Karma) y otros para no acabar en la nada sino en un continuo y llegar al Todo Dios Infinito y así a la vida eterna (inmortalidad).

¿Será todo esto solo una ilusión?

De ahí provienen todas las elucubraciones históricas, socio-culturales y míticas. Así llegamos de una u otra forma al concepto de Dios que como ya se mencionó comprende Todo, en el que incluimos el orden y el desorden, las fases o ciclos, el control, el origen y fin de estados de vida y muerte, de libertad o no de la consciencia y conocimiento humano, y aún de lo desconocido terrestre y extraterrestre.

Tengamos en cuenta que la creencia en Dios nos permite una posición de igualdad equitativa que la misma historia se ha encargado de construir con conceptos provenientes del pensamiento mítico.

En próximo capítulo se encontrarán desarrollados en forma más extensa, las ideas religiosas que tienen a la vez su origen en necesidades del ser humano “para conocer” y para vivir con seguridad y paz.


14 “Las más de las veces coinciden. Ahí van los ejemplos.

En México antiguo coincidieron Huichilopotl el dios azteca de la guerra quien junto con Tlaloc el dios del agua compartían el mismo teocalli (templo) para recibir el sacrificio de los hombres, que con su sangre daban vida al universo.

Y al mismo tiempo, el Dios Quetzalcóatl de los vecinos Toltecas, cuya filosofía de la vida quedó consignada en máximas filosóficas de amor, que se leen en las paredes del museo de antropología de México. Un dios, éste que había sido hombre-rey antes de transformarse en dios que conservaba en su culto los sacrificios, no de sangre humana sino de palomas, en sus propios templos.

Como curiosidad anoto que la teología nueva del cristianismo del Vati­cano II llamada cristología ascendente, considera a Cristo como un ser humano de infinita bondad que va ascendiendo en su divinidad durante su vida y que con su muerte (sacrificio violento) se exalta hacia dios’, se une con él y se transforma en el Verbo de la trinidad (o segunda persona como algunos lo llaman todavía sin la connotación de persona que tenemos en el ‘campo jurídico’; para Rahner, Hans Kung y otros teólogos católicos, la exaltación de Cristo es la resurrección del mismo hacia una vida nueva.

Claro que estas ideas teológicas revolucionarias, no fueron aceptadas por los papas que sucedieron a Juan XXIII.

En el judaísmo temprano, concretamente en el libro de Job, se encuentran también las figuras de dos dioses, que se disputan el dominio sobre el hombre, sobre Job. Yahvé, el dios bondadoso como lo llaman y Satán el ángel caído que también había participado antes de la divinidad”, (De Francisco, 2012)

15 El académico Adolfo de Francisco Zea conceptualiza que “fundamento y dogma” no pueden ponerse como equivalentes; para él, “el fundamento es una base cierta e incierta en una fe religiosa en este caso”. Dogma es una verdad promulgada como tal por el hombre.
16 “En la teología cristiana actual, sobre todo en la de los heterodoxos del Vaticano II, se habla de dos cosas: los objetos de fe que no son mandatorios para los fieles como la reliquia de un santo y los fundamentos de Fe, como sería para el cristiano la Resurrección del Cristo, en que se basa toda la religión cristiana, pero que curiosamente nunca ha sido definida como un dogma.

A partir del Vaticano I, de 1869-1870, se esta­bleció la infalibilidad del Papa, no de la Iglesia, cuando hablaba ex cátedra. Desde entonces solamente se ha establecido un dogma, el de la ‘asunción de la virgen al cielo en cuerpo y alma’; (Pio XII), 1950). Esta es la historia de los dogmas que pueden conducir al fundamentalismo de esa religión.

Pero otras creencias, por ejemplo la virginidad biológica de María, no obliga a creer al católico, es apenas un ‘objeto de fe’ que se sigue o se deja; no es fundamento para el cristiano de la divinidad de Cristo. “Falta por señalar algo sobre el fundamentalismo religioso del Islam y el católico de la inquisición, y el de la doctrina de la fe católica que estaba vigente en el Siglo XIX y aún en la primera mitad del Siglo XX.

En la oficina vaticana que se encargaba de ‘instruir’ sobre la Fe católica, perteneció como su director por muchos años el actual Papa, cardenal Ratzinger hoy Benedicto XVI.

También no se puede olvidar el fundamenta­lismo de la ciencia, (o de algunos científicos) que se consideran poseedores de una verdad materialista, pero que no explican qué son en realidad, si materia y energía no-material, algunas partículas subatómicas fácilmente evanescentes. Ese tipo de dogmatismo, se observa en lo pequeño, en la arrogancia de algunos colegas médicos”, (De Francisco, 2012).

17 Sugiero al lector consultar mi obra “Pareja y familia siglo XXI”, (2000), (Sánchez Medina, G., 2000).

18 En este punto llevo al lector a consultar mi obra del autor “Ley, ciencia y sociedad”, (en prepara­ción) en el capítulo que se refiere a la interrelación de fenómenos psicosociales.

19 “Algunas religiones carecen del concepto de divinidad o de Dios. El Budismo original es una de ellas. Mientras Gautama, Sidartha, fue apenas un buda, no fue Dios; nunca pretendió serlo y Cristo tampoco.

Pero se le llamó el ‘iluminado’ por sus discípulos o Cristo el resucitado por San Pablo, el paso a la divinización estaba dado. Sin embargo, el budismo original carece de dioses, en tanto que algunos corrientes budistas y el hinduismo por otro lado, llegan a tener hasta 30 mil miles de dioses, que en realidad no lo son eso, sino a penas las manifestaciones diversas de poder que un ser puede tener como Varuna en el hinduismo, por ejemplo, es visualizado como una figura con diez cabezas, y otros tantos brazos y piernas, cada uno de los cuales es representativo de una virtud o una propiedad divina.

En el cristianismo Dios es el creador, Cristo el Redentor, y el Espíritu Santo el vínculo de amor que los une: tres personas un solo Dios. En el hinduismo ‘tres personas, tres dioses: Bramha, Siva, y Vishnu”, (De Francisco, 2012).

 

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