El Mundo Psicológico de Kafka: Manía y Melancolía, Parte III
Cap 13
III
Los términos manía y melancolía forman parte de un conjunto de desórdenes mentales que se incluían bajo tales rúbricas en la antigüedad.
En la Grecia clásica, la manía parece haber significado locura en un sentido amplio, aunque en algunas ocasiones tenía la acepción más precisa de locura delirante. El término melancolía, por su lado, se utilizó para designar lo extraño o lo nervioso, pero también con el significado más concreto de un desorden que implicaba miedo y tristeza y que duraba largo tiempo. Gradualmente, la manía, la melancolía, y una forma aguda de patología mental, la frenitis, se convirtieron en las tres formas tradicionales de la locura en la medicina antigua. La manía, como un estado de perturbación mental asociado a excitación profunda y a cambios de conducta; la melancolía, como un cuadro caracterizado por miedo, desesperación, irritabilidad e intranquilidad en asocio frecuente con ideas delirantes, misantropía, cansancio de la vida y trastornos digestivos.
Las ideas de otros tiempos sobre la manía y la melancolía no son del todo iguales a las actuales, pero es importante destacar el hecho de que muchos autores antiguos las consideraran como formas de una misma enfermedad, veinte siglos antes de que el psiquiatra alemán Emil Kraepelin estableciera la identidad de un síndrome, al que llamó Psicosis maníaco-depresiva, que científicamente las unificaba. Apolonio Mys, por ejemplo, decía: “La melancolía debe considerarse como una forma de manía”, y Areteo de Capadocia, afirmaba: “Tengo la impresión de que la melancolía es el comienzo y una parte de la manía.”
Galeno fue el primero en establecer la relación de la manía y la melancolía con la hipocondría.
Pensaba que el miedo y la tristeza eran los síntomas básicos de la melancolía y que frecuentemente se asociaban con ideas delirantes, determinadas y fijas, aunque de diferente contenido según los distintos enfermos. Describió a algunos de sus pacientes melancólicos como seres misántropos y cansados de la vida, y señaló que otros enfermos padecían de una forma específica de melancolía, la hipocondría, caracterizada, además de los síntomas habituales del mal, por una amplia serie de molestias digestivas.
Las relaciones entre la manía y la melancolía no se modificaron para los médicos de la Edad Media, y las descripciones clínicas básicas cambiaron poco durante varios siglos. La manía mantuvo su significado de estado psi-cótico de excitación, y la melancolía de estado psicótico de aflicción, y se continuó discutiendo sobre el papel de los “humores” del organismo, en especial de las diversas formas de bilis negra, en la génesis de esos estados anormales de la mente.
(Lea También: El Mundo Psicológico de Kafka: Manía y Melancolía, Parte IV)
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En el siglo XVII aparecieron por primera vez en la literatura médica las con-cepciones físicoquímicas de las causas de las enfermedades, reemplazadas después por las mecánicas derivadas de las ideas filosóficas de Descartes. Thomas Willis estudió cuidadosamente la estrecha conexión entre la manía y la melancolía, y explicó con detalle cómo algunas formas clínicas se transformaban en otras en el mismo paciente. En 1650 afirmaba: “La melancolía crónica frecuentemente degenera en manía”. Posteriormente, Hermann Boerhaave, famoso internista de la Universidad de Leyden, se ocupó del problema, y Robert James, incluyó las opiniones del célebre maestro en una influyente Enciclopedia Médica en donde se lee lo siguiente: “Es absolutamente necesario reducir la melancolía y la manía a una sola especie de desorden y por consiguiente considerarlas juntas, ya que a partir de la diaria observación y experiencia encontramos que ambas surgen de la misma causa común y el mismo origen, a saber, una excesiva congestión de la sangre en el cerebro…. La melancolía se podría tomar como el desorden primario, y la manía como un aumento o un efecto accidental…. Esta doctrina se ve confirmada por la experiencia diaria y la observación cuidadosa, ya que los pacientes melancólicos, especialmente si su desorden es inveterado, caen fácilmente en la manía, la que una vez hecha desaparecer, vuelve a poner al descubierto la melancolía….”
Giovanni Battista Morgagni, uno de los padres de la medicina moderna, afirmaba en sus “Correlaciones anatomoclínicas” lo siguiente: “Con frecuencia se encuentran médicos que dudan entre taciturnia y miedo por un lado, y locuacidad y valor por el otro, situaciones que en ocasiones se al-ternan en el mismo enfermo. Es difícil decidir cuándo se le debe decir al paciente que sufre de manía, y cuándo de melancolía”.
Y Phillipe Pinel, el famoso psiquiatra de la Revolución Francesa que luchó por los derechos inalienables de los enfermos mentales, aludía, en su “Tratado medico-filosófico sobre la Alienación Mental”, a una secuencia de enfermedades que variaban desde los estados leves de aflicción hasta los más graves de manía. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, Wilhelm Griessinger acu-ñó el término “Depresión Mental” para la melancolía, y señaló la existencia de “estados melancólicos iniciales”, a partir de los cuales se desarrollaban la mayoría de los cuadros mentales patológicos.
“En la última mitad del siglo XIX”, escribe Stanley Jackson en su “Historia de la Melancolía y la Depresión”, “algunos continuaron con la tradición de comentar que ciertos casos de melancolía se podían convertir en manía, y viceversa; otros, utilizaron la vieja idea de que algunos casos de melancolía pueden empeorar degenerando en manía; otros, simplemente afirmaban que la melancolía y la manía eran una misma enfermedad; algunos seguían la tradición boherhaaviana, concibiéndolas dentro de un continuum de gravedad creciente; otros más…., abrazaron la idea de que eran estados de una psicosis unitaria, y finalmente otros, probablemente los más numerosos, las consideraron como enfermedades diferentes, siguiendo la tradición de la llamada “insania circular”, “locura de formas alternas” o “delirio alter-nante”.
La evolución de estas ideas tuvo su culminación a comienzos del siglo XX en las diferentes ediciones de las obras de Emil Kraepelin, contemporáneo de Kafka, en una de las cuales, la séptima, se afirma lo siguiente: “La insania maníaco depresiva…., comprende, por un lado, todo el campo de la llamada “insania periódica y circular”, y por el otro, la manía simple, la mayor parte de los estados morbosos denominados “melancholia”, y también un número no poco importante de casos de “amentia”….. Con el paso del tiempo, me he convencido que los estados arriba mencionados no representan otra cosa que manifestaciones de un sólo proceso morboso”.
Kraepelin agregó a su escrito un pequeño párrafo, en el que se refiere a un grupo de estados de manía o de melancolía que en rigor no deberían consi-derarse como verdaderas enfermedades sino más bien como rasgos de temperamento, o peculiares modificaciones conductuales colocadas en la tierra de nadie entre la enfermedad y la salud. Así se expresa: “Por último, incluimos aquí determinadas coloraciones temperamentales, leves y levísimas; algunas, periódicas; otras, de morbosidad continuada, que han de verse como rudimentos de desórdenes más graves y que están en la frontera del campo de la propensión personal”.
Con las palabras anteriores, Kraepelin abría la posibilidad a que algunos “enfermos”, como Kafka, presentaran ocasionalmente, y a veces con fre-cuencia, situaciones maníacas o melancólicas que no debían calificarse como enfermedades mentales propiamente dichas. Años después, a mediados del siglo, Adolf Meyer reemplazó el término “psicosis maníaco-depresiva” por el más apropiado de “reacciones afectivas”, señalando en cada caso las características de levedad o gravedad y las mezclas de un estado con otro.
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En la segunda década del siglo XX aparecieron nuevos enfoques sobre es-tos interesantes problemas. Sigmund Freud publicó su clásico ensayo “Duelo y Melancolía” en el que pretendía arrojar alguna luz sobre la naturaleza de la melancolía, comparándola con el sentimiento del duelo normal. Decía así el creador del psicoanálisis: “La correlación de la melancolía y el duelo parece justificarse por el cuadro general de ambos estados…. Aunque el duelo supone un grave alejamiento de la actitud normal ante la vida, nunca se nos ocurre verlo como una condición patológica y darle un tratamiento médico. Tenemos confianza en que tras un cierto período de tiempo sea vencido en parte, y creemos que cualquier interferencia con él es inútil y acaso peligrosa….. Los rasgos mentales distintivos de la melancolía son los de una aflicción enormemente dolorosa: cese del interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de querer, inhibición de toda actividad, y una disminución de los sentimientos de respeto por uno mismo que encuentra su expresión en el auto-reproche y el auto-vituperio y que culmina con una esperanza delirante de castigo”. Años más tarde, Melanie Klein, penetró en las regiones más profundas de la mente humana al describir la “posición depresiva” por la que pasa normalmente el niño en la segunda mitad de su primer año de vida.
Freud usó el termino melancolía para referirse al espectro de los estados clínicos que hoy llamamos depresión, y en ocasiones se refirió específicamente a la depresión psicótica.
Utilizó el vocablo depresión como sinónimo de melancolía en los dos sentidos antes mencionados, pero lo empleó con mayor frecuencia como término descriptivo de los aspectos especialmente afectivos del estado normal, que podrían denominarse aflicción. Pero ya desde 1905, había hecho hincapié en que los “afectos depresivos” podían producir síntomas físicos y enfermedades somáticas, aumentar la susceptibilidad individual a desarrollarlas o empeorar las ya existentes, en clara referencia a las enfermedades que hoy conocemos como psicosomáticas.
En tiempos más recientes, la frecuente asociación de la depresión con las enfermedades físicas, llevó a los investigadores a buscar las posibles explicaciones biológicas de la depresión, y condujo al descubrimiento de los neurotransmisores cuyos excesos o defectos facilitan la instauración o persistencia de los cuadros mentales anormales. De otro lado, las investigaciones del momento han permitido el desarrollo de las drogas antidepresivas, hoy de uso corriente en medicina, y como etapa más avanzada del progreso científico, han llevado a programar estudios minuciosos tendientes a aclarar hasta qué punto los desordenes depresivos varían en función de factores socioeconómicos y socioculturales.
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