El Mundo Psicológico de Kafka: América, Parte IV

Cap 10

ADOLFO DE FRANCISCO ZEA, M.D

IV

En la “Carta”, Kafka se refirió amargamente a las actitudes despectivas de su padre: “Con tu aversión atacaste del modo más acertado mi actividad de escribir y todas aquellas cosas para tí desconocidas que se relacionaban con ella.

En dicha actividad había conquistado de hecho cierta independencia respecto a tí…. En cierto modo, me sentía a salvo escribiendo; podía respirar…. Mi vanidad y mi orgullo se resentían, es cierto, cuando acogías la aparición de mis libros con una frase que se hizo famosa entre nosotros: “¡Pónlo encima de la mesa de noche!” Casi siempre estabas jugando a las cartas cuando llegaba un libro…. Mis escritos trataban de tí. En ellos exponía todas las quejas que no podía formularte directamente reclinado sobre tu pecho”.

Kafka intentó resolver psicológicamente la penosa relación con su padre por medio de sus narraciones. En febrero de 1911 escribió en los “Diarios” un relato, que varios años después de la muerte del escritor se publicaría con el título de “El Mundo urbano”, en el que se refiere a Oskar M., un estudiante de cierta edad, que al llegar a su casa recibe los reproches de su progenitor que le censura por “su pereza, su prodigalidad, su maldad y su estupidez”, que están llevando a la tumba al padre y que afectan además, la salud emocional de la madre. Le señala, “la inseguridad que te obliga a hablar contra mí”, y le dice con dureza: “Lo fundamental es que en tí ya no tengo la menor confianza”.

(Lea También: El Mundo Psicológico de Kafka: América, Parte V)

Oskar, que busca el reconocimiento de su padre a los esfuerzos que hace, asegura que su cabeza está llena de ideas que sólo puede poner en orden alejándose de su casa, y le dice:

“Déjame…. Estás hurgando en mí sin fundamento alguno…. Lo que he dicho, lo he dicho por respeto, e incluso por amor hacia tí…., porque en mis decisiones tiene parte fundamental la consideración hacia tí y hacia mi madre”. La ira inicial del padre finalmente se aplaca, expresa al hijo la tristeza que siente y le suplica que no le comunique a su madre sus problemas; “que te baste conmigo”, le dice

. Oskar, sorprendido, responde: “Desde este mediodía, algo te ha ocurrido: eres mi verdadero padre, o un desconocido a quien encuentro por primera vez en la habitación de mi padre”. Franz, un personaje que aparece al final de la narración, y que simboliza los aspecto bondadosos del padre, le dice; “Después de todo, uno puede confiar en tí”. Kafka busca con este relato solucionar en la fantasía la necesidad del reconocimiento paterno y utiliza para ello el instrumento indispensable de su literatura.

***

Jordi Llovet se ha referido a los conflictos generacionales entre padres e hijos que la mayor parte de los seres humanos experimenta en su juventud y que en general se resuelven de manera adecuada. En el caso de Kafka, el conflicto no se resolvió nunca. En su estudio, Llovet afirma: “Con independencia de las características reales de Hermann Kafka, su hijo Franz exageró su figura y su autoridad y las convirtió, naturalmente sin quererlo, en el emblema de una ley absoluta, de un poder omnímodo y de una autoridad incuestionable y severa”.

Se hace necesario acudir a las teorías freudianas para explicar un poco estas cuestiones que, sin duda alguna, fueron seriamente dolorosas para el escritor. Para Llovet, el caso de Kafka constituye uno de los ejemplos más claros de los efectos biográficos y literarios que puede llegar a tener el “complejo de Edipo” en un ser humano. En el caso de Kafka, “un Edipo demasiado grande”, para emplear las palabras de Gilles Deleuze.

Pero no solamente en “El Mundo urbano” se refleja la situación edípica del novelista. Se la encuentra en la mayor parte de su obra literaria: aparece con claridad en “La Condena”, en “América”, en “El Proceso” y en “La Metamorfosis”, y desde luego en la “Carta al padre”, en donde el fatídico sentimiento de culpa y la necesidad de castigo se extienden de uno a otro extremo del relato.

En la “Carta”, Kafka precisa la relación padre-hijo y la imposibilidad de armonizarla, con las siguientes palabras:

“A veces imagino el mapamundi desplegado y a tí extendido transversalmente en él. Entonces me parece que para que yo viva, sólo puedo contar con las zonas que tú no cubres o que quedan fuera de tu alcance. Y estas zonas, de acuerdo con la idea que tengo de tu grandeza, no son muchas ni son muy confortables….”

No todos los comentaristas de Kafka aceptan la hipótesis del influjo de un complejo de Edipo no resuelto en la vida y en la obra del escritor. En su “Curso de Literatura Europea”, Vladimir Nabokov rechaza como “disparates” las explicaciones freudianas y trae en apoyo suyo, sin comentarios mayores, algunas ideas del escritor. Dice así Nabokob: “El propio Kafka era extremadamente crítico en cuanto a las ideas freudianas.

Consideraba al psicoanálisis como “un irremediable error”, y veía en las teorías de Freud cuadros muy aproximados y muy rudimentarios que no hacían justicia a los detalles, o lo que es más importante, al meollo de la cuestión….” En esto, las palabras de Nabokob son inexactas. Kafka aceptaba la validez del psi-coanálisis, pero consideraba un error utilizarlo como tratamiento de las do-lencias afectivas.

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