El Libro de la Vida
Alfredo Jacome Roca, MD
Academia Nacional de Medicina
¿Qué posibilidad hay de que un ser humano recién concebido pueda ser genéticamente perfecto?
¿Qué falta por conocer del genoma humano?
Estas y otras preguntas surgen del mapeo genético de la célula humana, realizado con orgullo científico por Francis Collins y Craig Venter, con Watson en el trasfondo abogando por el bien común, colocado el genio descubridor del ADN en una honrosa retaguardia.
Todo hombre llega al mundo con al menos diez o doce mutaciones. De hecho todos somos pre-pacientes, pues algún dia esa base genética defectuosa sumada a los efectos deletéreos del ambiente resultarán en enfermedad, con su carga de dolor y sus costos sociales, pero igual con el despertar de la solidaridad, de las respuestas que da la terapéutica y de la manifestación dorada de los valores humanos que emergen del crisol del sufrimiento.
Del genoma humano falta todo por conocer. Si lo analogáramos a una obra, la Biblia -el libro por antonomasia-, o la genialidad cervantina de “El Quijote”, pudiésemos decir que ya deletreamos el alfabeto, quizá algunas palabras además de las letras.
Pero ¿conocemos las frases? ¿acaso comprendemos el sentido de la obra? Ciertamente que no.
Aún así hemos marcado un hito, logrado un descubrimiento trascendental, como lo hiciese hacia la tercera década del siglo XIX el joven francés Jean-Francois Champollion, al descubrir el significado de los jeroglíficos egipcios.
Cuánta agua ha pasado por el puente desde que el monje austriaco Gregor Mendel informara en el siglo antepasado a un mundo todavía inmerso en las creencias míticas que las características fenotípicas de los seres vivos se transmitían en una forma ordenada, matemática, con unas probabilidades predeterminadas, las que pasaron a llamarse las “leyes de la herencia”.
¡Cuánto dato científico está al alcance del Internet! Ya un niño de primaria podrá saber que en nuestro ADN nuclear hay tres mil cien millones de pares de bases púricas y pirimídicas en las células somáticas, la mitad de las que están presentes en los gametos (óvulos y espermatozoides), llamadas haploides por contener la mitad de la carga genética.
Y también podrá saber que esos treinta o cuarenta mil genes en esa tira de unos dos metros que es el ácido desoxiribonucleico de la cromatina nuclear, no son sustancialmente diferentes de los que hay en nuestro antecesor el chimpancé (sólo un 2%) y es mínima la diferencia interracial (menos del dos por mil), proclamando Dios de esta manera la igualdad genética de los seres humanos.
El ADN es un manual de instrucciones escrito con la combinación de cuatro letras, A, C, G y T
El ADN (cuyo esquema vemos en la Fig. 45-1) es un manual de instrucciones escrito con la combinación de cuatro letras, A, C, G y T (adenina, citidina, guanina y timina), que al combinarse forman los genes, lo que a su vez producen las proteínas, encargadas de las funciones biomoleculares.
Sólo un 2% del ADN corresponde a genes que expresan proteínas. En el genoma hay áreas muy pobladas y otras muy despobladas. Las áreas desérticas del genoma consisten en repeticiones de secuencias de nucleótidos por lo que estos genes se han llamado “basura”; sin embargo hoy se cree que tal vez allí resida la complejidad del ser humano.
En las regiones cercanas a las zonas ricas en genes hay un exceso de las bases citidina y guanina y en las desérticas hay más adenina y timina. En las primeras zonas hay unas secuencias llamadas “alu” que se mueven desde un cromosoma a otro. Estos saltos podrían ser parte de un control para activar ciertos genes dentro del genoma. Fuera de estos datos todavía con muchos vacíos que deben llenarse mejorando los métodos de análisis y profundizando en el complejo funcionamiento de los genes.
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Lo que es interesante es que el genoma es también un museo viviente de la evolución, pues el hombre comparte con bacterias, levaduras y ciertos virus genes que en épocas remotas intercambiaron con ellos y conservaron al encontrarlos de utilidad, por lo que se han mantenido intactos desde hace millones de años. Esto da para todo, para la vanidad, para el negocio. Ya se ofrecen modelos de ambos sexos para vender sus células reproductivas a través de una compañía en California.
Ya sueñan algunos progenitores con logros eugenésicos para sus retoños, posibilidad que los expertos en bioética descartan como un imposible moral, como una invasión inadmisible en los derechos del ser recién engendrado. Y aquí entran también a trabajar intensamente los que se ocupan de la ética, el cómo debe ser la conducta, y la moral, como se comporta el ser humano, cómo son los hábitos de nuestras sociedades.
La medicina está de plácemes.”Vamos a ver una proliferación de descubrimientos sobre las contribuciones genéticas a la diabetes, la enfermedad coronaria, la hipertensión, la esquizofrenia, la arteriosclerosis y muchos otros padecimientos”, dijo Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano, un consorcio apoyado por el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos y Wellcome Trust, organización filantrópica con sede en Londres, quien hizo el anuncio en unión con su archicompetidor Craig Venter,director de Celera Genomics de Rockville, Maryland, el sabio utilitarista de la técnica de “el escopetazo”.
El libro de la vida debe ser un mapa vibrante, un verdadero manual de instrucciones para el ser vivo y no una guía de muerte, una violación más a los derechos fundamentales del ser humano.
Su derecho a la intimidad, al no saber yo o que otros sepan que me va a pasar merced a mis genes defectuosos, pero al mismo tiempo poder saberlo si ese es mi deseo y si hay terapias para remediarlo. No a los clones humanos pero tal vez sí a los de otros seres vivos para desarrollo de la agricultura, de la ganadería, para beneficio de la humanidad.
Sigue sobre el tapete la polémica de los alimentos transgénicos, o de si la clonación de órganos para trasplantes fuese adecuada o buena. ¿Qué aguarda a aquellos cadáveres (¿seres?) congelados que por su voluntad allí quedaron, en la esperanza de que la biotecnología los regresara a la comunidad universal? Es interesante saber que un alto porcentaje de sus familiares sobrevivientes desearía que se les dejase descansar en paz.
Da escalofrío conocer que cualquier muestra de semen congelado de las que hay en tantos lugares dedicados a la fertilización in vitro podría dar lugar al nacimiento de un congénere hasta dentro de cinco mil años.
Un campo interesante es el del cultivo de células madre, que podría corregir el proceso de enfermedades degenerativas como el mal de Alzheimer.
Después de que a finales del siglo XIX el fraile Gregorio Mendel describiera –en la soledad de su celda monacal- sus leyes de la herencia, en 1909 se acuñó el término “gen” y se publicaron mapas de genes; el ser humano –al igual que otros seres del mundo animal- tiene su genoma.
Los genes están en la cromatina nuclear, agrupados en veintitrés pares de cromosomas, el último par correspondiendo a los heterocromosomas que determinan el sexo genético. En 1941, se descubrió la función de estos genes en la regulación de procesos químicos y luego el ADN, ácido nucleico en forma de espiral, donde se localizan los genes, que dan la información para la producción de las proteínas por medios del ARN mensajero., en 1961 se dilucida el código genético. En la década de los noventa aparecen la alglucerasa, una forma modificada derivada de la placenta, de la enzima glucocerebrosidasa, como tratamiento de sustitución enzimática en la enfermedad de Gaucher, la glucocerebrosidasa recombinante (imiglucerasa), como respuesta al suministro limitado del producto natural y la sacrosidasa, un tratamiento de sustitución enzimática para tratar la deficiencia de sacarosa genéticamente determinada.
¿Y de las proteínas que? Poco y nada sabemos de lo que hacen los genes que fabrican proteínas a través de esa impresora celular que son los ribosomas; esto es lo que realmente importa. Los trastornos de origen monogénico son teóricamente suceptibles de tratamiento, aunque sea en la práctica difícil de lograr. Y hasta ahora, las condiciones de origen poligénico, que son la mayoría, no se pueden manejar con una terapia génica.
Estamos ante el nacimiento de nuevas ciencias como la farmacogenómica.
Esta se basa en la herencia genética para explicar las diferencias interindividuales en la respuesta a los fármacos. Se tienen en cuenta las secuencias genómicas, con una visión integradora que incluiría interacciones entre genes. Diferentes pacientes pueden responder de distintas maneras al mismo medicamento, y estas diferencias pueden ser más importantes entre distintas poblaciones, sexos o razas, o en una misma persona durante distintas épocas de su vida (lactantes, ancianos) o entre gemelos monocigóticos; el medio ambiente, la dieta, el estilo de vida y el estado de salud pueden influir en la respuesta a un fármaco. Por esto es importante lograr el diseño de medicamentos personalizados que sean más eficaces y seguros. La farmacogenética por otra parte, está circunscrita a la detección de modificaciones de genes individuales en la respuesta a fármacos.
¿Cómo se las arreglan los humanos para realizar funciones tan complejas y especializadas como aprender, memorizar y hablar, con sólo unos diez mil genes más que una lombriz?
Se postulan varias hipótesis. La “Alternativa” habla de que los genes podrían transcribirse de varias maneras para producir diferentes proteínas. La “complejidad expandida” dice que los humanos tienen la habilidad de crear versiones más amplias y nuevos ordenamientos de proteínas que comparten con otros organismos. Los “factores de trascripción” hipotetizan que los hombres tienen una serie de mecanismos regulatorios entre los cuales están unas proteínas encargadas de activar y desactivar otros genes. Finalmente, la “complejidad compuesta” es una teoría que explica que los seres humanos son más complejos porque tienen más genes y estos son más flexibles para alterar las proteínas.
Tabla. Los Nóbel de la Genética.
1933. T. H. Morgan (Estados Unidos): Sucesión de genes en los cromosomas, herencia ligada al sexo, estudios en Drosophila melanogaster.
1958. G.W. Beadle, E.L. Tatum y J. Lederberg (Estados Unidos): Genética molecular.
1959. S. Ochoa (España) y A. Kornberg (Estados Unidos): Síntesis del RNA.
1962. F.H.C. Crick, M.H.F. Wilkins (Reino Unido) y J.D.Watson (Estados Unidos): Estructura del DNA.
1965. E. Jacob, A. Lwoff y J. Monod (Francia): Genes reguladores.
1968. R.W. Holley, H. Khorana y W.N. Nuremberg (Estados Unidos): Código genético.
1969. M. Delbrück, A.D. Hershey y S.E. Luria (Estados Unidos): Genética de virus.
1978. D. Nathans, H.O. Smith (Estados Unidos) y W. Arber (Suiza): Ingeniería genética.
1983. B. McClintock (Estados Unidos): Genes saltarines.
1993. P.A. Sharp (Reino Unido) y R.J. Roberts (Estados Unidos): Genética de los intrones.
1995. C.Nüsslein-Volhard (Alemania), E. Lewis y E. Wieschaus (Estados Unidos): Control genético.
2007. Mario R. Capecchi, Oliver Smithies (Estados Unidos), Sir Martin Evans (Gran Bretaña): Introducción en los ratones de modificaciones genéticas específicas con el uso de células madre embrionarias.
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