La Operación Cesárea
Fernando Sánchez Torres, M.D
Capítulo IV
TRES GRANDES INTERVENCIONES
- La operación cesárea.
- La ovariectomia.
- La sinfisiotomía.
1. La Operación Cesárea
Antecedentes
La operación cesárea parece ser de todas las intervenciones obstetricas la mas antigua, como que desde los tiempos mitológicos su práctica era conocida.
A través de leyendas y tradiciones de algunos pueblos primitivos sabemos que muchas veces fue burlado aquel antiguo precepto latino: Inter faeces et urinas nascimur. En efecto, el Rig-veda, libro sa-grado de los hindúes, a la vez el mas antiguo (entre 1.500 y 2.000 años antes de Cristo), registra que Indra, el rey de los dioses, señor del cielo, del aire y del rayo, se negó a nacer por vía natural, haciéndolo de lado, oblicuamente. Hecho similar refieren los textos Lalitavistara y Mahávastu para dar a conocer el nacimiento mítico de Buda1
. El nacimiento de Asclepios, o Esculapio, tenido como dios de la medicina por los griegos, también se hizo, según la leyenda mitológica, por vía abdominal. Recordemos cómo sucedió: Coronis había sido seducida por Apolo; estando ya avanzado su embarazo y actuando al impulso de los celos, el dios ordenó su muerte a manos de Artemisa. Consumado el crimen, Apolo se arrepintió y movido de compasión por su hijo no nacido, instruyó al centauro Quirón para que lo extrajera del vientre materno, como en efecto se hizo2.
Unos setecientos años antes de Cristo, Numa Pompilio, sucesor de Rómulo, dispuso en Roma que toda mujer que falleciera estando embarazada debía ser objeto de una operación para extraerle a su hijo, es decir, para salvarlo.
Dicho mandato se conoció con el nombre de Lex Regia o Lex Caesare y se mantuvo vigente durante muchos sjglos3. En efecto, en los siglos XVII y XVIII no solamente era tenida en cuenta la cesárea postmortem sino que, por disposición de la Iglesia católica, era obligatoria su práctica, “no importa que el fruto fuera tan grande como un grano de cebada”. Lo que importaba, en últimas, era que se lograra un nacido vivo, capaz de recibir el bautismo. De esa manera se le beneficiaba espiritualmente, pues no iría al limbus sino directamente al cielo.
A los niños nacidos en esa forma se les llamaba “caesones”, palabra relacionada con el verbo caedere, que significa cortar. Para muchos, el origen del término “cesárea” se encuentra ahí 4.
No obstante existir documentos (por ejemplo, el ‘Talmud) que permiten deducir que la cesárea en mujer viva se llevaba a cabo mucho antes de la era cristiana, es hecho aceptado que fue en 1500 cuando un suizo llamado Jacob Nufer, castrador de puercos, la practicó, el primero, en su mujer, que llevaba varios días tratando de dar a luz de manera infructuosa, pese a la intervención de trece comadronas y un litotomista5.
‘Tal acontecimiento fue recogido por Francis Rousset en su tesis de grado presentada a la Facultad de Medicina de París en 1582. En ella recomendaba ejecutar la operación en determinadas circunstancias, sin que él aportara ninguna experiencia. Igual ocurre con otros autores, como Raynaud en Francia, Mercurio en Italia y van Roonhuyze en Holanda. El primer caso auténtico de cesárea en mujer viva, como que fueron testigos dos comadronas, estuvo a cargo de un doctor Trautmam, de Wittenberg (Alemania), el 21 de abril de 1610.
La operada murió 25 días después6. A lo largo del siglo XVII fueron divulgados, por conducto de publicaciones serias, algunos casos exitosos. Sin embargo, bien entrado el siglo XVIII todavía eran muchos los detractores del nacimiento abdominal. Solo hasta el siglo XIX la operación se difundió en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica.
En España se acepta que el primero en practicarla fue el cirujano valenciano Jaime Alcalá Martínez según referencia que él mismo hace en un libro publicado en 1753, sin que se establezca la fecha exacta de la hazaña7. En los Estados Unidos se disputan la primacía los doctores John Lambert Richmond, de Newton, Ohio, y Jesse Bennett, de Frankfort, Pennsylvania.
La intervención de este último fúe comunicada en 1891, es decir, 97 años después de ocurrida. Por eso se le da más crédito a la de Richrnond, ejecutada el 22 de abril de 1827, en una primigrávida con eclampsia y una malformación pélvica congénita8.
Comenzando el siglo XIX llegó hasta el Nuevo Reino de Granada, y con el carácter de general para los dominios de Indias y Filipinas, la Real Cédula promulgada en Aranjuez el 13 de abril de 1804, que prohibía operar a todo aquel que no se sujetara a las normas señaladas por la Junta de Catedráticos del Real Colegio de San Carlos. Siendo este documento muy importante, vamos a trascribirlo. Dice así:
(Lea También: La Primera Cesárea en Colombia)
El Rey
“Por parte de Don Juan Ignacio Gutiérrez, Canónigo de la Iglesia Metropolitana de Santafé, se hicieron presentes el ocho de octubre de mil ochocientos dos, los muchos males que en lo espiritual y temporal seguían de no practicar la operación cesárea con la debida instrucción, y que para evitarlos hizo imprimir a su costa el método que para tal operación trae el Monge Cisterciense Don Alfonso Joseph Rodríguez en el tomo quarto de su aspecto de ‘Teología médico moral, de cuyo método remitió un ejemplar pidiendo se formase una clara y breve instrucción para executar dicha operación, encargando su observancia muy estrechamente a las Justicias y Párrocos de los pueblos.
Y habiéndolo visto en mi Consejo de las Indias, con lo que dixo mi Fiscal, y consultándome sobre ello en veintitrés de diciembre del propio año de mil ochocientos y dos, tuve a bien mandar que el Colegio de San Carlos formase la instrucción, que aprobada por el Proto-Cirujano acompaña a esta mi Real Cédula; y es mi voluntad se observe con las precauciones siguientes:
“Primera, que en los pueblos donde hubiere facultativos, el que asista a cualquiera enferma embarazada, luego que fallezca, dé aviso al Cura Párroco; y por si siendo cirujano, y cuando no por el que hubiere en el pueblo, disponga se proceda a la operación cesárea, después de cerciorarse del verdadero fallecimiento de la embarazada, por los medios y baxo las reglas de la referida instrucción, que deberá tenerse a la vista praa su puntual observancia.
“Segunda, que así el Párroco como el fácultativo que se llamare para aquel fin deban en cualquiera hora del día o de la noche que se les llame pasar inmediatamente a la casa de la difunta, sin poder excusarse a ello, ni al cumplimiento de su respectivo, baxo pretexto alguno.
“Tercera, que en los pueblos donde no hubiere facultativo el Cura Párroco, de acuerdo con la Justicia, nombren al sujeto que creyeron de mejor talento, dextresa e idoneidad para executar la operación cesárea con preciso y exacto arreglo a la instrucción, que se tendrá presente en el acto, y a cuya perfecta execución coadyuvarán en caso necesario el Cura con sus advertencias y conocimientos.
“Cuarta y última, que con esta mira los Párrocos y las Justicias conserven en su poder para los casos que ocurran la orden que se les comunique por los Prelados eclesiásticos y Gobernadores pues los primeros no han de consentir se dé sepultura a muger alguna, de cualquier clase que fuere que haya fallecido embarazada, sin que les conste antes que con ella se ha practicado la operación; y los segundos deben cuidar y zelar de que todo lo prevenido se execute exactamente, dando cuenta a los superiores correspondientes de las faltas que notaren en materia de tanto interés a la humanidad.
En su consecuencia mando a los virreyes, Audiencias y Gobernadores, ruego y encarezco a los M. RR. Arzobispos y R.R. Obispos de mis dominios de Indias e islas Filipinas comuniquen la referida adjunta instrucción respectivamente a las Justicias de su Distrito y a los Curas de sus Diócesis, encargándoles estrechamente su cumplimiento, y contribuyendo a todos que se logre su importante efecto, ésta mi benéfica y soberana determinación. Dada en Aranjuez a trece de abril de mil ochocientos y quatro. Yo el Rey.
Por mandato del Rey Ntro. Señor Silvestre Collar, Hay tres rúbricas.
Para que en los dominios de Indias e Islas Filipinas se execute la operación cesárea, la forma que previene la Instrucción que se acompaña”9.
Por su parte, la instrucción del Colegio de San Carlos es como sigue:
“No es fácill que los destituidos de conocimientos anatómicos hagan debidamente la operación cesárea después de muerta la madre, porque se necesita la misma instrucción que para executarla en la muger viva, supuesto que algunas aparentemente muertas han sido víctimas de la ignorancia de los que han executado la operación; sin embargo, como la vida espiritual y temporal de las criaturas es obgeto de la mayor importancia y los Cirujanos hábiles no se pueden hallar en todos los casos que piden socorro, parece justo que con la claridad posible se escriba el modo como se ha de executar para que sea inteligible a todos, aunque no sean facultativos.
Para lo cual debe tenerse presente lo que sigue:
1°. Antes de abrirse el vientre se examinará si aún vive la madre, que, parece muerta, a cuyo fin se le aplicará álcali volátil en la boca, narices y ojos, se introducirá un alfiler entre la uña y carne de cualquier dedo o se le estimulará por otros medios sabidos; pero si practicadas estas diligencias no diera muestra alguna de vitalidad, se pasará inmediatamente a la operación.
2° Si la criatura se presentase por la vía natural, debe ser extraída por la misma, observando las reglas del arte, que no se pueden explicar de modo que las entiendan todos, Si esta corta instrucción lo promete.
3°. Aunque se ha prevenido que la operación debe executarse cuanto antes, no por esto se dexará de haoer aun cuando hayan pasado muchas horas. 4°”También se hará aun cuando el embarazo sea de muy corto tiempo, y se bautizará la criatura de modo que el agua la toque inmedlatamente.
La operación en este caso pide más conocimientos de los que pueda tener quien no sea Cirujano; y por tanto no explicamos varias circunstancias que deben tenerse presentes, como sondar a la madre, abrir el vientre entre los músculos piramidales, abrir el envoltorio de la criatura con cuidado. A.C. Teniendo lo expuesto presente, y suponiendo que la embarazada es de mese mayores, y que la matriz está situada en medio del vientre, y sube hasta cerca del pecho, que es lo más regular, debe practicarse la operación.
Operación
“Un bisturí cortante por la convexidad, y otro que termine en botón y en su defecto una navaja o cortaplumas, son los únicos instrumentos que se necesitan. Colocado el cadáver en la cama, o donde se halle, un poco ladeado, sin descubrir más de lo necesario, se comprimirá moderadamente el vientre, y se hará una saja de poco menos de seis pulgadas, que equivale a cerca de media tercia de vara castellana.
Esta abertura debe comprender la piel, músculos y peritoneo, partes que no están unidas entre si, de modo que es fácil separar: divididas que sean ya, queda abierta la cavidad del vientre.
“Para executarla sin herir las entrañas, como intestinos, estómago, A.C. se hará primeramente una abertura pequeña, y se introducirán por ella dos dedos, que conducirán con cuidado el bisturí con el botón o navaja, hasta prolongar la abertura a la longitud de cerca de media tercia, como se ha dicho.
La saja se hará en el lado donde el vientre esté más abultado, o donde mejor se presente la criatura: debe ser transversal a dos dedos del borde de las costillas más baxas, y a cuatro dedos del ombligo, de modo que el corte ha de ser dirigido de adelante hacia el espinazo.
Practicada esta abertura se hará otra igual, y con las mismas precauciones que la antecedente, en la matriz, que es una gran bolsa como carnosa, en donde está contenida la criatura: luego se abrirán con igual cuidado las membranas secundinas, que son como una tela también a manera de bolsa, metida dentro de la matriz, las cuales envuelven inmediatamente a la criatura; y descubierta que sea, y embebida la sangre por medio de una esponja fina o de paños se procederá del modo siguiente:
“Si la criatura no diere muestras de vida, no se extraerá antes que se bautice baxo condición.
“Si está viva y robusta al parecer, se extraerá cogiéndola por los pies, del tal modo que cueste menos trabajo, y luego se bautizará echándole el agua en la cabeza.
Después de sacada se atará el cordón a uno o dos dedos del ombligo, y se cortará a otros dos de la ligadura; luego se extraerán las parles, tirando ligeramente del cordón, y si estuviesen adheridas a la matriz, se despegarán con muchísimo cuidado desprendiéndolas ligeramente con los dedos cortadas las uñas, o mejor con el borde de la mano.
Es expuesto hacer costura alguna al vientre de la madre: solamente se pondrán en contacto los bordes de las heridas, y se aplicará una toalla moderadamente ajustada que venga de atrás hacia adelante.
“Nota: En el caso de un mal parto deberá abrirse el zurrón con mucho cuidado; y presentándose la criatura aunque fuese como un grano de cebada, si tiene movimiento se bautizará; y si no lo tiene también se hará baxo condición.
“0tra: Puede haber hernia o quebradura, estar el útero muy baxo, la placenta o las parias estar en el sitio de la incisión. A.C. Estas particularidades y otras que se omiten, las cuales piden Cirujano hábil para que se proceda con acierto, nos obligan a decir que toda instrucción breve, y que sea inteligible por los que carecen de conocimientos de la facultad, será siempre defectuosa como es la que presentamos.
“Por comisión de la Junta de Catedráticos del Real Colegio de San Carlos, hemos trabajado el presente Reglamento. Madrid, 25 de Octubre de 1803. Dr. Josef Ribes. Dr. Manuel Bonafos. Es copia de su original, de que certifico. Madrid 12 de Noviembre de 1803. De acuerdo de la Junta Gubernativa y escolástica de este Colegio.
Dr. Sebastián Aso y ~vieso, Secretario Interino.
“Es copia de su original. Madrid 13 de Abril de 1804. Hay una rúbrica”.
Las normas que daba el monje Alfonso José Rodríguez para practicar la operación cesárea fueron, como se ha dicho, impresas por Juan Ignacio Gutiérrez, Canónigo de la Iglesia Metropolitana de Santafé. Un ejemplar reposa en la Biblioteca Nacional de Bogotá10.
Es de suponer que después del anterior mandato real, la operación cesárea postmortem hubo de llevarse a cabo en el Nuevo Reino de Granada. Ciertamente, de ello encontramos referencia en la Historia de la Diócesis de Popayán, escrita por el presbítero Manuel Antonio Bueno.
En Julio de 1766, los Padres Camilos de la Buena Muerte fundaron en Popayán una institución encargada de asistir a los moribundos. En el obituario que llevaban consignaban cuidadosamente el nombre de los enfermos, el día, la hora y el mes de su fallecimiento.
Este libro fue llenado hasta el 27 de enero de 1808. En la última página, transcrita por el historiador Bueno, se lee lo siguiente:”Se previene también que el número de mujeres difuntas excede en más de un tercio al de los hombres (…).
No es corta la fe y afecto que tienen al sagrado instituto, por lo que todos anhelan morir con asistencia de dichos padres, y así hallarán en este libro de todas castas y colores: indios, negros, mulatos, mestizos, blancos, europeos, criollos, dos gobernadores, un obispo, deanes, canónigos, curas, varios, presbíteros, muchas monjas, algunos regulares, religiosos de estos conventos y algunos regulares transeúntes. Se han bautizado algunas criaturas, hecho operación cesárea (el subrayado es nuestro)11.
Referencias
1. Quecke, K. Principio. históricos de la operación
cesarea. En Actas Ciba, julio- septiembre,
p. 82, 1952.
2. Píndaro. Odas y fragmentos (Pítica III), Editorial
Gredos, Madrid, PP. 54-156,1984
3. Quecke K. La operación cesárea en la mujer muerta.
En Actas Ciba, julio -septiembre, p. 88, 1952.
4. Gabert, H.A. y Bey, M. History and development of
cesarean operation. En Obstet. and Gynecol. Clinics
of North America, 15:91,1988.
5. Ibíd., p. 594.
6. Ibíd., p. 595.[/column]
[column size=”1-2″ style=”0″ last=”0″]7. Usandizaga, M. Historia de la obstetricia y la
ginecología en España. Edit. Labor, S.A., Barcelona,
p. 241, 1944.
9. Real Cédula de 1804.”Modo de hacer la operación
cesárea después de muerta la madre”. Biblioteca
Nacional (Sala Pineda, No. 826), Bogotá,
10. Rodríguez, A.j “Modo de hacer la operación cesárea
después de muerta la madre”. Biblioteca Nacional
(Fondo J.M. Quijauo, No. 115). Bogotá.
11. Op.cit., Biblioteca de Historia Nacional. Edit. ABC,
Bogotá, 1945.
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