Oftalmología en Niños y Adolescentes, Siete años de edad

MEDICINA FAMILIAR
EDUCACIÓN CONTINUADA PARA EL MEDICO GENERAL

Siete años de edad

Aunque no hay ninguna patología típica de este periodo, es importante recalcar que hacia los siete años de edad se completa el desarrollo visual. Esta afirmación implica que las alteraciones que aparezcan posteriores a esta época difícilmente inducirán ambliopía.

Igualmente cualquier intento de manejar una ambliopía pasada resultará usualmente vano. En ese orden de ideas es claro que el tratamiento de las entidades ambliopizantes así como el tratamiento de la ambliopía misma debe instaurarse antes de los siete años de edad para lograr algún grado de éxito terapéutico, siendo más intensa la respuesta mientras más temprano se inicie la corrección del problema.

(Lea También: Oftalmología en Niños y Adolescentes, Urgencias)

Infancia tardía y adolescencia

Los niños mayores y adolescentes comparten la mayoría de enfermedades oculares. Las ametropías y particularmente la miopía y el astigmatismo se hacen cada vez más evidentes, en parte porque la progresión de los defectos aumenta, y en parte porque las necesidades visuales se hacen más exigentes debido a la actividad escolar y deportiva.

Aunque después de los siete años de edad ya prácticamente no existe la posibilidad de ambliopía por un defecto refractivo no corregido, estas alteraciones deben compensarse con el uso de anteojos con el fin de prevenir problemas académicos y accidentes.

La socialización con compañeros y el interés creciente por el sexo opuesto, característicos de esta época de la vida, son responsables de la resistencia de los niños y principalmente los adolescentes al uso de anteojos, llevando a que muchos pacientes prefieran tolerar los inconvenientes relacionados con una muy mala visión evitando el uso de las gafas.

Una alternativa, que debe restringirse a la adolescencia, son los lentes de contacto; sin embargo debe aclararse que para iniciar su adaptación, el paciente debe estar usando anteojos y debe además comprometerse con un cuidado adecuado y un uso prudente de los lentes de contacto.

Las enfermedades externas manifestadas como episodios de conjuntivitis bacteriana son también frecuentes.

El cuadro clínico se reconoce fácilmente por la presencia de ojo rojo, ardor y prurito, asociados con secreción amarilla o verde. El inicio de un tratamiento oportuno garantiza el éxito terapéutico.

En los casos leves y moderados no es necesario realizar un estudio bacteriológico y el uso de antibióticos tópicos de amplio espectro en forma empírica suele ser suficiente.

Tobramicina, sulfacetamida al 10%, o incluso cloranfenicol, pueden utilizarse con una frecuencia de hasta cada una o dos horas en las primeras 24 a 48 horas, reduciendo la dosificación a cada seis u ocho horas hasta completar una semana de tratamiento.

Los casos severos requerirán de una coloración de Gram para definir el antibiótico ideal, confirmando la decisión con el resultado de un cultivo.

Es muy importante recordar que aunque la mayoría de casos tratados empíricamente resultan ser efectivamente de tipo bacteriano, algunos pacientes tienen un cuadro de base viral, con frecuencia herpético o micótico.

En estos casos el uso inapropiado de medicamentos que contengan esteroides puede llevar a complicaciones serias que incluyen ulceración de la córnea, endoftalmitis, perforación ocular y ceguera.

Por estas razones es imperativo que las muy populares presentaciones comerciales que contienen mezclas de antibiótico con esteroides sean abolidas del vademécum del médico no oftalmólogo.

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