La Locura de Don Quijote, Epílogo
“Human kind / Cannot bear very much reality.”
T. S. ELIOT, en “Burnt Norton”, I. Four Quartets, 1936.
La humanidad no tolera demasiada realidad
En la historia de las culturas y civilizaciones de occidente las palabras del inmenso poeta son ciertamente valederas y sirven bien como epígrafe final a esta aventura intelectual: “La humanidad no tolera demasiada realidad”. La fantasía, capaz de transformar la realidad en bien o en mal, no sólo es la razón de ser de la literatura, la poesía y buena parte de las expresiones artísticas sino una forma idónea para controlar los embates de angustia existencial. Aparte del sentido psicológico que pueda tener este concepto, la necesidad del hombre de apartarse de la realidad por medio de la fantasía le lleva a enriquecerla y hacer de ella a veces la directriz de su ambición por hallar la belleza, que en el fondo significa tan sólo satisfacer sus anhelos de alcanzar la felicidad.
En esa búsqueda, Don Quijote viaja incansablemente por la geografía y la historia de España sobre el lomo de Rocinante. En la cueva de Montesinos baja a las sombras y al mundo de lo absurdo en donde prevalece lo grotesco, y viaja también a las alturas en un caballo de madera, Clavileño. Don Quijote deambula por el amplio universo de su imaginación que equivale a viajar por su mundo interior en donde se extravía en el extraño laberinto de la locura para regresar finalmente a la cordura de Alonso Quijano el Bueno.
(Lea También: La Locura de Don Quijote, Bibliografía)
Cyrano de Bergerac, en la obra de Edmond Rostand:
Al emprender su viaje imaginario de aventuras a la luna empleaba para hacerlo el insólito método de atarse al cuerpo frascos de rocío que al seguir su tendencia a elevarse hacia el cielo le permitían ascender junto a él. Y en la leyenda asiria de Gilgamesh, anterior varios siglos a la Biblia, el héroe se lanza en busca de la planta que le habría de proporcionar vida eterna atándose unas piedras a los pies para descender al “fondo del mar sin fondo” en donde encuentra finalmente la anhelada planta.
En el viaje que hemos intentado para explicarnos con un poco de fantasía la locura de Don Quijote, hemos tenido en cuenta el principio que afirma que la interpretación de cualquier obra es un privilegio universal mientras prevalezca la honestidad y no el deseo de conquistar a cualquier precio la originalidad, como lo ha señalado con acierto Fernando del Paso.
Me resta finalmente agradecer la valiosa y activa colaboración de Rubén Salazar Gutiérrez en la empresa de concebir y escribir este estudio.
Rubén es un médico y humanista de valía que tiene un alto concepto de la amistad y sabe lo que significa analizar el psiquismo de los personajes ficticios de una obra. Su vasta ilustración, respaldada por su selecta biblioteca, fue factor de importancia para llevar a buen final este trabajo. Agradecer también a Efraim Otero Ruiz, médico, poeta y humanista por su magnífico y bien escrito prólogo. Y a las Academias Colombiana de Historia y Nacional de Medicina por su colaboración generosa y amable en la publicación del libro.
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