Caminos de Indagación del “Ser y no Ser”

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Fueron los griegos los que más se preguntaron sobre el ser humano:

Especialmente Parmé­nides (450-439 a.C.) y luego Platón (427-347 a.C.), Aristóteles (384-322 a.C.) y el primero de llamado de Elea quien fue un legislador discípulo de Jenosfanes de Colofón y de Anaxí­menes. Parménides se pronunció con respecto al “ser” que “sólo éste (‘el ser’) es”, y que “el no ser” (302), “no es”; esta aseveración se le achaca también a Aristóteles. De tal forma “el ser es” “lo que permanece idéntico a sí mismo”, lo que implica lo que “es su identidad”, lo inmutable o lo que se denomina “la esfera de Parménides”, el cual a la vez escribió su obra poética didáctica en hexámetros con el nombre de “sobrenaturaleza” con un lenguaje homéri­co.

El citado autor afirmaba que: “es necesario decir y pensar que el ‘ser es’ y que el ‘no ser, no es’”; aquí en la segunda parte de la acción al decir “el no ser no es”, es la afirmación de la negación, lo que equivale al “no”; sin embargo, habría que preguntarse si cabría la pregunta:

“Cuando hablamos del ser es porque es, que es ser”; lo contrario equivaldría a que “no po­dríamos hablar del ser cuando no es ser”; al definir el “no ser” es entrar a la “aceptación de que no existe el ser”, porque “no es”. Lo que si ocurre es que el ser puede cambiar “de ser a no ser” o “se es o no se esy ahí cabría la afirmación con certeza de que “el no ser” implica que “no se es”. Todo esto nos lleva a manejos lingüísticos del “ser y no ser”.

De una u otra manera, nos encontramos también con caminos de indagación sobre “el ser y no ser”:

El primero sería el que no es factible al hablar del ser que no sea, el segundo la afirmación de que no es y también que no sea. En el primero nos acompaña una verdad, en el segundo una incertidumbre. Todo esto nos lleva a una simple conclusión: lo que es, es y lo que no es, no es. Esto último también nos lleva a la conclusión que el ser y no ser, es lo mismo y no es lo mismo. Dentro de estas disquisiciones anteriores, ¿cómo se prueba que se es o que no se es?, puesto que no hay manera de probar el concepto de lo que no es cuando no es registrado por la sensopercepciones.

De una u otra manera, la vía de la verdad, o la determinación de lo que es, se realiza por signos, señales, conjuntos de predicados que nos muestran de alguna manera algo unitario, coherente, integrado y no contradictorio. A su vez, es necesario que cuando entramos en estas disquisiciones al problema probatorio “de lo que es y no es”, irremediablemente nos encontramos con argumentaciones filosóficas, lógicas e inclusive matemáticas y aún probabilísticas en el sentido de si va a llegar a “ser” es porque “ya es algo que puede ser”. Dentro de este campo cuando se habla que “el sujeto es”, de al­guna forma pertenece a “una fuerza que sujeta el objeto, para ser el ser uno” (Yo ente).

Volviendo a Parménides, existe la afirmación y la negación del ente, del hecho y de todo acontecer cosmológico, origen, evolución, principio y fin, nacer y perecer, ser y no ser, variar de lugar y de color (303).

De una u otra forma en los textos de Parménides aparece la metáfora y formas con propiedades diferentes, fragmentadas y aún opuestas que pertenecen al macro y al microcosmos; por ejemplo, los conceptos calificativos de alto, bajo, ancho, delgado, grue­so, denso, fluido, recto, curvo, superficial, profundo, centro, margen, lleno y vacío, calor, frío, nacimiento y muerte. Todos estos últimos términos con sus significados y sentidos surgen de la sensopercepción de todo lo que existe y se posee cierto posible conocimiento.

En todas estas vías de comprender al “ser humano en el cosmos” o viceversa a éste y en él nos encontramos con las funciones que nos permiten tener consciencia y por ende cono­cimiento:

Es decir, de la “conciencia” se pasa al acto o hecho del conocimiento; téngase en cuenta que en el ser humano participa no solamente la indagación, el conocimiento (represen­taciones) sino lo incluyente y excluyente o inescrutable que hay en la afirmación positiva que nos conduce a la afirmación: “se es”; a la vez, cuando en textos anteriores se hizo referencia a que “eso que es, es y no puede no ser”; este camino sería el de la verdad, y el segundo “el de no ser”, es el de la negación.

Existiría una tercera vía y es el de la creencia basada en la ex­periencia sensible y comprobable con presencia, apariencia y comprobación o demostración de que se es, y lo que Platón en La República (447) muestra cómo existe algo de lo existente que se puede conocer y lo no existente que se conoce y en medio estaría una franja intermedia que sólo equivale a una idea, creencia u opinión. De una u otra forma, siguiendo cualquier camino, el hombre utiliza su sentido, su razón, su lógica y llega a la conclusión de cómo “ser y no ser son lo mismo y no lo mismo” como se enunció anteriormente. En este momento, re­c

ordemos a Heráclito (535-475 a.C.) que se pronunciaba así: “el camino hacia arriba y abajo es uno y el mismo”, sin embargo, no es lo mismo, pues se camina hacia arriba o hacia abajo en sentidos contrarios en el mismo camino; este mismo filósofo se refería a que “se quiere y no se quiere”, “al divergir se converge”, “al cambiar se está en reposo”. Todas estas figuras aparecen contradictorias pero tienen un común denominador con variables positivas y nega­tivas de acuerdo con el valor que se mida.

Continuando con las ideas de Parménides nos encontramos con los conceptos de pasado y futuro, los cuales carecerían de sentido para el ente, pues este está en un perpetuo presen­te, más cuando “el ser uno” es continuo en cuanto concepto espiritual y discontinuo en la consciencia vital; además “la unidad y continuidad” nos llevan al concepto de eternidad, lo que contradice al principio y fin; y, solamente son factibles estos postulados comprendiendo que son partes fragmentarias de ciclos.

A su vez hay que distinguir entre lo inmortal y lo in­mutable, y la transformación mutable cambiante; lo eterno es el cosmos dinámico, mutable cambiante, esto si aceptamos que todo nace y muere, se construye y se destruye, se origina, desarrolla y tiene su fin “para ser y no ser”; en esa continua transformación reside la inmu­tabilidad del todo.

Dentro de estas concepciones, a nivel cosmogónico y humano puede aceptarse “al ser como uno y continuo y homogéneo mientras se es individual y colectivo”.

Esto implica que puede dejar de ser humano y lo que es ahora no va a ser después, cuando la existencia de la humanidad se acabe; por ahora existen cambios, cohesiones y equilibrios con igualdades y desigualdades dentro de una uniformidad cuestionable en el sentido de que sea completa, pues siempre existe la posibilidad de cambio en la temporo-espacialidad presente.

De igual manera aquí nos encontramos con la gran paradoja del “azar determinista”, y de cómo están siempre presentes la vida y la muerte, las cuales están ahí y concurren al tiempo; vivimos y morimos a cada instante y nacemos para crecer desarrollarnos y morir.

Es por esto por lo que vida y muerte si son paradógicamente opuestos uno incluye al otro e intrínsecamente pertene­cen al orden y al equilibrio gracias a múltiples factores, entre ellos el azar y el determinismo; además del desarrollo implica separación, división y unión, orden y desorden, equilibrio y desequilibrio, vacío y completud, los cuales incluyen las ideas continente y contenido; es por esto por lo que pensamos cómo no existiría el cosmos sino hubiese un espacio que lo contuviera; y, el vacío es la posibilidad de aceptar la finitud e infinitud.

De todas formas la materia-energía con todas sus manifestaciones naturales aparecen en la especie conocida como hombre, con toda la factibilidad y posibilidad de que existen especies (nuevas, diferen­tes) por ahora no conocidas; he aquí un largo camino del “ser” y “no ser”, el “no ser” como terminación definitiva o como cambio a otra situación diferente. Téngase en cuenta cómo todas estas disquisiciones filosóficas pertenecen a consideraciones obviamente lógicas.

(Lea También: Los Mitos una Fuente de Conocimiento)

Algunos filósofos como John Burnet (304) conciben al presocrático Parménides como “pa­dre del materialismo” quien se refirió al ente corpóreo, finito y circular.

He aquí muy posi­blemente lo que heredó el positivismo del Siglo XIX deseándose desde siglos atrás tener un lenguaje especial para describir lo incorpóreo.

Recuérdese que Platón fue el que introdujo las palabras: “σωματικόν (sōmatikón, “corpóreo”) y ἀσῶματον (asômaton, “incorpóreo”) que operan con los vocablos (aisthētón, “perceptible”) / νοητόν (noētón, “inteligible”); a su vez estos términos se relacionan o interconectan con el concepto de “pensamiento”; de estos últi­mos textos se infiere cómo el ser, requiere de la capacidad de idear y a la vez de comunicarse, de lo perceptible, inteligible, corpóreo, incorpóreo para discernir; a su vez, “se puede ser un ente no pensante” pero no ser humano común y corriente.

He aquí la Moira repartidora del destino o personificación del destino hija de Ananké, (necesidad) y entrelazada con su compañero el “dios del tiempo Cronos”, y, a la vez, (temidas por Zeus de acuerdo a la mitología griega), de donde partió el pensamiento filosófico de occi­dente. A todas estas ¿quién es la madre que dio origen a Ananké? Esta temática referida a la “necesidad” y su relación con el azar y el determinismo están planteados en el capítulo III.

Nótese en estos textos cómo llegamos a la “determinación del ser”, de sus orígenes, de “lo que se es y no se es”, de las necesidades, de “lo que puede pensarse y de lo que no puede pensarse, y el pensamiento de qué es y son lo mismo” (305).

Aquí vale traer lo que los filósofos Diels, Von Fritz, Vlastos (306) le dan al sentido de los versos 34 a 37 de Parménides de que: “el pensar es lo mismo que aquello que es causa de pensar”; luego causa, origen y hecho serían lo mismo o estarían en una misma consecuencia, pero no tendrían una misma identidad; si bien el que piensa es el hombre, a éste no se le puede negar la existencia, porque el hombre no pensante, sigue siendo hombre sin pensar; por ejemplo el hombre con parálisis cerebral seve­ra.

Lo seguro es que existe una relación entre el ser y el intelecto, a su vez que con el cambio témporo espacial y de posibilidades dentro de la realidad, la irrealidad o la fantasía.

Por lo general se entiende al ser como un “accidente” en la evolución de la naturaleza y existen sólo según su circunstancia; a la vez puede estar presente, el “accidente” que es lo que no sucede siempre; por ejemplo, “una mutación” conlleva “un cambio” para “crearse otro estado” y aún otra especie.

Pensemos en nosotros mismos que pudimos ser concebidos por accidente y no por la planificación y la propia voluntad determinada, sino por una necesidad y azar, estas últimas siempre están presentes en el fondo de alguna forma como un principio de causalidad en la creación del ser humano:

¿Será que buscamos la justificación?; luego la causa deviene como una condición verdadera y cuyo efecto también es verdadero; de esto podemos concluir que todo deviene necesariamente como unión, fusión en donde participa la atracción, recepción y transmisión de potenciales físico-químicos en que el accidente está presente puesto que el espermatozoide encuentra por accidente y por un determinismo quími­co natural al óvulo y éste lo recibe y es fecundado sin la propia voluntad (libre albedrío), lo cual no se establece sino cuando se constituye la organización del ente (ser); más si es la vo­luntad de la naturaleza y si a esta le damos esa capacidad o función que solo la consideramos propia del ser humano.

Por lo tanto, azar, determinismo, necesidad, accidente, pensamiento, naturaleza son reacciones en cadena que produce sus efectos mas no son indeterminados. A su vez, el hecho accidente por azar puede que no tenga una causa conocida sino que el azar es la causa del hecho accidental.

En resumen hemos traído las ideas esencialmente filosóficas de los presocráticos Par­ménides, Aristóteles, Platón y los usos fundamentales del “término ser”, sus significados, necesarios, accidentales, sus cualidades, algunas interpretaciones filosóficas, el significado existencial, el ser según la modalidad de la necesidad, de la verdad, la realidad e irrealidad y la fantasía y sus encadenamientos con el azar determinista, así como la circunstancia y la posibilidad que tiene el ente.

Existen doctrinas que hacen referencia a la interpretación del ser, unas filosóficas, otras matemáticas, físicas, empíricas; las primeras nos llevan al siglo XX, a la “filosofía existencial”, al “ser y el tiempo” y “el ser ahí’, en cuanto se comprende y proyecta su ser sobre posibilidades” como lo deja planteado Heidegger y “el ser y la nada” de Sartre.

En esta temática del “ser y no ser” se traerán como ejemplos un sueño de Descartes, así mismo estos planteamientos en las obras de Shakespeare y Cervantes307 y aún en alguna forma en García Márquez.

Esta temática paradojal de “ser y no ser” tiene una íntima relación con “la verdad y la mentira”, con la prohibición, con “el sí y el no”, con la atracción y el rechazo constituidos ya cosmológicamente en las partículas subatómicas con cargas y sin cargas, con la constitución de materia y antimateria, huecos negros y “big bang”, con el funcionamiento de las partículas atómicas como el electrón y sus órbitas, siguiendo las leyes o principios de Heisenberg y Pauli.

De esto último se plantean que el “estnon” (“el sí y el no”) están presentes en el universo macro y microcósmico en donde también se incluye y comprende la tendencia a la unidad o a la fusión en una totalidad, para luego pasar al ciclo de la explosión, el caos y así sucesivamente. Este último concepto ha sido explicitado en los capítulos del II al VII.

Ahora me propongo hacer una interrelación de cómo surgió el “sí y el no” a través de millones de años, desde la aceptación de un electrón de un átomo en la órbita de electrónica de otro y así mismo en las moléculas simples y complejas o macromoléculas y así llegar a los organismos uni y pluricelulares hasta la aparición del Homo erectus que pasó a ser Homo sa­piens (pensante) y se iniciaron, lenta y progresivamente todos los procesos evolutivos como la normatividad territorial (heredada de las especies anteriores).
La distribución de los alimen­tos, la cronología biológica de la hembra, la maternidad y la crianza, la necesidad de comer y de protegerse del medio ambiente (frío, calor, lluvia, etc.) y, más delante, la selectividad de los grupos primitivos, junto con la aparición de los asentamientos humanos que luego per­mitieron establecer organizaciones sociales y administrativas.

Fue así como se construyeron todos estos conceptos socioculturales normativos, en los que se manejaban “el sí y el no”, las leyes comunales y los diferentes límites de la relación del hombre con el hombre, y de éste con el concepto y la idea de un ser supremo o Dios308, o con el ser humano y con el cuestio­namiento introspectivo del “ser” en su esencia y el “no ser” lo que equivale al “si” y al “no” o a “lo positivo y lo negativo” a “la aceptación y el rechazo” de lo que se trata en este caso del “ser”.

La temática del “ser” como se deja explícito en textos anteriores, ha sido tema en que se ha ocupado el hombre desde antaño; así nos encontramos con los postulados de Sócrates, Pla­tón, Parménides, Aristóteles, Homero, Santo Tomás, Kant, Hegel, Locke, Hartmann, Wolff, Kierkegaard, Sartre, Heidegger.

Unos clasifican el concepto de “ser” según su uso predica­tivo y otros existencial con hipótesis y con la diferencia por ejemplo de “ser algo” o el “ser” absoluto; de ahí la diferencia entre dos significados y sentidos, a la vez, de que el término puede ser usado como verbo o solamente predicado; en este último caso existen tres doctrinas fundamentales:

1. La que se refiere a la herencia, 2. A la identidad y 3. A la relación; la pri­mera es de pertenencia, de cualidad y cantidad; la segunda es más de substancia, de supuesta esencia y la tercera la de relación que se presenta entre sustancia y esencia.

A todas estas estaría la calificación esencial de la realidad universal en donde participa “el hombre como un ente diferenciado”. Cuando nos referimos a la clasificación de identidad hay que pensar en lo que significa este término. Cuando nos referimos a la relación predicativa lo hacemos en un sentido subjetivo pero con una consideración también objetiva.

Dentro de este pensamiento está el de Descartes que dice: “entre mis pensamientos, algunos son casi las imágenes de las cosas y sólo a ellos conviene precisamente el nombre de idea, como cuando me represento un hombre, una quimera, el cielo, un ángel o a Dios mismo. […] a la idea de ese objeto y de este género de pensamiento algunos son llamados emociones, otros juicios, por ejemplo cuando digo Dios es justo; Dios es el sujeto, justo el atributo y la palabra es señala la acción y el sujeto al mismo tiempo” (Abaggnano, M., 1997).

Cuando nos referimos al significado fundamental del ser como existencia primaria y fun­damental lo hacemos teniendo en cuenta la dependencia de todas las manifestaciones e in­terpretaciones según las necesidades del mismo pensamiento. A su vez, también podemos hacer referencia al deber y poder ser y a las necesidades del ser con sus limitaciones. A todas estas cuando nos referimos al ser humano lo hacemos a la existencia en la realidad y no en la virtualidad.

Aquí podemos pensar si el término es aplicado a un concepto físico o matemático y la respuesta no puede ser afirmativa porque cuando nos referimos a la virtualidad lo hacemos a un ente no vivo y sólo consideramos que existe en nuestra mente como un pensamiento y un conocimiento; uno es el conocimiento humano del ser y otro el de la máquina que conoce y tiene la información pudiéndola proyectar como un robot (obviamente máquina y no huma­no) (309). Por último tenemos el pensamiento del existencialismo del “ser y el tiempo”. “El ser y la nada, el ser ahí”.

Estas disquisiciones o consideraciones que se formulan son para tenerlas en cuenta en cómo el hombre ha tenido que definirse a sí mismo desde su propia existencia y desde el momento en que aparece la consciencia. Aquí nos enfrentamos a los dos términos “el sí y el no”. Esta temática del “sí y no” del “ser y no ser”, el “no saber o conocer”, “la verdad y la mentira” se puede descubrir en los diferentes mitos. Los mitos aparecidos en la Sagrada Es­critura como el de Adán y Eva, el de Caín y Abel y en los mitos griegos como el de Tiresias, Edipo, Narciso y Eco, de los cuales me ocuparé posteriormente.


302 Las bastardillas y comillas son mías.

303 Platón, Diálogos (vol: V: Parménides. Teeteto. Sofista. Político). Trad. Y notas de María Isabel Santa Cruz. Madrid: Editorial Gredos, 1988.

304 Burnet, John (1930). “Parménides of Elea”, Early Greek philosophy, 4a. edition (en ingles), New York. Meridian Books, pp. 169-196. Library of Congress catalog card number 57-10842.

305 Guthrie, WKC., (2005). “Historia de la filosofía griega”, II, Editorial Gredos, pág. 59

306 Op. cit., Guthrie, WKC.,2005, p. 53

307 Cervantes nació el 29 de Septiembre de 1547 y murió el 22 de Abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente el 23 de Abril, el mismo día y año en que muere Shakespeare 23 de Abril de 1616. (Estas fechas corresponden al calendario Juliano establecido en el año 46 a.C., por Julio Cesar; en el calendario Gregoriano establecido en 1582, el 23 de abril corresponde al 3 de Mayo de 1616).

308 Dentro de este contexto “la idea o concepto de Dios” surge como un producto de la evolución del hombre pensante (Homo sapiens). Esta es una posición antropológica diferente a la de los filósofos antiguos y posteriormente a la de los teólogos de occidente en nuestra cultura.

309 Es importante tener en cuenta que en el “conocimiento” y más aún en la “consciencia” opera todo el apa­rato mental con sus instancias Ello, Yo y Superyó, así como las funciones neuropsíquicas en donde funciona o participan las energías electromagnéticas y de las partículas cuánticas.

Entiéndase bien que el ser humano desde el momento de su concepción ya viene determinado con codificaciones y potenciales en los cromoso­mas que van a organizarse y diferenciarse biológicamente en los diferentes sistemas que se interrelacionan para la conservación de la vida y la especie; es así como nos encontramos con las leyes de la evolución de las especies y la aparición de las mismas para llegar al ser humano.

Es bien conocido la evolución neurobioló­gica embrionaria para constituir el sistema nervioso central, los órganos de los sentidos, el sistema nervioso periférico y autónomo; una vez establecidos estos órganos tiene la evolución en todos ellos para llegar a las sensopercepciones que se inician desde la vida fetal y luego aparece la función de la consciencia.

De tal manera, no podemos pensar que la mente viene (como una tabula rasa) sin ninguna codificación; entonces ,las sensopercepciones son producidas dentro de la evolución por una organización en los órganos y funciones neurológicas para ser y hacer la base del consciente y el inconsciente.

Si consideramos que el inconsciente es un derivado de la función consciente porque para ser consciente ha debido pasar por la cons­ciencia; esto no es muy válido porque las codificaciones que provienen de los cromosomas no tienen cons­ciencia pero sí tienen capacidad para volverse conscientes porque son inconscientes; sin embargo, no todo lo inconsciente pasa a la consciencia.

De esto podemos inferir que lo primigenio fue el inconsciente, atemporal, atópico, amorfo y sirvió de base para tener la posibilidad de ser consciente.

Todo esto se entiende que se realiza en una organización neuropsíquica que en el psicoanálisis lo llamamos “Yo” el cual es el encargado de la totalidad de la persona.

El concepto de Yo para Freud es una “instancia tópica, dinámica y económica que tiene unos procesos específicos psíquicos generados por pulsiones energéticas” (energía psíquica) que se van diferenciando en virtud de contacto con la realidad exterior y como resultados de las identificaciones con los vínculos externos y la participación del sistema preconsciente-consciente.

Son distintos los conceptos del Yo psíquico y el Yo corporal pero en ambos se regulan los instintos, la re­lación con la realidad, con el sí mismo o self, se procesan las sensopercepciones, la capacidad de reacción placer-displacer, el de reacción-defensa y motórica, las reacciones neurofisiológicas y psíquicas, las funcio­nes intelectuales, los procesos para conocer.

Las funciones del Yo establecen una frontera entre el mundo interno y el externo y así el contacto con la realidad, la percepción de la consciencia, el manejo de la ansiedad y de la frustración, la elaboración de la fantasía, la preservación del autoestima, el acceso a la motilidad, la mediación con el Superyó, consciencia moral, los mecanismos de defensa y adaptación, la función sintética, la capacidad de memoria y la inteligencia y otras funciones como la atención, la imaginación y la del aparato de pensar.

Téngase en cuenta que en el Yo se establece el campo de la consciencia, se manejan los deseos y prohibicio­nes, la representaciones; de tal manera, el Yo nace por delimitación perceptual cuando existe una diferencia­ción de lo que se siente, se vive y se percibe dentro del sí mismo y de lo que está afuera que es diferente; he ahí el origen de la consciencia.

Los estudiosos de esta temática tendrán que referirse a los textos psicoa­nalíticos; sin embargo, para el tema que se está exponiendo el de “se es y no se es”, “si y no”, se requiere la percepción consciente y la comprobación; por lo tanto para ello se requiere la consciencia del Yo y la diferenciación con “el no yo” u otros a través de los sentidos.
Y para ello es necesario el estímulo respuesta, la energía, que funciona en las neuronas y que en las cuales se realiza la diferenciación con codificaciones específicas para establecer el “Yo No-Yo”, el dentro y fuera; todo esto equivalente al ser y a la percepción tiempo-espacio. (Consultar los libros: “Cerebro-Mente.

El pensamiento cuántico”, 2009 y “Modelos Psicoa­nalíticos. Arquitectura y Dinámica del Aparato Mental”, 2002).288 Ver capítulo VII del libro “Cerebro Mente. El pensamiento cuántico”, G. Sánchez Medina, 2009.

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