África en América, Una Historia por Contar

África en América, afrocolombiano
*Versión escrita, corregida por el autor, de la conferencia dictada en la Sala Fundadores
de la Universidad Central, el 7 de octubre de 1998.

Juan de Dios Mosquera
Movimiento Nacional por los Derechos Humanos de las Comunidades Afrocolombianas Cimarronas

El Movimiento Cimarrón es una organización nacional que nació hace 22 años con un pequeño círculo de estudios afrocolombianos y tiene como misión promover la organización autónoma, la educación, la concientización y la participación del pueblo afrocolombiano para que pueda conocer sus derechos, para que pueda ejercer sus derechos, para que pueda autogestionar su desarrollo económico, social, cultural y político.

Cimarrón educa para la eliminación del racismo en nuestro país, promueve la gestión para la eliminación de la discriminación racial; también trabaja por la promoción de la mujer afrocolombiana, con una consigna:

“Mujer, sin ti nada es posible”; trabajamos por el desarrollo empresarial afrocolombiano, ahora con un proyecto que se llama “mundo afro”, comunidades afrocolombianas de fomento micro empresarial; trabajamos por el desarrollo de la identidad afrocolombiana, o afrocolombianidad, nuestra identidad étnica, histórica, cultural, política, afrocolombiana y, finalmente, queremos construir en este país un proyecto político autónomo que le permita al pueblo afrocolombiano liberarse políticamente y construir y generar sus propios voceros, sus propios representantes, surgidos no del azar, ni de la voluntad individualista o figuracionista de equis o ye político negro.

Nosotros queremos gestar en el propio proceso organizativo, en nuestras propias escuelas de liderazgo, en el trabajo social y comunitario, los líderes que puedan representar genuinamente las aspiraciones, los anhelos, ese proyecto de vida con dignidad y con identidad que han estado anhelando el pueblo afrocolombiano en estos 500 años.

Y quiero que compartamos hoy entonces qué es eso de nuestra afrocolombianidad; cómo puedo yo fijarlos a ustedes para que después le exijan más a su Universidad, le exijan más a sus profesores, porque históricamente se ha cometido un crimen, se ha cometido un gran etnocidio cultural contra los colombianos.

Es invisibilizarles, desconocerles, no permitirles el que los colombianos y las colombianas conozcan y asuman su raíz africana, conozcan y asuman su raíz afrocolombiana.

Es confundir al pueblo colombiano, haciéndole creer que afrocolombianidad es negritud, es melanina, es color de piel.

Vamos a empezar diciendo que nuestra nación, Colombia, es una nación mestiza, es la síntesis de millares de Áfricas, con millares de Américas indígenas, con decenas de Europas, y con decenas de Asias que en estos 500 años se han sincretizado para dar lugar a la sociedad que nosotros hemos heredado y estamos protagonizando ahora.

Y esta nación surgió de todo ese conjunto de relaciones de explotación que impusieron los dominantes europeos, que posteriormente secuestran a millones de personas africanas, y en un genocidio, en un holocausto impresionante jamás conocido por la humanidad, durante más de cuatro siglos, los someten a la esclavización y los condenan a trabajar, legitimados en la supuesta voluntad de Dios, y que destruyen, desequilibran, asesinan a millones de pobladores originales de estos territorios, legitimándose en la potestad que supuestamente Dios le entregó al Papa, y luego el Papa les cedía a los monarcas portugueses y españoles, les cedía la potestad de dominio y propiedad sobre las tierras y las riquezas y reinos que descubrieran.

Bajo esa justificación religiosa se legitimó la conquista, la colonización y la esclavización de millones de hombres y mujeres, y de millones de hombres y mujeres indígenas. Y de eso surgimos nosotros, cada uno de nosotros es la síntesis de África, de millares de Áfricas, con América, con los pueblos europeos y con los pueblos asiáticos, que tradicionalmente nos han enseñado a olvidar.

Pero aquí han llegado desde la época colonial, desde la propia conquista, muchos judíos, libaneses, palestinos, árabes y gente del norte de África, los llamados por los españoles moros, que se sincretizaron con nosotros y de quienes hoy encontramos muchos descendientes en la vida política del país.

El problema central es que nos han hecho ignorar nuestra identidad nacional, en virtud del etnocentrismo europeo, de ese sentimiento que las clases dominantes del país nos han inyectado.

Haciéndonos creer que la corriente civilizatoria de los colombianos comienza en Grecia y Roma, sigue luego en Francia, pasa por Estados Unidos y termina en Colombia.

La indigenidad solo nos permite conocer lo que está enterrado, lo arqueológico; no sabemos nada de las culturas vivas, de los pueblos indígenas que quedaron cimarroneando por el territorio nacional. Y sobre la afrocolombianidad, sobre nuestra africanidad se ha implantado un vacío, una enorme oscuridad, una enorme ignorancia que cada uno y cada una de nosotros tiene dentro de sí como un interrogante.

Esa africanidad nos ha sido negada en la familia, en la escuela, en la secundaria, en la propia universidad. No sabemos nada de África; no sabemos nada de nuestra afrocolombianidad y África está aquí, África vive aquí, África está entre nosotros y nosotras; África forma parte de lo más profundo de los sentimientos de cada colombiano y colombiana, aunque no seamos conscientes de esa realidad histórica, étnica y sociológica.

¿Y qué fue lo que pasó? Los europeos, para poder justificar la esclavización, el secuestro de los africanos hacia América, convierten a toda la diversidad africana, a esa complejidad de pueblos que llegaron aquí, en negros, sinónimo de esclavos, y sinónimo de sin alma. Y a la vez que no tenían alma, que eran seres irracionales, que no poseían cultura ni civilización, que eran feos, que eran malos, que eran salvajes, que eran desorganizados, que eran los hijos del diablo. Y esa fue la ética, la manera de ver a los africanos que se impuso desde el mismo momento que llegan nuestros antepasados a esta América.

En África los africanos no eran negros, los africanos en África tenían un nombre, tenían una identidad, tenían una cultura. Los pueblos se diferenciaron por sus identidades étnicas y culturales, por sus desarrollos históricos.

Lo más importante para un africano era el nombre, ese nombre que como los eslabones de una cadena, iban desarrollando en sí lo que la persona adquiría en el proceso de movilidad, de ascenso social.

Desde el mismo momento en que se nacía, se tenía un nombre, cuando eras iniciado como hombre o como mujer adquirías otro nombre y de acuerdo a la prestancia que tú tenías dentro de la comunidad, cada etapa de la vida era un nombre. Éste era lo más importante para un africano.

Al llegar a América toda esa complejidad africana es convertida en negro. Atrás quedan los nombres históricos, tantos pueblos, tantas culturas, en el momento en que pisan América empiezan a ser denominados los negros, las negras, el negro, la negrita, el negrito.

Y esa es la tradición que nos sigue hasta hoy, la adjetivación de la persona negra. Es convertirla en adjetivo. Y frente a eso hay dos cosas fundamentales, dos elementos que debemos tener en cuenta para considerar a África: primero, que África es la cuna de la humanidad; en África surge la especie humana; desde África la humanidad emigra y cubre todos los territorios del planeta.

Todos somos primos, todos somos parientes, así sea la persona que haya quedado ubicada en el Polo Norte, donde las condiciones ecológicas y culturales dan lugar a cambios de la piel, a cambios del color de los ojos, al tipo de cabello, en la adaptación de la humanidad, a los espacios psicológicos, y así somos el resultado de esa diversidad, de esa complejidad.

Mi sangre le sirve a un suizo, a un noruego, que cuando tenga un accidente yo puedo auxiliarlo, somos la misma especie humana, y esa especie humana surgió en África hace millones de años, y desde África se irrigó por toda la tierra.

Ese es el primer gran principio que debemos tener nosotros, frente a la humanidad y frente a la relación de cada ser humano con África.

África tuvo el mayor desarrollo científico de la humanidad antigua: los griegos y los romanos bebieron de los africanos.

Los europeos nunca habían llegado hasta Asia bordeando África, si no hubiese sido por los conocimientos de navegación que fueron adquiriendo pueblo por pueblo, donde iban haciendo estaciones, y eran los pilotos africanos que iban en los barcos los que permitieron a los portugueses y a los españoles rodear el Cabo de Hornos, el Cabo de Sudáfrica y llegar hasta India, llegar hasta China, llegar hasta Japón.

En las crónicas de Heródoto encontramos a África, en la Biblia, el Antiguo Testamento tiene numerosas referencias a las culturas africanas, por eso no es casual que en el mito, en el símbolo de los tres reyes magos, aparezca un rey africano. Todo esto es necesario que nosotros lo reconozcamos para hacer un replanteamiento de nuestra visión hacia nuestro pasado africano. En África estuvo la más famosa y mayor biblioteca de la humanidad, en Alejandría en el norte de África, que era el centro académico de la humanidad antigua.

Todo esto nos debe permitir a nosotros entender cómo Europa en el momento en que necesitaba explotar las riquezas americanas sumerge a África en una oscura noche de ignorancia, de desconocimiento, de negación que lleva a un hombre como Hegel a plantear que África era un continente vacío que no había aportado nada al desarrollo civilizatorio mundial y eso percibimos desde la escuela secundaria.

Los africanos en América, simplemente como negros, esclavos, como animales entran a enriquecer las sociedades americanas con todo el acervo cultural que ellos traían.

En el siglo XVII en Cartagena se hablaban más de 70 lenguas africanas.

Posteriormente, con la eliminación del tráfico, del comercio de africanos esclavizados, con la muerte de los africanos ancianos, se pierde la relación África–América y estas lenguas dejan su impronta en el idioma castellano, pero se pierden quedando solamente el palenquero, la única lengua criolla que los africanos lograron construir en nuestro país y que es un símbolo, un patrimonio lingüístico de la humanidad no reconocido por la cultura y la educación colombiana: el palenquero del Palenque de San Basilio, la tierra de Pambelé. Hoy día los afrocolombiano tenemos que restituirnos dos cosas fundamentales: primero, devolvernos la calidad humana que nos quitó el europeo cuando nos convirtió simplemente en adjetivo “negro”; y segundo, devolvernos nuestra identidad histórico cultural, reintegrándonos nuestra africanidad.

Devolvernos la calidad humana significa agregarle al adjetivo negro el sustantivo. Hoy en día no podemos seguir hablando como los esclavistas. Cuando se abolió la esclavitud en este país, no hubo una revolución cultural que cambiara esa actitud, esa mentalidad, ese lenguaje, esa forma de ver a los africanos en Colombia.

Y de tradición en tradición hemos llegado hoy a relacionarnos con el lenguaje que los esclavistas nos entregaron. Entonces no podemos seguir hablando de los negros. Debemos decir el pueblo negro, las comunidades negras, la persona negra, la gente negra, la mujer negra, y no la negra, el niño negro y no el negrito.

Devolverle el sustantivo a la persona negra significa reconocerle su calidad humana, y eso, para diferenciarnos dentro de la diversidad nacional, pero no podemos cambiarle el nombre a la persona negra, al compañero estudiante, al vecino, a la persona negra ocasional, cambiarle su nombre de Juan de Dios, por el adjetivo “negro”.

Porque las personas negras nunca llamamos a los hermanos mestizos o blancos “hey blanquito, hey amarillito, hey cafecito”.

Es necesario que cuestionemos ese lenguaje que heredamos de la esclavitud para saber cómo debemos relacionarnos, cómo debemos tratarlos hoy como personas, en equidad en derechos, en equidad en calidad humana.

De otra parte, devolvernos nuestra identidad histórico cultural implica devolvernos la africanidad, devolvernos el adjetivo afrocolombiano; entonces hablamos más que pueblo negro, más que el adjetivo negro, hablamos de pueblo afrocolombiano, de persona afrocolombiana, de mujer afrocolombiana, de niño afrocolombiano.

¿Qué es eso de pueblo afrocolombiano? Cuando nosotros hablamos de pueblo afrocolombiano estamos hablando de todos los colombianos y colombianas de origen y ascendencia africana. Y esos colombianos están conformados por tres grandes poblaciones:

La primera, la población africana criolla; los colombianos que han mantenido las características fenotípicas africanas gracias al aislamiento en que quedaron en la selva, en el Pacífico, en algunas zonas del Caribe.

La segunda población afrocolombiana es la población afroindígena, es el mestizaje de los africanos con los pueblos indígenas. La gran mayoría de la costa atlántica colombiana y los valles del Cauca y del Magdalena se formaron por el mestizaje que forjaron los bogas, aquellos hombres, aquellos africanos que traían las mercancías en grandes champanes o bongós desde Barranquilla hasta Honda y que paraban en unos sitios, los que en el pueblo paisa se llaman las fondas: en el Magdalena se llamaban las barrancas. Ahí descansaban y pernoctaban los africanos esclavizados y se relacionaban sexualmente con las mujeres indígenas y así surge ese pueblo café del valle de Magdalena, del valle del Cauca. Por eso los nombres de muchos pueblos a orillas del Magdalena se llaman Barranca de Loba, se llama Barrancabermeja, por que surgieron con fondas donde los bogas con sus grandes canoas y mercancías, pernoctaban.

La tercera población, es la población afromestiza, es el mestizaje entre los africanos criollos y el blanco colombiano, o sea el mestizo indohispano. Los hijos del africano criollo con el cundiboyacense, con el paisa mestizo blanco, con el santandereano, con el huilense.

Antiguamente el español llamó a estas tres poblaciones afrocolombianas: a los africanos criollos simplemente negros; a los afroindígenas los llamó zambos, y a los afromestizos los llamó mulatos.

Nombres animalizadores, subvaloradores, inferiorizantes, que querían mostrar al africano como una subespecie humana.

Hoy en día ya no podemos seguir utilizando esas mismas definiciones; porque tenemos la capacidad intelectual y crítica para cuestionar y transformar ese lenguaje colonial; cargado de toda alienación que significó la esclavización y la opresión, y no se justifica que sigamos utilizándolos consciente o inconscientemente.

¿Y qué es lo que ha impedido que nosotros, los colombianos, comprendamos esa afrocolombianidad? Debemos comprender esa afrocolombianidad como el conjunto de valores; que los africanos han aportado a la construcción y desarrollo de la nación en estos 500 años, valores económicos que están en la riqueza nacional.

Todo lo que significó trabajo, estaba en manos del africano; todo en este país; no se movió un ladrillo sin el trabajo del africano: el africano en la hacienda; con el africano en las minas de oro; el africano en la construcción de los pueblos; también el africano en la construcción de los palacios, de las murallas, de los castillos; además el africano tallando esas hermosas obras de arte que están dentro de las iglesias coloniales, porque el arte africano es la talla, la escultura de la madera; el africano creando como artesano, como militar o cocinando; el africano dándole de mamar, dándole la teta a los hijos del amo, o educando a los hijos del amo.

Cada hijo de un español prominente tenía su nana, esa madre africana que; desde que nacía hasta que se casaba y se iba de la casa, normatizaba, enseñaba, cuidaba, protegía. Por cada español que hubo en América había cien africanos esclavizados y quedaron cincuenta indígenas después del genocidio. Y ese africano compartió con el español todos los espacios de su vida.

Como dije antes, le cocinaba, era su cochero, era su guardaespaldas, trabajaba en su mina, trabajaba en la hacienda, lo curaba porque vinieron muchos médicos naturales africanos, que eran famosos durante la época colonial y curaban por igual a españoles, indígenas y africanos.

La cultura africana impregnó el conjunto de la cotidianidad y de todas las esferas de nuestras sociedades en América. La afrocolombianidad debemos asumirla como un patrimonio de cada colombiano indistintamente del color de la piel, indistintamente de la región donde hayamos nacido; la afrocolombianidad es un patrimonio de cada uno y es un patrimonio de la nación colombiana.

No depende de que yo diga que me gusta o no la gente negra, no depende de eso; tú puedes decir ” a mí no me gusta la gente negra”, la africanidad está en tus genes, en lo que comes, en el lenguaje. Centenares de palabras africanas quedaron en el lenguaje y las usamos todos los días.

Por ejemplo, el plato bogotano tradicional, el ajiaco, es una comida, una sopa africana, la palabra es africana. Así mismo nosotros hablamos de tango, bambuco, decimos caramba, decimos mondongo, decimos ganga, tantas palabras africanas que enriquecieron el castellano.

Está en nuestra música: nosotros cuando vamos a bailar nunca decimos me voy a bailar un vals europeo no. Decimos me voy a bailar mi salsa, mi cumbia, mi merengue, mi reggae. Voy a bailar lo que están inventando los jóvenes, el hip hop y esas cosas, todo afro, el jazz, ya sea que nos llegue de los E.U., nos llegue de Puerto Rico o de Cuba, o que lo hagamos en Quibdó o en Cali, lo hagamos aquí en Bogotá; lo que nosotros sentimos cuando vamos a bailar es la afrocolombianidad en la música.

La afrocolombianidad forma parte de la cotidianidad de todos los colombianos; y ¿qué es lo que ha impedido que nosotros asumamos esa afrocolombianidad -porque somos ignorantes en todos estos valores, porque nosotros no entendemos que África vibra en el interior de cada cuerpo-, el problema del racismo?

El racismo que nos dejaron los europeos, como un SIDA, como un virus.

El racismo que debemos entender como la mentalidad que nos crea la conciencia de que la etnicidad blanca; ese mundo blanco que nos sembraron los europeos en América, es superior y dominante; y que los mundos asiático, africano, indígenas y americanos son inferior y dominados, subvalorados. Desde que nacemos, a través del lenguaje, a través de la educación, a través del chiste, a través del juego; a través del gesto, a través de la cotidianidad, se nos va inoculando el racismo.

La mentalidad de que lo blanco es superior y dominante, eso lo tenemos todos como una película, ustedes y yo, desde que nacemos; y lo vamos desarrollando con los medios de comunicación, con la publicidad, cuando a través del lenguaje todo lo negro quedó como sinónimo de lo malo.

Hablamos de “suerte negra”, de “corazón negro”, de “negra intención”, de “la oveja negra de la familia”; y si queremos ponerle algo malo entonces “dólar negro”, “mercado negro”, “suerte negra”, “día negro”. El lenguaje agarró como una película toda la tragedia de la esclavización de los africanos; la televisión que está permanentemente agrediendo con mensajes racistas a la persona afrocolombiana.

A la mujer negra en televisión, es regla general mostrarla en las telenovelas como servicio doméstico, o a la persona negra como el malo, el ridículo o el sobreactuado; y después cuando nosotros vamos a la escuela vemos que nos enseñan la palabra papá, mamá; la imagen siempre está hegemonizando la imagen blanca, nunca nos enseñan con el papá negro, la mamá negra.

Y está la visión que nos dan en la academia, de la filosofía y del arte. Como dije antes, nosotros supuestamente aprendemos a hablar y nacemos civilizatoriamente en Grecia y Roma y no existían ni África, ni Asia, ni América.

Como que la gente no pensaba, no tenía lenguaje, y nosotros somos personas y tenemos historia, y somos culturas por ese principio básico que es el lenguaje.

Y se nos ha hecho ignorar las filosofías africanas, las filosofías asiáticas, las filosofías de los pueblos indígenas de nuestra América, de los que sí que tenemos que aprender.

Estos pueblos se desequilibraron con la dominación europea; cuando Europa descubre y explota el mundo, empiezan a desequilibrarse las relaciones históricas, filosóficas, artísticas, civilizadas de los pueblos que invadieron los europeos.

El racismo nos impide encontrarnos a nosotros mismos. El racismo tiene un efecto en la persona negra y un efecto en la persona blanca. Como ideología de dominación, ideología que nos hace sentir que lo blanco es superior y dominante. Esa ideología en la persona blanca, genera seguridad psicológica y afirmación de su propia personalidad, genera autoestima racial y cultural, genera complejo de superioridad.

En la persona negra o indígena como oprimidos históricos, genera inseguridad psicológica; autonegación de su personalidad africana, afrocolombiana, autonegación de su negritud; baja o carencia de autoestima racial y cultural y genera complejo de inferiorización, de subvaloración; genera crisis de identidad, del yo, del autoconcepto, de la autovaloración.

Y eso se demuestra, por ejemplo, en el matrimonio interracial. Cuando se va casar una persona negra con una persona blanca. En la familia mestiza hay rechazo, dicen: va a dañar la sangre de la familia; se sigue la tradición de los españoles de la sangre pura para los españoles, y la sangre impura para todo el mestizaje. Hay una actitud de preservación, de conservación de la raza, de la familia.

En la familia negra ocurre lo contrario. Hay aceptación, hay alegría, dicen: sí que tiene buena suerte, hay que arreglar la raza, hay que mejorar la raza, hay que alisar el pelo; hay una autoeliminación, un suicidio contra sí mismo, ese conflicto psicológico que llevamos los colombianos; como víctimas de esa ideología que no hemos cuestionado todavía, que apenas estamos hablando de ella.

Esa ideología que nos enfrenta a hermana y hermanos de la misma carne, que llevamos la misma africanidad, la misma cultura; pero que nos coloca una barrera.

Ese racismo es lo que nos ha impedido a nosotros asumir nuestra afrocolombianidad, como algo cotidiano, con orgullo, con sentimiento; como una riqueza de la cual nos debemos sentir profundamente satisfechos, porque yo soy más que uno, soy más que dos; yo soy la síntesis de todo el mundo, eso somos nosotros los latinoamericanos.

La síntesis de los diversos pueblos que llegaron aquí: unos de aventureros explotadores, otros secuestrados esclavizados; otros que vivían aquí subyugados, pero nosotros somos hoy la síntesis de todo eso, somos profundamente ricos; nosotros concentramos la esencia, la suma de la humanidad en este nuevo continente, en este nuevo hogar.

Entonces, es necesario que desde cada uno de nosotros revaluemos los conceptos que tenemos, recuperemos nuestra afrocolombianidad.

Eso implica adoptar nuevos conceptos, nuevos comportamientos, y educar al resto de la comunidad sobre quiénes somos; sobre cuáles son las raíces y los valores que le dan forma a nuestra identidad nacional; a ese proyecto difuso que por no tenerlo claro nos sigue permitiendo ese error y atropello de nuestra dignidad humana, hasta matarnos entre nosotros mismos.

Yo quiero invitarlos a ustedes a que desde la universidad asumamos la afrocolombianidad con el estudio afrocolombiano; con los estudios africanos, con eventos como estos y haciendo de la afrocolombianidad contenidos prácticos que debemos estudiar en la cotidianidad de la comunidad educativa. Hay que transversalizar con la afrocolombianidad las ciencias sociales, las lenguas, la geografía, nuestra cosmovisión histórica y filosófica.

Ya no podremos continuar con el etnocentrismo europeo, con el etnocentrismo blanco como única corriente; cuando nosotros en el espejo nos estamos mirando y vemos que no nos parecemos en nada a los europeos.

Como decía Bolívar, “nosotros somos más una emanación de África, de América que de Europa”. Y hoy deberíamos asumir eso como una ley, para volvernos a reencontrar en paz; para convivir digna y pacíficamente en el nuevo siglo, en el nuevo milenio que vamos a comenzar.

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