Certificación para ALTAIR

Productora de pollo y huevo desde hace treinta y tres años, es la primera empresa de la Costa cuya planta de beneficio recibe la certificación del Invima, y la quinta en Colombia.

Para buscar que la calidad del pollo, rasgo que siempre ha caracterizado su quehacer avícola, recibiera el aval de la autoridad oficial certificadora, este grupo familiar de cachacos que sentó sus reales en tierra caribe aceptó gustoso la invitación que hace dos años y medio le extendiera Fenavi para que adecuara sus procedimientos del beneficio de las aves a los parámetros del sistema HACCP (las siglas en inglés de Sistema de Análisis y Puntos Críticos de Control). Fue así como Altair integró un equipo con Nancy Jurado, gerenta de la planta de beneficio; la ingeniera de alimentos y jefa de aseguramiento de la calidad, Liliana Navarrete; el director operativo, Daniel González, y el jefe de la planta, Francisco de la Hoz.

La “carta de navegación” que les presentó Fenavi hace cerca de un año, incluía la compilación de documentos relacionados con las distintas actividades, cerramiento de la planta con muros y ventanales para aislarla de su entorno, pulimento de los pisos, y acondicionar un área específica para el empaque del pollo bajo temperatura controlada.

avicultores9102-26EQUIPO HACCP: NANCY JURADO,
LILIANA NAVARRETE, DANIEL GONZÁLEZ Y
FRANCISCO DE LA HOZ.

Como las buenas prácticas de manejo se han aplicado desde siempre, lo único que en ese tema implicó trabajar con la certificación como propósito del momento fue hacerlo de forma sistemática y puntual. Si hubo necesidad de hacer algo de énfasis a lo largo de la etapa previa a la certificación fue en la capacitación del personal de operarios de la planta, para la que se contó con la asesoría del Alfonso Arenas, experto en el manejo de alimentos y en general en el sistema HACCP. Temas como el de la trazabilidad, la calibración de equipos para garantizar estabilidad en la temperatura a la salida de los tanques de enfriamiento y otras especificaciones técnicas constituyeron la parte medular del programa de capacitación.

Valor de la certificación

Para la familia Jurado y su equipo, con la certificación Altair, está enviando al consumidor el mensaje de que sin importar el tamaño de la empresa ni la fama de que puede gozar, la calidad del producto es lo que debe tenerse en cuenta en la decisión de compra. Considera que igualmente para los clientes es algo así como una recompensa a la fidelidad que por tantos años han mostrado hacia el pollo criado, engordado y beneficiado por estos cachacos caribeños.

Con relación a los competidores, en este caso los de la Costa, la certificación expedida por el Instituto Nacional de Medicamentos y Alimentos, Invima, los enorgullece de forma especial por el hecho de que pese a ser modesta en volúmenes de producción es la primera en obtenerlo, y al respecto tienen claro que servirá de ejemplo para quienes están en el trabajo avícola, y que más temprano que tarde, todas las demás empresas tienen que incluir obtener la certificación en su agenda del futuro inmediato. Vista con una perspectiva de futuro, la certificación debe interpretarse como una muestra de la preocupación que asiste a los Jurado frente a lo que traerá consigo esquemas de comercio como los que plantea el Area de Libre Comercio de las Américas, Alca.

avicultores9102-26bPROTAGONISTAS DE LA CERTIFICACIÓN DEL INVIMA.

Adicionalmente, consideran que para Fenavi es un motivo de satisfacción mostrar que para ser eficiente en términos de calidad no es requisito exclusivo ser grande en tamaño, volumen o recursos económicos, lo que debe servir como aliciente para aquellos productores y procesadores de pollo de un perfil empresarial igual o semejante a Altair. Obtenido este reconocimiento, la empresa empezará a trabajar para que a la vuelta de un par de años tanto hacia adelante, esto es, comercialización, como hacia atrás, cría y engorde, sean certificados.

avicultores9102-27“TENEMOS LA MEJOR PLANTA DE
BENEFICIO DE LA COSTA
ATLÁNTICA”, NANCY JURADO.

De novillos a huevos y pollos

Lo que hace treinta y tres años no era más que el intento de un cundinamarqués por agregar algunos pesos a su flaco salario de administrador de una finca ganadera de Santa Marta, hoy es una verdadera empresa que por sus logros y desempeño rinde homenaje al nombre que escogiera su fundador, Braulio Jurado Ramos, pues Altair se llama una de las estrellas de la constelación del Aguila, de las más brillantes del firmamento. En la génesis, su historia parece, pues, calcada de la de una buena porción del universo avícola colombiano: alguien para mejorar el presupuesto familiar se la juega a la cría de aves, de lo que no tenía mayor idea, pero al que apalanca con muchas ganas, trabajo esforzado y el apoyo de quien, como en el caso de Jurado, su patrón le permite que en su finca levante su primer galpón (400 gallinas) con la única condición de que no descuide los bovinos a su cargo. Como a finales de la década de los 60 todavía era fácil empezar a ser avicultor con pocos pesos y aves, con los meses las cosas empezaron a dar resultados, Jurado vende unos terneros y el dinero que recibe lo invierte en la compra de mil gallinas blancas.

Desde un comienzo la familia se fijó como línea de conducta empresarial crecer sólo al ritmo en que lo hace el mercado, sin caer en tentaciones o sucumbir a los cantos de sirena que de tarde en tarde se oyen. Así, actuando con prudencia llegó el momento de abandonar el sacrificio manual que se hacía de noche en la granja, y se le encargó a una planta cuando el volumen de venta no podía seguir atendiéndose con ese método. Igualmente, en el momento en que las condiciones económicas lo permitieron, Altaír construyó hace siete años su propia planta de beneficio, con capacidad para 3 mil pollos hora, aunque hoy sólo se benefician 1.500.

Los Jurado aseguran que el pollo Altaír ha tenido desde siempre una acogida mayoritaria entre los samarios por dos razones: porque es de la región, lo que se interpreta como signo de frescura, y porque es más grande y pesado (3.5 y 4 libras) que el de la competencia. “Producirlo cuesta un poco más pero la calidad y el precio final lo compensan”, concluye Braulio Jurado.

 

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