“Nunca le Hablo de Eso”

Hablar temas difíciles con niños

Hay algunos niños pequeños que dan muestras de interés por el sexo. Otros experimentan erecciones —las nenas, comezones—, y se tocan sus genitales. ¿Qué hace la familia cuando descubre estas reacciones? Pues calificarlas de maliciosas; y se habla y se comenta de muy distintos modos, todos erróneos.

Al “culpable” —inocente culpable— no se le explica ni aclara nada, y se le regaña con indignación, se le amenaza, castiga y avergüenza. ¡Cuánta ignorancia reunida!

Lo primero que urge recordar en esto del sexo en la infancia, es la cuestión de las diferencias individuales. Y téngase presente que “reglas para todos sirven para nada”.

Hay niños y niñas eróticos, genitales irritables — erotismo infantil—, y niños y niñas no irritables o sin erotismo infantil.

Lo mismo ocurre en lo tocante a la curiosidad sexual. He conocido nenes de 2 años que preguntan y quieren saber, y he conocido muchachones de 11 y 12 años desinteresados por completo de este asunto. Y he conocido, por supuesto, grados intermedios.

Usted también ha advertido esas diferencias. Pues no las olvide y proceda con valor y tacto. Si el hijo o hija crece sin dar muestras de excitación y de curiosidad sexuales, nada debe hacer… hasta los 11 o 12 años. A esa edad ha de dársele al menor una instrucción sexual completa y detallada, aunque gradual y enteramente seria, científica y respetuosa. Y si la pubertad aflorara antes de dicha edad, también se le debe explicar. La pubertad es la primera fase de la adolescencia, en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta. El sexo es sagrado.

Y los que tienen hijos pequeños con síntomas de erotismo y curiosidad sexual ¿qué deben hacer? Lo mejor sería consultarse con un especialista, un pediatra de orientación científica moderna. Los consejos generales en manos de gente inteligente y hábil con los niños, dan resultados; pero en manos de personas torpes aunque bien intencionadas, (las abuelas), sirven de poco y pueden ser hasta contraproducentes.

Sobre el erotismo infantil

Vamos por partes.

  1. Toque menos al niño o niña.
  2. Déjelo jugar mucho; que se canse bien.
  3. No le llame la atención sobre el hecho; y no lo prohíba, con palabras de condenación.
  4. Disuádalo y distráigalo con habilidad, y haciéndole saber que eso es algo pasajero. No le dé importancia; pero disuádalo… distráigalo…
  5. Analice la crianza de su niño o niña y averigüe si su cerebro está siendo sobreexcitado: miedo, emociones, contactos, conflictos…
  6. Vigílelo discretamente al defecar.
  7. Si las erecciones y comezones se hacen cada vez más frecuentes y ya el menor se acerca a los 5 años, llame al especialista.

Las niñas y niños que sufren congestiones genitales (automáticas) deben ser vigilados discretamente cuando se reúnen con muchachos de uno u otro sexo, en lugares donde pueden quedarse solos. Hay que evitar los toques peligrosos, las fricciones o los contactos.

Si el erotismo va acompañado (como suele suceder) de curiosidad sexual, se debe acudir al especialista.

El cuidado que se tenga al manejar este asunto tiene la mayor importancia. Porque en los casos indicados el peligro de fomentar anormales aumenta en grado sumo.

Es necesario decir algo más (y no será bastante). Este interés, esta curiosidad de los niños, se puede dividir en tres aspectos: primero, el que gira en torno a la diferencia anatómica; segundo, el que gira en tomo a las reacciones deleitosas de los genitales; tercero, el que gira en torno a la reproducción y sus causas. (Lea También: “No Quiere ir a la Escuela”)

El primer aspecto y el tercero pertenecen al orden de la curiosidad natural, y el interés del niño por saber lo que naturalmente ve o puede ver (su órgano, el de su hermana) debe ser satisfecho en cuanto surja. El interés por conocer las funciones y reacciones de los genitales como centro de placer, es interés prematuro, y ha de ser tratado con sumo tacto, discreción, sabiduría y sentido del caso.

De la mera diferencia anatómica hay mucho que decir. Los niños, por lo general, se conforman cuando se les dice que todas las mujeres son así, que todos los hombres son así. Con eso basta. La mayor dificultad, en este aspecto, aparece al comparar el niño su órgano con el de algún adulto, y muy especialmente si le ve erecto. Esta percepción puede asombrarlo y sembrar en él temor, o, al revés, despertar la curiosidad y el deseo de volver a observar el “espectáculo”, como lo llamó el psicólogo Freud.

A veces existe reserva de los niños sobre este asunto. No se engañe… Lo correcto en estos casos (que deben evitarse) está en explicar en forma sana y franca la diferencia de tamaño, y en afirmar y repetir que ese órgano del niño también crecerá. Si el caso fuera de temor al pene, habrá que tranquilizar más a la niña que al niño, pero a ambos se les debe aclarar que todas las personas mayores son así.

Y explicarles que el pelo público les sale a los niños cuando crecen, como los dientes grandes; y que los senos salen a su tiempo… y que ella también los tendrá cuando sea grande… La explicación de la función reproductiva y de la gestación debe ser compleja y natural, cuando surja la curiosidad en el niño.

Y del aspecto del deleite, ¿qué se puede decir? Los niños en mi época llamaban a esas “actividades” hacer cochinadas. No se les debe dejar en el error; al revés, hay que explicarles que la unión carnal de papi con mami es cosa limpia y buena, y que de ella nació él.

Especial importancia tiene el explicar al niño lo absurdo e indigno de la relación homosexual, si preguntara sobre esto, o los padres se enteraran que el niño está recibiendo informes de índole homosexual; o ha sido invitado… o está en un foco de posible contagio…

Por supuesto, todo lo relacionado con el homosexualismo es algo serio, importante y delicado. Lo mejor en esto es prevenir y después prevenir, y siempre prevenir. Cambie de actitud todo lo más posible. Observe al niño. Háblele del motivo indicado. Y acuda al especialista en caso de necesidad. Y nunca bromee ni “tire al relajo” las cosas sexuales. En ninguno de los aspectos señalados. Ni en el del mero placer. Y no confunda nunca la reserva de sus hijos con la falta de curiosidad por lo sexual. (Hay niños que aprenden a callar a edad muy temprana).

La prevención, el origen, el tratamiento curativo del homosexualismo, están envueltos en una verdadera costra de ignorancia, falsedades, cosas absurdas y falta del más elemental sentido común. Me parece imposible estudiar en este libro ese profundo y temprano trastorno cerebral o psíquico. Pero no puedo omitir los datos:

Primero: el ser humano tiene psicosexualidad y no sexualidad mecánica y biológica como los animales (de Steinach, Marañón y otros autores). Segundo: el homosexualismo no se debe en ningún caso a las hormonas. Al menos y hasta el presente, así lo afirma la ciencia médica.

El siguiente capítulo ha sido incluido en el temario aunque originalmente no figuraba en él, ya que el problema que se aborda corresponde a la edad escolar, que es precisamente la del tope del presente libro. Cuando la educación organizada o escolar surge en la vida de la niñez, el Estado, por medio de su gobierno, toma entonces la palabra. La casa entra en oposición o cooperación con la escuela, y mil cuestiones surgen, dignas todas de un libro aparte. Veamos, sin embargo, en éste, la cuestión inicial.

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