Hospital de la Misericordia, “Taller de Arte y Labores Manuales para Señoritas”

En 1911 José Ignacio Barberi era miembro del Concejo Municipal. Al proyecto de fundación del “Taller de arte y labores manuales para señoritas” introdujo un artículo que establecía la “cátedra de enfermeras”. Sus excelentes resultados llevaron al Concejo de 1917 a establecer como entidad aparte, el “Centro municipal de enfermeras” y en éste se graduaron 26 señoritas hasta la década de 1920.

En total fueron 33 señoritas las graduadas. Escribió en 1911 el profesor Barberi: ” … el pediatra no debe limitarse al ejercicio en clientela civil, sino que su empeño debe ser más generoso, más humanitario y extenderse a la labor social para proteger a la infancia abandonada”.

En 1914 se graduaron las primeras “señoritas que estudian el tratamiento y cuidado de los enfermos”, de la Escuela Profesional del Municipio. Decía el cronista: “Allí se enseña en el primer año, con la discreción consiguiente, la organización del cuerpo humano … las funciones de su organismo y reglas generales de higiene, para pasar en el segundo año al Hospital de La Misericordia a aprender prácticamente la manera de cuidar a los enfermos ..”. . Siete fueron las graduadas.

El mismo año de 1914, publicó el profesor Barberi el “Manual de Enfermeras”, primer libro de enfermería publicado en el país; en dos tomos, el primero sobre anatomía, fisiología e higiene y el segundo con dos partes, una sobre nociones de medicina, cirugía y farmacia y la otra acerca de El arte de la enfermera.

Enfatizó el bien que le harían las enfermeras a la Sociedad y destacaba que con esa profesión podrían ganar su vida.

En 1917 un temblor sacudió a Bogotá y el Hospital resultó afectado. Se consiguieron 315 pesos en una suscripción de ayuda.

El 27 de Julio de 1917 se fundó la “Sociedad de Pediatría de Bogotá” a instancias de José Ignacio Barberi, José Mª Montoya, Guillermo Márquez, Calixto Torres Umaña quienes fueron acompañados por otros eminentes médicos; su primer presidente fue el profesor Barberi.

En 1918 se creó en el Hospital la sección científica de la Cruz Roja Colombiana, que había sido fundada en 1915.

En el cuarto Congreso Médico Nacional de 1919, José Ignacio Barberi en nombre de la Sociedad de Pediatría presentó dos proyectos: uno del Código de moral médica y el otro de Estatutos y reglamento de la Asociación Médica Colombiana.

En ese mismo año, el Hospital estuvo en riesgo de ser cerrado. Sus gastos eran de 792 pesos al mes y solo entraban 410, los auxilios de la nación 500 pesos y del municipio 150, no los pagaban.

Las deudas ascendían a 1.380 pesos. Se obtuvieron contribuciones por 542 pesos. El Hospital contaba con 150 camas.

Se habían construido nuevos pabellones para cirugía, ortopedia, quemados, clínica infantil, enfermedades contagiosas, funcionaba un laboratorio. Los proveedores se condolieron y no suspendieron los suministros.

La década de 1920 al 30 pasó sin mayores sobresaltos, salvo los económicos. En 1922 volvió a ser obligatoria la Clínica infantil en 4º año y la Clínica quirúrgica infantil y ortopedia en 6º año. Comenzó a funcionar la Escuela de enfermería de la Universidad Nacional en 1924

Durante un tiempo –no determinado-, el Hospital tuvo que reducir su cupo a 90 camas. La señora Soledad Portocarrero de Uribe estableció una Sociedad de señoras para ayudar al Hospital.

Rafael Barberi Cualla, hijo de José Ignacio, nació en 1887, se graduó de médico en 1909, se radicó en Cali, donde en cargos de dirección, tuvo las más variadas experiencias en salud pública.

En 1924 vino a Bogotá por solicitud de su padre, para ayudarle en la conducción del Hospital. Ese mismo año se presentó un informe estadístico de los años 1919 a 1923 en el cual señalaba entre 515 y 857 hospitalizaciones por año con una mortalidad entre 17 y 21 %.

El personal era un médico jefe, un profesor de cirugía y ortopedia, dos profesores de clínica infantil, dos jefes de clínica, dos practicantes internos, un especialista en órganos de los sentidos, un psiquiatra y un jefe de laboratorio, se mencionaba el proyecto para un laboratorio de Radiografías, el cual ya funcionaba en 1928.

En 1926 se inauguraron una salacuna y otro pabellón. Se editó el Reglamento para el personal profesional de acuerdo con la Facultad de Medicina, lo firmaron José Ignacio Barberi y José María Montoya.

La década que comenzó en 1930 fue de continuas aulagas económicas, sin embargo el Hospital aumentó hasta 350 el número de camas. Se creó el Departamento Nacional de Higiene como entidad autónoma en el 31, se exaltó la importancia de la estadística, vino una misión francesa para la educación médica.

En 1932 el Hospital presentó un informe al Concejo Municipal, en el cual se mostraba el movimiento de pacientes por año a partir de 1928 y 10 meses de 1931; se atendieron por año entre 1.300 y 1.619 niños, con una mortalidad entre el 12 y 9.6 %, intervenciones quirúrgicas 329 a 481.

Los gastos oscilaron entre 36.000 y 29.000 pesos anuales, con tendencia a decaer en 1931. Con base en el informe y visitas, el Concejo aumentó la ayuda a 500 pesos mensuales.

En 1934 la Universidad refundió en una sola cátedra las Clínicas médica, quirúrgica y ortopédica infantiles con una intensidad de 12 horas semanales.

En 1935 el presidente Alfonso López Pumarejo con la Ley 68 creó de nuevo la “Universidad Nacional de Colombia”.

El mismo año se publicó la tesis de grado del Dr Nicolás Güete Sevilla titulada “Morbilidad y Mortalidad en el Hospital de La Misericordia. Análisis estadístico”. Estuvo vinculado al Hospital de 1931 al 35.

La tesis abarcaba diez años del 1º de Julio de 1925 al 30 de Junio de 1935. En ese intervalo hubo 13.445 egresos con una mortalidad de 13.4 %; 25 % de las muertes sucedieron antes de 48 horas, se realizaron 3.652 cirugías.

Analizó según la Clasificación internacional, las causas de morbilidad y mortalidad por sexo y grupos de edad. Importantísimo documento para la época y como referencia actual.

En un informe del Hospital de 1937, se describían los reglamentos, la planta de personal científico y los sueldos.

La Universidad aportaba 5 profesores a 80 pesos cada uno, 4 jefes de clínica a 60 pesos, 11 practicantes a 30 pesos, un director de laboratorio 80 pesos y un preparador de Rayos X 40 pesos.

El municipio pagaba una enfermera 120 pesos y el Hospital un jefe de clínica 30 pesos, dos practicantes a 20 pesos, un ayudante de laboratorio 25 pesos, un anestesista 80 pesos, una enfermera 50 pesos, un médico de consulta 60 pesos y dos médicos de consulta a 30 pesos. En total 34 personas, para nueve pabellones, cirugía, consulta, urgencias, laboratorio y Rx.

El resto del personal era de ayudantes. En esta misma década se habían instalado equipos de diatermia y rayos ultravioleta. El Hospital no pagaba al personal docente y los salarios tenían un valor un tanto simbólico.

La Beneficencia había donado al Hospital un lote aledaño en el costado norte, en el cual se construyó el pabellón para tuberculosos y se inició la construcción del pabellón de lactantes. Entre los dos lotes bajaba una quebrada – alcantarilla que fue canalizada y tapada hacia finales de la década.

A finales de 1939 escribía José Ignacio Barberi: “Tenía por ese entonces (época de la fundación) como sesenta niños y hoy tengo más de trescientos.

Fundé una consulta externa a donde concurren diariamente entre treinta y cuarenta solicitantes, les regalo las medicinas; no hay día que no se operen uno o dos enfermos … pues como se sabe, es el único Hospital para niños que existe en Colombia.

Hoy me acompañan en el Hospital los Drs José María Montoya, Marco A. Iriarte, Calixto Torres Umaña, Roberto Sanmartín, mi hijo Rafael, Luis Piñeros Suarez, Eudoro Martínez, Luis M. Forero, Jorge Camacho Gamba, Eduardo Iriarte Rocha, Manuel Antonio Rueda Vargas, Vicente Durán Restrepo, Rubén Gamboa Echandía, Gonzalo Esguerra, José A. Varón Rico, Alfonso Orozco, Hector Pedraza y otros, tres jefes de clínica, ocho internos, doce hermanas de la caridad y cincuenta sirvientas”.

Además describía que tenía una lavandería moderna que en seis horas lavaba y planchaba la ropa del día, un depósito de agua para 54 mil litros, servicio de agua, doce inodoros, ocho salas de baños calientes, jardines, salas embaldosinadas, apartamentos para pensionados, capilla, se amasaba pan y “puedo asegurar que ningún niño tiene hambre”.

Hizo además la descripción del servicio para lactantes: ” … una salacuna con treinta camas y un servicio de teteros que se preparan de acuerdo con las prescripciones del médico y se guardan en una refrigeradora, calentamiento al vapor de todo el salón, enrejado de alambre, una enorme terraza para sacar los niños al sol y al aire…”.

Además decía: ” Se han atendido más de cincuenta mil niños desde que se abrió el Hospital hace más de treinta años, se han practicado más de diez mil operaciones”.

Finalizaba el escrito: “Por mi edad no he podido continuar al frente del Hospital, pero mi hijo Rafael está encargado de hacerlo con toda eficiencia y cariño”.

Lo anterior hace parte de un escrito que tenía en su poder acerca de la “Historia del Hospital de La Misericordia”, el cual se encontró en sus papeles luego de morir.

José Ignacio Barberi murió el 17 de Marzo de 1940 a los 84 años de edad.

Historia del Hospital de La Misericordia

El estado, la universidad, la sociedad, instituciones y pacientes, le reconocieron su obra. En 1926 para sus bodas de oro profesionales, recibió la “Medalla del Civismo” del Concejo Municipal, la condecoración de la “Legión de Honor” de Francia, le erigieron un busto.

En 1931 el Senado lo exaltó como “Ciudadano Benemérito de la República” a raíz de haber cumplido 25 años de funcionamiento el Hospital y valorado el conjunto de la obra.

En esa misma década fue nombrado “Miembro Honorario” de la Sociedad de Pediatría de Bogotá y “Profesor Honorario de Pediatría” por la Universidad Nacional – pese a que había renunciado a la dirección de la cátedra y a la docencia ante el ministro de educación, por haber obligado sin causa justa, a presentar su renuncia a varios profesores; esto fue en 1930 -. En 1935 la presidencia le concedió la “Cruz de Boyacá en la categoría de oficial”.

En 1938 recibió la “Medalla del Centenario” de Bogotá y en 1939 la “Medalla Jiménez de Quesada” de la Sociedad de Mejoras y Ornato. La prensa destacó en muchas oportunidades la tarea de José Ignacio Barberi, sus diversas actividades creativas, su empeño por no dejar decaer el Hospital sino más bien agrandarlo y engrandecerlo y le ayudó en diversas campañas para recolectar fondos y diversas ayudas.

En 1940, los profesores eran Calixto Torres Umaña, Marco A. Iriarte y Eudoro Martínez; los Agregados Jorge Camacho Gamba y Eduardo Iriarte Rocha.

Rafael Barberi Cualla quien venía trabajando en el Hospital desde 1924, le imprimió a la administración un carácter más técnico, se mejoraron y ampliaron las instalaciones, los equipos médicos, de ayudas diagnósticas y de tratamiento, se organizó la oficina de estadística.

La universidad en ese mismo lapso 1924 – 1940 incrementó el personal docente y de estudiantes. La carrera profesoral a comienzo de la década del 40 se hacía por concurso.

El profesor Calixto Torres Umaña, mencionado de soslayo, merece un capítulo especial, dados su profundo interés y amplia actividad científica que lo mantuvieron ligado al Hospital más de cuarenta años, brindando su saber y mucho más de la actividad que la Universidad le pedía, motor y promotor en la Sociedad de Pedatría, quien en 1939 ya había publicado 42 artículos y varios libros y había influído para mejorar la calidad de la docencia, incrementar en los pediatras jóvenes el interés por ella y sentar bases para su mejoramiento en lo hospitalario y lo social.

Constituyeron así José Ignacio Barberi y Calixto Torres Umaña dos paradigmas para sus generaciones y las futuras.

Los desarrollos posteriores del Hospital y sus relaciones interinstitucionales, han sido cada vez mayores y más complejos, los cuales requieren un análisis más profundo y en perspectiva.

Sin embargo, se puede decir que la idea de servicio a la infancia desvalida de José Ignacio Barberi, estimulada por su esposa María Josefa Cualla, la pudo llevar a cabo con creces y constituyó el germen para la ampliación de la misión y la visión de instituciones y la creación de nuevas orientadas a la protección de los niños provenientes de los segmentos más pobres de la población colombiana.

Bibliografía

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