El Psicólogo como el Tercero Incluido

* Psi. María Del Socorro F de Navas
Psicóloga Clínica U. J.

El Médico pediatra se ve enfrentado a diario con las necesidades de sus pacientes y encuentra todo un mundo lleno de versiones acerca de la enfermedad. Cada paciente, cada familia vive la enfermedad que padece de muy diferente manera, la misma eruptiva es vivida en forma única y en torno a ella puede haber mil y una fantasías.

El pediatra sabe que el ambiente adecuado es el que permite que su trabajo como médico se desarrolle y tenga sentido, con frecuencia, registra sin quererlo, por lo doloroso, la resistencia de la enfermedad, dada esta no por falta de atención médica o medicamentos, sino por otras variables como son el cuidado, el afecto, el ambiente familiar, que impiden que el paciente mejore.

Por conmovida que este nuestra sociedad, el médico tiene una posición muy especial, es investido por sus pacientes con la fe y la esperanza que les da el que tiene el poder de sanar. La confianza depositada en el médico es una de las bases para que el paciente mejore, esto lo conoce el médico, lo siente y lo transmite al paciente y es una de las condiciones que acelera el proceso de mejoría.

– El Médico sabe y siente que el paciente necesita, para mejorar, depositar en él su confianza y su esperanza.
El Médico sabe y siente que si su paciente tiene un entorno suficientemente bueno, mejora.

– El Médico, como el paciente, saben que algunas veces no es posible lograr ese clima de confianza y esperanza.

Una historia clínica contiene información sobre las enfermedades de la niñez y para un buen oyente, en ella, está incluido el manejo y desarrollo del paciente por parte de su familia y de su médico. La clase de enfermedades, la frecuencia de las mismas no están informando sobre las características del paciente y la estructura familiar.

Un “ambiente suficientemente bueno” se da cuando la madre percibe las señales del niño y responde con rapidez y de manera satisfactoria. Cuando un niño debe ser atendido con una frecuencia mayor a lo normal, o presenta dificultades en su desarrollo, parte del diagnóstico tiende a indagar mucho más allá de la enfermedad y se orienta hacia el entorno, la cotidianidad, los problemas y dificultades que vive el paciente y su familia.

El médico en ocasiones encuentra que el estado físico del paciente y la enfermedad que padece tiene que ver con problemas psicológicos, que el paciente desconoce.

En estas situaciones el médico asume un papel muy importante, que es el de recibir las ansiedades tanto del niño como de los padres. Cuando los padres pueden depositar en el pediatra sus angustias y miedos y cuando el paciente vive al pediatra como un buen receptor, la cita pediátrica tiene un total éxito.

Desafortunadamente no todas las veces puede ser así, y tanto médico como paciente lo saben; puede ser claro el diagnóstico físico, pero queda una sensación de que “algo faltó” por ser tenido en cuenta. Ese algo que faltó es la parte psicológica, que se presta, por su naturaleza, a quedarse aparentemente silenciosa, produciendo luego efectos somáticos.

La intervención del psicólogo se hace necesaria cuando vemos que hay un espacio que, tanto médico como paciente, sienten que falta por encajar. Esa sensación es dificil de poner en palabras, pero si se deja oír facilita los diagnósticos, mejora la calidad de la consulta y permite un sano y buen desarrollo del paciente, y su familia.

La sensación en la consulta de que falta algo, que no encaja, que no hay tiempo, que no hay espacio, es sentida tanto por el médico como por el paciente. No es que no se oiga, es que hace falta algo más de tiempo, de continuidad, de lugar, para ventilar ese algo incómodo que todavía no se es pensado pero es necesario pensar. ¿Por qué mi hijo se pone tan furioso cuando le pido que haga la tarea?¿por qué cuando es con su papá si hace caso?¿por qué sus gripas se incrementan cuando sale del colegio…?

Son preguntas que se pueden responder y aclarar sin mucha dificultad, pero otras veces, van unidas a sentimientos que pueden ir cargados con alguna problemática en el vínculo o en los pacientes que deben ser trabajados con la ayuda del psicólogo.

Si se tiene claro y definido el campo del psicólogo, su intervención como un tercero no será intrusiva y sí, en cambio, será un facilitador en el proceso de desarrollo y de salud integral.

El Médico va a sentir que es apoyado y entendido en lo que muchas veces se convierte en situaciones difíciles de tolerar, como son los pacientes con problemas psicológicos o provenientes de familias disfuncionales que, por sus mismas características, son demandantes de una gran atención. Encontrará que “el tercero” no es incluido por que “sí”, sino que sentirá el aporte del psicólogo como una real y adecuada colaboración.

Me gustaría creer que el pediatra en su trabajo siente que no solo existe la psicología como conocimiento, sino que debe y puede ser considerado el profesional en psicología como un colaborador real, tanto del médico, como el paciente. El tema no es nuevo, ha sido bellamente tratado por personas como el Dr. Winnicott.*

El traerlo nuevamente nos hace recordar que el tema sigue vigente. Como anecdótico y a propósito de las remisiones traigo la muy conocida referencia en la que, en un diálogo informal, le preguntaron al Dr. Winnicott cómo saber a quién remitir y cómo diferenciar entre las personas que buscaban ayuda psicoterapéutica de aquellas que podían ayudarse a sí mismas. Winnicott les contestó: si una persona viene a hablarles y al escucharla ustedes sienten que se aburren, esa persona está enferma y necesita tratamiento psiquiátrico, en cambio si logra mantenerlos interesados, no importa lo grave que sea su desazón o su conflicto, podrán ayudarla. Fue una respuesta y tiene todo un trasfondo interesante. Ojalá pudiéramos tanto médicos y psicólogos clínicos encontrar el justo medio para trabajar y ser colaboradores de nuestros pacientes en su sano desarrollo.-

Bibliografía

*Los procesos de Maduración y el ambiente facilitador Donald D. Winnicott Psicoanalista. Editorial Paidos.

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