Explotación de la Dinámica Familar de Niños con Megacolon Psicógeno

1. Actitud de la madre hacia el funcionamiento de la actividad anal del niño

En el discurso de la madre se observa que la relación con su hijo está centrada en las deposiciones que éste hace o no hace, dándole un lugar a la defecación, no como una necesidad del niño o una actividad cotidiana más, sino como el centro de sus interacciones con éste, lo cual muestra una intrusión en la actividad anal del hijo; es ella quien debe ver los contenidos de la deposición, quien le habla de la hora en que debe ir al baño, quien constará si lo que hizo corresponde a lo que comió, etc.

“Mi familia y yo estamos siempre pendientes del popo de mi hijo, su hermana me llama cuando lo ve entrar el baño, venga mami corriendo que ya va hacer caca”.

“Yo le tenía calculadas las horas de la orina y la deposición y entonces lo llevaba al lavamanos para que orinará”.

Se observa en los discursos de las madres que la actividad anal del niño adquiere un carácter público, pues los miembros de la familia entran a formar parte de esta forma de relación. Ellos opinan, constatan, están pendientes del momento en que el niño entra al baño, analizan y compra, alterando la necesidad de privacidad del niño. Esta intrusión de la madre y de los diferentes miembros de la familia altera el desarrollo normal del niño, puesto que el momento de la defecación es una situación íntima, la cual es asumida y significada por cada individuo en particular. Esta intimidad es de gran importancia para el desarrollo psicosexual del niño, pues en ese momento se organizan aspectos como la autonomía, el control sobre el propio cuerpo y la separación de la madre, quien hasta el momento tenía el control sobre el cuerpo del niño.

Así el niño entra en una forma particular de relación con la madre, y no logra hacer la defecación desligado de los requerimientos y de la presencia de ésta. Las madres en sus discursos, resaltan el placer de sus hijos en mostrarles la deposición y en hacerla para ellas, lo cual es un reflejo del propio deseo de las madres de controlar y manejar las actividades particulares de su hijo.

Existen casos extremos de abandono de la madre frente al hijo, en los que se da la espera por la deposición del niño hasta 10 días; las madres no se dan cuenta que los niños no han eliminado toda la materia fecal en las deposiciones incompletas que realizan. Esta modalidad se presenta como otra forma de contrarrestar la necesidad de controlar el cuerpo del niño.

En el discurso de algunas madres se observa la necesidad de imponer la retención o una eliminación a intervalos regulares cuando el niño aún no está listos para comprender la demanda que se le hace; lo grave de estas prácticas es que se le pide al niño realizar algo que el organismo no puede asumir aún. Lo que la madre obtiene, al colocarlo en la bacinilla cada dos horas, son deposiciones automáticas, lo cual en un primer tiempo no debe darse, sino que las deposiciones deben darse en un clima relacional en el cual el niño pueda investir la eliminación y la retención, con el displacer o el placer que supone con el efecto particular que la retención-expulsión produce.

Una educación rigurosa a una edad muy temprana, hace perder al niño un tiempo importante para el investimento de la función anal, con todos los placeres que puede tener el juego de reterner-evaluar a su voluntad. Cuando el niño no es visto mi manipulado para realizar lo que los padres dicen, realiza sus deseos en el imaginario por medio de acciones que le ofrecen un sentimiento de poder; si esta posibilidad no se ofrece, sino que se vuelve pública, las fantasías que le pertenecen, que es producto de su imaginación también de vuelven públicas pues focaliza a través de la retención la lucha contra el adulto. Puede darse a nivel de sus representaciones el miedo de ser vaciado, el miedo de ser castrado, o ser dominado; por esta razón organiza todo el sistema en el que aparece la retención como una forma de mantener en sí mimo algo que le pertenece. A los ojos de los demás muchas veces parecen niños madura por la forma de retener, de mantenerse limpios, de cuidar sus objetos, de mantener el orden, por ello lo que significa es una lucha por mantener el dominio y la independencia, que desafortunadamente lo llevan a un disfuncionamiento del mecanismo fisiológico debido al esfuerzo que realiza normalmente en el segundo momento de la defecación.

2. Significado del hijo en el psiquismo de las madres

El lugar que la madre da a su hijo en su psiquismo y el significado que él adquiere para ella depende en gran medida de la manera como ella organizó su identidad femenina en sus relaciones parentales. En el discurso de las madres se puede analizar el significado que tienen el hijo para ellas:

“Yo decía, que rico que nazca para tener harto que hacer, para tener un niño juicioso, disciplinado, algo perfecto”.

Los discursos reflejan que desde antes del nacimiento del niño, él ya tiene un significado en la vida psicológica de las madres, y ser traduce en las formas de relación que establecen con su hijo. El niño llena un vacío en la vida de la madre; desde su nacimiento tiene la función de llenar la creencia afectiva de la madre, por lo tanto él viene a cumplir el papel de objeto que satisface los deseos de la madre.

Las madres manifiestan una preocupación por la dependencia del niño, desean un hijo disciplinado para lo cual programan todas sus actividades, proponen en sus prácticas de crianza formas que permitan potencializar la independencia de su hijo para el momento en que sus padres ya no estén con él, etc. Este constante control sobre las actividades no permite la autonomía que buscan en su hijo, y teminan asumiendo las responsabilidades de él y solucionan todos los conflictos que deben enfrentar. Como consecuencia permiten que su hijo se vaya organizando de manera débil y dependiente, con lo cual se descubre la agresión que hay hacia su hijo como persona, pues hay un deseo inconsciente de oponerse a su crecimiento e independencia, de manera que lo convierten en objeto para poder asumirlo como parte de las y llenar su vacío afectivo.

3. El rol del padre

Culturalmente se reconoce que el padre tiene el rol de socializador e instaurador de la ley, la dinámica familiar, el permite al niño la separación de la madre y la diferenciación como sujeto distinto de ella; cuando el padre no logra situarse como un tercero en la relación madre-hijo, el niño pierde la posibilidad de reasegurar su búsqueda de nuevas posibilidades y de organizar los aspectos simbólicos de su cultura así como de establecer formas de relación sanas en las que logre situarse como sujeto distinto frente a los otros.

“Mi marido no interviene en la crianza de los niños, el casi no los castiga”

“No me gusta que él intervenga porque él ha sido muy agresivo, a veces les hace hasta llorar, les ha castigado y como él no mantiene en la casa con ellas lo van a ver como un castigo, como un ogro”.

En el discurso de las madres el padre aparece como una persona frágil en el cumplimiento de su rol, ya sea porque lo definen como un padre ausente afectivamente, o en el otro extremo, autoritario o condescendiente. Se observa con marcada frecuencia cómo las madres desconocen la autoridad del padre frente a los hijos, de manera que lo excluyen de la relación con éstos.

Excluir de manera inconsciente al padre de la relación con los hijos es un deseo marcado de las madres quienes ven a su hijo como el objeto que llena su carencia afectiva. Lo que realmente importa a estas madres en la vida familiar es el hijo, de manera que las característica que buscan en el cónyuge o genitor en su ausencia o pocas cualidades para enfrentar su paternidad, con el fin de obtener beneficios como el de establecer una relación dual con su hijo que las colme y gratifique.

Observemos ahora el discurso de los padres en relación a su rol en la dinámica familiar:

“Estamos separados y le pregunto a la mamá si tengo derecho de revisarle las tareas o no, y ella se queda callada, y se sale, yo esperaba que dijera, su papá tiene todo el derecho o que respondiera lo que pensaba”.

Los padres mismo muestran su fragilidad frente a la relación con sus hijos, de manera que él mismo contribuyen a la exclusión que se analizó arriba en la relación con la madre. Los padres limitan su papel a unos pocos aspectos en la dinámica familar, como el económico y el educativo, reconociendo su carencia en los ofrecimientos que hace y mostrando su incapacidad para manejar un tiempo y un espacio mayor para interactuar con sus hijos.

Es interesante como estos padres buscan que sea la madre quien les reconozca un lugar en la relación con sus hijos, los padres saben que tienen derechos y deberes frente a sus hijos, pero no tienen la suficientes autonomía y fortaleza para asumir el rol que desean y responsabilizarse de la palabra que les corresponde como instauradores de la ley, de manera que sus hijos pierden la posibilidad de separarse de la madre y continúan en una relación dual con ella.

4. Manejo de la autoridad

Para los padres es difícil asumir su función de instaurador de la ley en la dinámica familiar. Temen agredir a los hijos, maltratarlos o dañarlos, y deteriorar las pocas relaciones de afecto al ser portadores de las normas. Esta confusión se ve alimentada por las madres, quienes temen a los castigos que ofrece el padre, dándoles connotaciones de agresión y violencia frente a los hijos; así los padres rehusan su función y prefieren ponerla en manos de la madre.

Las madres también presentan dificultades para manejar las normas de manera clara y se sitúan en relación a su hijo bajo dos sentidos, por un lado no ofrecen límites de ningún tipo a los comportamientos de su hijo, y por otro lado, ejercen la autoridad con marcado autoritarismo. En el primer caso, es el hijo, y por otro lado, ejercen la autoridad con marcado autoritarismo. En el primer ceso, en es hijo quien pone las condiciones en las, manteniendo comportamientos de manipulación, en tanto que el niño no tiene claridad del lugar que ocupa en la familia, cuáles son las normas que lo rigen y a qué aspectos educativos debe acceder, como es el caso del control esfinteriano, lo que va en detrimento del desarrollo de su autonomía. En el segundo caso, con el autoritarismo de la madre, las normas se dan de manera agresiva, tanto que el niño debe cumplirla minuciosamente, sin permitírsele diferenciar sus deseos frente a las cosas y los límites que debe tener en cuenta para interactuar en su medio.

Detrás de esta incapacidad de los padres en ofrecer las normas a su hijo, existe en la madre dificultades para separarse de su hijo y permitirle otras formas de relación en las que un tercero tenga cabida, quien enriquecería la organización del niño como sujeto. Incluir normas exteriores no es fácil para las madres, pues exige la separación de sus hijos y brindarles pautas que les permita independizarse de ellas; es en este sentido, que el padre no cumple con su función de tercero y regulador de las relaciones, por una parte la madre lo excluye, y por otra, el mismo padre es frágil en la asunción de su rol.

5. Organización del niño en relación a la dinámica familiar

Las mayores dificultades en las adquisiciones que el hijo debe lograr por si mismos se encuentran en las formas de relación que los padres instauran con él. Los discursos dan cuenta del excesivo control que la madre maneja con su hijo, ellas aluden que esto se debe a las dificultades del niño en aspectos como la alimentación y horarios de sueño, en donde el niño no puede prescindir de su presencia. Inicialmente las madres ubican en el niño estas dificultades, mostrando que son ellos quienes tiene miedo y desean dormir con ellas por las noches, o quienes no desean ir al baño solos, rebelándose en últimas, que el deseo y el apego proviene realmente de las madres, pues son ellas quienes no remiten al niño a asumir sus propias responsabilidades.

“No puede hacer las cosas por sí mismo, cuando le coloco bluyincitosn, me busca para que se lo quite, pero cuando no estoy lo hace solo”.

“Siempre le he dado la comida, he dejado de obligarlo a comer y se queda tres días sin hacerlo”.

De acuerdo con el discurso de las madres, sus hijos son incapaces de asumir responsabilidades y adquisiciones por si mismo, sin prescindir de la atención de ellas; pero el discurso revela que son ellas quienes no dejan asumir a sus hijos las cosas que les corresponden, no los dejan enfrentar el mundo ni les permiten manejar sus propios miedos.

En relación al niño se observa una gran dificultad para actuar independiente de la madre, con un espacio propio y una claridad en sus necesidades, gustos, deseos y responsabilidades; el niño no logra asumir una organización autónoma de su vida, pues tanto la madre como el padre no son referencias que le ayuden a sentir confianza por sus actos y a manejar sus asuntos deferenciados de los padres, razón por la cual permanece atrapado en el deseo de estos. La madre por un lado, se hace indispensable para el niño en todo momento, dando lugar a una relación en la cual el niño exige cada vez más su presencia y la obliga de diferentes maneras a estar pendiente de él; en los discursos de las madres se observa la ambigüedad de la situación, por un lado manifiestan una gran insatisfacción pues perciben que él puede hacer las cosas por sí mismo y que la están utilizando. Por otro lado, en esta queja se observa cierto goce, pues muestran todo lo que son capaces de hacer por sus hijos, actitud de los desvaloriza al no situarlos p ara que ellos asuman sus propias capacidades y responsabilidades en diferentes situaciones. El padre en su actitud de ausencia o fuerte autoritarismo, no permite al niño deferenciarse de la madre y situarse como un sujeto distinto a quien le toca asumir una vida propia con todas las responsabilidades que esto implica. Es así como el niño responde con una falta de compromiso consigo mismo y con las actividades que debe realiza.

Conclusión

Podemos concluir que desde que se identifique un síntoma psicógeno en el niño hay que pensar que son tres los protagonistas: padre, madre e hijo. En el caso del megacolon psicógeno encontramos un padre ausente, cuya función de normatizador y tercero en la dinámica familiar no es asumida, y una madre para quien el niño resulta ser un objeto con el cual llena sus carencias afectiva. Esta manera de enfrentar el rol que corresponde a cada uno de los padres crea dificultades en las relaciones que establecen con su hijo, y se reflejan en la imposibilidad de tener un papel claro frente a éste.

Es por ello que desde que el niño adquiere el control esfinteriano y puede voluntariamente contraerlo o relajarlo, lo utiliza como una forma de luchar contra el dominio y control del adulto (uno de los dos padres o la madre), constituyéndose él en quien domina y controla.

Se instaura así, un mecanismo de lucha contra una función que comienza por ser refleja pero que su control dentro de condiciones adecuadas, son la garantía de un funcionamiento “vital ” en la organización fisiológica y psicológica del ser humano.

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