La Modernización y la Construcción de Modos de Vida en las Ciudades

La modernización de las sociedades, el desarrollo de la tecnología, el cono­cimiento científico y el crecimiento in-dustrial favorecen la formación de grupos sociales e instituciones interde­pendientes con una división del tra­bajo excesivo y complejo.(13) Con las grandes concentraciones de capital y de conocimientos tecnológicos,(13) se producen fenómenos en un doble efecto: por una parte un alto desarro­llo en la vida humana colectiva satis­faciendo muchas necesidades bioló­gicas, y por otra, se generan desequi­librios sociales que afectan la vida de las comunidades.(14) La producción in­dustrial se identifica por la competiti­vidad, el individualismo y la lucha por mantenerse en su puesto de trabajo.

Este modelo económico se caracteri­za por la despersonalización laboral, la relación parcial del individuo con su objeto de trabajo, donde cada per­sona realiza una parte de ese modo de producción y poco contacto con el producto terminado. Es claro que en esta filosofía de crecimiento eco­nómico, el fin es la obtención de bie­nes materiales a menor costo, en don­de el hombre no será la esencia, sino el medio para contribuir a la obtención del producto y a la acumulación des­medida de capital en detrimento del desarrollo humano. En esta medida lo que se presenta como ventaja para los grandes empresarios es un desencan­to para las poblaciones marginales ur­banas o rurales que difícilmente po­drán hacer parte de este andamiaje económico.

El Desplazamiento Forzado por la Violencia y sus Implicaciones en la Deconstrucción y Construcción de las Comunidades

Además de lo anterior se agrega el fe­nómeno del desplazamiento ocasio­nado inicialmente por la violencia po­lítica de los años 50, y progresivamen­te por razones económicas debido a los procesos de industrialización y ace­lerada urbanización en décadas pos­teriores contribuyendo en forma sig­nificativa a la modificación de las es­tructuras urbanas así como a la pér­dida de los valores culturales propias de las comunidades rurales.

En las últimas décadas el desplaza­miento forzado por la violencia, por efectos del enfrentamiento entre gru­pos armados, genera fenómenos ma­sivos de desplazamiento ocasionando una verdadera catástrofe humanitaria debido a la violación sistemática de los derechos humanos, como el asesina­to, las masacres, las desapariciones y las amenazas,(15) hechos utilizados co-mo estrategias de guerra para la apro­piación de zonas estratégicas por la importancia económicas o de tránsi­to para diversos tipos de comercio(16) que contribuyen al desarraigo y falta de pertenencia a los lugares donde lle­gan, situación más crítica por la des­confianza mutua entre poblaciones des-plazadas y receptoras.

Estas circunstancias, además del dra­ma humano que genera el desplaza­miento han favorecido la conforma­ción de “nuevas comunidades” origi­nando grupos humanos diversos y complejos, con una distribución de labores de características disímiles, con el agravante de que las personas que huyen no tienen capacidad laboral para desempeñarse en medios urbanos como la industria, la oficina o el co­mercio. Lo que obliga a que general­mente se recurran a los oficios de me­nor escala como los domésticos o vi­gilancia, en el mejor de los casos.

Esta situación crea incertidumbre, tanto en los individuos, como en las familias y las comunidades, frente al futuro por la inestabilidad laboral, los bajos ingreso. La falta de garantía para la protección de la vida, la inseguri­dad económica y alimentaria, hechos que forjando a la vez movilidad cons­tante.

Fenómeno que en sí, no per­mite la construcción de tejido social, el arraigo y el surgimiento de senti­mientos de apego o afinidad con de­terminados territorios o grupos huma­nos.

Así mismo acontecimientos asociados con la urbanización sin planeación, los problemas económicos caracteri­zados por la inequidad, y la exclusión propias del modelo económico neo­liberal, han propiciado “comunidades construidas”(16) sin límites geográficos, ejemplo de ello es el crecimiento de los asentamientos en sectores margi­nales de las ciudades, sin beneficios de las políticas de bienestar social, evi­denciándose el crecimiento desigual de las ciudades.

La Industrialización y la Urbanización Acelerada Versus la Construcción de Tejido Social

El crecimiento de las ciudades modi­fica las estructuras de la sociedad, im­plica alteraciones en la forma de vida, hábitos, costumbres, tipo de habita­ciones, etc. A la vez genera cambios en la interrelación entre los individuos y grupos humanos, se debilita el sen­tido de pertenencia, de cohesión y se acentúa la desconfianza, la inseguri­dad y la falta de solidaridad.

En este orden de ideas la concepción de comunidad basada en estereotipos rurales cambia una vez que la vida de las ciudades está mediada por normas mecánicas y orgánicas; las relaciones entre individuos se atomiza, cada uno busca su propia ganancia;(17,18) la so­lidaridad, la historia social comparti­da, los afectos, los intereses comunes no están presentes, con mayor preci­sión se podría decir que la caracterís­tica principal de estos grupos huma­nos es la desigualdad y la inequidad social donde cada cual debe preocu­parse por su propia supervivencia.

Lejos de alabar la supuesta apertura económica (denominación que se dio a la política económica de los años no-venta para responder a la globalización de la economía), como resultado de estos hechos, Alejos García (1994) in­siste en que “el acercamiento y encuen­tro entre personas de todo el mundo como resultado de estos fenómenos, pudo haber sido importante para el progreso; sin embargo, paralelo a ello se observó cambio en la dinámica de las comunidades propiciando la forma­ción de conglomerados de manera de-sordenada con un marcado rango de desigualdad”(10), esto en razón de que no se tuvo en cuenta su cultura, tipo de comunicación, valores y las creen­cias que traían, formando sociedades frías y formales.(10)

En concordancia con lo anterior, en los conglomerados urbanos se pue­den encontrar “comunidades” indife­rentes a elementos como la organiza­ción para hacerle frente a las diversas problemáticas que le son comunes. La necesidad es la sobrevivencia del día a día, lo demás como la moviliza­ción para reivindicar los derechos, pasan a un segundo plano, cada gru­po familiar o cada persona busca su­plir sus propias necesidades, así como lo afirma Barthe(9) no hay “espíritu co­munitario”, lo cual puede ser catalo­gado como desinterés e individualis­mo frente al beneficio general o comu­nitario. Además no hay afectos comu­nes ni cohesión social o actitudes op­timistas ante el futuro para una con­tribución al bienestar de la comuni­dad.(19)

La Urbanización y los Nuevos Patrones de Vida de la Sociedad Urbana

Éstas son entre otras, la razón por la cual grupos de migrantes procedentes de áreas rurales cambian su compor­tamiento y su manera de interpretar la realidad, de manera especial las nue­vas generaciones(20) los niños y jóve­nes que crecen en las ciudades tienen otro tipo de conductas y valores di­ferente de sus antecesores. Esta situa­ción se vuelve más compleja si se tiene en cuenta que en las ciudades se pre­sentan problemáticas como resultado del capitalismo, lo que se evidencia en los crecientes niveles de pobreza, de marginalidad y de exclusión social hechos que se suman a la violencia urbana.

En vista de lo anterior, la comunidad se puede caracterizar como polidimen­sional, es decir, reúne todas las com­plejidades de las unidades que la con­forman como es la familia, las crisis sociales, la división del trabajo, las ins­tituciones sociales y en general lo in­dividual y lo colectivo.(19)

Aportes de las Ciencias Sociales en la Conceptualización de Comunidad

En este sentido se puede aseverar que el prototipo de comunidades tanto en el término como en su contenido ha empezado a redefinirse.(19) Hoy se ha­bla de comunidades universitarias, eco­nómicas, ecológicas; inclusive comu­nidades virtuales en las que no se co­nocen personalmente,(19) los individuos sólo comparten un interés común. Ante los procesos actuales caracterizados por la rápida evolución de la ciencia, la tecnología, las formas virtuales de la comunicación, se originan grupos so­litarios, con la amenaza permanente de la desestructuración de la familia, los trabajos despersonalizantes, la pre­sión constante de la industria hacia el consumismo, los cambios en los hábi­tos y patrones de vida, hace que resul­te todavía más difícil encontrar una definición de comunidad que incluya todos los valores y conflictos sociales propios de cualquier tipo de agrupa­ción humana.

Por ello, la necesidad de que para el análisis y conceptualización del con­cepto de comunidad, así como para la interpretación de los fenómenos sociales, definidos desde las interac­ciones e interrelaciones entre indivi­duos y grupos en una sociedad, se re­curra a las disciplinas sociales. Áreas del conocimiento que intentan expli­car las formas de la vida humana, te­niendo en cuenta que las realidades son dinámicas y cambiantes. Las di­ferentes culturas y percepciones varia­das del universo implican que cada individuo o grupo tenga una percep­ción particular de ser o estar en el mundo. Desde esta óptica no existe una sola disciplina que aporte los ele­mentos necesarios para explicar e in­terpretar la globalidad de la realidad social, sino que pueden coexistir va­riadas explicaciones de un mismo he­cho, en el cual sea protagonista el ser humano.

Con la anterior disertación sobre el con­cepto de comunidad cabe preguntar­se si es pertinente seguir conceptuan­do el término comunidad con criterios propios de las comunidades primiti­vas o rurales que conservan algunos rasgos propios de lo comunitario y apli-carlos a comunidades urbanas per­meadas por los principios generados en el seno del capitalismo y abierta­mente contradictorios a la orientación en el sentido originario de comuni­dad.

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