Orito, Putumayo (Colombia), una Cultura en Búsqueda de sí misma
Orito, Putumayo (Colombia), a Self-Seeking Culture
Alfredo Durán Mejía*
Orito, se fundó en 1963 y se convirtió en municipio el 28 de diciembre de 1978, gracias a que la cercanía de los campamentos de las petroleras y los ingresos por concepto de la explotación petrolífera permitieron al poblado crecer en forma acelerada. Se encuentra localizado aproximadamente a 120 Km al sur occidente de la capital departamental, sobre territorios del llamado Valle del Guamués, sus suelos están regados por las aguas de los ríos Churuyaco, El Caldero, El Quebradón, Guamués, Luzonyaco, Río Blanco, Rumiyaco y San Juan, además de las de numerosas corrientes menores.
Queda en el llamado bajo Putumayo, en el pie de monte y desde su casco urbano se pueden divisar montañas inmensas que llevan a las tierras de Nariño y a Pasto. Está rodeado por varios ríos y lugares hermosos que la gente visita para recrearse. Es un lugar en donde el agua abunda, es decir, la vida.
En Orito, Putumayo, existe la creencia de que si alguien bebe agua del río de su mismo nombre, el río “Orito”, regresará a esta tierra o no podrá irse, no por sujeciones violentas, sino por puro gusto y amor. Aunque no he bebido aún de este río, si he estado en sus aguas y alrededores, y puedo dar fe de que hay algo cierto en aquella creencia, algo que la hace más que un decir de la región. Los que hemos podido ir y conocer, reconocemos que existe aún magia, un aire para recrear el espíritu, una esperanza en lo humano como cercano a los otros y a la tierra, a pesar de su historia reciente.
Mi perspectiva nace de haber estado cerca de jóvenes del lugar quienes han comenzado un proceso de imaginación, narración y creación con nosotros que llevará de los jóvenes del lugar a una mayor confianza en las capacidades y potenciales de lo humano, a una mayor credibilidad en sí mismos.
Hemos visto y leído sus experiencias violentas, la cercanía de la muerte y la agresión, y lo que queda de una educación vertical, repetitiva, desinteresada y lejana de las posibilidades de comunicar pasiones e intereses en el mundo. De esta manera la cultura, que los habitantes aún no pueden definir, se sigue ensimismando y repitiendo.
Se preguntan los mayores, cuál es la cultura del Putumayo, en qué consiste. Lo que hemos visto en el lugar es mucha influencia de la cultura nariñense y en general del pacífico colombiano. La mayoría de sus ancestros y primeros habitantes vienen de Barbacoas, Nariño, de donde vinieron en busca de mejores posibilidades, ya que la minería, fuente de ingresos de la región hace cuarenta años aproximadamente, era muy competida y difícil. Aquí comenzaba a abrirse la selva, a explotarse la madera, el caucho, el petróleo. Aún los habitantes mayores de setenta años conservan la tradición de la marimba, los cantos religiosos con origen africano como su raza. Los jóvenes parecen no estar muy interesados en ello, si no se les hace ver como algo de valor internacional, como un valor de orden mundial. Al tener la oportunidad de escuchar a estos ancianos, de filmarlos y de estar acompañados por jóvenes, algunos nietos de los músicos, pudimos hacer-los ver de otra manera el valor de lo que tenían en frente. Allí podíamos comenzar a reflexionar sobre el asunto de la “cultura” de este lugar, algo que podría demorar 80 años en solidificarse según algunos antropólogos.
Las otras vertientes que alimentan la cultura son la andina-nariñense, con la cercanía de Ecuador y la indígena, en especial los Cofán, y los Embera, (estos últimos vinieron como un grupo desplazado más, hace unos 15 o 20 años al lugar). La raza es una mezcla africana e indígena, que da como resultado gente muy bella, un color de piel cobrizo, y una multiplicidad racial que resulta interesante. El acento con el que se habla es sobre todo nariñense, se vocea y tutea, y se mane-ja ese humor amable y perspicaz de la gente de allí. Se tiene también una parte del acento del pacífico colombiano, aunque pequeña.
La comunidad indígena de los Cofanes según el consejo de ancianos formado por ocho Taitas (chamanes) y seis abuelas, ha disminuido en los últimos 500 años de 15.000 a menos de 2.200 habitantes.
Su problema es la guerra entre los grupos armados y el ejército, así como las fumigaciones con herbicidas que forman parte del Plan Colombia, las cuales se extienden por una vasta región, polucionan el agua y destruyen la vegetación, situación que ha obliga-do a su desplazamiento hacia pequeñas regiones con consecuencias graves especialmente enfermedades, hambre y amenaza de su cultura y su identidad. En 1996 la ONU emitió el decreto No. 1397 que la declara como comunidad especialmente amenaza-da; sin embargo, las peticiones respecto a la propiedad sobre la tierra, y ser-vicio de salud, entre otras, el gobierno colombiano no las ha satisfecho aún.
Este lugar, así como el Putumayo entero, ha vivido cinco “fiebres del oro”, cinco formas de entender la economía en auge: la madera, el caucho, el petróleo (que aún subsiste y crece), la cocaína y las “pirámides”, ya extintas y declaradas ilegales, y que dejaron a muchos, sino a todos, sin ahorros ni liquidez.
Todo esto tiene que tenerse en cuenta, necesariamente, para entender, comprender e identificar una cultura naciente como la de este lugar. La violencia generada por estas fiebres, el abandono estatal, la inseguridad y el temor como pan de cada día, forman a un ser humano que ve, por un lado, la riqueza, los guardaespaldas, los carros lujosos e incluso el trabajo generado por el petróleo (y las otras fiebres económicas rápidas), y por otro las calles polvorientas, la pobreza que no tiene otros horizontes a donde apuntar y mirar. Estas riquezas como olas, han dejado estelas de muerte y silencio, de temor y también algunos que han sabido usufructuarlas y han salido bien librados.
Lo siguiente que quiero expresar puede sonar como una idea ingenua, pe-ro basta ver las reuniones comunitarias semanales (consejos comunales) del presidente de nuestro país: allí no se debate ningún tema educativo, ningún tema cultural, ninguna forma de arremeter lo social que no sea con préstamos y dividendos. Esto muestra falta de “aristocracia”, en el mejor sentido, en el poder, es decir, falta de visión profunda, humanista, lectora, conocedora del corazón humano y no sólo de su bolsillo. Aquí podría discutirse acerca de la facilitación de herramientas para el pueblo, cooperativas y demás, obras u otros entes físicos, frente a herramientas de pensamiento, de educación, de imaginación, palabra y comunicación. Esto es, la inseguridad lleva a buscar seguridad a través de caminos productivos fáciles y rápidos; esto puede que tenga éxito, que se gane dinero con ello, pero luego, además de cierta tranquilidad y algunos electrodomésticos y televisión gringa por cable, no habrá nada: no habrá pasiones, intereses, conocimientos, formas de ser distintas a la del ciudadano medio del mundo, absorbido por los medios, sin palabra e imaginación, repitiendo modelos que sólo muestran que la gran utopía de Huxley (“Un mundo Feliz”) se ha con-vertido en realidad.
Lo que hemos comenzado a hacer es trabajar con los niños de colegios públicos del lugar, (colegios que a la vez tienen sus problemáticas), gracias al apoyo privado hemos podido llevar a cabo este proyecto que combina desarrollo de pensamiento divergente, imaginación y música. Esta metodlogía, con diferentes formas de contenido y de trabajo, lo que busca es atender y a la vez ejercitar la escucha. En el caso del “atender” creemos que se trata de apoyar aquello que los jóvenes tienen que mostrar acerca de sus vidas, sus lugares cercanos de recreación, sus composiciones, obras, ideas, fotos, dibujos y sobre todo narraciones (nos hemos inspirado en “Colombia en el planeta” de William Ospina, texto que rescata el valor de la narración en la formación de la cultura, una cultura diferente a la repetitiva y usual de siempre, la trágica, la pobre, la violenta y demás). Hemos instado a la imaginación porque estamos convencidos que allí se cuece lo real y que se abren las perspectivas de vida. Para esto proponemos encuentros y temas de pensamiento creativo y divergente. Nos hemos encontrado cada vez con más amplia participación y un público que al darle un poco de atención e “impulso” muestra su gran talento y capacidad. Por otro lado, hemos trabajado la apreciación musical, convencidos también de la virtud de la música como herramienta que abre a mundos y a sensaciones nuevas. Para esto hemos trabajado el silencio a través de la música. Hemos percibido que no hay silencio para la escucha, para la palabra, para la música que lleva a la lectura, es decir, el ritmo y la musicalidad necesaria en una lectura con sentido. El ruido está siempre en las cabezas, el de los altos parlantes, el de las palabras violentas, el del lenguaje que se repite mostrando como resultado el mundo de siempre. Para crear otros mundos es necesario acceder al silencio de otras palabras, otros discursos, otras músicas. En ello trabajamos a la par con los ritmos corporales, la composición y la musicalidad en general.
A la altura de hoy, luego de cinco encuentros de una semana cada uno, tenemos una multiplicidad de relatos que han sido elaborados como el tema que llamamos “la película de mi vida”. Canciones y coplas, poesía desarrollada con el tema de “Putumayo 2020”. Investigaciones, filmaciones y hasta nuevos mitos imaginados acerca de “Eco-sitios” a los que los jóvenes nos llevan y que se han propuesto mostrar al mundo, además de puestas en escena, retratos y coreografías. Y, como otra temática, la “Historia de mis ancestros” en la que los jóvenes se han acercado a los antiguos del lugar para mostrar sus tradiciones, los orígenes de los barrios y, sobre todo, de las formas de ser. Muchos de estos trabajos se encuentran colgados en Internet en formato de video en “Youtube”, bajo el rótulo de “Orito, Putumayo” en el buscador de esta misma página de videos.
En esto, que es una oportunidad de conocer y de actuar por fuera de nuestros centros urbanos más importantes, vemos que el afecto, a través del es-cuchar, del poner atención, el reforzar positivamente las creaciones de los jóvenes, es donde se da la posibilidad de hacer crecer la confianza, lo contrario al temor de ser. Esto puede hacer multiplicar la rama de iniciativas vitales, cercada y cerrada por unas tradiciones que sólo han sabido silenciar el corazón y la creatividad humanas, haciéndoles creer y pensar a los habitantes, estar convencidos, que hay una única forma de vivir y de aceptar la realidad, siempre trágica o pobre, cuando en realidad se tiene una riqueza inmensa que para despertar basta con una palabra, una canción, un gesto, una conversación. El hombre es un creador por excelencia y no un ser económicamente esclavizado o limita-do. En Orito, en nuestras regiones “periféricas”, se juega la posibilidad de formación de la cultura de estos lugares de mezclas de todo tipo. Llevando herramientas de afecto y de pensamiento, de arte, música y narración, podremos esperar ver un mundo en el que los jóvenes tengan una mayor gama de pasiones e intereses, y una mayor creencia en su poder personal para llevar las riendas de su mundo desde la responsabilidad que proporciona el saber que uno es quien crea sus circunstancias y no al contrario.
Referencias Bibliográficas
• Ospina W. Colombia en el Planeta. Uni-versidad de Antioquia. 2003.
• Huxley A. Un Mundo Feliz. Barcelona: Plaza y Janés. 1976.
• Max-Neef M. Desarrollo a Escala Humana. CEPAUR 1986.
• Rodari G. Gramática de la Fantasía. Pana-mericana. 1999.
• Pineda D A. El Miedo es para los Valientes. Educación Filosófica. 2006.
• Mathews G. El Niño y la Filosofía. FCE. 1980.
• Tribu de los Cofán: www.kesselberg.info/cofan/espanol/historial
* Filósofo, especialista en Bioética y en Filosofía para niños. En este momento, su proyecto, “Encuentros y Creación”, se lleva a cabo a través de la Fundación “Vichituni” (en embera “Usted es valioso”) de Petrominerales de Colombia, en Orito, Putumayo.
Correspondencia: untalduran@yahoo.com
Recibido: agosto de 2008
Aceptado para publicación: agosto de 2008
Actual. Enferm. 2008;11(3):37-39
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