La Mente, La Conciencia
“Conciencia es aquello gracias a lo cual este mundo se nos manifiesta en primer lugar” (Schrodinger, (25), con la circunstancia bien conocida, de que cualquier fenómeno en el que participamos con nuestra conciencia o sobre el cual estamos, desaparece gradualmente de la esfera de la conciencia cuando se repite con mucha frecuencia.
Evidentemente somos conscientes de todo aquello que atrae o en lo que fijamos la atención y esto parece ser el punto fundamental. Aún dejamos de ser conscientes de nuestra propia existencia, hasta que no volvemos sobre nosotros mismos. Somos conscientes de algo, nos damos cuenta de algo, cuando nuestra atención se dirige hacia ese algo.
Cuando no, pasa desapercibido y no llega a nuestra conciencia, a nuestro conocimiento. La conciencia se ha comparado al campo visual, aquello que está en el campo de la visión central lo vemos con precisión y claridad, lo que está en la periferia es poco claro y habitualmente pasa desapercibido.
La conciencia es como un foco estrecho de luz que ilumina una pequeña fracción de nuestro psiquismo, la mayor parte del cual es inconsciente, transitoria o definitiva. Este foco trae a la conciencia todo lo que cae en su campo, con el auxilio de la atención. Así, cuando tenemos la atención fuertemente dirigida hacia algo interior, un recuerdo, o exterior, un sonido, aún lo que tenemos al frente en el campo de nuestra visión central puede pasar desapercibido, salvo si algo allí, un movimiento, un destello, llama nuestra atención. Lo mismo ocurre con la audición; cuando leemos y oímos música, la atención va de la página a la melodía de acuerdo con lo que más nos llama la atención, lo que está fuera de su foco no llega a nuestro conocimiento.
Se pone atención cuando se establece una relación entre la imagen en el ojo y un proceso cortical de intensidad suficiente para irradiarse ampliamente en el cerebro; un proceso local no atraerá la atención y permanecerá inconsciente; un automatismo permanece localizado a los núcleos centrales y será también inconsciente.
La conciencia, con el auxilio de la memoria, sin la cual no existiría, permite mantener la unidad de la personalidad. La personalidad, el yo, es “poco más de una colección de datos aislados, de experiencias y recuerdos y el marco en que estos se recogen y almacenan. Si se hace una atenta introspección se ve que lo que realmente se entiende por Yo, es precisamente este marco en el que los recuerdos y experiencias se recogen (Schrodinger, 25) este marco es la conciencia que mantiene” “la unidad de la vida psicológica”.
Imagen Corporal
Pero además de esta unidad de la vida psicológica todo individuo tiene una “imagen de su cuerpo” basada en la integración de todos los mensajes procedentes de su propio cuerpo, especialmente la sensibilidad propioceptiva (sensibilidad muscular, sentido de las posiciones) de la sensibilidad cutánea, de la vista, etc, que permite distinguir nuestro cuerpo del mundo exterior. Esta imagen está siempre presente en nosotros, siempre tenemos conciencia de nuestro propio cuerpo; sin embargo, como la patología lo demuestra, es un elemento independiente de la conciencia psicológica, pues los amputados mantienen durante mucho tiempo su imagen corporal intacta, sienten y creen mover la mano o el pie del miembro amputado, intentan apoyarse en el miembro ausente, etc. Al contrario, en ciertas lesiones del lóbulo parietal del cerebro, el paciente no se da cuenta de su enfermedad (anosognosia) además ignora el miembro afectado y pierde la conciencia de su existencia, que atribuye a otra persona. Cada uno de nosotros tiene en el fondo de su conciencia una imagen muy compleja de la propia persona física y es, gracias a la persistencia de esta imagen, que podemos ejercer una acción coordinada y eficaz sobre las cosas.
Como ya lo mencionamos, una de las funciones principales del cerebro es una función de eliminación. Esta función del cerebro sirve para protegernos, para impedir que quedemos confundidos por una masa de conocimientos, en gran parte inútiles y sin importancia, dejando por fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos y recordaríamos en cualquier momento y admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos útil.
Conciencia y Atención
Somos conscientes de lo que en este momento está en el foco de la atención. Toda otra actividad de la corteza está fuera de la conciencia. Hay además una serie de “mensajes” internos o externos no claramente percibidos por cualquier razón, que llegan a la corteza donde son analizados inconcientemente con enorme repercusión sobre nuestra conducta, según las motivaciones de cada uno de nosotros.
No es necesario de ninguna manera, para actuar adecuadamente, el tener conciencia de lo que hacemos. En condiciones normales, así como en los estados de “automatismo” patológicos, el individuo actúa muchas veces sin tener conciencia de lo que hace porque su atención está dirigida en otra dirección, como cuando conducimos un vehículo, o caminamos por una ruta bien conocida, sin tener después el recuerdo de haber pasado por determinado sitio.
En los estado automáticos patológicos los individuos pueden actuar durante períodos prolongados con toda la apariencia de la normalidad, sin embargo, al terminar el “automatismo” el paciente no tiene ningún recuerdo de la actividad desarrollada. Puede uno preguntarse si el paciente estaba o no consciente y, si estaba consciente, como para quienes lo rodean parece estar, solamente presentó una amnesia lacunar, lo que confirmaría que para estar consciente se necesita una memoria normal aparte de una atención dirigida, fundamental también en la grabación de cualquier acontecimiento en la memoria.
La Experiencia Consciente
Es a través de la experiencia consciente como llegamos a conocer el mundo que nos rodea y es también la que permite conocernos a nosotros mismos.
Un eminente naturalista W.H. Thorpe (29) dice al respecto lo siguiente: “Hay dos clases de realidad o existencia: La existencia de mi conciencia y la realidad o existencia de todo lo demás. Esta última realidad no es absoluta sino relativa. Con excepción de las sensaciones inmediatas, el contenido de mi conciencia es toda una construcción.”
Sir Arthur Eddington (11) también dice que “No hay que olvidar que la mente es el objeto primero y más directo de nuestra experiencia; todo lo demás es inferencia remota. El único objeto que se me presenta para su estudio es el contenido de mi conciencia. Según la descripción corriente, se trata de una colección heterogénea de sensaciones, emociones, conceptos, recuerdos, etc. En esta colección existen, junto a los materiales brutos del conocimiento, los productos manufacturados de la actividad intelectual”.
¿De dónde aparecen en la conciencia las ideas, pensamientos, soluciones, etc.? ¿Brotan como las imágenes oníricas, pero en forma controlada? ¿De dónde? ¿Vienen de la llamada subconciencia y aparecen espontáneamente? ¿Por qué mecanismos? o son siempre empujadas hacia la conciencia por algún mecanismo, como cuando buscamos algo en la memoria. ¿De dónde viene lo que escribo ahora? Algo impulsa su aparición, algún estímulo externo o interno que muchas veces no es aparente y que activa una determinada zona de la corteza, probablemente diferente en cada uno de nosotros. El efecto de esta puesta en actividad de determinada zona cortical podría ser similar a lo que ocurre cuando se estimula eléctricamente la corteza, durante la cirugía cerebral, en pacientes conscientes.
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