Articulo, La Mente
Académico Dr. Ernesto Bustamante Zuleta
El Cerebro y “La mente” constituyen una unidad ¿Debemos dejar a los filósofos que los separaron la tarea de juntarlos nuevamente? (Fischback, G. Mente y Cerebro, 1992)
En relación con la Mente, la literatura científica (y pseudocientífica) actual está llena de publicaciones sobre el tema de la Mente, desde verdaderos neurocientíficos, psicólogos, psiquiatras, etc, hasta físicos y matemáticos como Penrose y Schrodinger (21,25). Cuando estaba por terminar este trabajo, encontré el último libro de J.R. Searle, en la Editorial Norma, que inmediatamente atrajo mi atención.
El autor, J. R. Searle , que no es neurocientífico, es profesor de Filosofía en la Universidad de Berkeley, en California, dice lo siguiente en la introducción de su libro, LA MENTE (26): La Filosofía de la Mente ocupa un lugar único entre las cuestiones filosóficas contemporáneas, por cuanto la totalidad de las teorías más célebres e influyentes son falsas. Uno de mis objetivos es intentar rescatar la verdad del abrumador influjo de la falsedad. Lo que desgraciadamente no logra.
En las neurociencias se llama “mental” al conjunto de funciones cerebrales de las cuales podemos ser conscientes. Por supuesto, no se la puede considerar como una entidad única, independiente, por que lo que se llama mente o mejor “actividad mental”, incluye las funciones cerebrales superiores tales como la conciencia, el pensamiento, la memoria, la imaginación, los sentimientos, etc. que no están todas presentes simultáneamente en la conciencia y que sin el cerebro no pueden existir.
Hace algún tiempo se llegó a decir que la “mente” era una forma de energía, que se podía incluir en el mismo grupo que la luz, el calor, la energía química y hasta se llegó a emplear el término de “energía mental”. Los progresos del conocimiento en las neurociencias no permiten aceptar estos conceptos. Como dijo el gran neurofisiólogo inglés Sherrington (27), “la mente, considerada así, es algo invisible e intangible que no tiene contorno ni tiene realidad. La mente no es pues una cosa”.
Según el genetista (premio Nóbel) y posteriormente neurocientífico Francis Crick (3): “En biología, el problema mayor, todavía sin solución, es explicar cómo miles de millones de neuronas dan origen a experiencias subjetivas tales como la conciencia, la autoconciencia, y el conocimiento de que nuestros semejantes son también conscientes y auto-conscientes”.
Edelman (10), otro premio Nóbel, dice “proponemos un nuevo enfoque al observador científico y exploramos como podemos llegar a conocer lo que conocemos, con los métodos del conocimiento científico. Finalmente, discutimos la pregunta de qué es lo apropiado para el estudio científico. Exponer estos temas al escrutinio es importante porque nuestra posición- el hecho de que la conciencia proviene de un género particular de proceso cerebral- que es altamente unificado (o integrado) y altamente complejo (o diferenciado) tiene muy amplias implicaciones. Opinamos que la conciencia debe ser considerada como un sujeto para el estudio científico y que no es una provincia de los filósofos”.
Para mostrar lo que es y lo que no es “Mental”, queremos hacer conocer lo maravilloso que es el Sistema Nervioso y especialmente nuestro cerebro, aun cuando debemos destacar que a pesar de todo lo que se ha avanzado en su conocimiento en los últimos años, probablemente es más lo que no sabemos de él, especialmente si nos planteamos la incógnita principal: el origen de la conciencia y la autoconciencia, como fenómenos cerebrales y de otros fenómenos como nuestra existencia, nuestras alegrías, nuestros pesares, nuestras memorias y nuestras ambiciones, nuestro sentido de identidad personal y la ausencia de un libre albedrío, que no puede ser libre porque nuestra conducta no es mas que la consecuencia de la actividad de un enorme conjunto de neuronas y sus moléculas asociadas, que trabajan continuamente sin alcanzar el nivel de la conciencia. Gazzaniga (13).
Además, no sabemos qué es lo que nos permite percibir lo que entra a nuestro cerebro a través de los sentidos, aun sabiendo que los colores, los sonidos, los sabores, etc. son creados por el cerebro durante el procesamiento de las percepciones sensoriales. Cuando una supernova explota en una galaxia lejana, fuera de nuestra vista, no se han producido allí todos los colores que vemos cuando explota a nuestro alcance visual. No, solo se ha producido toda una gama de radiaciones electromagnéticas que son las que en nuestro cerebro dan origen al color.
¿Cómo es que un elemento físico, como un conjunto de fotones, entra al ojo, donde provoca la aparición de otro elemento físico como es el impulso nervioso, que llega a la corteza occipital donde provoca alguna actividad en las células nerviosas y de ahí se transforma en algo totalmente distinto, la conciencia de que estamos viendo algo? Pero además, cuando miramos diferentes objetos de distintas formas y colores o percibimos algún olor o sonido, estos no están realmente afuera, donde parecen estar. No son parte de las cualidades físicas de los objetos, al contrario, como las alucinaciones y el miembro fantasma de un amputado están, en realidad, dentro de nuestro cerebro como propiedades reales de la función cerebral. Por eso desde hace muchos años dijo Kant (17) “el más perfecto conocimiento de los fenómenos, que es lo único que nos es dado alcanzar, jamás nos proporcionará el conocimiento de los objetos en si mismos”.
Algunas patologías nos permiten ver algo, que de otra manera no es claramente apreciable, del funcionamiento cerebral. Por ejemplo, las personas que sufren una lesión en el lóbulo parietal derecho presentan un fenómeno llamado heminegligencia, caracterizada por el hecho de que desconocen totalmente la mitad izquierda de su cuerpo y de las cosas y aun algunas veces toda la mitad izquierda del mundo que los rodea. Un paciente con este síndrome solo se afeita el lado derecho de la cara, lee la mitad de las palabras, lee logia donde dice patología y aun más, a pesar de todo esto, el paciente no reconoce su enfermedad, niega estar enfermo y cuando se le pregunta por su brazo izquierdo que no reconoce, afirma que es de otra persona. En resumen estos pacientes han perdido la conciencia de la mitad de su cuerpo y de su mundo.
También, en los pacientes a quienes se les hace una sección del cuerpo calloso, (Fig. 1), cuando el hemisferio menor, generalmente el derecho, recibe determinada información, que por la sección del cuerpo calloso, no puede comunicar al hemisferio dominante y autoconciente, no tiene conciencia de ella.
“En los pacientes con los hemisferios separados, los dos hemisferios parecen ser independientemente y a menudo simultáneamente conscientes” Sperry (28). Es decir, el uno, el dominante, auto-consciente, el otro, con un tipo de conciencia similar a la de los animales inferiores que, aparentemente, no tienen autoconciencia.
Los aspectos inconscientes de la actividad mental, tales como las actividades motoras y cognoscitivas, llamadas memorias inconscientes, intenciones y expectativas, juegan un papel fundamental en moldear y dirigir nuestra conciencia. La dinámica de esta puede ser afectada considerablemente por un conjunto de actividades neuronales que pueden ser accionadas por diferentes estados de la conciencia y que, una vez completadas, ayudan a traer otros estados de la conciencia. Estas actividades inconscientes las cuales son motoras y cognoscitivas, utilizan vías largas, paralelas que corren a través de apéndices corticales, tales como los ganglios basales y el cerebelo.
Como resultado de actuaciones conscientes, las actividades inconscientes pueden ser unidas en secuencias para dar origen a vías sensorio motoras que contribuyen a formar lo que se ha llamado los “mapas globales”. También se discute la posibilidad de que puedan coexistir “islas de actividad” en el sistema tálamo cortical, influenciando una conducta todavía no incorporada en él. Estos diferentes mecanismos proveen un marco neurofisiológico para entender cómo los procesos inconscientes afectan la “experiencia consciente” y por consiguiente influyen en las conductas aprendidas y en las automáticas.
La conciencia parece estar asociada con una actividad neuronal que está distribuida simultáneamente a través de grupos neuronales en diferentes regiones del cerebro.
Por consiguiente la conciencia no es la prerrogativa de ninguna región del cerebro, mas bien, sus sustratos neuronales están ampliamente dispersos en el llamado sistema tálamo cortical y regiones asociadas. En segundo lugar, para mantener la experiencia consciente, un gran número de neuronas deben interactuar rápidamente y recíprocamente a través de los llamados procesos de “reentrada” Edelman (10). “Si estas interacciones reentrantes son bloqueadas, en amplios sectores de la corteza, desaparece la actividad y la conciencia misma puede reducirse o perderse”. Finalmente, la actividad de grupos de neuronas que mantienen la experiencia consciente, deben cambiar constantemente y deben estar suficientemente diferenciados unos de otros. Si un gran número de neuronas en el cerebro empiezan a descargar al mismo tiempo, simultáneamente, reduciendo la diversidad de los repertorios neuronales, como ocurre durante el sueño y durante las crisis epilépticas, se pierde la conciencia.
Grupos neuronales con localizaciones diferentes, pero específicamente similares, están conectados preferencialmente entre sí, por ejemplo, los grupos neuronales que responden a las direcciones verticales en la visión, están conectadas recíprocamente mucho más firmemente que los grupos que se activan con diferentes orientaciones. Aun más, los grupos neuronales que responden a posiciones vecinas en el campo visual, están más firmemente conectados que aquellos que responden a posiciones distantes. De esta manera, cuando una línea, vertical, por ejemplo, se le presenta a un ojo, los grupos neuronales correspondientes descargan simultáneamente. Las mismas reglas se aplican a otras áreas de la corteza, que dan origen también a una experiencia, que es consciente cuando es debida a la actividad de grupos y niveles neuronales, que suponemos reducidos, en actividad.
El funcionamiento de la corteza es responsable, en gran parte, del contenido de la conciencia y la actividad de regiones corticales específicas; está muy cercanamente unida a aspectos específicos de la conciencia. Otro ejemplo, si determinadas áreas de la corteza son dañadas, como las circunvoluciones fusiforme y lingual, se pierde la percepción del color, y la capacidad de imaginarlo y recordarlo se pierden también y, ni aun en los sueños, aparece el color.
Escenas que recordamos del sueño son a veces casi indistinguibles de las que vemos despiertos; sin embargo, sabemos que durante el sueño, el sistema tálamo-cortical está funcionalmente desconectado del mundo exterior. Pero somos conscientes y podemos recordar los sueños de los periodos de MRO (Movimientos Rápidos de los Ojos).
No ha sido posible demostrar que la lesión de ninguna área restringida de la corteza provoque la pérdida de la conciencia global. Solo provocan, como ya hemos visto, pérdidas de la conciencia referidas a funciones limitadas, tales como la pérdida de la conciencia del color, la pérdida de la percepción de estímulos móviles, pero ninguna área limitada de la corteza provoca inconsciencia total.
La única estructura cerebral cuya lesión provoca inconsciencia es el llamado sistema reticular activador, localizado en la parte superior del tronco cerebral (el mesencéfalo y la parte superior de la protuberancia) hasta la parte posterior del hipotálamo, el tálamo intralaminar y el núcleo reticular. (Fig.2).
CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO