Origen y Tratamiento de Algunas Enfermedades Contagiosas, Lepra y Discentería

Mutis pensaba que todas las enfermedades eran, de alguna manera, contagiosas97. Cuando, en 1782, hablaba de la viruela, insistía en “evitar eficazmente todas las ocasiones y causas del contagio” de dicha enfermedad 98. En 1783, en su informe sobre la epidemia de 1782, decía Mutis: “enfermedad pegada naturalmente por contagio”99 y, más tarde, en 1787, al comentar la epidemia de esta enfermedad en Popayán, insistió en que “el origen está en la atmósfera y puede propagarse por el contagio”100. En cuanto a la lepra o mal de Lázaro, aunque sospechaba de la existencia de una predisposición, consideraba que la “causa ocasional” es el “contagio del veneno de algún lazarino”101.

En 1801, al comentar la situación de insalubridad de las aldeas del Virreinato, dice Mutis que (sic) “para cúmulo de su desgracia se van inficcionando con los contagios de otras dos enfermedades no menos asquerosas,Lazarina y Caratosa…;”102,103,104. En su “Plan de curación de las enfermedades agudas que se padecen en el Darién”105 Mutis, refiriéndose claramente a lo que hoy conocemos genéricamente como malaria, anotó: “En determinadas estaciones del año por el concurso de varias causas, que alteran grandemente la atmósfera, fluido en que vive sumergido el hombre, como pez en el agua, se experimentan calenturas estacionarias, más o menos peligrosas a proporción de esa alteración … Generalmente sucede lo mismo en todo el mundo y mucho más en aquellos países rodeados de lagunas y aguas estancadas, que cuando comienzan a empodrecerse corrompen igualmente la atmósfera que baña toda la superfi cie del cuerpo humano y traga el hombre a cada respiración”, anotó además que provenían también de factores de trabajo y nutricionales y terminó con la siguiente observación: (sic) “…, a lo cual se agrega el desabrigo por la noche, dormir al raso, o con el título de tomar el fresco en tierras calientes, pasar muchas horas a la noche al descubierto”105. Sólo le faltó descubrir el vector del paludismo, puesto que las medidas que recomendó, fácilmente deducibles de las anteriores anotaciones, tienden a evitar el medio ambiental y la oportunidad en los cuales es máxima la probabilidad de una picadura de anofeles.

El medio ambiente

Culpó Mutis a la putrefacción, tanto vegetal como animal, que ocurre en los platanales, próximos habitualmente a las aldeas, de muchas afecciones, cuando anotó, enfáticamente: “Como si no bastara con esto (los platanales se han convertido) en depósito de los cadáveres de los animales, basuras e inmundicias de las casas y habitación de aves domésticas que escarban y revuelven la masa pestilencial. He aquí un manantial de corrupción capaz de llevar la muerte a las más distantes poblaciones, calenturas intermitentes, agudas, pútridas, no serán todas las desgracias que traerá tan pernicioso vecino”106. Y, también lo hizo al criticar la ubicación de los cementerios dentro de las poblaciones, recomendando ubicarlos en las afueras de estas, así como con los animales, pues “todo cuerpo animal incesantemente transpira y despide vapores y hálitos corrompidos, al mismo tiempo que en cada respiración disminuye la vitalidad de la atmósfera, volviendo en su aliento otra porción corrompida”107.

Otra causa de buena parte de las enfermedades, según Mutis, era la mala ubicación de las ciudades y pueblos, muy próximos a pantanos y a aguas estancadas y, la solución, ubicar los nuevos asentamientos de acuerdo a la opinión previa de profesores versados en cuestiones de higiene, o poner en manos de la medicina las comunidades ya existentes: “Un reino medianamente opulento, que por sus nativas riquezas pudiera ya ser opulentísimo, camina a pasos lentos en su población a causas de las enfermedades endémicas, que resultan de la casual y arbitraria elección de los sitios en que se han congregado sus pobladores. Este yerro original, sólo podrá corregirse en los sucesivos establecimientos, procediendo el gobierno con los previos reconocimientos de profesores instruídos; porque en lo preferente no queda otro arbitrio que el de apelar a los auxilios de la medicina”108,109,110. Agrega el doctor Mutis: “De esta inconsiderada y pésima elección de sus poblaciones han dimanado dos plagas endémicas que afligen mucha parte de sus habitantes. Las escrófulas, llamadas vulgarmente cotos, y las bubas, llagas y demás vicios, que acompañan al primitivo mal gálico, ciertamente original del propio clima;…”108,109,110. A pesar de que no aparece la palabra miasma en ninguna parte,  se halla implícito, en todos los textos transcritos, el paradigma miasmático-humoral111.

Nada distinto se puede afirmar de las recomendaciones higiénicas de Mutis al Estado colonial: están inmersas, se apoyan enteramente, en el mismo paradigma miasmático111. Basta releer los párrafos anteriores para deducir inmediatamente el claro concepto de medicina preventiva que poseía el sabio gaditano: ubicación adecuada de los nuevos asentamientos108,109,110; evitar la corrupción del aire al “destruir en el Reino los platanales urbanos que causan su ruina”112; evitar la exposición de las personas al medio ambiente exterior al anochecer y en horas nocturnas o, en su defecto, cubriéndose la piel convenientemente105. En cuanto a la adecuada ubicación de los cementerios, aconsejó su construcción lejos de las ciudades o pueblos y pidió, además, que se observasen “inviolablemente en su establecimiento las advertencias siguientes”113. A continuación, plasmó ocho normas básicas para prevenir las enfermedades originadas en los miasmas que pueden emanar de los cementerios107,113, sin desprenderse un ápice del paradigma mencionado, y sin que significa que, en ningún caso, una medida errónea ninguna de ellas, en cuanto a su misión preventiva en la salud pública.

La viruela

En cuanto a la viruela se refiere, “Por esos años las epidemias continuaban diezmando al Nuevo Reino. Un poco antes del arribo de Mutis se había presentado en Santafé un terrible azote conocido con el nombre de epidemia del Japón que antes había hecho estragos en Lima y en Quito”114. “Durante la epidemia de 1782-83 Mutis desplegó grande actividad en benefi cio de los virolentos, acompañado del doctor Froes, un médico protugués que ejercía en Santafé desde 1778”114. Conocía Mutis muy bien las ventajas de la inoculación variólica, de cuyos resultados ya se hablaba en el mundo científico desde las comunicaciones que presentaran a la Royal Society de Londres Emanuel Timoni115 y Giacomo Pilarini115, en 1713 y 1716, respectivamente y, posteriormente, desde los resultados exitosos de varias inoculaciones realizadas entre 1717 y 1721116, consistente en la inoculación, piel a piel, de la pústula de un paciente en recuperación espontánea de la enfermedad, con lo cual se transmitían al inoculado los anticuerpos creados, naturalmente, por el paciente que había logrado superar la enfermedad. Por esta razón, su recomendación básica era la aplicación masiva de la inoculación variólica, en época tan temprana como en 1782117,118. En 1796 era ya enfático e imperativo en su uso general, aunque con precauciones, de acuerdo a las publicaciones realizadas en los últimos años en Europa119. Por lo tanto, no se debe confundir la inoculación variólica con la vacunación -inoculación del virus atenuado por su paso en un vacuno-, pues Edward Jenner no aplicó la primera vacuna, en el niño campesino James Phipps, sino hasta el 14 de mayo de 1796120 cuando, según Garrison. “Jenner transformó una tradición campesina local en un principio profiláctico viable”121.

En el año de 1782, y a raíz de la catastrófi ca epidemia que asoló al Nuevo Reino durante ese año, durante la cual murieron, según el Virrey Mendinueta, cerca de 7.000 personas122, Mutis publicó un trabajo titulado “Método general para curar las viruelas”118 y, en 1783, puso en circulación sus “Instrucciones sobre las precauciones que deben observarse en la práctica de la inoculación de las viruelas”, publicaciones que ordenara el Arzobispo-Virrey Caballero y Góngora117,122,123. En la epidemia de viruela de 1802, Mutis ya conocía el uso de la vacuna, pero las muestras enviadas desde España resultaron inactivas y él no logró preparar un suero inmune, razón por la cual utilizó en esa ocasión la inoculación variólica124. La vacuna adecuada no llegaría a Santafé sino hasta principios de 1804, con la Expedición de la Vacuna, que enviara el Gobierno Español, organizada personalmente por el Rey Don Carlos IV y su Ministro Godoy125, preocupados por los estragos que venía haciendo la enfermedad en estas tierras, en especial, a partir de la epidemia de 1801123.

La Expedición contaba con la dirección de don Francisco Javier Balmis125 y la Subdirección del doctor José Salvani125. La Expedición permaneció en Santafé hasta 1805125 y su recepción y atención estuvo precisamente a cargo de Mutis y del propio Virrey Amar y Borbón quien, en ese mismo año, dio a conocer el “Reglamento para la conservación de la vacuna en Santafé”123, que muy probablemente redactara el sabio gaditano, expresión clara de su concepto futurista de la prevención de las enfermedades: debió ser este el último esfuerzo de Mutis al respecto.

“Puede decirse -dice Pablo Elías Gutiérrez- que no hubo medida tomada por el gobierno virreinal y que se relacionara con la salud pública, que no fuese aconsejada y dictada por él”123 (Mutis). “Atendía también particularmente a muchos enfermos”123. El doctor Diego Mendoza transcribe una carta de Mutis, dirigida al hijo de Carlos de Linneo, cuyo texto es el siguiente: “Tan sumamente sencilla es la materia médica que he acomodado a mi práctica, que no han dejado de entenderla estos habitantes de América y de este conocimiento ha resultado haberme adquirido y conciliado tal estimación entre ellos, que guiados por la experiencia de una práctica felicísima y casi de ningún costo, concurren los enfermos en tropa a este sitio donde me retiré. Apenas creería algún europeo que estos enfermos casi nada gastan en sus enfermedades sin haber conocido primero que están desterradas (y con felicidad) de estos países las boticas”126.

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