Editorial: La Investigación en Colombia. ¿Qué Podemos Esperar?
Fernando Sánchez Torres*
El momento que vive el mundo se caracteriza por el predominio de la ciencia y de su hija legítima, la tecnología. Una y otra son producto del conocimiento, que es la máxima expresión del Homo Sapiens Sapiens en su carrera por consolidar su condición de Bien Mayor de la Naturaleza. De no crearse conocimiento, el progreso de la humanidad se detendría, con posibilidades de tener que afrontar funestas consecuencias.
La investigación ha sido la fuente del conocimiento y la universidad su escenario y su laboratorio natural. De ahí que aquella sea tenida como el termómetro que marca el grado de calidad de esta. El pensador español Ortega y Gasset decía que la investigación no solo es la dignidad de la universidad, sino también su alma. De igual forma, puede afirmarse que la investigación que va de brazo con la ciencia y la tecnología es el motor del desarrollo y del liderazgo de cualquier país. Las naciones que no investigan están condenadas a marchar a remolque de las que sí lo hacen, es decir, a subsistir de manera parásita.
Investigar, en cualquier campo del conocimiento, es una actividad de suyo trascendente, como que tiene por finalidad hacer aportes nuevos para beneficio de la humanidad. Se trata de una disciplina a cargo de hombres y mujeres de condición especial, por cuanto a más de vocación, que implica entrega y sacrificio, requieren poseer una formación académica y ética de muy alto nivel. En la actualidad, entre los parámetros para juzgar la talla y potencialidad de una nación, se incluye el número de investigadores de que dispone. Sin duda, la investigación es un factor que todo gobierno debe tener en cuenta si aspira a que su país sea mirado con respeto. Y debe ser así, por cuanto las naciones huérfanas de investigación adquieren como ya dije una dependencia de las que la hacen, rayana con la esclavitud. Bien puede aceptarse entonces que la investigación es una especie de motor para el desarrollo de los pueblos. Lo demuestra el hecho de que los países líderes del mundo son asimismo los líderes en investigación.
Colombia, en verdad, no se ha estancado en cuestiones de investigación. En los últimos veinte años el registro de Colciencias señala que los grupos de investigadores se han incrementado considerablemente, al igual que el número de jóvenes que adelantan estudios de maestrías y doctorados. No obstante que el presupuesto asignado a Colciencias también se ha incrementado, no lo ha sido en la cuantía requerida, con miras a superar el subdesarrollo que nos caracteriza. Colciencias, como institución rectora de la investigación y como canalizadora de los recursos destinados a esta, debe fortalecerse de manera decidida. Contrario a lo que algunos han propuesto, considero que crear un ministerio en su remplazo sería ampliar la burocracia sin que se asegure con ello que la investigación resulte favorecida. Con un buen director y con un presupuesto acorde a las necesidades, Colciencias podrá pervivir cumpliendo sus objetivos.
Según informes recientes, las universidades Nacional, de Antioquia, de los Andes y la del Valle encabezan, en su orden, las instituciones de educación superior que en nuestro medio producen investigación. Sin embargo, el producto de todas ellas juntas (5.001 trabajos de investigación en el 2011), apenas permite que se nos ubique en un quinto lugar entre los países latinoamericanos generadores de conocimiento, siendo superados por Brasil, México, Argentina y Chile.
Es indiscutible que el país tiene necesidades apremiantes, como la infraestructura sanitaria, educación, vivienda, vías de comunicación, pero tiene otra que a la larga podría ser la solución de estas. Me refiero al apoyo que debe dársele al desarrollo de la ciencia en las universidades. El habérsele asignado un 10% de las regalías a las actividades de ciencia, tecnología e innovación, es un buen propósito, pues representaría un incremento significativo, como que para el 2012 será un 0.6% del PIB, es decir 790 mil millones aproximadamente, sostenible a lo largo de la década, con la incertidumbre de que dicha partida pudiera reducirse o distribuirse en forma inadecuada, según criterio oficial.
Estoy convencido de que no solamente el Estado debe volver los ojos a la producción del conocimiento. Se requiere el apoyo por parte del sector privado, que atraviesa por un buen momento. El ejemplo que han dado Luis Carlos Sarmiento Angulo con la Universidad Nacional y la familia Santo Domingo con la de los Andes, debe ser imitado por otros de los muchos industriales pesados que tenemos.
Es evidente, además, que el Estado gasta ingentes recursos en paliar el conflicto bélico que ha contribuido al retraso en muchos campos, sin desconocer que de llegarse a ponerle fin por vía de las armas, se constituiría a la larga en una inversión. Como reflexión vale la pena traer a colación las palabras del investigador español y Premio Nobel de Medicina en 1906, Santiago Ramón y Cajal: “Honda pena da pensar en la cantidad de energía cósmica despilfarrada en las horrendas hecatombes de la guerra. ¡Qué de inestimables beneficios realizaría la humanidad si la mitad solamente del tesoro gastado en imbéciles e infecundas matanzas se empleara en las nobles empresas de la higiene, de la cultura y del bienestar colectivo”.
Pese a que la Academia Nacional de Medicina no lleva a cabo investigación, esta actividad no le es extraña y, por lo mismo, vive pendiente de lo que pueda acaecer en ese campo. No olvidemos que las Academias son como una extensión de las universidades. Para estimular la investigación, desde hace algún tiempo a nombre de la Academia se vienen concediendo sendos premios anuales en las áreas básica y clínica. En el momento actual compartimos la inquietud existente respecto a la suerte que la investigación pueda correr.
Explicable que la Comisión de Investigación de la Academia, coordinada por el Académico Antonio Iglesias Gamarra, haya tenido la feliz iniciativa de incluir, dentro del marco de Grandes Foros que la Junta Directiva ha programado para el presente año, el tema de la Investigación, para ser ventilado de cara al país y con la participación de autorizados ponentes.
Como Presidente de la Academia, me es muy grato presentar a todos los participantes un cordial saludo de bienvenida, agradecer a los organizadores del Foro su invaluable colaboración y a los ponentes su enriquecedora contribución. Al tiempo que declaro formalmente instalado el evento, elevo votos por el éxito de sus deliberaciones
* MD. Presidente de la Academia Nacional de Medicina
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