Obituario: Académico Honorario Roberto Vergara Támara (1925 – 2016)

Roberto Vergara TámaraPor Alfredo Jácome Roca*

El doctor Roberto Vergara Támara nació en Sincelejo el 15 de enero de 1925, en la época en que pertenecía al departamento de Bolívar, y no al actual Sucre. Desde muy joven se trasladó a Cartagena por lo que siempre se le consideró parte de su gentilicio.

Allí, se graduó de bachiller del Colegio Universitario San Pedro Claver. Luego, se estableció en Bogotá cuando inició sus estudios de medicina en la Pontificia Universidad Javeriana, de la cual se tituló en 1951 con tesis meritoria sobre hemorragias uterinas.

Esto marcó el principio de su vocación ginecológica, especialidad que completó destacándose como un profesional brillante en el Hospital de la Samaritana, afiliado a la Universidad Javeriana. Este importante centro educativo y su Hospital Universitario San Ignacio ofrecieron inicialmente el servicio de consulta externa de gineco-obstetricia en unido con la Clínica de Maternidad de La Providencia, y el doctor Vergara se vinculó como el primer especialista. (Lea también: Obituario: Académico Correspondiente Luis Eduardo Vargas Rocha (1920 – 2015))

También había sido jefe de Clínica Ginecológica en La Samaritana y ocupó el mismo cargo en el departamento de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. En esta institución, ejerció como profesor por varios años hasta 1967.

En 1974 ingresó a la Academia Nacional de Medicina de Colombia como Miembro correspondiente con un trabajo continuación de su tesis de grado, que incluía el análisis de 1484 biopsias endometriales de hemorragias uterinas.

Se dedicó por completo a su ejercicio en la Clínica de Marly donde fue directivo y se le reconoció como un destacado especialista por el resto de su vida. Adicionalmente, fue director científico de la Clínica David Restrepo.

Posteriormente, se le nombró Miembro de número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia en 1980, con un análisis sobre la cirugía ginecológica en los hospitales de la capital colombiana. Aunque, hace pocos años, fue designado como Académico honorario en la misma institución, disertando en esa oportunidad sobre temas de fecundación y fertilización in vitro.

En esa ocasión, se refirió a un tema estudiado por biólogos, bioeticistas y teólogos, cuyo objeto de discusión aborda el momento en que el producto de la concepción se considera un ser humano. En su opinión: “así como se dice que la muerte del tallo cerebral es el criterio para la determinación de la vida, el inicio de la vida es cuando éste se forma (entre las 6 y las 10 semanas)”.

Sin embargo, su comentarista, el académico Zoilo Cuéllar, consideró un ser humano con todos sus derechos emergía a partir del mismo momento de la fertilización del óvulo. En la junta directiva de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, ocupó los cargos de Secretario y de Vice-Presidente.

Vergara Támara fue fundador y presidente de la Sociedad Colombiana de Obstetricia y Ginecología y el primer presidente de la Federación Colombiana de Obstetricia y Ginecología (FECOLSOG). Además, fue miembro de distintas sociedades internacionales de la especialidad como FLASOG y FIGO.

Aunque el profesor Vergara atendía partos como todos los demás, se distinguió como un hábil cirujano ginecológico, así pues, practicó difíciles técnicas para el tratamiento del cáncer de cuello uterino y también trabajó en fertilidad.

En sus mejores épocas de docente y especialista, escribió numerosos trabajos sobre su especialidad, que aportaron al conocimiento de la ginecología en su momento.

Transcribimos una referencia escrita por Efraim Otero en sus Versos Melánicos, como muestra de la afición del Dr. Vergara por la poesía, donde además se hace referencia a su esposa Clemencia Restrepo de Vergara:

Conociendo yo por muchos años la desmedida afición de Roberto (por ese entonces Vice-Presidente de la Academia) por su paisano el “Tuerto” López, y recordando amables tenidas poéticas que habíamos celebrado en su casa o en su finca de Gachancipá, me atreví a soltar, a modo de comentario, el siguiente soneto:

Este varón, que se llamó Roberto
-funcionario formal de la Academia-
“carta cachaco” puro, sin anemia,
Y en ginecobstetricias un experto.

Por fin le ha dado por hablar del Tuerto
Sin halagos, sin ira, sin blasfemia,
Activando la lírica hiperemia
Que en nosotros evoca el vate muerto.

Cuando olvida un poema, muy contrito
-como rogó Jerusalén a Tito-
Este galeno audaz pide clemencia…

Y Clemencia le trae el libro, al punto,
Mientras se ríe a solas el difunto
¡Con su luciferil maledicencia!

Efraím Otero
Versos Melánicos

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