Sordera Tragedia y Muerte de Ludwingvan, Especulaciones etiológicas

Varios médicos escribieron obras en las cuales expusieron diferentes teorías sobre la enfermedad que aquejó al maestro. Waldemar Schweisheimer, Edgard Larkin, Thomas Palferman, esbozaron teorías sobre la etiología de las misma, algunas eran en realidad extravagantes y absurdas para ubicarlas en el organismo del compositor. Sin embargo, dieron motivo a distintas especulaciones.

Hans Bankl y Hans Jesserer, del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Viena en su libro “Las enfermedades de Ludwig van Beethoven” describieron un rosario de síntomas y signos que sufrió el compositor: en 1795 tuvo frecuentes dolores abdominales muy intensos. (Lea también: Sordera Tragedia y Muerte de Ludwingvan, Predisposición Musical)

En 1798 se percató de que no oía lo que le decían, con las consiguientes molestias que ello le acarreaba, amén de los zumbidos de oídos. En 1801 experimentó continuos ataques de diarrea y calambres abdominales que siguieron durante decenios siguientes, en 1807 le extrajeron varias piezas dentales con la esperanza de aliviar la “migraña gotosa”. Usaba algodones en los oídos par amortiguar los ruidos.

Entre 1811 y 1816 disminuyeron los problemas intestinales, aparecieron ataques de reumatismo que culminaron en fiebre reumática que lo mantuvo seis semanas en cama. En 1821 aparecieron la ictericia y nuevos brotes agudos de diarrea, un ataque de “gota pulmonar” en 1822, dolores oculares persistentes y calambres.

En 1824 guardó cama a menudo; en 1825 padeció una inflamación del intestino grueso, tuvo epistaxis y vómitos. Al año siguiente aumentó el abdomen por la “ascitis”, dolores de espalda, ictericia, más tarde apareció una neumonía” (1).

Hallazgos patológicos

La autopsia del compositor la realizaron el patólogo Johannes Wagner y Andreas Wawruch, el medico que lo atendió en los últimos días de su vida. En su informe describieron que encontraron el hígado disminuido de tamaño, quizás la mitad de un hígado sano, estaba endurecido, cubierto de nódulos; el bazo era negro y duro, más grande de lo normal, y el páncreas también desmesuradamente grande.

En ambos riñones había cálculos, las arterias auditivas se hallaban dilatadas, duras y frágiles. El cráneo era compacto, el cerebro lleno de líquido con circunvoluciones cerebrales profundas y anchas (1).

“El conducto auditivo externo, sobre todo al nivel del tímpano, estaba engrosado y recubierto de escamas brillantes. La Trompa de Eustaquio estaba muy engrosada, presentando una mucosa edematosa y un poco retraída al nivel de la porción ósea. Adelante de su orificio, en la dirección de las amígdalas, se nota la presencia de pequeñas depresiones cicatriciales.

Las células visibles de la apófisis mastoidea, se presentaban recubiertas de mucosa fuertemente vascularizada, y la totalidad del yunque aparecía surcada por una marcada red sanguínea sobre todo el nivel del caracol, cuya lámina espiral se apreciaba levemente enrojecida. Los nervios de la cara eran de espesor considerable.

Los nervios auditivos, al contrario, adelgazados y desprovistos de la sustancia medular. El nervio auditivo izquierdo mucho más delgado, salía por tres ramas grisáceas muy finas, mientras que el derecho estaba formado apenas por un cordón más fuerte y de un blanco brillante”(1,19).

Al analizar estas descripciones para la época no era posible concluir sobre la patología de la cavidad timpánica o del estribo que son los elementos de mayor interés. Los cambios encontrados corresponden a lesiones post mortem (19). (Ver: Sordera Tragedia y Muerte de Ludwingvan, Causa de la enfermedad)

El mechón de cabellos

El día 27 de marzo de 1827 Ferdinand Hiller y Johann Nepomuk Hummel estuvieron presentes en la sala de velación. El cadáver de Beethoven yacía dentro de un ataúd de roble que sostenían en alto unas andas de latón. Su cabeza reposaba sobre un almohadón de seda y unas guirnaldas de rosas blancas coronaban su larga cabellera perfectamente peinada (1).

El rostro adquirió un tono violáceo y tenía dos lados de la cara extrañamente hundidos como resultado de la autopsia que le practicaron en la mañana, durante la misma le extrajeron los huesos temporales y los huecesillos del oído con el propósito de someterlos a futuros exámenes.

El joven Hiller le dijo a su maestro que quería cortar un mechón de la cabellera de Beethoven y en un momento determinado sacó de su ropaje una tijera y con decisión cortó de la cabeza un mechón. Posteriormente lo conservó envuelto en espiral entre dos láminas de vidrio de un guardapelo.

Debido a que no existía la fotografía en la época los familiares de los difuntos acostumbraban a cortar mechones de cabello, así se tenia un recuerdo del familiar o del amigo fallecido (1).

Protagonistas modernos

En diciembre de 1995 dos melómanos admiradores del compositor: Ira Brilliant y Alfredo Che Guevara, adquirieron el guardapelo que contenía los cabellos del compositor, en una subasta en la casa Sothesby´s de Londres.

El mechón de finos cabellos castaños y grises estaba apresado entre dos placas de vidrio cerradas herméticamente en una caja oval de madera oscura cuya longitud sobrepasaba ligeramente los diez centímetros.

Sobre el frágil papel estampado que cubría el fondo liso de la caja, un tal Paul Hiller había escrito mucho tiempo atrás en alemán la siguiente nota: “mi progenitor Ferdinand v. Hiller, le cortó este mechón de cabello a Luwig van Beethoven, el 27 de marzo de 1827 y me la entregó como regalo de cumpleaños en la ciudad de Colonia el día 1 de mayo de 1883” (1).

Brilliant y Guevara decidieron entregarlo a la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona en Tucson a fin de analizarlo científicamente. El equipo estaba constituido por un antropólogo forense, un médico clínico, una archivera y conservadora, un fotógrafo científico, un secretario encargado de registrar cuanto aconteciera, un notario público, un equipo de reporteros de televisión local y un equipo de rodaje de la BBC que viajó desde Londres para registrar ese acontecimiento (1).

Tanto Guevara, medico cirujano especialista en urología, como Brilliant promotor inmobiliario, se quedaron con el 27 por ciento de los cabellos y el resto lo donaron al Centro de Estudios Beethovianos Ira F Brilliant con sede en la Universidad estatal de San José, California.

Es menester resaltar el papel destacado de Guevara y Brilliant, en razón de que no se dedicaron únicamente a obtener en subasta el guardapelo con los cabellos del compositor. Ambos se empeñaron en encontrar el origen de los Hiller con la elaboración del árbol genealógico de la familia de Ferdinand Hiller, desde sus padres hasta los descendientes que huyeron hacia Dinamarca para así saber quienes fueron los últimos poseedores del guardapelo.

Desde 1827 hasta 1995, después de casi dos siglos, los cabellos de Beethoven volvieron a tener protagonismo debido a que los dos melómanos aceptaron que se abriera el guardapelo para hacerles el estudio científico, conocer el origen de los mismos e investigar, de acuerdo con la ciencia moderna, las posibles causas de la sordera de Beethoven y de la enfermedad que determinó su muerte.

Investigaciones

En 1977 Werner Baumgartner de origen austriaco de la Psychemedics Coporation en los Ángeles analizó químicamente los cabellos (1). Desde 1977, Baumgartner había analizado más de 2 millones de muestras de cabello humano.

El investigador estudiaba el cabello humano valiéndose de una técnica patentada por él, capaz de determinar la presencia de morfina, heroína y otras sustancias, en concentraciones de un nanogramo. El método se basaba en el radioinmunoensayo una técnica creada en el decenio de los cincuenta por la premio Nobel Rosalyn Yalow, quien empleó reactivos isotópicamente marcados a los fundamentos de la inmunología, lo cual le permitía precisar concentraciones microscópicas de sustancias biológicas y farmacológicas en sangre y fluidos corporales (1).

Aunque ese tipo de estudio se hacía en orina, elinvestigador convenció a los escépticos que era mejor hacerlo en los cabellos mediante un método que permitía medir con gran precisión y de forma directa las concentraciones. Walter Birkby, un antropólogo forense, contó 582 cabellos, también descubrió la presencia de folículos pilosos en los mismos y sugirió la posibilidad de someterlo a una prueba de ADN.

De otro lado, William Walsh, un ingeniero bioquímico, usó el espectrómetro de rayos X para determinar la existencia de trazas de plomo. Después de un detenido análisis presentó un informe de siete páginas en el que reveló sus hallazgos. Walsh y Walter McCrone.

Este último demostró anteriormente que el Santo Sudario se había pintado en el Siglo XIV y por tanto no era el lienzo con que se había cubierto el cuerpo de Jesús. También demostró mediante estudio del cabello de Napoleón que el militar no había sido envenenado con arsénico (1, 16,17).

McCrone uso la espectrometría de dispersión de energía, que se realizó con un microscopio electrónico de barrido conocido como EDE/MEG, y una espectrometría de masa común, microscopio de barrido de iones o EMMI; ambas técnicas utilizan reacciones nucleares en vez de luz y ampliaciones de alta resolución

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