Reseñas Bibliográficas: Presentación del Libro, Tragicomedia Médica

Académica Dra. Marta Lucía Tamayo Fernández

Tragicomedia médicaEste libro es un recuento de lo que puede el internado, en una ciudad cualquiera en Colombia, denominado Villamiseria, por darle un título de lo que pudo significar una práctica médica, cuando la medicina en el país casi que trabaja de la caridad pública y se asemeja mucho a lo que es la miseria humana, en recursos y muchos aspectos.

La Dra. Tamayo recuerda su año de internado, cuando sale de la facultad convencido de que todo es fantástico y fácil y la realidad es muy distinta.

Es un libro fácil de leer, el lenguaje es coloquial para que pueda ser entendido inclusive por personas que no estén dentro de la medicina pero que de alguna manera le interese lo que puede ser la experiencia del estudio de la medicina.

Ha sido financiado por la Academia Nacional de Medicina y cofinanciado por el Instituto de Genética Humana de la Universidad Javeriana. (Ver: Libro: “Tragicomedia Médica”, Comentario: Académico Dr. Juan Mendoza-Vega)

Cuenta una historia con un toque ameno, para enseñarlo, mostrarlo y discutirlo con los estudiantes de medicina antes de que salgan del internado para que tengan una idea de lo que les espera por fuera.

La Dra. Marta lucía expresa sus agradecimientos a la Academia Nacional de Medicina y al Instituto de Genética Humana no sólo por apoyar la obra sino por permitirle tener una herramienta con la que se cumple el sueño de contar una historia por lo duro que es el golpe al salir al mundo real (1973).

Algunos aspectos han cambiado mucho, de pronto otros distorsionados por el tiempo, pero era un compromiso de la protagonista mostrar lo que era un rural y lo que es la práctica de la medicina y de alguna manera dejar un legado a los estudiantes, no sólo la enseñanza académica. Los personajes han sido cambiados, nombres, fechas y lugares, como una novela de ficción que, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

La realidad en Colombia supera los esquemas. “Que risa, todos lloraban”, es una frase suelta de Julio Cortázar, que hace muchos años me enseñó que la vida debía de ser tomada con tranquilidad, con serenidad y, sobre todo, con humor.

Desde que descubrí eso, he tratado que mi profesión y mi vida estén llenas de ese humor que permitan sobrevivir a todo. Fue lo único que me permitió sobrevivir a un año muy duro, a un año de golpes contra la realidad.

En el libro, en la Presentación, no se si es una disculpa o una justificación, como se pueda entender lo que allí está escrito, en donde sostengo que esta debería ser una filosofía que no sea exclusiva para el médico sino que sea para todo el mundo, en donde todos tendríamos que cambiar, un cambio paradójico con esta frase “sólo lo que cambia permanece”, cambiar es importante para seguir viviendo, para permanecer, para dejar huella.

Un libro como este, además de mostrar una realidad a la gente que está fuera de la medicina, criticando a la medicina, al médico siempre, siempre objeto de análisis y de estudio, es importante saber lo que hay allá adentro; lo que quiero es representar la enseñanza de la medicina como también su ejercicio.

Aunque la mayoría no lo cree el médico nunca pasa indiferente a lo que ve y cuando el médico sale de la facultad con todos sus sueños y sus ilusiones tampoco pasa indiferente a nada, porque no es posible permanecer indiferente al atropello social, a la injusticia, a la violencia diaria que se ve en un hospital cuando se atiende todo tipo de problemas, cuando uno ve la realidad social y clara del país, la desprotección, el irrespeto por los derechos humanos de la gente que está enfrentado a la pobreza, a la deshonestidad, a la miseria.

Menciona lo que es la salida de la casa, de la facultad, y encontrarse con tantas cosas; mirar hacia atrás me entristece en algunos aspectos pero no puedo evitar hacerlo, son las ilusiones de los comienzos que cuando pasan los años y pasa el tiempo uno no debe perder la ilusión, madurar no significa matar los años y matar las ilusiones, todo eso es parte de lo que es la medicina en Colombia.

Buscando títulos, llegué a la conclusión, después de pensar mucho, de que realmente estamos es viviendo una tragicomedia lo que es parte importante de ese inicio, de ese llegar a un sitio nuevo en donde, ingenuidad divino tesoro, es con lo que salimos.

En las facultades vemos el mundo desde lejos, como si estuviéramos ahí, sin estar dentro de ese mundo, yo no toco eso. Vemos que la medicina es una carrera pública en donde vemos la realidad social.

Llegamos a una ciudad pequeña, mediana, como la queramos situar, en donde uno la encuentra como la entrada principal de un hospital, como todos los hospitales de combate de Colombia. Encontramos la situación social en condiciones que no eran las mejores. Un salario pequeño. Trabajar 36 horas diarias. Eso no era para lo que nos habíamos preparado.

Estas circunstancias motivaron un paro, en donde fui aprendiendo lo peligroso que es juntar la medicina con la política en este país y en muchos otros de América Latina. Narro la salida y la llegada, la permanencia en “El Gallinero” (le poulailler) como también la primera fiesta en un hospital, año de internado que califico como parecido al servicio militar obligatorio, todas las situaciones ocurridas, y aclara que la medicina es más deshumanizada con el propio médico de lo que el médico pueda serlo con la gente.

Después de 27 años, digo, todo se ve muy distante hoy, en que con el tiempo se suavizan los recuerdos, se adormece el descontento, se calman las cosas y hasta se deforman realidades. Pero en fin, así es la vida, por que pase lo que pase la función debe continuar y al final, uno siempre se convence de que todo valió la pena, por doloroso que haya sido.

Valió la pena estudiar medicina, valió la pena ir de internado a Villa-Miseria, valió la pena conocer los éxitos para aprender de ellos, valió la pena reconocer los errores para aprender también de eso, valió la pena sufrir lo que sufrimos, va lió la pena disfrutar lo que disfrutamos…

Sin duda, too valió la pena porque todo eso fue una escuela, un aprendizaje, una enseñanza. Ahora bien, decir si fue justo o injusto que nos hubiera tocado hacerlo de esa manera, eso ya es otro punto aparte que no quiero tratar. (O como dijo El Quijote, es un asunto “de cuyo nombre no quiero acordarme”).

La cuestión es que muy poca gente conoce las intimidades de la medicina. Por eso, para muchos es fácil hablar mal de los médicos y de su famosa “falta de humanismo”. Todos inevitablemente creen que esa profesión es el camino más fácil, corto, rápido y seguro a la riqueza.

¿Acaso se olvidan de que el médico debe renunciar a tantas cosas en la vida para pensar primero en otros?. ¿Acaso no saben que resulta casi injusto con uno mismo sacrificarse de esa manera? Pero los médicos han estado, están y estarán ahí siempre, por que aún hay gente que antepone el bienestar de los demás al suyo propio.

Como en todo, se pueden encontrar médicos honrados y otros deshonestos, pero eso no significa que la profesión esté “llevada del diablo” como algunos profanos creen. Al contrario, cada vez conozco más y más médicos buenos que honran la profesión y la ética.

Siempre me ha llamado la atención que todos, insistentemente, le pidan al médico compasión y generosidad. Eso está bien, debe darlo y a eso se compromete cuando hace el “Juramento Hipocrático”. Pero no está bien que se le pida que regale su trabajo, que lo ferié o que lo venda por centavos.

Algunos más osados siempre esperan que no cobre las consultas. La gente nunca se pregunta, a cuántos médicos les regalan el mercado, a cuántos les regalan el carro gratis en el taller, a cuántos no le cobran la clínica o los medicamentos.

Gracias a Dios terminé estudiando genética y me dediqué a la investigación. De esa forma, rápidamente comprendí algo que las recientes investigaciones científicas mundiales han logrado demostrar, algo que para algunos sigue siendo un misterio más incomprendido que la Santísima Trinidad: “Los médicos no son cuerpos gloriosos”.

Sí, descubrí eso. ¿Debemos ser castigados por ello? Reconozco que la medicina a veces puede equivocarse. Pero a pesar de todo, aún hay muchos médicos en el mundo luchando por hacer las cosas bien y poner su granito de arena en este mundo desordenado, que solo piensa en destruirse y herirse.

Ese año de internado me llevó por las vivencias más inusitadas e increíbles y me mostró algunas deshonestidades, pero también me enseñó la ternura, la honradez y el sentir del buen médico. Eso, para comenzar, ya me dio una visión diferente del mundo.

Por otra parte, ahora que miro hacia mi pasado de médica interna, aprovecho para voltear a mirar hacia la juventud escolar y universitaria actual. La juventud hoy tiene una tarea muy específica, estudiar. Entonces ¿por qué carajos no estudian, si el estudio es la base de su formación integral?. Pero también es cierto que los jóvenes tienen hoy unas características muy diferentes a las que tuvimos los jóvenes de ayer.

En cierta forma tuvimos muchas carencias que simplemente nos enseñaron a apreciar las cosas buenas que se nos daban. ¿Acaso los padres o los profesores estamos dándole demasiadas cosas a hijos o estudiantes, como para que eso se convierta en una obligación y no un beneficio, o como para que eso pierda el valor de ser dado?.

Me aterra ver tantos jóvenes que simplemente exigen y exigen, sin contemplar siquiera la posibilidad de dar algo a cambio. Se acostumbraron a recibir sin tener que dar nada, a tener derechos sin que existieran deberes y eso, es un grave error para la sociedad del mañana.

¿Acaso estaremos criando una sociedad de neuróticos o desadaptados que nunca aprendieron ni aprenderán a manejar las frustraciones?

Para terminar, quiero aclarar que jamás pretendí mostrar una medicina equivocada o absurda. No quiero ser injusta con ella, ni con el médico, porque eso sería ser injusta conmigo misma. Sólo sentí que alguien tenía que decirlo.

Jamás me he arrepentido de ser médica, de haber escogido esta carrera que seguí, ni haberme dedicado al oficio que desempeño. Y a pesar de todo lo malo que haya podido pasarme, siempre hubo y habrá cosas buenas que justifican seguir en el camino. Y si alguien se acerca a preguntarme si estudia medicina, le volveré a decir que si eso es lo que realmente quiere, lo haga sin dudarlo.

Si ha está estudiando medicina y piensa en retirarse, también le haré saber que el desespero no es para tanto, que no vale la pena dejarla a no ser que se tengan poderosas razones para ello. Si al terminar la carrera le pasa la idea de abandonar el ejercicio de la profesión, trataré de hacerle comprender que la frustración podría no estar en la carrera sino en uno mismo y por lo tanto, no se solucionará con el retiro prematuro.

Siempre he pensado que ser médico es tener una visión especialmente hermosa de la vida y eso es algo que no se consigue con ninguna otra profesión. Así pues, ¿por qué privarnos de ese placer? En verdad, no puede decirse que ser médico sea un privilegio.

Sólo que aún existen Quijotes, enamorados de las ilusiones de Hipócrates, a los que tristemente la gente no los ve ni los reconoce; quienes por fortuna no hacen las cosas esperando ser reconocidos ni premiados.

No es un privilegio pero sí es un placer, e insisto en ello. El placer de ser médico, de vivir la medicina y de ver el mundo diferente. Eso solo, ya de por sí, vale la pena. Creo que sólo el médico que se entrega de todo corazón a su profesión, comprende tan bien la vieja frase de Cortázar: “Qué risa, todos lloraban” y sigue siendo ¡Todo Corazón!

Espero que estas vivencias y experiencias no se mal-interpreten, pues me harían sentir como aquel comunista que una vez escribió un libro contra el gobierno y dijo: “Dios mío, la revolución no viene y el lunes vence mi alquiler”.

Comentario
Académico Dr. Juan Mendoza-Vega

Los grandes pensadores han dicho, en frases diversas pero con la misma esencia, conócete a ti mismo; hermoso consejo, muy difícil, entre otras cosas porque la mirada del ser humano hacia las personas a quienes ama es una mirada muy poco imparcial, es una mirada teñida siempre de intereses y de ideas siempre benévolas con esa persona y al final, siempre, a la persona que más se ama es a uno mismo.

Por consiguiente, mirarse a uno mismo es algo muy difícil, pero mirarse con el ánimo de relatarle a los demás cómo se ve uno, es lo más difícil y, hacer eso, hacer autobiografía, con gusto literario, hacer autobiografía, además con humor, es algo muy poco frecuente pero, cuando se logra es excepcional.

Creo que la Dra. Marta lucía lo ha logrado, su manera de señalar y castigar aquello que es digno de crítica, con humor negro, para que la persona o entidad no se sienta tanto, para que acepte esa crítica. Su excelente presentación nos da la clara idea de esa situación.

Su trabajo es totalmente original. El desempeño de la profesión de médico, en sus inicios, suele darse en un hospital en donde muchas veces han médicos que nunca han tenido vocación por la docencia ni han recibido la menor preparación.

Si las facultades de medicina pensaran en este aspecto, en ese trabajo que le permite al hospital funcionar en el quehacer diario otra sería la perspectiva docente.

El hacer seminarios permite que, en esos coloquios, tengan la oportunidad de reflexionar y no les toque mirar a “Villa Miseria” y, que después no se llegue a unas perisocial muy desgraciadas; que después de someterse a todas esas vejaciones ha logrado un status cultural y a que la Dra. Tamayo ha producido libros muy serios en los que uno se divierte poco pero aprende mucho libros técnicos obligados.

Ya ha dejado la huella de una docente que logra que sus estudiantes entiendan lo que ella explica, sin pretender volverlos especialistas de la misma rama.

La huella, ahora importante, es aquella que permite que la formación del médico sea exigente, que transcurra en un ambiente estricto, que el médico joven no sienta que va a estar de vacaciones en alguna parte, porque no es ciertamente una tragicomedia médica, es una revisión muy profunda, es una revisión a su biografía médica personal y a su bibliografía médica.

Para terminar, quiero aclarar que jamás pretendí mostrar una medicina equivocada o absurda. No quiero ser injusta con ella, ni con el médico, porque eso sería ser injusta conmigo misma. Sólo sentí que alguien tenía que decirlo. Jamás me he arrepentido de ser médica, de haber escogido esta carrera que seguí, ni haberme dedicado al oficio que desempeño.

Y a pesar de todo lo malo que haya podido pasarme, siempre hubo y habrá cosas buenas que justifican seguir en el camino. Y si alguien se acerca a preguntarme si estudia medicina, le volveré a decir que si eso es lo que realmente quiere, lo haga sin dudarlo.

Si ha está estudiando medicina y piensa en retirarse, también le haré saber que el desespero no es para tanto, que no vale la pena dejarla a no ser que se tengan poderosas razones para ello. Si al terminar la carrera le pasa la idea de abandonar el ejercicio de la profesión, trataré de hacerle comprender que la frustración podría no estar en la carrera sino en uno mismo y por lo tanto, no se solucionará con el retiro prematuro.

Siempre he pensado que ser médico es tener una visión especialmente hermosa de la vida y eso es algo que no se consigue con ninguna otra profesión. Así pues, ¿por qué privarnos de ese placer? En verdad, no puede decirse que ser médico sea un privilegio.

Sólo que aún existen Quijotes, enamorados de las ilusiones de Hipócrates, a los que tristemente la gente no los ve ni los reconoce; quienes por fortuna no hacen las cosas esperando ser reconocidos ni premiados. No es un privilegio pero sí es un placer, e insisto en ello.

El placer de ser médico, de vivir la medicina y de ver el mundo diferente. Eso solo, ya de por sí, vale la pena. Creo que sólo el médico que se entrega de todo corazón a su profesión, comprende tan bien la vieja frase de Cortázar: “Qué risa, todos lloraban” y sigue siendo ¡Todo Corazón!

Espero que estas vivencias y experiencias no se mal-interpreten, pues me harían sentir como aquel comunista que una vez escribió un libro contra el gobierno y dijo: “Dios mío, la revolución no viene y el lunes vence mi alquiler”.

Comentario
Académico Dr. Juan Mendoza-Vega

Los grandes pensadores han dicho, en frases diversas pero con la misma esencia, conócete a ti mismo; hermoso consejo, muy difícil, entre otras cosas porque la mirada del ser humano hacia las personas a quienes ama es una mirada muy poco imparcial, es una mirada teñida siempre de intereses y de ideas siempre benévolas con esa persona y al final, siempre, a la persona que más se ama es a uno mismo.

Por consiguiente, mirarse a uno mismo es algo muy difícil, pero mirarse con el ánimo de relatarle a los demás cómo se ve uno, es lo más difícil y, hacer eso, hacer autobiografía, con gusto literario, hacer autobiografía, además con humor, es algo muy poco frecuente pero, cuando se logra es excepcional.

Creo que la Dra. Marta lucía lo ha logrado, su manera de señalar y castigar aquello que es digno de crítica, con humor negro, para que la persona o entidad no se sienta tanto, para que acepte esa crítica. Su excelente presentación nos da la clara idea de esa situación.

Su trabajo es totalmente original. El desempeño de la profesión de médico, en sus inicios, suele darse en un hospital en donde muchas veces han médicos que nunca han tenido vocación por la docencia ni han recibido la menor preparación.

Si las facultades de medicina pensaran en este aspecto, en ese trabajo que le permite al hospital funcionar en el quehacer diario otra sería la perspectiva docente. El hacer seminarios permite que, en esos coloquios, tengan la oportunidad de reflexionar y no les toque mirar a “Villa Miseria” y, que después no se llegue a unas perisocial muy desgraciadas; que después de someterse a todas esas vejaciones ha logrado un status cultural y a que la Dra. Tamayo ha producido libros muy serios en los que uno se divierte poco pero aprende mucho libros técnicos obligados.

Ya ha dejado la huella de una docente que logra que sus estudiantes entiendan lo que ella explica, sin pretender volverlos especialistas de la misma rama. La huella, ahora importante, es aquella que permite que la formación del médico sea exigente, que transcurra en un ambiente estricto, que el médico joven no sienta que va a estar de vacaciones en alguna parte, porque no es ciertamente una tragicomedia médica, es una revisión muy profunda, es una revisión a su biografía médica personal y a su bibliografía médica.

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