Reseñas Bibliográficas, Presentación del Libro “Diabetes en Colombia. Recuento Historico y Bibliográfico” Académico Dr. Alfredo Jácome Roca

Libros de Medicina
Diabetes en ColombiaPor afortunada coincidencia, la presentación del libro “Diabetes en Colombia, Recuento Histórico y Bibliográfico” se realiza durante la celebración en la Academia de las bodas de oro de la Asociación Colombiana de Diabetes y de la promoción de su fundador y director científico Mario Sánchez Medina a miembro honorario de la corporación.

Esta obra –que consta de diez capítulos y tiene ciento cincuenta citas– ha tratado de recoger los momentos históricos, personas destacadas, tendencias en el manejo e investigaciones en el campo de la diabetes en nuestro país.

El primer capítulo comienza con un párrafo que generó cierta atención en los medios y ocasional controversia. Dice que “aunque se pensó que la diabetes existiera entre los pobladores amerindios precolombinos, los estudios recientes de antropología genética descartan esta posibilidad”.

De allí se sacó una frase –incluida en el editorial “La diabetes que llega” del diario “El Tiempo”– que tajantemente afirma que en tiempos pre-colombinos, la diabetes no existía en América.

Aunque esto no es lo que Joslin creía en los años sesenta, ya hay al menos un par de estudios en los que participaron investigadores de nuestro país, que favorecen la teoría de la inexistencia o la muy baja incidencia de diabetes entre los pobladores originales de nuestro continente.

Que la diabetes provenía de los conquistadores lo sugieren Cortázar y Sánchez Medina quienes dicen que entre ellos hay algunos casos como el de Jiménez de Quesada (a quien se le amputó una pierna por una gangrena posiblemente de tipo diabético) y el de Federman, quien a través de sus descendientes dejó vestigios auténticos de padecer la enfermedad, ya que los Santanderes y el noreste de Boyacá, en las que habitan personas con rasgos teutones y nombres o apellidos de origen sajón, son regiones con una mayor incidencia de diabetes.

Se dice que existen relatos de soldados que sin estar en campaña y en pleno descanso físico, morían de sed y en sueño profundo, habiendo perdido la conciencia en forma progresiva. Ha sido fácil establecer una secuencia familiar en el caso de los alemanes, mas no entre los conquistadores españoles, que iniciaron un mestizaje con numerosas tribus aborígenes.

En cuanto a los franceses que colonizaron la costa atlántica a finales del siglo XVII y que se mezclaron con los negros, dieron lugar a familias en las que la diabetes se ha transmitido hasta las generaciones actuales.

En el siglo XIX se hicieron grandes aportes al estudio de la enfermedad por parte de Naunyn, Cantani, Langerhans y Minkowski. (Ver: Miguel de Cervantes Saavedra Enfermedad, salud y Médicos en El Quijote: La Medicina en España)

En Colombia, estas noticias Presentación del Libro “Diabetes en Colombia. Recuento Historico y Bibliográfico” Académico Dr. Alfredo Jácome Roca Reseñas Bibliográficas se tradujeron en la primera publicación sobre diabetes en el año de 1897.

Diabetes azucarada fue el título de la tesis de grado del médico huilense y expresidente de esta Academia, Rafael Ucrós Durán.

Dice Ucrós Cuéllar –familiar suyo– que usó la metodología descriptiva francesa según lo acostumbrado en la época, comenzando por la historia, descripción de la enfermedad, actualización de los conocimientos que sobre ella había, que la causa –aunque desconocida– tiene que ver con los hábitos alimenticios y la herencia. Insiste en la utilidad de los exámenes de orina con el licor de Fehlig e incluye trece bibliografías en francés e inglés.

La parte más importante del trabajo es la referencia al primer diagnóstico de diabetes azucarada hecho en Colombia, y que correspondió a un señor R.P. que murió de la enfermedad y que fue realizado por los doctores Andrés Pardo y Ricardo Cheyne. Adicionalmente incluye la descripción, diagnóstico y evolución de cinco casos clínicos más.

Por estos tiempos también era común que los clínicos probaran la orina de los pacientes para ver si estaba “dulce” y así poder hacer el diagnóstico al pie de la cama del enfermo.

No se trataba por supuesto de tomarse el líquido como si se tratara de una limonada; era más bien poner un dedo y pasarlo por la lengua, lo que sonaría algo menos desagradable. García Márquez describe esta costumbre en su novela “El amor en los tiempos del cólera” cuando cuenta que (el doctor Juvenal Urbino), hijo de médico y de clase social alta en Cartagena, había estudiado en París a la usanza de la época, al lado de los grandes profesores.

A su regreso trató de imponer criterios novedosos en el Hospital de la Misericordia, pero no le fue tan fácil… pues la rancia casa de salud se empecinaba en sus costumbres atávicas… no podían soportar que el joven recién llegado saboreara la orina del enfermo para descubrir la presencia de azúcar o que citara a Charcot y a Trousseau como si fueran sus compañeros de cuarto…”

Cuenta Ucrós Cuéllar que José María Lombana Barreneche, instruyendo a sus alumnos sobre este hábito, le pidió a uno de ellos que pusiera un dedo en el chorro de la orina del enfermo y la probara; cuando el estudiante siguió al pie de la letra las instrucciones de Lombana, este lo llamó aparte y le dijo: Usted pone un dedo, pero se chupa el otro. Un don Sabas –personaje de Gabo en “El coronel no tiene quien le escriba”, no nuestro ministro del interior– es un enfermo diabético.

En 1917 el doctor Julio Z. Torres presentó en la Sociedad de Cirugía de Bogotá un trabajo sobre el tratamiento de la diabetes con inhalaciones de ozono… pero no se publicaron ni resultados ni comentarios sobre el mismo.

Los experimentos de Fredrick Banting y Charles Best en 1921 le dieron un vuelco total al manejo de la diabetes. La primera aplicación de insulina en Colombia la hizo Jorge E. Cavelier (quien habría traído de esa ciudad algunas dosis de la hormona) en 1923, recién llegado de Chicago; viajó a Cartagena en un avión fletado para aplicarle la insulina a Fernando Vélez Danies, quien fuera suegro de su hermano Roberto.

Probablemente murió poco después pues no consta que se hubiera seguido aplicando insulina… esta observación no fue publicada.

En una tesis de grado de 1922, Francisco Obregón Jarava –médico de la Universidad Nacional, quien años después fue Rector de la Universidad de Cartagena y gran impulsador de su facultad de medicina– hizo un estudio fisiopatológico de la diabetes azucarada y su tratamiento, tesis que fue dirigida por José Vicente Huertas.

El autor cartagenero describe diez pacientes a los que trató con cocimientos de polvo de corteza de Copalchi, cuyo nombre científico es Crotón niveus, y que en La Heroica gozaba de fama como antidiabético. Concluye Obregón: El tratamiento dietético sigue siendo el más efectivo en la diabetes….

En cuanto a medicamentos la opoterapia se funda en una base más sólida y estudiada… el copalchi es digno de atento estudio, porque de su acción anti-glicosúrica se deduce que es un buen medicamento, y que probablemente obra excitando la secreción pancreática para la utilización de los hidratos de carbono por el organismo, o favoreciendo directamente el metabolismo de dichos hidratos.

Con Allen sugiere la teoría de la deficiencia del amboceptor pancreático, que estaría en los islotes. En su capítulo de farmacoterapia dice además lo siguiente:

De los experimentos hechos con el extracto de páncreas por Banting, Best, Collip, Campbell y Fletcher de Toronto se deduce –según informe rendido por dichos observadores– que la administración de tal medicamento produce los siguientes efectos: reducción marcada del azúcar de la sangre hasta sus valores normales; abolición de la glicosuria; desaparición en la orina de los cuerpos de acetona; utilización de carbohidratos, comprobada por el cuociente respiratorio; y un mejoramiento definido en la condición general del paciente, manifestado por una sensación subjetiva de bienestar confesada por los pacientes mismos durante el curso del tratamiento. Obregón cita a Labbé en sus referencias, aunque no menciona el año de la edición consultada.

Se adelanta pues este colega colombiano a profesores como Marcel Labbé, quien en texto de ese mismo año –cuando ya la insulina había sido descubierta– ni siquiera menciona las experiencias de Banting en el Canadá.

Algún tiempo después del descubrimiento de Toronto, el uso diario de la insulina en la práctica clínica fue divulgado y racionalizado en Bogotá por los doctores Rubén García, Francisco Gnecco Mozo y Alfonso Uribe Uribe, entre otros.

En 1936, el doctor Gnecco Mozo publicó un libro sobre Diabetes en la Práctica, obra que presentó para su ingreso en la Academia Nacional de Medicina. Este texto se constituyó en el primer trabajo dirigido a los estudiantes de medicina escrito en Colombia, que revisó y explicó aspectos esenciales en relación con la diabetes, y en el que está incluido en un apéndice un caso de gangrena por arteritis diabética atendido por el mismo Gnecco.

En 1950 se creó la Federación Internacional de Diabetes, y el 8 de junio de 1954, la Asociación Colombiana de Diabetes, bajo la dirección científica del doctor Mario Sánchez Medina.

Por otro lado la IDF ya englobaba 164 asociaciones nacionales de 130 países, las que tienen por misión trabajar en el mejoramiento de la calidad de vida de estos pacientes y la de liderar la lucha mundial contra la diabetes, que con el paso de los años está alcanzando proporciones epidémicas; la Asociación recibe el apoyo de sus miembros que son personas, asociaciones o empresas.

En los Estatutos de la Asociación se consignó el interés de contribuir al mejor conocimiento de la diabetes en el país, prestar a los diabéticos que lo necesiten una eficaz ayuda para el logro del tratamiento adecuado, suministrar consultorios atendidos por especialistas al alcance de gente de escasos recursos, conseguir un precio razonable para la adquisición de la insulina y de los fármacos hipoglicemiantes, colaborar en campañas con las autoridades de salud pública, ser vínculo de unión y mejor conocimiento recíproco entre todos los diabéticos colombianos, y crear un cuerpo de científicos dedicados a la investigación dentro de la misma Asociación.

En los años setenta, ya existen varios importantes servicios de endocrinología en los hospitales universitarios del país y en la clínicas del seguro social.

Aunque la diabetes es una más de las preocupaciones de los endocrinólogos, se publicaron en estos últimos años del siglo XX varios libros y ediciones monográficas de revistas –además de numerosas investigaciones– sobre el tema.

Doce de los más de cien trabajos realizados en el país sobre el problema metabólico más importante que afecta a la humanidad, lograron reconocimiento internacional al ser publicados en revistas indexadas. Los demás vieron la luz en revistas colombianas interesadas en el tema.

Aunque sus investigaciones no han sido realizadas en Colombia, quiero mencionar a mi compañero de curso Alberto Hayek Díaz, endocrinólogo pediatra y experto mundial en el tema de trasplantes de páncreas, quien tiene cerca de cien publicaciones indexadas; Hayek es profesor de la Universidad de California y diabetólogo de la Whittier Clinic en La Jolla.

Otro paso de mucha trascendencia fue la fundación de la Federación Colombiana de Diabetes, que reúne los más importantes grupos de diabetes en el país y que lo representa ante la Federación Internacional y en los congresos de medicina interna.

El nuevo siglo se inició con las «Guías ALAD 2000 para el diagnóstico y manejo de la diabetes mellitus tipo dos con medicina basada en la evidencia». Los más destacados diabetólogos de América Latina asesorados por investigadores externos que dominan el tema llegaron a un consenso que se constituye en la más importante guía para el médico practicante al despuntar el tercer milenio.

Las conductas de primera elección y otras para el manejo secundario están cuidadosamente respaldadas por las grandes investigaciones clínicas y estudios epidemiológicos de los últimos años. Esta publicación –que ha tenido amplia difusión– se logró bajo la presidencia de la Asociación Latinoamericana de Diabetes cuando la ocupó Pablo Aschner, quien adaptó el esquema utilizado por los canadienses.

La brevedad del tiempo me impide comentar otros capítulos; entre ellos están los que describen el interés de las diversas especialidades médico-quirúrgicas en esta patología, la participación de esta Academia en simposios sobre el tema, el futuro de la diabetes y la inclusión de distinguidos diabetólogos extranjeros en la nómina de académicos; entre ellos recordamos a Rafael Camerini-Dávalos, Isaac Faerman, Juan José Gagliardino y Rolando Calderón Velasco.

Pido disculpas a tantos colegas, amigos e investigadores que no fueron nombrados en esta presentación, aunque por supuesto han recibido el debido crédito en mi libro sobre la historia de la diabetes en Colombia.

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