Editorial: 130 años, Presencia de la Academia
Académico Efraím Otero Ruiz
El mes de agosto conmemora la Academia Nacional de Medicina, en ceremonia especial, sus 130 años de fundada.
Efectivamente, el 3 de enero de 1873 se reunieron en Bogotá, en casa del Dr. Abraham Aparicio los fundadores, doctores Manuel Plata Azuero, Nicolás Osorio, Liborio Zerda, Leoncio Barreto, Evaristo García y el dueño de casa para crear una sociedad “para el estudio y adelanto de las ciencias médicas y naturales”, teniendo como objetivo adicional “el de solidarizar al cuerpo médico y darle unidad al ejercicio profesional, en Bogotá y después en el resto del país”.
Como Presidente y Secretario se eligieron al Dr. Plata Azuero y al Dr. Aparicio, encargando al Dr. Zerda la elaboración del proyecto de reglamento.
En la segunda reunión, que declaró formalmente establecida la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, concurrieron además los doctores Julio A. Corredor, Samuel Fajardo, Proto Gómez, Andrés María Pardo, Bernardino Medina, Policarpo Pizarro, Pío Rengifo, Rafael Rocha Castilla, Federico Rivas, Joaquín Sarmiento y Antonio Ospina como médicos, asistiendo como naturalista el Sr. Francisco Montoya.
Adoptaron el reglamento elaborado por el Dr. Zerda y continuaron reuniéndose mensualmente; en julio 2 de 1873 apareció el primer número de la Revista Médica (hoy “Medicina”) que, con algunas interrupciones, continuaría publicándose hasta nuestros días.
Diecisiete años después, en noviembre de 1890, el presidente Carlos Holguín sancionó la Ley 71 de 1890 en que se creaba, con base en la antigua Sociedad, la Academia Nacional de Medicina, cuyo primer Presidente fue el Dr. José María Buendía. (Ver: Artículos Científicos: Comentario, Académico Alberto Gómez Gutiérrez)
La Academia fue formalmente instalada por el Presidente Holguín en Abril de 1891 y desde entonces ha venido sesionando en forma ininterrumpida por más de un siglo, cumpliendo la función asesora en materias de salud que le fuera otorgada desde su creación y le fuera ratificada por la Ley 02 de 1979, “como consultora y asesora del Gobierno Nacional en todos los asuntos relacionados con la salud pública y la educación médica del pueblo colombiano”.
Puede decirse que en estos 130 años la Academia ha mantenido una presencia indeleble en el ámbito nacional, quizás más marcada durante la actual transición de milenio por los embates que han sufrido la medicina y la salud en décadas recientes.
Ya desde sus primeros decenios y luego, a través de todo el siglo XX, la Academia planeó y organizó los primeros congresos médicos nacionales; colaboró activamente en las campañas de higiene y de salud pública; realizó un estudio de vastas proporciones sobre el mejoramiento de la salud y la asistencia pública en el país.
Debatió y manifestó su opinión sobre el surgimiento de la enseñanza privada de la medicina y la seguridad social; creó o actuó como jurado de varios premios médicos de trascendencia nacional; colaboró y participó en el manejo de las grandes endemias nacionales y latinoamericanas.
Fundó, convocó y puso en marcha la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina (ALANAM) y ayudó a sentar las bases para la elaboración y puesta en marcha de la Ley de Etica Médica (Ley 23 de 1981).
Desde la promulgación de esta última, numerosos académicos han ocupado el cargo de Magistrados de los Tribunales seccionales o del Tribunal Nacional y han contribuído, con sus fallos y sus escritos, a crear verdadera jurisprudencia en estas materias. Para ello cuenta también con el Instituto de Bioética, con oficina permanente dentro de la institución.
Pero ha sido a partir de 1990, desde la creación de las primeras empresas de medicina prepagada y luego desde la promulgación de la Ley 100 de 1993, cuando la Academia se ha convertido más y más en el centro de agitación y debate de los más pungentes problemas nacionales en torno a la salud y la educación.
En su seno se creó, a finales de 1991, el Consejo Superior de Instituciones Médicas que, en el futuro, llegaría a convertirse en la Asociación Médica Colombiana (AMC), hoy con sede permanente en la Academia.
Ya desde mediados de la década su Comisión de Salud, adicionada con participantes ad hoc o con invitados especiales, abocó con energía el estudio de la Ley 100 y sus decretos reglamentarios, produciéndose relevantes documentos que, sin negar la importancia de la misma, reclaman su urgente revisión y modificación.
La posición de la Academia ha sido reiterada en numerosos editoriales y escritos en esta Revista. En la misma forma, la Comisión de Educación se ha dedicado al estudio de la enseñanza médica y especialmente a la educación continuada y a la crisis de la integración docente-asistencial, sobre todo en momentos como los actuales en que, además de la inusitada proliferación de facultades y escuelas de medicina, varios hospitales universitarios se han cerrado o están a punto de cerrarse.
Y hace un poco más de dos años la Academia ha iniciado una investigación en torno a la calidad de la atención en centros hospitalarios y asistenciales, la cual comienza a dar sus primeros frutos.
En la actualidad, mira con preocupación lo que irá a ser el proyecto de ley 017 de 2003, que reglamenta el ejercicio de las profesiones de salud, presentado por el ejecutivo al Congreso en fecha reciente.
Por todo ello la Academia ha sido convocada o ha hecho notar su presencia en los diversos estamentos encargados de planear o dirigir la salud y la seguridad social en el país.
Ya hace unos años figuró como asesora del Consejo Nacional de Salud y Seguridad Social y muy recientemente ha sido llamada a formar parte de las juntas directivas de las siete nuevas Empresas Sociales del Estado en que se ha convertido la parte dispensadora de servicios de salud o EPS del antiguo Instituto de Seguros Sociales, del que se ha escindido la Administradora de Riesgos Profesionales (ARP), que se encargará de las pensiones y del sistema de aseguramiento.
Por su creciente vinculación e interacción con el Colegio Máximo de Academias, la de Medicina ha convocado a las demás Academias para que se reúnan y debatan temas de palpitante actualidad como el genoma humano o la ética médica y la bioética, adquiriendo un verdadero liderazgo en la participación de las mismas en foros internacionales o ante el propio Ministerio de Educación.
Y así como nuestros académicos son invitados con frecuencia a reuniones o foros de otras Academias, en la misma forma es frecuente ver a dignatarios o miembros de las mismas asistiendo a nuestras sesiones, ordinarias o solemnes, con gran asiduidad.
A todo ello se agrega el notable desarrollo físico que ha tenido la Academia en sus tres últimos lustros, primero con la adquisición y adecuación de su sede de la carrera 7a. con calle 69, luego con el establecimiento de la Biblioteca Jorge E. Cavelier en la casa adjunta, en que disponen también de oficinas la ALANAM, la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina, la Asociación Médica Colombiana, FEPAFEM, el Instituto de Bioética y la Asociación Colombiana de Periodismo Científico.
Y no deja de ser notable, en los últimos cinco años, el impulso que la Comisión respectiva ha dado al Museo Histórico de la Academia, en la planta baja de la sede principal, enriquecido con objetos y colecciones donadas por miembros activos o por familiares de académicos ya desaparecidos.
Tanto el Museo como la Biblioteca se han convertido en punto obligado de referencia para quienes visitan nuestras instalaciones.
Por todo ello, por el dedicado trabajo de la mayoría de sus miembros, por la firmeza de sus posiciones y recomendaciones, por su incesante labor en pro del cuerpo médico y de la salud y bienestar de los colombianos, puede decirse que la Academia Nacional de Medicina, 130 años después de fundada, mantiene y mantendrá su presencia y su liderazgo en los procelosos mares en que parecen adentrarse la salud y las profesiones médicas en el siglo que apenas se inicia.
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