La Universidad Nacional y la Academia de Medicina

(PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL DR. ALFONSO VARGAS RUBIANO EL DIA DE SU RECEPCION COMO MIEMBRO HONORARIO DE LA ACADEMIA)  

Santafé de Bogotá, mayo 08 de 1997

Señor Presidente, Colegas Académicos :

Quiso mi buena suerte, que a finales del año anterior, cuando recibo la honrosísima designación de Académico Honorario, estuviera terminando mi nuevo libro histórico “Los Vargas en la Cultura Médica Colombiana” :

Que unos días antes, la promoción 1965-71 de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional – al conmemorar 25 años de su grado y reunidos en Acto Académico-Cultural – aceptaran la invitación de su vocero Manuel Elkin Patarroyo de que, “puestos de pie produzcamos un fuerte aplauso al Decano y profesores de nuestra época”.

Y como si estas satisfacciones fuesen pocas, el día 21 de diciembre, mis 7 hijos y 12 nietos, nos ofrecen a Amalia y a mi, el más grato homenaje, con motivo de 50 años de feliz vida matrimonial.

En mi lejano pasado -también en los dorados diciembres- obtenía el anhelado grado de Bachiller del Colegio de Boyacá (1936); en el 44 el Doctorado en Medicina; en el 45, era admitido en la Sociedad Colombiana de Pediatría; en el 46, formamos con Amalia el hogar Vargas del Valle y en el 50, lograba el profesorado en mi facultad.

Todos estos momentos triunfales eran la culminación de un gran esfuerzo y el logro de las metas que cada uno se forma en la vida. (Lea también: Discurso del Académico Efraím Otero Ruiz, Presidente de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina)

Pero, hay otras satisfacciones quizás más valiosas -por recibirse espontáneamente de los compañeros de labores: los colegas de la Sociedad de Pediatría me honran en el 54 y 65 con la Presidencia de la entidad; en el 58 los profesores me eligen como su vocero ante el consejo de la Facultad, y las directivas universitarias me confían la organización del Departamento de Pediatría y luego el Vicedecanato y Decanato, en el crucial quinquenio 67 – 72.

Mas recientemente -ya en la década de los 80- recibo de mi Alma Mater el Profesorado Honorario de Medicina, y mis compañeros de la Asociación de Exalumnos de Medicina de la Universidad Nacional (AEXMUN) y de la Sociedad de Pediatría, me enaltecen también con la categoría de Miembro Honorario. Al publicar el libro “Universidad Nacional y Pediatría Colombiana”

(1994), la Asociación de Médicos del Hospital de la Misericordia me otorga la distinción TODA UNA VIDA, “Por sus extraordinarios aportes a la Pediatría colombiana, a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y al Hospital de la Misericordia”.

Estoy plenamente consciente de que todo lo anterior ha provenido de mi familia, de mis discípulos, y de compañeros con quienes compartí tantos años de labores. Lo mismo pienso de la Academia Boyacense de Historia, al galardonarme, en 1985, quizás por mis numerosos artículos en “El Espectador” de Bogotá y “Repertorio Boyacense” de Tunja, acerca de los valores humanos y culturales de mi Departamento.

El jefe de hogar, el médico pedíatra, el educador, y el escritor de temas históricos, ha sido, creo yo, exageradamente homenajeado.

Y ahora, es la centenaria institución que siempre ha representado la dignidad de la profesión médica, la que me considera merecedor de la alta distinción que hoy recibo. Por eso he estado meditando en mi largo pasado profesional y -a manera de Juicio de Residencia a que eran sometidos los funcionarios coloniales para examinar lo actuado en su mandato- he estado revisando cuidadosamente las seis décadas de mi vida -contadas desde el día en que, como orgulloso “primíparo” en 1937- llegaba al viejo edificio del Parque de los Mártires, hasta hoy.

Esta anamnesis, igual que la diaria clínica -por ser mucho más prolija en medicina infantil- forma en la pedíatra una vocación de historiador, a lo cual hay que agregar que quienes en el profesorado asumimos la enseñanza del tema Crecimiento y Desarrollo, nos impregnamos de un criterio de dinamismo evolutivo, esencia de la cultura pediátrica.

Desde que comencé a escribir historia, me di cuenta de esta tendencia “auxologica” en el análisis del pasado, no solamente como testimonio de lo pretérito sino” como explicación del presente y advertencia de lo porvenir”, según la inmortal definición cervantina de la historia.

Al presentar mi libro de “Andalucía a Boyacá” advertía que mi vocación de historiador no era tardía, ni que yo ahora tenía una nueva profesión, sino que simplemente ahora disponía de tiempo para escribir, con un criterio personal ya formado.

En el “Papel Periódico Ilustrado” (Enero 1 de 1884) escribe el médico y político santandereano Germán Vargas Santos, el esbozo biográfico de ANTONIO VARGAS REYES, del cual tomo lo siguiente : “Después de que se fundaron las Academias en Europa, fue que se concibió la idea de honrar a quién era útil a sus semejantes, sin ser poderoso y ya comenzó a escribirse la vida de aquellos que se ocupan de hacer todo el bien que puedan.

Antes de las Academias, las biografías y los panegíricos no existían sino al pie de los tronos, en los gabinetes de los ministros, sobre los campos de batalla de los conquistadores, sobre la tumba de los poderosos, fueran virtuosos o culpables, útiles o perjudiciales a la Patria. Los sabios y los hombres de letras eran olvidados. Tan solo se recordaban y admiraban los triunfos de la fuerza”.

Afortunadamente, en este siglo, Alfonso Bonilla Naar logra encontrar en el Fondo Pineda de la Biblioteca Nacional los ejemplares del periódico médico “La Lanceta” y comienza a interesarse por la vida de Antonio Vargas Reyes y en 1973 nuestro Vicepresidente Profesor Roberto de Zubiria publica su excelente libro sobre Antonio Vargas Reyes, con lo cual empieza a rescatarse del olvido a este gran médico y educador colombiano del siglo XIX.

Tres Vargas en las Etapas Prenatal y Neonatal de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales  (1850-1873)

Como antecedentes prenatales de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales, que comenzó a vivir en Enero de 1873, se encuentran la aparición del periódico “la Lanceta” (1852) dirigida por Antonio Vargas Reyes y Antonio Vargas Vega ; la formación en el 64 de la Escuela Privada de Medicina, y la expedición de la ley 66 (22 de Septiembre de 1867), lograda en el Congreso por los Representantes por Santander médicos Manuel Plata Azuero y Antonio Vargas Vega, por medio de la cual se creó “La Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia” ; y la organización en 1872, de la Academia de Ciencias Naturales.

Ya en el periodo neonatal, se registra a los pocos meses el fallecimiento del académico Antonio Vargas Reyes a quien se puede con justicia considerar como el precursor. Se encuentra en “Cronología Histórica de la academia Nacional de Medicina”, libro preparado en la Presidencia de Efraim Otero Ruiz, con los datos del historiador Humberto Cáceres, que el primer libro llegado a la naciente biblioteca de la Sociedad fue el del Dr. Próspero Pereira Gamba, quién reunió en un Tomo llamado “Trabajos científicos del Dr. Antonio Vargas Reyes” toda la producción científica de quien fuera “el mas importante cirujano de la América Latina en el siglo XIX” según Alfonso Bonilla Naar.

El Dr. Jorge Vargas Nieto, también médico santandereano, primo de Vargas Reyes y tio de Vargas Vega fue el primer médico designado como Miembro Honorario de la Sociedad y Presidente Honorario del Primer Congreso Nacional de Medicina de 1893.

Antonio Vargas Vega, también fue de los fundadores y primer Rector Encargado de la naciente Universidad Nacional, de la cual era Rector en propiedad de la Escuela de Literatura y Filosofía de la misma, siendo Antonio Vargas Reyes Rector de la Escuela de Medicina.

Por otra parte mi bisabuelo paterno el médico David Torres Solano, fue designado como Miembro Corresponsal de la Sociedad en el Estado Soberano de Boyacá y encargado de organizar la Sociedad de Medicina en su Departamento.

Al fallecer en 1879, según el historiador Ibañez, se consideró su muerte como un duelo para la medicina colombiana. Uno de sus nietos fue el Profesor y Académico Calixto Torres Umaña, padre del Profesor Fernando Torres Restrepo, miembro activo de nuestra Academia y eminente Investigador en Neurofisiología de la Universidad de Minessotta.

Devoción por el Estudio del Pasado

1. El tercer número de la Revista de la Sociedad (1883), fue dedicado en su totalidad a estudios relacionados con el Libertador, con ocasión del primer centenario de su nacimiento.

2. En 1890, el Presidente de la Academia Manuel Plata Azuero, al presentar su libro “Terapéutica General y Especial”, le pone como fecha “20 de Julio, año 80 de la Independencia”.

3. Se prepara con motivo de los 400 años del descubrimiento de América el Primer Congreso Médico Nacional.

4. En 1910, se realizan las Sesiones Científicas del Centenario y

5. En 1919 se celebra en Tunja el Cuarto Congreso Médico Nacional para conmemorar el Centenario de la Batalla de Boyacá.

Este culto por nuestras efemérides patrias lo he compartido plenamente y por eso en 1967 con el Académico Andrés Soriano Lleras organizamos en la Facultad de Medicina un ciclo de conferencias para conmemorar el Primer Centenario de la Fundación de la Universidad Nacional.

En este participaron los Académicos : Héctor Pedraza con el tema “Los Fundadores de la facultad”, Humberto Roselli sobre el “Dr. Gualberto Gutierrez médico de Antonio Nariño” ; y Roberto de Zubiria con la “Biografía de Dr. Antonio Vargas Reyes”.

Iniciamos en el mismo año la Conferencia anual Pedro María Ibañez, en memoria del gran historiador del siglo pasado con el siguiente desarrollo :

1967 “El pensamiento científico de Mutis”,por el Dr.Max Olaya Restrepo ;

1968 “Las enfermedades del Libertador”, por el Dr. Oscar Beaujon, de Caracas ;

1969 “Los estudios de Medicina en Santafé en la Epoca de la Independencia”, Dr. Humberto Roselli.

1970 “La Ginecobstetricia en Colombia” por el Dr. Fernando Sánchez Torres y

1971 “La cirugia precolombina” por el Dr. José Mora Rubio.

Al celebrarse el sesquicentenario de la independencia escribí en la Revista Unidia en la edición de Agosto de ese año “La medicina en las dos primeras décadas del XIX” “Es nuestro homenaje a los médicos que participaron en los grandes acontecimientos de nuestra emancipación y aporte al estudio de la evolución científica colombiana”.

Cooperación en el Ejercicio de la Medicina

El primer número de “La Lanceta” (Julio 1852), establece los siguientes objetivos :

  1. Establecimiento de una medicina nacional ;
  2. Destruir las rivalidades entre los que profesan el arte de curar ;
  3. Fomentar el interés por los temas científicos ya que en Colombia todos se preocupan casi exclusivamente en la lectura de las hojas políticas y
  4. Mantener al corriente a sus lectores de los descubrimientos nuevos que se hagan en Europa y en los Estados Unidos.

En 1873 la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales define como uno de sus objetivos “darle unidad al ejercicio profesional en Bogotá y después en el resto del país”.

En 1947 nos unimos 17 médicos para fundar la “Unidad para Diagnóstico y Tratamiento” (“Unidia”), con los siguientes objetivos :

Facilitar el diagnóstico de los pacientes, por medio de una organización profesional trabajando en colaboración ;

Intensificar el desarrollo científico del ejercicio civil, y Tender a inquietar nuestro medio profesional por medio de publicaciones médicas, reuniones, conferencias científicas etc.

En el Editorial de su Revista (Abril 1953) expresé lo siguiente :

“La aparición de este tercer número de “Unidia” coincidirá cronológicamente con el traslado de sus dependencias a su Edificio de la carrera 12 ·20-69.

Tanto la Revista como el Edificio son realizaciones que han sido posibles únicamente por la cooperación entre un grupo de médicos ; Si los 17 socios fundadores sentimos la satisfacción de haber cumplido un gran esfuerzo, nos damos cabal cuenta también – y este es nuestro cordial mensaje de hoy a nuestros colegas de Colombia – de las grandes conquistas de todo orden que se puede lograr, sí las capacidades humanas de los médicos se aplican en el mismo sentido y no en estériles esfuerzos aislados y en veces antagónicos.

Academia y Facultad de Medicina de la Universidad Nacional

– El Académico Ministro de Instrucción José Vicente Uribe y el Rector y Académico Liborio zerda, traslada la sede de la sociedad al Salón Rectoral de Santa Inés :

1912. – El Académico y Rector Luis Cuervo Márquez consigue con el Gobierno Nacional que se entregue la “Quinta Segovia” para construir el Edificio de la facultad de Medicina, labor que continúa el nuevo Rector,

Académico Carlos Esguerra, lográndose dar al servicio una parte, el 20 de julio de 1918 ;

1926. – El Académico y Ministro de Instrucción José Vicente Huertas traslada la sede de la Academia al Edificio de la Facultad de Medicina en el Parque de los Mártires.

Si en lo material compartimos el mismo Edificio hasta 1951, también la casi totalidad del profesorado pertenecía a la Academia. Cuando en 1919, Miguel Jiménez López ocupa el sillón académico de Pedro María Ibañez, Juan N. Corpas el de Liborio Zerda, y Abraham Salgar el de Gabriel J. Castañeda, me parece que es como la despedida del siglo XIX , en nuestra medicina.

1912.- Los antiguos profesores de la llamada “Clinica Obstetrical e Infantil”, (que estuvo unificada hasta 1898) Profesores Leoncio Barreto, José María Buendía y José Ignacio Barbieri son nombrados Miembros Honorarios de la Academia.

– Visita la Facultad, con el objeto de estudiar su funcionamiento una misión francesa encabezada por el Decano Henri Roger, y los profesores Latarjet, Tavernier y Durand.

– El Profesor norteamericano George H. Humpreys, encabezó la Unitarian Medical Mission, que en el trimestre final de ese año evaluó la enseñanza de la medicina y la asistencia hospitalaria en Colombia. De esta misión formaron parte profesores de Patología, Pediatría, Medicina Preventiva, Psiquiatría, Farmacología y Anestesiología.

La Academia Nacional de Medicina al declarar también Miembros Honorarios a los Profesores visitantes siguió demostrando su estímulo al progreso de nuestra educación médica.

Academia y Pediatría

1.  Los académicos Gabriel J. Castañeda y Manuel Plata Azuero, en el siglo pasado ; José Ignacio Barbieri y Calixto Torres Umaña en el presente, son “Los cuatro grandes Maestros del pasado” y a cada uno de ellos le dediqué un capítulo en mi libro Universidad Nacional y Pediatría Colombiana (1994).

2.  En la presidencia del Profesor Gonzalo Esguerra Gómez, la Academia decidió vincular de manera efectiva, a las ya numerosas sociedades científicas de Bogotá, a sus labores, para lo cual nombró como Académicos Asociados a los Presidentes de las respectivas Sociedades. Me correspondió como Presidente en ese momento de la Sociedad de Pediatría una sesión conjunta de nuestras dos entidades la cual titulé “15 años de estudio de la Auxología del niño colombiano”.

Al final expresé los siguientes conceptos :

” La Sociedad Colombiana de Pediatría, con la colaboración del Instituto Nacional de Nutrición y el decidido apoyo del Departamento de Pediatría de la Universidad Nacional, esta poniendo en práctica un modelo Original para la mejor evaluación del crecimiento y desarrollo de nuestros niños. Por esta razón, tanto la Sociedad de Pediatría como la Facultad presentan con gran orgullo ante esta Academia estos programas de trabajo en que están empeñados, para cumplir con su filosofía básica de buscar el mejor conocimiento y por consiguiente la mejor protección social de nuestro capital humano en edad evolutiva”.

3.  El tema científico escogido por la academia para la celebración de su primer Centenario (1973), fue el de Problemas de Adolescencia.

“LA MEDICINA UN ESTUDIO PARA TODA LA VIDA”

Al producirse el cierre de mi viejo consultorio en Unidia, el Académico, periodista y, en ocasiones poeta, Juan Mendoza-Vega, me escribía :

“Otro rige el timón y fija el rumbo ; 
el viejo navegante puede ahora dedicarse a soñar,
mientras contempla el cabrilleo del sol frente a la roda ;
confía en la mano que, hacia el horizonte, lleva firme la proa,
y al unísono vibran el cordaje, su corazón y el viento”.

Pero cuando evidentemente el viejo navegante comenzaba a soñar, pero en el sentido que Borges plantea cuando dice : Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado ?, recibo la copia del trabajo de Alfonso Vargas del Valle, “Endocrine Changes in Malnutrition”, escrito como capítulo del Text Book of Pediatrics Nutrition, creí de gran importancia su traducción al español y su divulgación entre nosotros dada la trascendecia científica y social del tema.

Dediqué numerosas semanas con ayuda del Dorland’’s Medical Dictionary a la versión a nuestro idioma, y con la autorización de los editores del Text Book of Pediatrics Nutrition, se publicó en Temas de Pediatría de Diciembre de 1992, en cuyo prólogo escribí lo siguiente :

Su lectura atenta, además del gran orgullo paternal comprensible, me actualizó en la profunda fisiopatología y bioquímica de la desnutrición – concebida ahora como síndrome general de adaptación-, trajo también a mi retiro médico, el recuerdo de la evolución conceptual, que en nuestro medio, han tenido la patología de la nutrición y la endocrinología, desde mediados de la presente centuria…

Ciertamente estos recuerdos personales y los conceptos del Dr. Enrique Enciso (1919) y del Profesor Torres Umaña (1954), ubican a nuestra medicina de mitad de siglo en la etapa que Jean Bernard denomina Revolución Terapéutica, iniciada por el descubrimiento de las sulfamidas, que aunque obtuvo éxitos curativos seguía siendo incompleta y empírica.

Tan sólo en la década de los ochenta la medicina inicia la Revolución Biológica que comienza a transformar el razonamiento médico, introduciendo el estudio de las modificaciones químicas y cambios de ordenamiento molecular responsables de la enfermedad”, concluye el Académico Francés Jean Bernard.

“Finalmente quiero decir a los colegas colombianos, especialmente a los más jóvenes, que confío que este repaso histórico de algunos aspectos de nuestra medicina nacional, deba hacerles meditar en el largo camino que la ciencia debe recorrer para su constante perfeccionamiento ideológico, en el cual lo cognositivo cambia, pero realmente, la medicina-empírica o científica- deberá seguir siendo el anhelo humanitario de llevar la salud a todos los niveles sociales y en todos los países del orbe”.

Señor Presidente :

Estoy muy orgulloso, aunque abrumado, de que el nombre de un viejo educador, que ejerció su profesión con profundo sentido de la ética y de la estética, sea inscrito ahora en la muy honrosa compañía de los Académicos del pasado y del presente. Mil gracias.

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