Letras, Clínica de Marly 90 Años de su Fundación
Jorge Cavelier Gaviria, Académico
Grata es la presencia de vosotros, socios, colegas y amigos, que habéis tenido la gentileza de acompañarnos en este día para nosotros tan lleno de satisfacciones y hondos recuerdos.
Con orgullo patriótico, celebramos hoy 90 años de la fundación de nuestra institución y ello por sí sólo es motivo suficiente para rendir justo tributo de admiración y cariño a nuestros mayores, quienes en desigual y desinteresada lucha, inspirados eso sí en nobles ideales, acometieron con arrojo esta empresa de dotar a la ciudad y al país de un centro hospitalario que hoy alcanza, después de tan largos años de arduo trabajo, proporciones de innegable valor y sitio prominente en la trayectoria de las realizaciones.
Ha sido nuestra contribución, franca, leal y sincera en la lucha contra la enfermedad, el dolor y el desconsuelo.
A comienzos del siglo XX, Chapinero era un barrio campestre de la capital, en su extremo norte, constituido por grandes casaquintas destinadas especialmente para el descanso familiar.
Una de las más bellas, la había construido el francés Arturo A. de Cambill, luego de comprarle la quinta La Rosita a don Ricardo Gaviria en 1891. Cambill levantó una amplia y hermosa casa y embelleció el lugar con jardín, huertos y otros atractivos de tipo europeo.
En recuerdo del sitio veraniego de Luis XIV, la llamó Marly. Cambill, le vendió su casa a John M. Vaughan en 1896 quien a su vez, e131 de mayo de 1901, vendió al odontólogo Guillermo Esguerra dicha propiedad. Guillermo Esguerra graduado en los Estados Unidos y hombre emprendedor, amplió las edificaciones y embelleció la casa y se radicó allí con su familia.
Por ese entonces, regresó de Europa su hermano mayor, el médico Carlos Esguerra. El nombre del doctor Carlos E82,”‘lerraGaitán, cuya fecha de nacimiento se anota el 14 de diciembre de 1863, llena por sí sólo una interesantísima página de la historia médica nacional.
Nacido en el ilustre hogar de Don Nicolás Esguerra Ortiz “El ciudadano perfecto de una era de hombres eximios” al decir del profesor Luis López de Mesa, pertenece así a la llamada generación del 70 que dio brillo sin par a nuestra patria con hombres de la altura de Manuel Murillo Toro, Santiago Pérez, Aquilea Parra, Francisco Javier Zaldúa, Eustorgio Salgar, Salvador Camacho Roldán, Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro.
En 1884, a los 21 años, Carlos Esguerra se gradúa de médico y cirujano para comenzar en el indómito valle del Río Magdalena su ejercicio profesional y continuar estudios de la fiebre amarilla ya iniciados por su tío el Dr. Domingo Esguerra.
Pero pronto, a causa de razones políticas abandona el país en unión de su padre con destino a Caracas, donde se recibió de médico de la Universidad Central. (Lea: Letras, Homenaje a Hernando Martínez Rueda y su “Memorial a la Academia”)
Luego, cuando los dos viajeros optaron por trasladarse a París, llega a la mitad del tan fecundo decenio de 1880 a 1890, época gloriosa de la medicina francesa. Repasa allí su currículum y observa cómo la medicina hipocrática, llena de imaginación, se despedía para siempre al dar paso a la nueva etapa técnica desarrollada gracias a Luis Pasteur, Roberto Koch, Rodolfo Wirchow, Gregario Mendel, Segismundo Freud, Santiago Ramón y Cajal y Claudia Bernard.
Tal vez allí, ideó establecer una casa de salud para pacientes pensionados, cercana a Bogotá y similar a las que funcionaban en las grandes naciones europeas y en los Estados Unidos.
Por todos los aspectos, la casaquinta Marly, era el sitio ideal para establecer la casa de salud y en esto estuvieron de acuerdo los hermanos Guillermo y Carlos Esguerra, quienes confiaron en el éxito del proyecto.
Hasta ese momento los enfermos capitalinos eran tratados e intervenidos quirúrgicamente bajo el denominador común de la caridad pública en el vetusto hospital de San Juan de Dios, el cual ocupaba un deteriorado caserón colonial, carente de las indispensables condiciones higiénicas y por ese momento sin posibilidades de mejora.
En estas condiciones, las familias distinguidas no aceptaban la perspectiva de llevar allí sus enfermos. Preferían improvisar alguna pieza como sala operatoria, con las implicaciones y peligros de tan aristocrática conducta, pues además ponían al servicio de la cirugía ollas, platones y otros elementos de uso doméstico. El médico sólo podía aportar sus conocimientos, experiencias e instrumental quirúrgico.
El proyecto de la casa de salud era excelente, pues llenaba una urgente necesidad, desde todo los puntos de vista, aun cuando, a pesar de los grandes beneficios que el proyecto ofrecía, lógicamente iba a tener el rechazo casi total de pacientes y de médicos aferrados a las tradiciones de varios siglos.
El doctor Esguerra, poco tiempo después de su regreso al país, se embarca en la más ardua aventura de su vida, cual fue la fundación de la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios denominada Marly por el sitio escogido y que la gente por no sé qué apariencia de nombre inglés pronuncia Márly. Carlos Esguerra contactó a prestigiosos colegas y los interesó en el asunto.
Hizo algunas adaptaciones a la casa con fines médicos y en 1903, brindó allí consulta y atención de pacientes con la colaboración de Rafael Ucrós, Miguel Rueda Acosta y Luis Felipe Calderón.
El 18 de enero de 1904, los médicos Carlos Esguerra, Rafael Ucrós, Miguel Rueda Acosta, Manuel N. Lobo, Manuel Cantillo, Luis Felipe Calderón, Rafael Rocha Castilla, Juan David Herrera, José María Lombana Barreneche, Julio Z. Torres, Pompilio Martínez y el odontólogo Guillermo Esguerra, constituyeron la sociedad Casas de Salud y Sanatorios por medio de la Escritura 94 de la Notaría Quinta de Bogotá y determinaron la inmediata apertura “de una casa central de salud para enfermos pensionados de ambos sexos, en la casaquinta denominada Marly, en el barrio Chapinero de esta ciudad”.
Como su primer director-gerente fue designado el Dr. Carlos Esguerra.
El nombre de la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios, quedó así anotado en los libros notariales y en los documentos públicos, pero se impuso popularmente el nombre de Casa de Salud de Marly y los fundadores lo acogieron así complacidos.
La casa de salud empezó actividades con 3 pacientes y tuvo que mlClar una gran labor de persuasión para acostumbrar a las personas a que concurrieran a ella como a su propia casa y disfrutaran de los cuidados especiales prodigados por un personal experto y estudioso, dispuesto a servir eficazmente en todo momento bajo la dirección de los médicos”, recordaba más tarde Rafael Ucrós.
Gracias a esta campaña, en buena parte del primer bienio, ingresaron 128 pensionados de los cuales 111 eran pacientes y los demás acompañantes que habían ido a buscar únicamente las ventajas del campo.
El servicio de la sociedad se prestó en tres categorías, de acuerdo con los recursos de los pacientes, que eran aceptados de acuerdo a las siguientes condiciones.
1) Pagando las pensiones de 1, 2 ó 3 pesos diarios lo cual incluía la pieza, alimentos y el servicio ordinario de las enfermeras, quedando los enfermos en libertad de llamar al médico o cirujano de su confianza.
2) Suministrando la casa, el médico o cirujano y las drogas y materiales de curación, mediante una suma fija mensual pagadera anticipadamente.
3) Pagando un abono anual de 12 pesos oro o sea de un peso mensual para tener derecho a ir a la casa en caso de enfermedad aguda sin hacer ningún otro desembolso. Este abono tenía derecho también a la consulta gratuita y visitas a domicilio por medio del médico o médicos que nombraba la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios para prestar este servicio. Anotamos aquí que en 1905, se establece por primera vez en el país, la medicina prepagada.
4) Por recomendación de la Sociedad de San Vicente de Paúl, gratuitamente de caridad en el servicio de María Auxiliadora en que sólo se pagaban las drogas y material de curación y gratuitamente el tratamiento médico y quirúrgico.
Al fundarse la Escuela Militar en 1907, se dispuso que la asistencia médica de la Institución la prestara la Casa de Salud de Marly y para ello suscribieron el contrato respectivo, el General Manuel María Sanclemente, Ministro de Guerra y el Dr. Carlos Esguerra, Gerente de la entidad médica con la aprobación del General Rafael Reyes, Presidente de la República.
Por medio de este contrato, se efectuaban visitas diarias con uno o dos médicos de Marly a la Escuela, para examinar a los cadetes, recetar a los enfermas y disponer de las hospitalizaciones indispensables en la casa de salud hasta su completo restablecimiento.
Teniendo en cuenta los buenos resultados de los servicios médicos de la Casa de Salud de Marly a los cadetes de la Escuela Militar, el Gobierno Nacional, resolvió que allí también se atendieran los enfermos de gravedad. Marly quedó así comprometida a brindar servicio médico y hospitalario a los militares del ejército y a los miembros de la Policía Nacional y de la Gendarmería residentes en Bogotá.
Al comenzar el año de 1911 y por mutua conveniencia el gobierno nacional y la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios, acordaron mediante un contrato de arrendamiento con canon de 120 mensuales, instalar en Marly, propiamente el hospital militar.
La sociedad se reservó para sus actividades el tramo de la casa principal, dejando el resto como hospital militar propiamente dicho. El establecimiento del Hospital Militar Central en Marly se oficializó por medio del decreto 214 de febrero 28 de 1911, firmado por el presidente Carlos E. Restrepo y el Ministro de Guerra, Mariano Ospina Vásquez, a donde se dispuso que el Médico Jefe fuera el Jefe de la Sección de Sanidad del Ministerio de Guerra Carlos Putman, actuando como practicantes los doctores, Luis López de Mesa y Emiliano Gutiérrez.
El 13 de septiembre de 1913 fue un día histórico para Marly, pues entraron en servicio la instalación de 80 focos de luz eléctrica, la del agua potable en conexión con el acueducto de Chapinero, la sala de operaciones, dotada de autoclave para esterilizaciones de elementos de curación, mesa de operaciones, un arsenal para practicar toda clase de intervenciones de cirugía mayor y menor y dos nuevos confortables pabellones, reformas que transformaron radicalmente los servicios haciéndolos mejores y más cómodos, escribió el médico Martín Camacho, por entonces elegido médico jefe de sanidad militar.
El Hospital Militar Central atendió entre junio de 1913 y mayo de 1914, un total de 1.352 enfermos y como causa del mayor número de hospitalizaciones figuraban las sífilis y las enfermedades venéreas, las paperas y la fiebre tifoidea. Por entonces actuaba como cirujano auxiliar el Dr. Jorge Bejarano.
Sin embargo, en la administración del Presidente José Vicente Concha el Hospital Militar sale de Marly toda vez que el Dr. Miguel Canales fue designado Jefe de Sanidad Militar y se propuso lográndolo, mediante una campaña tenaz, sin concesiones lograr el traslado del Hospital Militar Central a la Clínica de Manuel Vicente Peña. En este momento y durante el traslado del Hospital Militar a otra parte de la ciudad, el cirujano auxiliar era el Dr. Miguel Jiménez López.
Con la salida del Hospital Militar, Marly volvió a ser así la casa de salud familiar para los bogotanos, para lo cual fue necesario hacer reformas locativas y recobrar la imagen en el curso de los meses siguientes. La iniciación de esta obra, constituyó una verdadera hazaña por no decir milagro, pues muchos fueron los años pasados en medio de serias dificultades principalmente económicas.
A menudo Don Ernesto Michelsen del Banco de Colombia ayudaba con su amistad y préstamos a sostener la sociedad y equilibrar balances.
Muchos años después, al cumplirse el centenario del nacimiento del Profesor Carlos Esguerra, el antiguo practicante en Marly y ya figura cimera del saber entre sus contemporáneos colombianos, el Profesor Luis López de Mesa escribía estas líneas dedicadas a la Casa de Salud de Marly: “Érase antes Marly primorosa casaquinta entre jardines, un parque de eucaliptus alIado y un gran potrero hacia el oriente, con dos cuadras por la carrera 13 e igual linde sobre la séptima.
Hubo que añadirle tres amplios pabellones para acondicionarla a su nueva destinación. No olvidaré la pareja de sietecueros altos y copudos que escudaban la escalina de acceso en el patio fronterizo, regalados por Rafael Ucrós, nuestro hábil cirujano de planta, ni el esbelto roble que alIado del portalón de fuera, alto, y recio, rebrillaba de luces en su follaje verde ya los primeros albores del día, ni la sabana abierta a la inmensidad de enfrente, ni los nevados bellísimos del Tolima y del Ruiz que en los diáfanos amaneceres, nacarábanse en la azulina cordillera remota.
Tampoco olvidaré a la extraordinaria madre San Lorenzo, sostén indefectible de bondad y precisión del aquel pequeño mundo, ni al insigne Pimental y Vargas, nuestro Capellán, letrado siempre y otrora guerrero, ni a Chencho, el más antiguo paciente de la Clínica todo bondad y señorío, ni la breve e inclinada figura de Carlos Esguerra a su exacto arribo a las 8 a.m. a pasar visita a los enfermos, atender a los urgentes problemas de la casa y en todos nosotros, dejar certera lumbre de amistad o de saber, sencillamente, sosegadamente, cordialísimamente, como un suceso espontáneo de la naturaleza”.
En 1916 por expiración de su término, se reconstituye de nuevo la Sociedad “Casas de Salud y Sanatorios” y figuran allí, entre otros nuevos accionistas, el Estado Colombiano, el Banco de Colombia y la Compañía Colombiana de Seguros. Nuevamente es elegido el Dr. Carlos Esguerra como su primer Gerente en compañía de Zoilo Cuéllar Durán y Jorge Vargas Suárez y actuando como suplentes el Dr. Alfonso Esguerra Gómez, Antonio José Uribe y Miguel Rueda Acosta.
El Dr. Zoilo Cuéllar Durán ingresa cargado de merecimientos, especializado en París en cirugia y urología, es el gran catedrático y maestro de su especialidad en Colombia y quien habría de ocupar las más altas posiciones ofrecidas al Cuerpo Médico en el país por ese entonces. El Dr. Alfonso Esguerra Gómez emerge como médico de la Universidad Nacional en 1920.
Hace en París un estudio de especialización, donde obtuvo el Premio Chevillon de la Academia Francesa por su descubrimiento de la Pasta Colombia. Además fue asistente en el Laboratorio Pasteur del Instituto de Radium.
Al regreso asumió la gerencia de la Sociedad “Casas de Salud y Sanatorios” y contribuyó a la modernización de la Clínica de Marly, donde organizó los servicios de radium-terapia y luego de los hospitales de San Juan de Dios y de San José. Más tarde habría de ocupar importantes posiciones como la Alcaldía Mayor de Bogotá y la dirección del Instituto Nacional de Educación Física.
Nuevamente en el año de 1920, aumenta su capital la sociedad Casas de Salud y Sanatorios de 25.000 a 40.000 pesos, en acciones de 10 pesos cada una. Su propósito era financiar la construcción de un pabellón, la adquisición de equipos y la mejora de la Casa de Salud de Marly en todo sentido, pero se llegó más lejos en el curso de los siguientes años. Pronto se tuvieron 6 edificaciones confortables separadas por jardines y caminos y hasta una cancha de tenis, salón de té y biblioteca, etc.
En el año de 1923, se instaló el Departamento de Rayos Xa cargo de Gonzalo Esguerra Gómez y en 1924, el Laboratorio de Histologia Patológica dirigido por Alfonso Esguerra GÓmez.Ya funcionaba el Laboratorio de Química y Bacteriología al cuidado del Profesor Pedro José Almanzar.
La Casa de Salud de Marly tenía en ese entonces como Clínico a Carlos Esguerra, Cirujano a Juan N. Carpas, Urólogo a Jorge E. Cavelier, Obstetra y Ginecólogo a Miguel Rueda Acosta, Pediatra a Calixto Torres Umaña, en órganos de los Sentidos a Francisco Vernaza, sin olvidar a Rafael Ucrós, Zoilo Cuéllar Durán, Fernando Troconis, José del Carmen Acosta y otros más.
Y quién lo creyera, Gonzalo Esguerra Gómez aspiraba a ser un buen ingeniero y resultó ser pionero y maestro de la radiología en Colombia. Un día su hermano Alfonso, le llevó al Hospital de San Juan de Dios y le presentó a André J. Richard, profesional francés contratado para poner en buen funcionamiento el equipo de rayos Xde esa Institución.
El Profesor Esguerra comenzó a entusiasmarse con las radiografías tomadas y con el diagnóstico que sobre ellas hacía el Dr. Richard, por lo cual resolvió abandonar sus estudios de ingeniería o dejarlos para más tarde.
En esta época sólo había en Bogotá dos aparatos de rayos X bastantes deficientes y el Profesor Esguerra fue nombrado ayudante del Laboratorio de Rayos X. Viaja a París, donde se encuentra con su hermano Alfonso para practicar visitas diarias, al servicio del Profesor Claude Beclere, sobrino del verdadero fundador de la radiologia, Profesor Antaine Beclere, laboratorio en el cual pudo observar por vez primera una m’ografia, procedimiento ideado en Alemania.
Su entusiasmo por dichas técnicas siguió en aumento por lo cual decidió conseguir un equipo de diagnóstico de rayos X para él instalarlo en la Clínica de Marly, el cual comenzó a funcionar el 7 de junio de 1923 bajo su propia dirección y hasta su fallecimiento.
El17 de octubre de 1928, se disuelve la Sociedad de Casas de Salud y Sanatorios y actuó como Gerente el Dr. Fernando Troconis, quien presenta un inventario de bienes por valor de 150.000 representados en terrenos, edificios, aparatos eléctricos, farmacia y mobiliario diverso.
De inmediato quienes forman parte de la antigua Sociedad y algunos otros constituyen la nueva sociedad anónima Clínica de Marly, cuya escritura 4420 se protocolizó el 31 de diciembre de 1928, en la Notaría Segunda.
Suscribieron acciones en ese entonces las más distinguidas personalidades de la medicina nacional de la época, todos varones ilustrísimos y cuyas actuaciones han pasado a la posteridad en selectas páginas de la vida nacional: Rafael Ucrós, Jorge E. Cavelier, Alfonso Esguerra Gómez, Gonzalo Esguerra Gómez, Tulio Forero Villaveces, Fernando Villaveces, Fernando Troconis, Roberto Franco, Juan N. Carpas, José del Carmen Acosta, Carlos Esguerra, Calixto Torres Umaña, Luis López de Mesa, Federico Lleras Acosta, Francisco Vernaza, Jorge Bejarano y Carlos J. Cleves son sus firmantes.
Poner en marcha la nueva Sociedad era una empresa seria y difícil, más aún teniendo en cuenta que en ese momento comenzó a producirse la crisis económica mundial que tanto afectó a nuestra empobrecida Colombia. Fue en verdad una obra de titanes.
La nueva Sociedad, vigente en la actualidad, goza entonces de los servicios como gerentes de Juan N. Corpas, Alfonso Esguerra Gómez, Tulio Forero Villa veces y en 1934 y 35 el doctor Fernando Troconis, período en el cual se realiza el14 julio de 1935 la vistosa inaguración del Pabellón de Maternidad de la Clínica con la presencia del Presidente de la República, Dr. Alfonso López y el Arzobispo Primado de Colombia Monseñor Perdomo. En esa época se encarga a Juan Félix Martínez como se decía entonces de “aplicar los gases” en anestesia y Ramón Atalaya instala el servicio de electrocardiografía.
En el año de 1934 se construye e inagura el Pabellón Nororiental que aún se conserva.
En 1937, la Sociedad eligió Gerente al Dr. Gonzalo Esguerra Gómez, quien gracias a su dinamismo y visión objetiva de los problemas médicos de ese entonces, vuelve sus ojosa la técnica norteamericana y contrata con la firma Schmidt Garden y Ericskon de Chicago, la construcción de los nuevos pabellones de la clínica moderna que habrían de reemplazar los viejos pabellones de amplios corredores y matas de geranios en sus columnas.
Ello. de abril de 1944, se realiza la inaguración del Pabellón Esguerra y posteriormente e130 dejulio de 1946, es inaugurado el edificio principal con el nombre de Pabellón Corpas, acto al cual asistieron el Presidente Alberto Lleras Camargo el Expresidente Alfonso López y numerosas personalidades.
Para el mes de junio de 1939, aparece el primer número del boletín de la Clínica, el cual fue descontinuado años más tarde pero que nuevamente ha visto la luz desde hace dos años con el Dr. Jaime Casas buenas como editor.
El Dr. Alberto Albornoz Plata es designado interno en unión de Jaime Correal Maldonado.
A partir de 1940 se abre el servicio de urgencias en traumatología y ortopedia, gracias a la instalación del Dr. Enrique Botero Marulanda en predios de la Clínica. Figura como interno, el Dr. Ernesto Andrade Valderrama.
Poco más tarde se vinculan nuevos accionistas: Vicente Rodríguez Plata, Enrique Botero Marulanda, Hernando Velásquez Mejía y Jorge Cavelier Gaviria y son designados Directores Científicos de la Institución el Dr. Velásquez, Vicente Rodríguez Plata y Enrique Botero Marulanda, este último desde 1949 hasta 1954. Jorge Cristo Saldivia es designado Jefe del Servicio de Maternidad y Alfonso Latiff, Jefe de Cirugía.
Suceden en la Gerencia al Dr. Gonzalo Esguerra, el señor Miguel Capasso, el Dr. Rafael Mutis García, Arturo Aparicio Jaramillo, Carlos Esguerra Samper y Ruperto Clavija hasta el año 1954.
Pero la fortuna sigue esquiva y las dificultades apremian en la época de postguerra hasta que el 9 de febrero de 1955, un fundador de la nueva Sociedad en el año 1928, organizador por antonomasia, figura descollante de la medicina y la cirugía, batallador incansable y dotado de sobresaliente inteligencia, acepta la dirección de la Institución: Jorge E. Cavelier.
Este hombre tan poco común, de arrogante y procera figura, imprime con su fuerza sobrehumana un definitivo impulso a los negocios de la sociedad; durante su gobierno que dura 24 años, observamos cómo, decidida y firmemente se cambia el aspecto de la vieja organización.
Pronto desaparece el antiguo cercado de la carrera 13 o carrera del tranvía para dar paso al magnífico Edificio Marly que, construido entre 1959 y 1965 hoy alberga cerca de 150 profesionales en 120 consultorios de diversas especialidades. Desaparecen también los restos de la casaquinta original y se construye el edificio que terminaría la etapa inconclusa de los años 40 al proveer a la Clínica de una entrada definitiva y al establecer allí modernas unidades de cuidados especiales y de recuperación entre otras.
En la nueva organización descollan por entonces jóvenes y prominentes figuras de la medicina como Enrique Lleras Restrepo, Hernando Velásquez Mejía, Alejandro Jiménez Arango, Enrique Botero Marulanda, Vicente Rodríguez Plata, Alberto Cárdenas Escobar y otros no menos distinguidos colegas. Al Dr. Daniel Gamboa Galvis vinculado desde 1943, le correspondía el desarrollo y la modernización del Laboratorio Clínico que con tan singular eficiencia dirige hasta el presente.
A su fallecimiento en el año de 1978 la profunda huella dejada por mi ilustre padre a lo largo de 24 años, a no dudarlo, ha sido la más fructífera de todas por cuantas ha atravesado la Institución.
Mi propia vida se confunde con la historia de la clínica por cuanto allí conocí la existencia y en los tiernos brazos de mi madre recorrí por vez primera piezas y corredores de sus viejos caserones llenos de íntimas historias y que hoy miramos con cierta añoranza.
Desde mi infancia tengo viva memoria de personas que hicieron posible la continuación y fortalecimiento de la Empresa formada a principios de siglo.
El Dr. Juan Félix Martínez, encargado desde sus comienzos del Departamento de Anestesia, es persona inolvidable, tanto en el aspecto científico como en la administración de la Clínica, cargo que por su desaparición ocupo tan solo hasta dos días después del fallecimiento del Profesor Cavelier.
En manos de mi padre en sus cotidianas visitas a sus pacientes, tuve oportunidad de conocer las viejas instalaciones y edificaciones y la entrada de escalinatas por la avenida del tranvía así como los patios de vehículos de la calle 50 pronto me fueron familiares.
Ya en mi adolescencia en época de vacaciones obtengo mi primer trabajo en la Clínica al asignarme como ayudante de Don Manuel J. Navas, quien actuaba como Secretario Administrador respetando y acatando órdenes del entonces Gerente, Dr. Gonzalo Esguerra Gómez, a quien yo debía después de un análisis cuidadoso obtenido de tablas de complicadísima elaboración, presentar un informe todos los días a las 5 de la tarde, al parecer los ingresos del día, y que él miraba y casi siempre aprobaba con especial satisfacción.
Este, mi primer cargo en la Clínica, se desarrollaba en polvorientos escritorios por cuanto se adelantaban los trabajos de construcción de los nuevos pabellones de cuya inauguración guardo también viva memoria, no tanto por la construcción en sí, como por la presencia en ese día de Paulina Esguerra Fajardo a quien me han ligado lazos muy estrechos de amistad y afecto toda la vida.
La Facultad de Medicina y los años dedicados al estudio de postgrado, me alejan momentáneamente de los asuntos internos hasta que a mi regreso al país en 1961, encuentro que la obra adelantada en el Edificio de Consultorios confrontaba las propias dificultades de una obra de esta magnitud y por vez primera con decidido afán y empeño, hago de promotor y aliento las esperanzas de ver terminado este magnífico proyecto.
La junta directiva me distinguió al designarme Director Científico, cargo que ejercí por espacio de 10 años y durante el cual descubrí grandes y pequeños secretos de una institución hospitalaria que ya ha adquirido puesto prominente y descollante entre sus similares. Al fallecimiento de mi padre, sorpresivo por cuanto la conducción de los negocios de la Clínica era inherente a su propia existencia, me deparó, en la tristeza, la oportunidad de desempeñar el altísimo cargo de Gerente General del cual me siento honrado.
En este último cuarto de siglo que marca por decirlo así la cuarta etapa de existencia de nuestra institución, realizamos en unión de mis compañeros de Junta Directiva, la terminación de las modernas salas de cirugía, la construcción de un nuevo local para el Servicio de Urgencias y la adquisición de importantes lotes de terreno en la Calle 50 enfrente a la Clínica desde la Carrera 9a. hasta la Carrera 13, destinados para desarrollar la vieja idea de la construcción del Centro Médico Marly.
Este ambicioso proyecto contempla además de la construcción de un edificio destinado a la práctica de medicina y cirugía ambulatoria, el edificio de Artes Médicas que ha de incluir nuevos consultorios, un centro de adiestramiento, instalaciones hoteleras y salas de conferencias, todo ello enmarcado por el Centro Comercial dentro del mismo complejo arquitectónico.
Desde 1994, el viejo y anhelado proyecto de la construcción del Centro Médico, ha tomado nuevo impulso.
Después de un concurso arquitectónico efectuado al más alto nivel, se encomendó a la reconocida firma de Esguerra Sáenz y Samper, la elaboración de los planos que en tres etapas han de servir para la ampliación definitiva y modernización de la actual Clínica, mediante la construcción de un edificio especial que ha de albergar 60 habitaciones, un moderno departamento de Rayos X, todo el departamento administrativo de la Clínica y las nuevas unidades de cuidados intensivos, cardiología, neumología, rehabilitación, laboratorio clínico y otras igualmente importantes.
El impulso de los nuevos avances tecnológicos observados en los Estados Unidos y especialmente en Europa, ha llevado a la institución a la instalación en ella, de los equipos de la más avanzada tecnología médica como son la Escanografía Axial, la Medicina Nuclear, la Litotricia Extracorpórea mediante ondas de choque y ya próxima a inaugurarse el moderno y bello edificio construido para la instalación de un moderno equipo de Resonancia Magnética de última tecnología.
La constante preocupación de los directivos para que la Clínica esté a la cabeza de todas las instituciones en cuanto a tecnología se refiere, ha sido una de las primordiales realizaciones de la Junta Directiva y de la actual Gerencia. Estos objetivos, se han logrado en forma plena.
Sin embargo, es necesario en este preciso momento y año, en postrimerías del siglo XX, y después de recorrer paso a paso en todos sus detalles la historia que les he relatado, examinar el presente y consirlerar en forma seria y ponderada, como la que más, el futuro de nuestro país.
Si las enfermedades del comienzo del siglo eran motivo de constante preocupación y se lograron importantísimos hechos que condujeron en la mayoría de los casos a su desaparición, a su dominio o a su prevención, la aparición ahora en forma casi epidémica del sindrome de inmunodeficiencia adquirida, para lo cual no tenemos manera de recurrir a su prevención y mucho menos a su curación han de hacernos pensar en que el desarrollo de la medicina tiene que tener necesariamentes nuevas directrices.
La medicina preventiva ha de continuar un desarrollo al máximo de sus posibilidades y un buen ejemplo nos lo ofrece Patarroyo y sus colaboradores con el perfeccionamiento cada vez mayor de vacunas sintéticas.
En el futuro, las altas tasas de cambio son verdaderamente impredecibles por la aparición de nuevas enfermedades virales y aquellas otras inducidas por cambios genéticos que bien pueden deberse a la exposición cada día mayor y masiva a agentes cancerígenos inductores de mutaciones en el ser humano. Hechos francamente positivos nos orientan a considerar la ingeniería genética como una ciencia en franco desarrollo que ha de permitir la creación, por ejemplo, de resistencia al implantar los genes con defensores de la salud humana.
El descubrimiento por Watson y Crik en el año de 1952, de la configuración helicoidal del DNA ha sido piedra fundamental en el prodigioso desarrollo de la genética.
Pero, así como hay factores positivos en el horizonte de la medicina, los hay negativos y me refiero particularmente en nuestro país tropical a la deforestación masiva que alcanza en los Andes colombianos un aterrador porcentaje del 75 a SO% en terrenos hoy destinados a cultivos y pastizales, hecho gravísimo que trae la extinción de especies de plantas y animales, indispensables en la vida del ser humano.
El uso masivo de herbicidas e insecticidas contamina igualmente a los peces y especies nativas que son consumidos en las ciudades y por consiguiente acumulados en el organismo humano.
Esta ecología invisible, lleva a la imposibilidad de identificar la fuente de las enfermedades a lo cual se añade la exposición a los químicos de las comidas preservadas.
Este desequilibrio ecológico, generado por la extinción de especies y la alteración del hábitat, genera enfermedades relacionadas con la contaminación y la falta de agua y por qué no hablar de los viajes interplanetarios a donde se observa que la ingravidez posiblemente produce la anemia observada en los astronautas, lo cual por ahora ha de limitar la vida extraterrestre y la anhelada búsqueda de otros medios para la subsistencia del ser humano.
Estos y otros factores han de impulsar a nuestras instituciones médicas para la búsqueda de soluciones adecuadas a nuestros propios pacientes.
Con entrañable sentido de aprecio para todos los fines y abnegados empleados de nuestra Institución gracias a quienes hoy podemos celebrar esta especial efemérides por su consagración y bondad roguemos que la Divina Providencia nos guíe con paso firme en nuestros propósitos de progreso y perfeccionamiento para bien de nuestros compatriotas.
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