Letras, Centenario del profesor Alfonso Esguerra Gómez

Bogotá, junio 30 de 1994
Palabras del Presidente de la Academia Nacional de Medicina
Dr. Gilberto Rueda Pérez
Sesión solemne

Homenaje al Doctor Alfonso Esguerra Gómez con motivo del
centenario de su nacimiento.

Señores Miembros de la Junta Directiva;
Doña Carlina Esguerra Samper;
Don Carlos, Doña Paulina, Don Alfonso, Don Juan Pablo y
demás distinguidos Miembros de la familia Esguerra;

Académico Fernando Serpa Flórez;
Señores Académicos;
Señoras, señores:
Bienvenidos a la solemne sesión con que celebra la Academia,
el centenario del natalicio del Profesor Alfonso Esguerra Gómez.

Este ilustre maestro de la radiología primero y luego de la fisiología humana, conformó en su laboratorio ese remanso de paz, de iniciación a la ciencia y a la investigación médica, que suavizaba y atemperaba el espíritu atormentado de los alumnos que, impresionados hasta la angustia por la aventura macondiana de la anatomía descriptiva y la disección cadavérica tan rigurosa, tan excluyente, tan extenuante para esos jóvenes bachilleres, no acostumbrados a las disciplinas de la exigencia total de sus capacidades de aprendizaje, de dedicación, de sacrificio, pero también de pundonor y orgullo que despertaba en ellos la enseñanza de la anatomía, primer gran obstáculo muchas veces insuperable de su incipiente carrera médica, pero que, a pesar de su extrema dureza.

O tal vez gracias a ella, iniciaba el afinamiento de ese temple, de esa capacidad de superación, de ese espíritu de sacrificio que habría de ser imprescindible en el ejercicio de la profesión médica que con ilusión inquebrantable habían escogido. (Lea: Revista de Medicina: Junta, Volumen 37 Septiembre)

En el Laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, con la guía suave pero al mismo tiempo positiva y claramente docente del profesor Esguerra, aprendía el alumno Sin sobresaltos pero con disciplina el funcionamiento de las células, de los tejidos, de los órganos vivientes.

Investigaba la contracción muscular provocada por la descarga eléctrica, cuyo testimonio dejaba grabado en tambores inscriptores, ahumados y armados por él mismo, incipiente rudimento de los actuales oscilómetros electrónicos e inscriptores LÁSER.

Aprendía la conducción del sistema nervioso de la rana descerebrada, pequeño batracio sabanero que perseguíamos con saña por los potreros y los charcos tan cercanos a la ciudad, en esas épocas mejores de Bogotá. Jugaba con el sentido de la estereognosia en sana competencia con los compañeros de grupo. Investigaba, tabulaba y aprendía la asimetría del cuerpo humano con la huella dejada en el espejo de plata por la exhalación nasal.

y muchas otras cosas …

Su temperamento, a veces irónico y juguetón, lo llevaba a preparar y a producir determinados sobresaltos en sus alumnos, uno de los cuales quiero citar como ejemplo anecdótico.

Tengo en mis manos un libro muy poco conocido, diría yo, ejemplar único posiblemente; es una tesis de grado que bajo la presidencia del profesor fue desarrollada entre 1951 y 1952.

El aspirante a médico traía entre sus apuntes del rural, una serie de datos biométricos de los escolares, de la paradisíaca región de clima medio que había atendido, en lo que a medicina preventiva se refiere, en ese grato y aleccionador período de servicio social.

Acudió con ellos al profesor en busca de consejo y encontró en él al sabio maestro que lo indujo a tratar de analizar, con esos datos, el biotipo del escolar del clima medio. A este análisis se dedicó con ahínco el proyecto de médico guiado por la suave pero tenaz mano del maestro.

Aprendió a calcular la media aritmética ponderada; aprendió a calcular el error probable, utilizando para ello la fórmula clásica

EP = Vn x ni x la constante 0.067449 N

Aprendió luego a aplicar la Curva de Gauss, utilizando para ello la tabla logarítmica que con este objeto construyó el profesor Esguerra y que con gentileza y desinterés científico, le facilitó con este fin. En esta forma pudo encontrar la frecuencia teórica que corresponde a cada una de las frecuencias reales y así formó la última columna, imprescindible, del cuadro estadístico.

Para finalizar el trabajo aprendió y desarrolló la técnica de representar en columnas todos los cálculos y operaciones, o sea, el histograma o gráfico en columnas que ajuicio del profesor y dicho en sus propias palabras “expresa en sus formas tetragonales y en su acentuado movimiento, la firmeza y la energía de un fenómeno real en el que alienta la vida”.

y para su asombro, fue observando el graduando cómo el perfil del niño colombiano de clima medio, se dibujaba poco a poco y constituía un cuerpo definido resultante del análisis estadístico de los datos por él aportados.

Pero la debacle se avecinaba. Ya en vísperas de la terminación del trabajo, el doctor Esguerra con gran seriedad llamó al alumno y le informó que por haberse encontrado un error técnico al ser tabulados los datos del peso de los escolares, tomados con diferentes balanzas, toda la estructura del trabajo perdía su valor.

La situación, señoras y señores, era punto menos que desesperada; el susto, tremendo; la frustración, total; pero, después de angustiosa espera el profesor encontró la solución: debía anotarse claramente en la tesis este error involuntario.

Hecho lo cual fue presentada, aprobada y premiada como meritoria, por el jurado compuesto por los profesores Luis Patiño Camargo, Arturo Aparicio Jaramillo y Hemando Velásquez Mejía, siendo Decano de la Facultad nuestro compañero Académico, gran profesor y amigo, el doctor Carlos Márquez Villegas y secretario de la misma el profesor Jaime Cortés Mendoza. Gracias a ello, el alumno Gilberto Rueda puede hoy celebrar con ustedes el centenario del profesor Esguerra.

Para hacer su exaltación ha sido comisionado por la Academia, en coincidencia con la familia Esguerra el distinguido Académico, Historiador Médico, literato, discípulo del maestro y mi compañero en las mesas de trabajo de la Facultad, en los largos períodos de estudio, en el internado duro, disciplinador, de agridulce recuerdo en la ciudad de Chicago, en nuestro consultorio médico y en la Academia: Fernando Serpa Flórez.

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *