Letras, A propósito de la Bartonelosis en una Máscara Ecuatoriana Precolombina
Hugo A. Sotomayor Tribín*
Introducción
La bartonelosis, llamada también enfermedad de Carrión, fiebre de Oroya y Verruga peruana, se diagnosticó por primera vez, fuera del Perú, en Colombia, departamento de Nariño, y Ecuador, provincia de Loja, en los años de 1939 y 1940 por Patiño y Montalván, respectivamente.
El bacilo fue llamado por Strong en 1915 Bartonella bacilliformis en honor al médico peruano Alberto Barton que lo vio por primera vez en 1909.
Los vectores principales son algunos insectos Phebotomus.
La enfermedad confinada a los Andes entre las latitudes 2 norte y 13 sur y altitudes de 800 a 3.000 metros, con seguridad azotó a los pueblos precolombinos de esas zonas, como se ve en estatuillas cerámicas preincaicas peruanas que aparecen reproducidas en textos de Historia de la Medicina 1,2.3,4.
El propósito del presente trabajo es mostrar otra evidencia de esa enfermedad en el arte precolombino pero ya no procedente del Perú sino del Ecuador y no de una estatuilla sino de una máscara.
Material
Se presenta una máscara completa del rostro humano, propiedad del autor, de cerámica gris terracota, de 21.5 cm de ancho, 17 cm de alto, cóncava en su superficie posterior, con agujeros redondos en el sitio correspondiente a las pupilas y escleras completas, nariz, boca entreabierta y orejas de forma triangular.
Tiene nariguera. En toda la superficie facial están representados 47 nódulos umbilicados de un promedio de 0.6 cm de diámetro con restos de pintura azul.
La máscara avalada en su autenticidad por varios expertos de arte precolombino, pertenece a la cultura Jama Coaque del Ecuador, al sur de la ciudad de Esmeraldas y al norte de la Bahía de Caraquez, en la costa, que floreció como un Desarrollo Regional entre los 400 años a.C. y los 500 d.C.5
Discusión
Aunque la costa ecuatoriana con seguridad no fue lugar de la enfermedad de Carrión ella sí debió presentarse en las cordilleras aledañas como lo sugiere la máscara aquí presentada que demuestra que sus artesanos, de la cultura Jama-Coaque, conocieron en sus vecinos cordilleranos o en sus propios habitantes, que viajaban a esos sitios, las lesiones de la forma verrugosa.
Esta forma que puede o no seguir a la febril anemizante y de alta mortalidad, se caracteriza por lesiones histológicas de reacción proliferativa angioblástica que aparecen 30 a 60 días después del contagio y duran 2 a 3 meses para desaparecer sin dejar cicatriz.
La erupción tiene nódulos de 2 a 10 milímetros de diámetro, aunque pueden alcanzar 3 o 4 cm; se presenta en la forma miliar principalmente en cara y superficies extensoras de las extremidades y en la nodular en las superficies flexoras de los brazos y piernas.
Las lesiones ovoides o esféricas se presentan medio hundidas en el tejido subcutáneo y cubiertas con una delgada película epidérmica de coloración azulada, que a menudo se rompe y da lugar a ulceración e infección secundaria. La fase eruptiva no presenta ninguna mortalidad (Figura 1). (Lea: Un médico a la Medida de su Comunidad, Un Código para un Hombre)
Según la anterior descripción, nuestra máscara muestra lesiones miliares ulceradas1,2.3.
Diagnósticos diferenciales como de viruela se descarta porque ésta no se conocía en América Prehispánica y el del acné también por la distribución tan simétrica y extendida en todo el rostro.
¿Porqué se escogió una máscara para representar la enfermedad aquí supuesta?
Para dar respuesta a esta pregunta hay que recordar primero, que los Desarrollos Regionales de Colombia y Ecuador tuvieron en el chamanismo su eje ideológico y religioso y que éste creía que las fuerzas espirituales de los animales y personas podían ser los responsables de ciertos fenómenos materiales y de algunas enfermedades, y segundo que la función de una máscara no se puede entender sólo por su ser y plástica aislada sino que debe relacionarse con todo el contexto de la cultura y compararla con otras máscaras6,7.
En esta perspectiva ya sea que la máscara haya sido funeraria o usada en ceremonias de vivos, ella buscó absorber para sí las fuerzas de los espíritus que podían ocasionar la enfermedad aquí representada.
Conclusión
La máscara aquí presentada, usada para ocultar el rostro de un difunto o de un ejecutante de un ritual ceremonial y que tuvo el propósito de alejar la enfermedad, permite concluir que en el Ecuador de hace más de mil quinientos años ya se conocía la bartonelosis y aumenta las posibilidades de que ella se conociera en Colombia prehispánica como el autor sugirió en reciente publicación8•
Bibliografía
1. STRONG, Richard. Sitti’s Diagnosis, Prevention and Treatment of Tropical Diseases. Seventh Edition, Philadelphia: The Blakiston Company. 1945, p. 997- 1014.
2. MIRANDA, Hernán. Bartonelosis en Enfermedades infecciosas y parasitarias, Veronesi. Cuarta Edición, Buenos Aires: El ateneo, 1971, p. 571-578.
3. PINKERTON, Henry. Bartonelosis en Tratado de Medicina Interna, Cecil-Loeb. Undécima Edición, México D.F.: Editorial Interamericana S.A., 1964, Vol. 1, p. 318-320.
4. LYONS, Albert y Petrucelli, Joseph. Historia de la Medicina. Barcelona: Ediciones Doyma S.A., 1991, p. 52.
5. GARTELMAN, Karl Dieter. Las Huellas del Jaguar. La Arqueología en el Ecuador. Quito: Imprenta Mariscal, 1985, p. 399.
6. CHAVES, Alvaro, Máscara Precolombina. Bogotá: Ediciones Zazacuabi, 1977, p. 55.
7. LEVI-STRAUSS, Claude. La Vía de las Máscaras. Segunda Edición, México D.F., Siglo Veintiuno Editores, 1985, p. 211.
8. SOTOMAYOR, Hugo. Arqueomedicina de Colombia Prehispánica. Bogotá: CAFAM, 1992, p. 23.
* Miembro correspondiente, Academia Nacional de Medicina.
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