Letras, Cuidado del Paciente por el Médico y la Enfermera

Una luz en el corazón de la obscuridad

Doctor Alberto Albornoz-Plata**

Todos los médicos reconocemos y necesitamos la colaboración invaluable que las Enfermeras prestan a nuestros pacientes.

Se requieren cualidades muy especiales para ser una buena enfermera: inteligencia, abnegación, deseo de servir a un ser doliente, cualquiera que sea, y no importa la condición en que se encuentre, desde un paciente hipocondríaco sin ninguna lesión orgánica, hasta el terminal, con múltiples lesiones, y muchas veces en que el mismo paciente es testigo impotente ante su miseria fisiológica.

Otras características son su habilidad, ingenio, sentido psicológico, de manera que está capacitada para suministrar drogas con gran precisión y en el momento adecuado; poder interpretar una mirada o una palabra del paciente y comprenderlo, saber qué necesita, qué desea; detalles mínimos los puede entender, desde un ruido de un aparato de sonido indeseado hasta una visita perturbadora o el apreciar que en cuartos vecinos hay discusiones, risas, etc.

Todo este entorno lo conoce y lo corrige con una leve actitud que es favorable para su paciente; lo único que le preocupa es el que anímicamente esté tranquilo, posiblemente contento o satisfecho y poderle brindar comprensión y apoyo psicológico en sus deseos y necesidades en un momento dado. (Lea: Letras, La Medicina en el Japón)

En otro plano de su actividad la enfermera nos mantiene informados en forma técnica sobre la evolución de nuestro paciente:

Cuando lo visitamos en la clínica, el médico, lee su informe, cómo pasó la noche, cuáles eran sus signos vitales, qué drogas ha recibido, cómo se alimentó, etc.; estos datos nos sirven casi de saludo al paciente: “Supe que pasó buena noche; su tensión, pulso, temperatura, están normales”, etc., etc..

Si esto lo decimos más en el domicilio que en la clínica enfrente de la enfermera, el paciente sabe que todas las notas que ella escribe no son inútiles, sino al contrario, de gran ayuda y el enfermo interpreta que un equipo médico-enfermera lo está cuidando; y cuántas veces hemos aconsejado a la enfermera leerle algún libro o revista agradable, incluso el periódico si él lo requiere.

Mantenerle su mente ocupada y en forma optimista es una muy buena medicina; todo esto se logra con la enfermera cuando tiene aquel sexto sentido de toda mujer y que es más desarrollado y estimulado en ella; comprender situaciones, dar un toque femenino de una sonrisa, de un gesto, anticiparse a los acontecimientos.

Todas estas cualidades en grado sumo las posee Inés Durana Samper: su sonrisa permanente, su gesto amable, su bondad, su voz suave acogedora, han sido factores decisivos en su triunfo profesional.

Para hablar de Inés, debo retroceder en el tiempo, a los años 50, pues tuve el agrado y fortuna de tenerla como Discípula. Era la época del Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública (SCISP), instituto esencialmente técnico y que trabajaba en conjunto con el Ministerio de Salud. Hablar de la magnífica labor desarrollada por el SCISP sería algo largo.

Sólo deseo mencionar que bajo su guía y control se fundó la Escuela de Enfermeras de la Universidad Nacional, bajo la dirección de Hellen Howitt, enfermera norteamericana muy bien calificada y allí estaba Inés como alumna y yo era profesor de esa magnífica institución.

Igualmente el SCISP fundó un Centro de Higiene modelo, el No. 6, en el sector del barrio Ricaurte de Bogotá; fui su Director por muchos años y las alumnas de Enfermería hacían prácticas en dicho Centro: organicé para ellas un programa muy completo, en conjunto con una magnífica enfermera que había estudiado en Estados Unidos y a su regreso se incorporó al centro modelo: es doña Pepa Ferro, a quien mucho debo por su ayuda técnica.

También me colaboraron en forma eficaz Arturo Ocampo Alvarez, quien fue la persona que introdujo el uso del flúor tópico en la prevención de las caries dentales; Andrés Hernández Morales, mi compañero de grado en Salud Pública; Hernán Baena, pediatra especializado en Salud Pública en Boston; Gerardo López Narváez, quien desde el SCISP en el Ministerio de Salud, erradicó el pián en Colombia.

Todo este personal era muy calificado, con un trabajo muy agradable pues hablábamos el mismo idioma salubrista, de suerte que el paso de las enfermeras por el centro era excelente, con prácticas, desde las oficinas de Estadística, Epidemiología, Vacunación, Laboratorio (dirigido por otra especialista, la Dra. Brigida Herrnstadt)

Servicio de enfermería con labores a domicilio, con atención de partos por la partera del Centro, etc., etc.; las enfermeras alumnas recibían en realidad un curso de Salud Pública muy técnico; Inés siempre se distinguió como excelente alumna, interesada en todos los detalles; siempre exacta a las horas de llegada y no muy exacta a las horas de salida pues usualmente se demoraba más de lo acordado haciendo informes, discutiendo con sus compañeros y profesores sobre los problemas que había encontrado: todo ésto se resumía en Seminarios que teníamos los sábados de 10 a 12 m

.Allí se oían todos los acontecimientos ocurridos en la semana: Inés era precisa en sus apreciaciones; mostraba su gran voluntad, quería solucionar todo y muchas veces nos daba guías muy precisas para mejorar la atención al público: recuerdo que la mayoría de los servicios funcionaban con cita previa (a excepción de la consulta pediátrica para niño enfermo), y las personas incumplidas tenían posteriormente una visita de la enfermera (había sectores pequeños para cada una), para averiguar y estimular su asistencia.

Todas estas labores creaban un clima de entusiasmo y superación en nuestras actividades; posiblemente fuimos la semilla para la creación de la Escuela Superior de Higiene, organizada y fomentada por el SCISP y cuyo primer director fue Jorge Boshell, uno de los mejores salubristas que tuvo Colombia, pariente de Inés y de ella comentábamos mucho con el director.

El recuerdo de Inés es definitivo en esas épocas felices, en donde dominaba la técnica y no otros intereses; posteriormente, un Ministro de Salud no pudo entender en su “patriotismo”, el porqué una entidad norteamericana trabajaba en función directa en Colombia y un Secretario de Salud de Bogotá, que no era médico, tampoco podía entender cómo un Centro de Salud, no estaba bajo su dominio.

El resultado es fácil comprenderlo: el SCISP desapareció y el Centro de Higiene ingresó a la burocracia política; poco tiempo después un buen amigo mío fue nombrado Ministro de Salud: sus compañeros de estudios médicos lo llamábamos el “loco” por sus ideas un poco estrafalarias, de modo que, no se nos hizo extraño que a raíz de su nombramiento ordenara que la Escuela Superior de Higiene se trasladara a otra ciudad.

Con tan excelentes virtudes personales, su dedicación al estudio, su brillante trayectoria que yo mismo observé, no es extraño que el Curriculum Vitae de Inés pueda calificarse como excelente y que su carrera profesional haya sido impecable: Bachiller en el Gimnasio Femenino; y luego, Grado de Enfermera, Escuela Nacional de Enfermería, Universidad Nacional de Colombia, y con los años, sería la Decana de su propia Facultad.

Preguntémonos un momento por qué estudió Enfermería y no Medicina como era de esperarse por los antecedentes familiares de tantos médicos notables que ella ha tenido. Quería aprender para dar y cuidar y en esto estuvo muy influenciada por el ejemplo ‘de su prima Helena Samper de Salazar quien fundó una pequeña Escuela de Enfermería, que con los años y la ayuda del SCISP se convertiría en la Escuela Nacional Superior de Enfermería de la Universidad Nacional de Colombia.

Es de admirar que esta joven bachiller en forma obstinada y segura de sí misma, sólo quiere estudiar Enfermería y con el tiempo ella demuestra, con su brillante carrera, que escogió su profesión con gran inteligencia.

Posteriormente recibe el grado en la Universidad Católica de Washington y en la Universidad de Maryland y el doctorado en Filosofía (Ph.D.) y en Administración de Salud. A su regreso de Estados Unidos, en 1963, viaja a Cali en donde trabaja como Jefe del Departamento de Enfermería en el Hospital Evaristo García hasta 1968, y es allí Directora del Programa de Enfermería del Area Panamericana donde desarrolló magnífica labor; se conecta con la Fundación Rockefeller en el Field Staff(l964-68) y luego viaja a Thailandia como profesora visitante en la Universidad de Mahidol en el Hospital Ramathibodi con sede en Bangkok.

Curiosamente conozcomucho de Bangkok, sus extremos sociales de opulencia y mi~eria absoluta, sus costumbres, los numerosos sirvientes en las casas de los pudientes, su artesanía, etc., etc. Simplemente todo ésto me lo ha comentado mi esposa Inés, quien trabajó, cuando cumplía una misión en esa ciudad y colaboró como Enfermera Voluntaria en el Women’s Hospital.

Posteriormente de Thailandia se trasladó al Congo Belga, en Zaire en su Universidad Nacional (UNAZA). En relación con su viaje al Mrica, recor demos lo que relata Liz Muhlfeld en la publicación Health Sciences en 1979: “En 1975, Inés Durana era miembro de campo de la Fundación Rockefeller, y terminaba su enseñanza de dos años en Mahidol, de la Universidad de Thailandia, sus planes eran dejar la Fundación Rockefeller y regresar a Bogotá a su hogar”.

Prepara viaje de regreso a Colombia después de cinco años de ausencia, pero algo inesperado sucede: recibe una propuesta para viajar por dos años a un sitio desconocido, lejano, incivilizado, sin comodidades, pero con infinidad de pobreza y problemas sanitarios: ZAIRE, en el Congo Belga; no lo duda, sabe que tiene mucho que dar de lo que ha recibido, a gentes que lo necesitan y que no conoce.

Es también una fecha de muchos recuerdos familiares: es el31 de diciembre de 1975, día que llega a ese lugar, a la ciudad Kinshasa, que según el famoso escritor inglés James Conrad “es el corazón de la obscuridad”, pero ella lo transforma en “una luz en ese corazón de la obscuridad”, como lo escribe la periodista antes citada.

El trabajo de esos dos años es sorprendente; llega y encuentra todo un caos de organización, gente que trabaja aisladamente, sin conocerse ni comunicarse con sus compañeros, falta una coordinación y alguien que lleve la batuta en ese desconcierto: allí llega Inés Durana y todo lo vuelve armónico y con ritmo, dirigido por un compás general y no unipersonal: el resultado es una perfecta sinfonía. Por eso en un informe del doctor James Coleman de la Fundación Rockefeller dice: “No conozco a una persona más allá de los mares que fuera más efectiva que la doctora Durana, con todos los grupos y personas de tantas nacionalidades”.

Recordemos que en esa época el 75% de la morbilidad en el Africa era debida a 10 enfermedades todas prevenibles; el legado que deja Inés para Zaire es su Libro escrito con sus colaboradoras enfermeras Huberte Gautreau (Canadiense), Janine Desclaux (Francesa), todas ellas de la WHO y Stephanie Simonds de la Organización Británica OXFAM. Este Libro, verdadera guía sanitaria se tituló “Learning Strategies for Primary Health Care”, y éste es el “Legado de Inés Durana”, tal como lo menciona la periodista Liz Muhlfeld y así titula su lindo artículo.

Ese viaje al Congo Belga y su decisión irrevocable de ir a trabajar allí, me recuerda al famoso médico Albert Schweitzer (1875-1965), quien siendo médico, filósofo, teólogo, organista de fama mundial como intérprete de Bach, ejerciendo en forma cómoda su profesión en Alsacia, con un futuro halagador, con suficientes medios de fortuna, prefiere el sitio opuesto, trabajar para los leprosos del Congo, en la población Lambarene.

Y cumpliendo su precepto de que el principio de la moral está en el respeto a la vida y él mismo lo dice: “…El plan que ahora había resuelto ejecutar había sido contemplado por largo tiempo, desde mis días de estudiante, cuando comenzó a golpearme el hecho, para mí incomprensible, del contraste entre mi vida feliz y los sufrimientos y angustias de tanta gente a mi alrededor.

Incluso en la Escuela, me habían conmovido las condiciones de vida de algunos de mis compañeros, que yo comparaba con las de óptimo bienestar en que vivíamos en la casa parroquial de GÜnsbach … Me vino entonces la idea de que yo no debía aceptar esta felicidad sin dar algo a cambio de ella”. Esa decisión la tomó cuando sólo contaba 30 años de edad.

Seguramente a Inés, primero en el subconsciente y luego en forma decidida, resuelve lo mismo que este famoso Premio Nobel de 1952. ¡Qué bello ejemplo nos da y cuánta admiración tiene de todos sus amigos!

Regresa a Colombia en 1979, no para descansar sino para seguir trabajando; viaja a la Amazonia y al Darién, en un Convenio entre el Gobierno Colombiano y de los Países Bajos; organiza programas de salud para las poblaciones de indígenas, lleva a efecto Talleres de Aprendizaje y Capacitación para sus habitantes y todo ésto lo logra, como es usual en ella, con todo éxito.

¿Publicaciones?, ¡Numerosas! En español, inglés y francés.

Además de la anunciada anteriormente, el famoso “Legado”, sólo mencionaré de su larga y meritoria lista, las siguientes:

– Comunicaciones en la Educación de Enfermería
– Estrategias de Enseñanza-Aprendizaje en Educación Primaria.
– Hacia un Modelo de Salud Urbano (en proceso).
– Protocolos de Atención para Pacientes Ambulatorios (en proceso).
– Salud y el Tercer Mundo.
– Manual Operativo del Programa Supervivir.
– Current Directions in University. Based Education in the Latin American Center.
– Selected Library References in Spanish for Nursing in Latin American.

¿Distinciones?, son de esperar, por su gran preparación y éxitos obtenidos en forma permanente:

Títulos de:

Bachiller en Ciencias de la Enfermería: 5 años. Obtiene el título en 1956, BSN.

Recibe el título de Master en 1961, MScN.

11 años después el anhelado título de tantos profesionales, el Ph.D. en Enfermería y Ciencias de la Salud, 1972.

Estos títulos son otorgados por sus estudios de postgrado en la Catholic University of America, Washington y University ofMaryland, Baltimore.

– “Miembro Comité Expertos Enfermería”, 1962- 1991, de la Organización Mundial de la Salud.
– “Escudo de Oro”, 1982, Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia.
– “Medalla al Mérito de Enfermería”, 1983, Universidad Nacional de Colombia.

En septiembre de 1982, cuando estaba vinculada, desde años anteriores con la Fundación Santafé, donde desarrolló un gran trabajo comunitario, como Jefe de Programas Ambulatorio-Domiciliarios y Coordinadora de Educación en Salud, recibe una noticia sorpresiva: es la ganadora del Premio Interamericano de la Salud “Abraham Horwitz”, viaja a Washington para recibirlo: es un honor muy grande para la Enfermería, para Colombia y para ella. Allí presentó una magnífica disertación que tituló “Concepto de Equidad en la Atención Primaria de Salud”.

Debo mencionar que dos años antes Colombia también recibió este honor al escogerse a otro gran salubrista colombiano, el doctor Hernando Groot, en ese momento Presidente de la Academia Nacional de Medicina, y yo tenía el honor de ser Vicepresidente, igual que ahora. Solamente dos colombianos han merecido esta gran distinción, algo muy significativo para nuestra patria y para nuestra Academia.

Actualmente Inés desempeña la posición de Directora de un Servicio de Enfermería Privado, dedicado a cuidar pacientes a domicilio: personalmente conozco la eficacia de esta organización, en especial en pacientes geriátricos, terminales, de cuidado intermedio; la ayuda que prestan sus enfermeras es invaluable, tanto para el paciente y sus familiares como para el médico tratante: allí se encuentra proyectada la personalidad de Inés a todas sus ayudantas, cuidando, asistiendo y dando esperanza y fortaleza en forma permanente al enfermo.

Finalmente, debo agradecer a Inés el gran honor de ser la persona elegida para darle esta presentación ante la Academia Nacional de Medicina. Debo resaltar que en toda la vida de nuestra Institución es la primera Enfermera académica y esto aún me enorgullece más al recibirla entre nosotros como un reconocimiento de la importancia que tiene esta bella profesión dentro del campo médico.

¡Bienvenida querida Académica Asociada y nos sentimos orgullosos de que haga parte de nuestra Corporación!

Gracias.

Referencias

1. DURANA SAMPER, Inés. Comunicaciones Personales.
2. ALBORNOZ-PLATA, Alberto. Medicina Preventiva y Administración Sanitaria: Bases para su Aplicación Práctica. Bogotá, Editorial Médica OMNIA, 1957, 242 págs.
3. CARDENAS-ESCOVAR, Alberto. El Legado Albert Schweitzer. Rev MEDICINA, Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Mayo-1990.
4. MALDONADO ROMERO, Darío. Cartas al Editor. Rev MEDICINA, Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Enero-1991.


• Discurso en la recepción a la Academia Nacional de Medicina de Inés Durana Samper como Miembro Asociado. 6 de agosto de 1992.
•• Académico de Número

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