Letras, La Medicina en el Japón
Doctor Fernando Serpa Flórez**
Excelentísimo Señor Chihiro Tsukada, Embajador del Japón y Señora Tsukada.
Señoras y Señores:
La alta distinción que se me dispensa al concedérseme la Orden del Sol Naciente por su Majestad el Emperador del Japón, la recibo como un gran honor conferido a un representante del cuerpo médico colombiano, en reconocimiento a los servicios que nuestra profesión presta a la humanidad.
Y al profundo afecto que siempre he tenido por el pueblo japonés, la admiración por sus hombres de ciencia y la estimación sincera que siento por la civilización y la cultura del amable país “donde el sol nace”, el OMI-KUNI DAI NIHON.
La medicina japonesa por siglos ha tenido como norma la mesura y el equilibrio entre los extremos, como hace más de un milenio lo estableció el sabio Wake Hiroya. En su diáfano estilo nos lo explica el filósofo contemporáneo Daisaku Ikeda, cuando afirma que “la medicina oriental procura restaurar toda la persona a una condición normal y saludable’ haciendo mejor el estado del paciente en un cuadro total que corresponde al ambiente y al ritmo del universo… aplicando el tratamiento de conformidad con las dos fuerzas cósmicas (el Yin y el Yang)”.
Esta medicina ha seguido dando esclarecido ejemplo con médicos como Shibasaburo Kitasato, cuyos estudios sobre la peste y la fundación del Instituto para el Estudio de las Enfermedades Infecciosas en Tokio lo colocaron en lugar destacado de la ciencia mundial.
Kiyoshi Shiga, descubridor epónimo del bacilo de la disentería, la shigela. Hideyo Nogushi, mártir de la ciencia cuando adelantaba estudios sobre fiebre amarilla en Africa Occidental: en el estudio etimológico que sobre él hizo un sabio colega colombiano, el profesor Luis López de Mesa, nos informa que Hideyo significa “el eminente” (de O mundo y deyo, sobresaliente) y Nogucchi (Nocampo, guchi boca): “la entrada del campo”.
Fujari Katsurada y Akira Fujinami, descubridores del esquistosomajaponés … Aprendimos a respetar sus nombres desde nuestros tiempos de estudiantes y repetimos las palabras japonesas de enfermedades como las fiebres de Namukayamí, de Sakushu, de Tsutsugamushi, que nuestros maestros de enfermedades tropicales nos enseñaban en la geografía del saber y que hoy llegan plenos de nostalgia en esta cordial evocación nipona, tal el Sodo-Ku, la fiebre por mordedura de rata, cuyo primer caso diagnosticado en Colombia sirvió para que se abrieran a mi’padre, hace más de medio siglo, las puertas de la Academia Nacional de Medicina.
Hoy, a 3ímismo, la tecnología y la terapéutica de los japoneses, puestas al servicio de la humanidad y sus universidades y escuelas médicas generosamente dispuestas a los investigadores del mundo, así como la labor del actual director de la Organización Mundial de la Salud Hiroshi Nakajima, hacen que el país del sol naciente derrame su esplendor benéfico.
Soy testigo de este esfuerzo, como colaborador de la Universidad de Harvard en la difusión del programa Takemi en salud pública internacional. Sea esta ocasión, Señor Embajador, de rendir tributo a la ciencia de su país. (Lea también: Letras, Cuidado del Paciente por el Médico y la Enfermera)
Un campo especial ha constituido para los médicos el estudio y la admonición de los terribles efectos que las radiaciones ionizantes producen en el hombre o Hiroshima y Nagasaki son ciudades que para nosotros tienen el mismo eco estremecido de las ciudades santas, como Jerusalén en la historia …
La asociación de “Médicos Colombianos para la Prevención de la Guerra Nuclear”, filial de la galardonada con el Premio Nobel de la Paz “Organización Internacional para la Prevención de la Guerra Nuclear” (“IPPNW”), cuya Secretaría Ejecutiva tengo el privilegio de desempeñar en nuestro país, ha tenido como meta luchar en todos los campos contra la proliferación de las armas nucleares y la prevención de un holocausto atómico.
No es exagerado decir que esta fraternidad sirvió de manera eminente para el acercamiento entre las potencias mundiales y contribuyó a la sorprendente terminación de la “guerra fría” entre Occidente y la antigua Unión Soviética, que traería el panorama más tranquilizante que se observa en relación con el control de los proyectiles atómicos …
Señor Embajador del Japón: Permitidme, al aceptar la Orden del Sol Naciente, agradecer en nombre de mi esposa y en el mío propio, esta señalada condecoración, al Excelentísimo Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Japón Señor Kabun Muto, y a Ud., Señor Embajador Tsukada, por tan alto honor.
FERNANDO SERPA FLOREZ
Santafé de Bogotá, 9 de julio de 1993.
‘Palabras pronunciadas al recibir la Orden del Sol Naciente”
**Académico de número
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