La Posibilidad Absoluta
Por: Juan Antonio Gómez, M.D.
Académico de Número
Los más eruditos y prestigiosos expositores nacionales han competido en destacar aspectos de la obra de López de Mesa con ocasión del centenario de su nacimiento, y las universidades y academias que él señoreó cerca de medio siglo con su erudición polifacética están revisando los variados aspectos de su personalidad.
Sin embargo, nos parece que entre tantos elogios y oraciones panegíricas ha faltado dar un mayor énfasis a las líneas directrices de su posición filosófica que el profesor, y presidente que fue de la Academia Nacional de Medicina, dejó entrever en todas las ocasiones en que habló o escribió.
Infortunadamente los conceptos estaban tan envueltos en su prosa barroca que muchos de sus admiradores quedáronse en la forma sin penetrar al fondo doctrinal.
En cierta forma López de Mesa erró al presentar sus pensamientos abstractos ante públicos heterogéneos que respondieron al estilo de los elocuentes discursos o conferencias en que habló al país pero no recogieron la enseñanza: al profesor le faltó una escuela de su pensamiento.
En realidad este puede sumarse fundamentalmente en dos ideas generatrices que guiaron toda su vida y alrededor de las cuales elaboró disquisiciones eruditas sobre casi todos los aspectos de la cultura. Podría decirse que escudriñó tales temas para ejemplarizar su concepción general del universo y no con el propósito de contribuir a ellos por sí mismos.
Las dos ideas generatrices a que aludimos antes son:
1) la posibilidad absoluta y
2) la estética del comportamiento, que es solamente la praxis de las ideas derivadas de la primera concepción.
Con el objeto de fundamentar la doctrina de la posibilidad y presentar pruebas de ella estudió historia, para citar ejemplos de la segunda hizo biografías, para unir procesos mentales con teorías neurofisiológicas estudió gramática, para aplicar en la nación sus ideas trajinó en política.
Imposible abarcar en corto espacio las implicaciones prácticas de los corolarios y derivaciones que acabamos de enumerar y por eso nos limitaremos a un breve 6Sbozo de la “posibilidad absoluta” con algunas notas adicionales sobre la psicología que pregonaba. (Vea también: Lopez de Mesa y La Medicina)
A Modo de Propedeutica
López de Mesa por lo común partía en la exposición de su doctrina filosófica de datos neurofisiológicos, que conocía bien, para ir luego escalando poco a poco, en alas de la deducción ya veces de la conjetura, hacia temas más abstractos: el pensamiento, la conciencia “intelectiva” y el destino que lo llevaban a desembocar, como forzado por la cadena de raciocinio, en el problema metafísico de la esencia y del principio de todas las cosas. Nosotros invertiremos, sin embargo, el orden por él seguido para mayor claridad didáctica.
Tomemos, pues, como punto de partida el enigma del origen, que es el núcleo alrededor del cual urdió sus disertaciones principales.
Han coincidido muchas escuelas filosóficas de antiguo y nuevo cuño, de esta o aquella tendencia, en aceptar que antes del universo que conocemos -pues es dable suponer otros mundos sucesivos- debería haber “algo”.
Para las religiones y las modalidades del pensamiento espiritualista es el Ser Supremo, eterno e infinito, providente y fin de cuanto El ha creado con autonomía completa. La suprema fe de la humanidad se ha cifrado en este principio, fuente inagotable de esperanza para la vida eterna y de resignación en este planeta semiperdido en las riberas de una constelación de segunda o tercera magnitud.
López de Mesa objetaba el principio divino con el argumento, semiescolástico, semiexistencialista, de que en la antevíspera de la creación un espíritu en la plenitud de todas las potencias puede ser pero no existiendo. En todo caso, aclaraba, para existir hay que ser fuera de sí “sin repetirse a sí mismo como ocurriría en un acto puro” (12). Existir, implica estar siendo, un tiempo y un espacio.
He aquí la primera y fundamental negación del orden teológico que había estudiado en los colegios confesionales que guiaron su juventud estudiosa. Pero no un rompimiento total, más bien una objeción a la manera medioeval y tomista*.
Tampoco, según López de Mesa, es aceptable la concepción materialista porque el caso de un cosmos de características estables es ilógica reiteración y el supuesto de un universo indefinidamente cambiante carece de motivo, de fin en sí y esta búsqueda del objeto del cosmos fue una de sus principales inquietudes.
Menos razonable sería en su concepto la posición netamente idealista, pues, por el contrario, si el cosmos es una ficción ¿cómo podría pensarse que actúa de motu proprio? pregunta -seguramente con irónica y suficiente sonrisa intelectual- el atildado discípulo de Hipócrates.
La posición del profesor ante el postulado filosófico religioso nos parece más sutil y más pensada que su débil refutación del materialismo. No todo tiene que tener un motivo; con simple causa basta a la mayoría de los físicos.
Más aún, la concepción estadística que tanto éxito ha demostrado en su análisis de los fenómenos atómicos y sub-atómicos, como en la teoría cuántica, y en esa rama de la ciencia que se ha llamado últimamente matemática del caos, nos presentan una visión distinta de la causalidad.
Por otro lado, tampoco la idea teológica sirve para probar o reprobar hechos físicos, como lo saben por amarga experiencia los últimos cultores del escolasticismo medioeval.
El flanco atacable, creemos, del materialismo estriba en su incapacidad para explorar el principio científicamente -sólo corre los límites- y en que tampoco ha logrado enfrentarse convincentemente al raciocinio lógico de la metafísica tradicional.
Sólo que, con tozudez, sigue acumulando observaciones que invalidan progresivamente posiciones antaño defendidas por los partidarios del espíritu, como es el caso del origen de la vida, o las realizaciones de las máquinas que duplican cada vez con mayor precisión, eficiencia y rapidez las funciones cerebrales.
Ante las alternativas anteriormente esbozadas López de Mesa propuso su teoría de la posibilidad absoluta, cifra y núcleo del sistema que edificó y del cual pasamos a dar un esbozo sintético.
* El doctor divino, recordémoslo brevemente para establecer el contraste, enseñaba que cualquier cosa está en potencia respecto de algo excepto Dios que es sólo acto puro. En las cosas la potencia es anterior al acto pero en términos absolutos todas las potencias se realizan por un ser en acto (Q e Art. 1). En Dios no puede haber algo en potencia.
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