Despenalización de algunos Casos de Aborto

Bogotá. Desde que la Corte Constitucional de Colombia despenalizó el aborto en circunstancias especiales, han empezado a verse –para bien o para mal- cosas nuevas. Primero, que las dos primeras mujeres que se acogieron al veredicto –una por enfermedad materna, otra por malformación severa del feto- cambiaron de opinión una vez lo pensaron o vieron ecográficamente al hijo vivo. Lo que indica que –probablemente- la mayoría de los abortos provocados se hacen a la carrera, sin pensarlo; ocurre que la enorme mayoría de los casos es realizado como método de planificación, algo más cruento y peligroso que la píldora del día siguiente, pero dentro del mismo orden de ideas. Como con seguridad vendrá más casuística, conoceremos el lado humano del problema, no sólo las frías estadísticas. Y observaremos algo de bulto: la educación sexual está en pañales, la consejería psicológica casi no existe, los padres a menudo no intervienen pues, o no hay hogar en el entorno de la embarazada, o no son informados del problema. Debiera la ley exigir la aprobación parental en todos los casos de aborto en adolescentes, debiera dárseles toda clase de asistencia. Estoy seguro de que hay numerosas fundaciones –nacionales e internacionales- que estarían dispuestas a ayudar, a salvar vidas, y a promover la adopción de niños productos de violación, cuando no sea que las madres, pensándolo bien, decidan quedarse con sus hijos. Parece absurdo que muchas mujeres modernas retardan el embarazo hasta edades más que límites –por la razón que sea- y luego acuden a costosas y a veces cuestionables tecnologías para ¡ahí sí! tener el hijo, y –cuando ocurre el embarazo- resulta que ahora el niño tiene síndrome de Down por lo añosa de la madre; entonces, ¡vuelve y juega! De golpe ya no lo quieren tener. Pero otra cosa es lo del niño indeseado pero físicamente perfecto, hijo del violador. Entendemos las razones psicológicas de muchas madres –mas no todas- pues tal vez un buen número de ellas deciden por la opción de la vida. No es sino ver la película “Tierra Fría” –basada en hechos reales- para ver lo impactante del asunto. Frente a las implicaciones que tiene el embarazo en las adolescentes muchas de ellas contemplan el aborto como una posibilidad de “salida al problema”, sin embargo, aceptar la situación y tomar una decisión no les es fácil ya que un 90% de las jóvenes creen que es un hecho “punible” sea por el estado o por la religión. Por tratarse de un procedimiento ilegal en el país –aparte de las excepciones anotadas- es practicado por personas empíricas y en condiciones sanitarias deficientes, convirtiéndose así en la segunda causa de mortalidad por causas obstétricas para el grupo de quince a diecinueve años de edad, según el Estudio Nacional de Salud Mental realizado por el Ministerio de Salud (1998).

El aborto por generación -uno de los indicadores de la evolución de este fenómeno- se trata de un evento que siempre se ha presentado, incrementándose sus índices con el tiempo. En efecto, la ocurrencia del aborto entre los quince y diecisiete años se ha duplicado entre los nacidos antes de 1953 y entre los nacidos entre 1968 y 1972, al pasar del 2.2% al 4.2%, pero el cambio más dramático está en la generación nacida entre 1973 y 1977, al duplicarse la ocurrencia del aborto con respecto a la generación anterior, alcanzando la proporción de 9% de su grupo (Zamudio y col. 1999). A pesar de considerarlo punible en otras mujeres, cuando piensan en ellas (o en ellos) -ante un embarazo no planeado- el 4% de las jóvenes y el 2.7% de los hombres, reconocen que recurrirían al aborto. Esto se refleja en los hallazgos de la Universidad Externado de Colombia (1993): de cada cien embarazadas menores de diecinueve años, el 44,5% ya ha tenido una experiencia de aborto inducido, un porcentaje sustancialmente mayor al promedio nacional de 30,3%; el 14,5% corresponde a las jóvenes entre quince y diecisiete años. Por región, la mayor incidencia por aborto se presenta en la costa atlántica (17.8%) y la menor, en la región andina (5.5%). Pero la despenalización –o legalización del aborto- no es la solución al problema (la ONU lo reconoce), pues no es sino ver el caso de la India, donde los abortos provocados son legales, y sin embargo ocupa el puesto número uno de mortalidad materna en el mundo. Educación, consejería, abstinencia, evitar conductas de riesgo como el alcohol y las drogas, es lo ideal. Este último movimiento ha tenido éxito en los Estados Unidos, pero –hay que reconocerlo- parece que los resultados son mejores cuando los programas para fortalecer las conductas de abstinencia, van también ligados a un conocimiento adecuado de los métodos de planificación.

No ha salido el reglamento del pronunciamiento de la Corte y ya vemos líos. Los médicos podrán objetar el procedimiento en conciencia, excepto si están en algún lugar lejano, donde no hay otros profesionales capacitados. Preguntamos: en las veredas ¿no tienen conciencia los médicos? ¿Está realmente capacitado un colega de una vereda para practicar de manera técnicamente correcta un aborto llamado seguro? ¿Puede obligarse a una institución de monjitas, de sacerdotes, o de laicos católicos de raca mandaca a practicar procedimientos que sus reglamentos y creencias seriamente objetan?

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