Experiencias en Delincuentes Juveniles
Delincuentes juveniles, mujeres
El grupo que a continuación vamos a exponer es de delincuentes juveniles, mujeres, que estaban detenida es por diferentes infracciones, las que oscilaban desde el robo y la prostitución, hasta la complicidad en crímenes.
El grupo estaba compuesto por ocho mujeres que fluctuaban entre los catorce y los dieciocho años.
En un principio el grupo trató de representar las escenas de la fantasía en el juicio, identificándose con las figuras parentales en la representación, que se refería a las relaciones interpersonales y sus dificultades por intervenir el “chisme” en ellas.
En una sesión posterior las integrantes escenifican la ruptura de objetos valiosos, por lo cual se peleaban causándose daños, y finalmente reclamaban los perjuicios.
Y en la actuación y en el desempeño de los papeles se notó que no nombraban defensa porque en ellas no estaba bien desarrollada esa función yoica.
El fiscal, en esa sesión, pasó a servir de testigo falso; los acusados eran dos y servían de defensores; el testigo a favor quedaba como el “chismoso”, el testigo en contra terminó como testigo a favor del acusado; la víctima también era el acusado; el personaje “amiga” no intervino ni se comprometió.
La representación y el motivo del juicio eran el daño personal por ruptura de objetos como ya se observó, “los chismes por celos de una mujer que le quita el marido a otra”. La pelea, la ruptura de objetos y los celos estaban asociados.
La destrucción de los “objetos” era la agresión contra los “objetos” internos padre-madre, que abandonan, y por la rivalidad entre los hermanos. Al final se generalizó la culpa, de tal manera no sentían tanta culpa, porque “si todos somos culpables, nadie es culpable…”.
Terminaron castigándose, encarcelando a todas, por así, según ellas, “así sí nos duele”. Con el dolor pueden reparar el daño y aliviar la culpa.
En la sesión siguiente trajeron el robo, de la fantasía, de objetos muy valiosos, “joyas”:
Que en el mismo juicio se vio que eran valores que quitaban a su madre enferma, a la cual culpaban por todos los males que ellas sentían tener en la actualidad en la vida real, porque no les dieron “formación”.
En la representación los objetos robados, “joyas”, acabaron por ser regalados, porque no podían retenerlos debido a que se convertían en algo muy peligroso, dañino, de lo cual había que deshacerse.
Después de otras sesiones en que se presentaban el robo de valores, sobrevino, el crimen edípico proyectado en el padre. La acusación del juicio se presentó en la figura del padre que mataba a su propia hija por celos; en sesiones posteriores se presentó el crimen edípico, la muerte de la esposa, que fue muerta por el esposo panadero, quien lo hizo porque su “esposa estaba vieja y fea”, “la mató y la destrozó”, “por otra mujer”.
La madre acusó del crimen al hijo.
El que hacía de juez criticó el crimen de la fantasía y a la otra mujer con quien el criminal tenía relaciones, diciendo que la mujer les “había quitado el pan a los hijos y a la madre”; y para que no se burlaran de los sentimientos de la mujer muerta y de la autoridad, se les condenó a la cárcel, pero “con el esposo”, dice el juez, “a la abuela y a la hija de la muerta le dan la panadería”.
De tal forma resolvían la culpa del crimen edípico; la reparación era el devolverles el pan-pecho materno, que era el motivo original del crimen de la fantasía. La consecuencia de todo este conflicto intrapsíquico se vio en otra de las sesiones que se exponía cómo la hija se iba de la casa y se convertía en prostituta, “seducida por las amigas, y la madre queda abandonada, sin dinero, que tampoco le puede dar a la hija desamparada”, que “necesita vestirse”.
La consecuencia a que llegaban era: “no soy feliz, pero puedo conseguir dinero”, y con la defensa de la prostitución arguyendo que “la misma ley la permite”; además argumentan que de prostituta “se gana mil veces más dinero que de empleada”. De aquí el grupo pasó a juicios de realidad en que se les hacía ver el sostenimiento masoquístico con su conducta trastornada.
Ellas lo admitieron y se dieron cuenta de que su conducta era motivada por los temores internos a las fantasías de muerte, las cuales a la vez las llevaban al trastorno y realización de la fantasía.
El grupo volvió a protegerse, actuó la fantasía de fuga y la realizó parcialmente; se fugaron ya no dentro del grupo con su fantasía sino en la realidad evadiéndose de la institución y haciendo una defensa maníaca; terminaron “fugándose, teniendo boleta de libertad”.
La actuación de la fuga podía más que la misma libertad, pues no tenían libertad interna.
Observaciones
Hemos hecho ciertas observaciones con este procedimiento. En un principio, los sujetos se presentaban con entusiasmo a la experiencia, pero luego se vio que la resistencia aumentaba cuando los integrantes tenían que desempeñar ciertos papeles diferentes a los que expresaban en la vida diaria; también les era difícil criticar, acusar y castigar a los superiores de la realidad externa que estaban en el grupo, por temor a represalias.
A medida que las sesiones fueron avanzando, se presentó una tendencia a representar escenas surgidas de la fantasía, porque para el grupo éstas eran menos traumáticas que la realidad.
El siguiente paso fue la vuelta a la realidad con la dificultad de que en un momento dado las resistencias del grupo afectaban la representación de los papeles, pero cuando las resistencias se rompieron, el grupo empezó a juzgar a los superiores de la vida real y luego el terapeuta, y de aquí pasaron a acusar a las figuras parentales de la infancia encontrando dos clases de imágenes o personajes, los buenos y los malos, éstos últimos vividos como jueces prohibitivos condenatorios y severos, fiscales implacables, incansables detectives perseguidores y verdugos sádicos.
Los personajes buenos eran los tolerantes pasivos y pacíficos. Todos estos personajes fueron representados con las características individuales y se dio la tendencia a repartir los papeles. Por ejemplo: los psicoanalistas trataban de ser jueces analíticos, el seminarista hacía con facilidad de fiscal, el maestro de víctima, el delincuente de acusado y de verdugo.
Se vio una tendencia inconsciente de los personajes a localizarse en el ambiente, según el papel que desempeñaban en la vida real; por ejemplo el juez buscaba la mejor silla, el jurado estaba dentro de aquellos que eran pasivos, con relaciones amistosas y se sentaban juntos; el secretario era un amigo de quien hacía de juez y estaba a su lado.
Otra de las observaciones fue la de que cada personaje (por ejemplo, el juez) en determinado momento estaba defendiendo y en otro, acusando.
Los papeles en muchas ocasiones eran defensivos; por ejemplo, el del fiscal o el del acusado; el primero acusaba para no ser acusado y el segundo se acusaba antes de que se le acusara. Ciertos papeles eran a menudo desempeñados racionalizando, negando sus tensiones y deformando la realidad con el fin de reproducir el conflicto intragrupal en el proceso del juicio.
(Lea También: El Psicojuicio, Comentarios)
Los grupos hasta ahora han sido prácticamente cerrados:
Es decir, cualquier persona no pertenece al grupo de estudio o de trabajo no ha intervenido, pero esto no quiere decir que no se pueda hacer.
Hemos observado, por un lado, en los grupos cerrados, la ventaja de que lo ventilado dentro del grupo queda dentro del mismo, pero a la vez hemos tenido la desventaja de ciertas resistencias para ventilar problemas interpersonales, por temor a la represalia, a las tensiones y posiblemente al rompimiento de las relaciones interpersonales dentro del grupo.
Dentro del método del psicojuicio, se da la libertad al sujeto para representar el papel de otro miembro del grupo, papel que desempeña bien en la realidad externa o el que desempeño durante la sesión; en esa forma los mismos integrantes del grupo se ven (en el espejo de su compañero), siendo representados por otros.
Esto es muy similar a lo que pasa con el psicodrama de Moreno y en lo que él llama “Yo auxiliar”.
Hemos podido observar que cuando esto ocurre espontáneamente, es decir, un miembro representa a otro, es porque entre ellos dos existen tensiones severas que al representarlas disminuyen y así mejoran las relaciones interpersonales.
Los sujetos tienen dentro de este método toda la libertad de palabra y una limitada libertad de acción; esto último porque en el caso de los delincuentes juveniles se pudo experimentar que las tensiones eran tales que llegaban a actos hostiles peligrosos para el grupo y que causaban cierto monto de ansiedad no resistida por el terapeuta en su contratransferencia.
Las escenas que se llevaron a cabo eran de robo, homicidio y una gama de representaciones en las relaciones amorosas.
El robo (de los objetos amorosos) era el motivo inconsciente del crimen de la fantasía. La culpa era el eje central y era desplazada o proyectada, resultando ser siempre el culpable otro diferente al acusado; en algunos casos éste estaba fuera del grupo.
En ciertos momentos el “malo” era el débil del grupo y cuando éste era aceptado dentro del grupo, la mayoría de los miembros acusaban al superior quien pasaba a ser “el Malo” a quien se le censuraba muy severamente y le imponían leyes más rígidas de lo que se esperaba realmente en la vida diaria.
Como resultado, el grupo expresaba el temor de que esto le fuera a privar de la protección, apoyo y guía o jefe.
La posible pérdida del jefe creaba una depresión general en los miembros y la reacción inmediata fue tratar de reparar la agresión por medio de adulaciones hechas al superior. La culpa era desviada fuera del grupo para evitar un conflicto mayor dentro de éste; en esta forma encontraban el “chivoexpiatorio” y así resolvían toda la responsabilidad de los hechos que fueron la base original del proceso del juicio. Algunas de las motivaciones de la actuación anterior tenían como fin reducir las tendencias y los sentimientos persecutorios, agresivos y punitivos.
Cuando la culpa era aceptada dentro del grupo y el castigo iba a ser impuesto, sobrevenía un estado de relación defensiva entre los integrantes.
El castigo de la fantasía en el caso de los delincuentes era muy severo, llegando a ser muy leve el de los psicoanalistas, a quienes a su vez les era difícil castigar. El castigo oscilaba entre el intelectual y el físico, el exilio del grupo o la pena capital en la fantasía; a continuación el grupo expresaba el deseo de representar escenas más violentas en el próximo juicio o cancelar toda acción.
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