Los Pre y Post Juicios en la Obra de Rashómon

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Deformación de la realidad y la psicodinamia

Uno de los ejemplos en que se observa la deformación de la realidad y la psicodinamia para evitar la culpa está plasmada en la película japonesa llamada Rashómon basada en el cuento de Ryunosuke Akutagawa, en 1915, en que se describe un crimen a través de variados testimonios; el de: la víctima, el esposo, el victimario, la esposa del victimario, el testigo y fi­nalmente opera el juez que hay en cada uno de los espectadores; cada uno de los participantes da su versión.

El asesinado a través de un medio describe la lucha para defender que su esposa no sea violada, la traición y su muerte. El asesino muestra la lucha, provocación y ataque del asesinado y la entrega voluntaria de su esposa; esta última explica su lucha para no dejarse violar y cómo es violada sin poder defenderse. El testigo describe el contexto en que se pro­dujo toda la escena dándole su desenlace y justificando cada uno de los hechos.

El espectador de la película hace de juez que no puede dar su veredicto porque las pruebas verbales no se lo permiten. Aquí se dirime la moralidad, la ética, el impulso erótico, los valores de fidelidad y la defensa a su dignidad la cual es agredida (Akutagawa, 1987).

En la obra de Rashómon nos podemos preguntar si allí participa el o los prejuicios en cada uno de los personajes:

La respuesta es afirmativa, pues cada uno relató y juzgó de acuerdo a sus propios prejuicios con el predominio de lo individual y en especial justificando sus actos, o la no reacción, o lo que dejó de hacer para convertirse en víctima; al mismo tiempo que exonerarse de la responsabilidad y culpa ya mencionada.

Sin embargo, el juicio aparece des­pués de los hechos acontecidos, lo que supone decir que es, podríamos denominar un “post juicio”, o un juicio a posteriori como ocurre en cualquier hecho que acontece, pues es el juicio y las preguntas sobre el principio de causalidad, se dirimen posteriormente; más se realizan los análisis a ultranza por la investigación de los hechos pormenorizadamente; sin embargo, aparece en los análisis la racionalización, las justificaciones acompañadas de los mecanismos de negación, de desplazamiento, de disociación, control omnipotente, proyección e identifi­cación proyectiva entre otros y todos dentro de un pensamiento mágico.

Volviendo a la obra de Rashómon es suceptible también preguntarnos si nadie es culpable, ¿será que todos son culpables y al final todo se vuelve como al principio?; “nadie es culpa­ble”, y por lo tanto, hasta el juez que analiza puede caer en esta retórica cuando se le acusa de aceptar el juicio en esas condiciones; y, es entonces cuando los juristas inquieren pruebas contundentes con las que se pueda comprobar el o los hechos.

Aquí también el lector podrá recurrir al llamado “psicojuicio” en el cual participan las características de los personajes que intervienen en los juicios legales en la vida cotidiana.

Si bien el escrito de Rashómon surgió a la luz en 1915, fue hasta 1950 cuando se elaboró y estrenó la película:

Después de la segunda guerra mundial en una sociedad inmersa en el pesimismo, en el sometimiento a las grandes fuerzas atómicas que destruyeron ese Imperio del sol naciente y la dignidad japonesa, quedando todos los hechos ocurridos en la violencia de la guerra, en el vacío del silencio y sin poder entender lo que vendría en el futuro más con la esperanza del trabajo y la disciplina para mitigar la realidad de esa circunstancia de post guerra.

Algunas ideas con respecto al origen de la justicia

En la obra “La Psicoterapia de Grupo y el Psicojuicio” (1995) cap. IV, pág. 92 traigo algunas ideas con respecto a los orígenes de la justicia y sus personajes en relación con el desarrollo del Yo.

Sabemos que el Yo del niño se desarrolla en su relación con el mundo de los objetos (9) y que se estructura de acuerdo con los mecanismos primarios del conocimien­to en los cuales interviene la carga impulsiva, la demora de sus descargas y la gratificación alucinatoria o real, de las cuales queda una huella mnémica, que bajo condiciones y formas de organización específicas, se elaboran los recuerdos, los conceptos, los juicios; es decir, los objetos en su forma más primitiva, están organizados alrededor de los impulsos.

La ideación se transforma en pensamiento, el que pone en forma más elaborada al Yo en relación con el mundo externo. En un principio es el hambre con sus reiteradas perturbaciones la que obliga “al reconocimiento del mundo externo” y más específicamente lo escribe Fenichel en su obra “Teoría psicoanalítica de las neurosis”, al referirse al desarrollo mental: “la primera realidad es aquello que uno se puede tragar.

Reconocer la realidad significa originalmente juzgar acerca de si algo ayuda a lograr una satisfacción o bien provoca tensiones…”, (1957), y más adelante sigue: “el concepto de una identificación primaria denota que en realidad introdu­cir en la boca e imitar con propósitos de percepción son una y la misma cosa y representa la primera de todas las relaciones del objeto”.

(Lea También: Intuición, Hipnosis y Sugestión)

Por otra parte Freud, en su obra “El Yo y el Ello”, (1923) al referirse al Súper-Yo escribe: “Su relación con el Yo no se limita a la adver­tencia: ¡Así (como el padre) no debes ser!, sino que comprende también la prohibición: Así (como el padre) no debes ser; no debes hacer todo lo que él hace, pues hay algo que le está exclusivamente reservado”.

De tal forma deriva el Súper-Yo del “complejo edípico” y de éste último depende los orígenes de los sentimientos sociales, de la religión y de la moral, pero es el “sentimiento de culpabilidad” el que lo lleva a descubrir el Súper-Yo, el que a la vez para Freud sirve de “abogado”, “juez”, “centinela”, “censor”, que “prohíbe”, “manda”, “autori­za”, “permite”, “condena”, “castiga”, “redime o perdona”, “restringe”, “disciplina”, etc., que al fin y al cabo le van a dar al Yo la oportunidad de hacer “el juicio de examen de la realidad” y de actuar en su mundo intra y extrapsíquico, en la fantasía y en la realidad.

Nuestro planteamiento se basa en que el Yo se forma en las relaciones instintivo-objetales y sus fantasías correspondientes y que el Súper-Yo sigue al Yo en su desarrollo; en esas mis­mas relaciones, lo hace con uno de los fines, el de conocer y elaborar su pensamiento y formar sus conceptos y reconocer el mundo externo, para establecer como ya se dijo, un “juicio de la realidad”.

Si bien es cierto que esto se realiza en tal forma, también es verdad que en este proceso de formación del Yo, en sus primeras relaciones objetales, con su madre-pecho, el niño percibe el “no debes ser”, “no debes hacer” y también él “es” y “no es”, “tienes y no tienes”, “estás y no estás”. En otras palabras, el ser, el estar, el hacer y el tener se ponen en función desde el comienzo de la vida y afuera del pecho materno.

Por otra parte, aceptando que las relaciones objetales en primera instancia son parciales, debemos aquí pensar que estas mismas son así por las características objetales. De tal suerte las relaciones parciales de objeto se realizan con sus funciones y sus características; de suerte que el Yo del niño va a integrarse de acuerdo y va a hacer de permiso, de prohibición, de condena, de censura, de castigo y de juicio para hacer, ser y estar, y con ello tener su identidad no sólo en la realidad sino en la fantasía.

Sabemos que el ser humano está continuamente haciendo juicios de realidad, falsos o verdaderos, ajustándose a la fantasía o a la realidad; esto es condición de su pensamiento lógico perteneciente al “proceso secundario”.

Los juicios de la realidad los hacen por medio de la puesta en acción de las funciones yóicas y éstas, como ya se expuso, están en relación y determinadas por las relaciones objetales.

El Yo del sujeto internaliza o se identifica parcial o totalmente con los objetos (con sus funciones y sus características) que le van a permitir prohibir, censurar, juzgar, defender, acusar, castigar o convertirse en víctima. Todas estas características de los objetos son también las que se presentan en la realidad social y ésta fue erigida en parte para establecer juicios de esta misma realidad.

Los personajes de la realidad social, son también de la realidad intra-psíquica y funcionan, como ya dijimos, internamente debido a la propia internalización de los objetos los cuales van a formar parte del Yo en cuento a su función.

De esta manera, no es el instinto el que funciona en el Yo sino la energía instinti­va que mueve a éste en sus funciones y que lleva al sujeto a pensar, juzgar, condenar, decidir y aún de prejuiciar con o sin el pensamiento mágico, etc.; estas mismas funciones yóicas tienen las características que se externalizan y representan en la realidad social, en todos los perso­najes del juicio tales como juez, fiscal, acusado, testigo, defensa, centinela o policía (10), etc., como bien lo podemos observar en los personajes oníricos de los pacientes en psicoanálisis. Todos estos personajes están mostrando las funciones y características del Yo.

El Yo en su relación con el mundo externo y con los objetos, utiliza no sólo las pulsiones instintivas, sino la fantasía que ayuda a elaborar la representación del objeto y que pone en acción las funciones del Yo para la formación de las ideas, de los conceptos y por último de un tipo de conducta.

En parte los objetos parciales y sus características son asimilados al Yo y establecen sus funciones; estas son las que por último, van a elaborar los juicios de realidad.

Desde siglos atrás hemos visto que el ser humano tiende a hacer y hacerse justicia, es decir, a establecer juicios de realidad que están más de acuerdo con la verdad; de esta manera, se encuentra con que los temores persecutorios y depresivos se tranquilizan (utilizando la termi­nología Kleiniana); de tal forma, se disminuyen las tensiones, el temor al castigo (externo o interno) a la castración, al abandono, a la pérdida, al aniquilamiento y por último a la muerte.

Es en el Yo inconsciente en donde se establecen todas aquellas fantasías tanáticas que no saben de leyes, de normas, ni de justicia social, pero es el Yo el que tiene que adaptarse, pro­tegerse y buscar sus leyes para evitar su destrucción; sin embargo, es en la fantasía también en donde se originan aquellos personajes que llevan la armonía.

De todo esto se concluye que los personajes del proceso judicial de la vida real fueron sa­lidos de la fantasía y de la vida intra-psíquica, que forman parte de las funciones del Yo y que se erigieron o constituyeron en las relaciones objetales por medio de las internalizaciones, identificaciones con los objetos parciales y finalmente asimilados al Yo.

Quedaría por plantear históricamente, en primer lugar, cuándo se inició el proceso del jui­cio en el individuo o en su grupo y, por otra parte, cuándo se puede llegar a tener un verdadero y justo juicio de la realidad, poniendo en armonía la realidad interna y externa; además sí un juicio de realidad es más certero, sólo se puede establecer cuando se hace la identificación con el objeto total y se ha elaborado la posición depresiva de Klein; es decir, cuando se fu­sionan los instintos y los objetos, el Yo puede entrar a realizar la reparación.

En la práctica un Yo maduro, en determinado momento, podría hacer la integración de los personajes del juicio, aceptando sus personajes y poniéndolos en función a la vez, y así podría elaborar leyes preventivas y no maníacas de falsas reparaciones o a una justicia basada en una estructura es­quizoparanoide, que no hace sino aumentar la ansiedad individual y grupal. Hasta aquí ciertos planteamientos psicodinámicos que intervienen en la elaboración de los juicios y prejuicios.

A todas estas, existen personas que tienen la tendencia a enjuiciar y cuestionar todo, asegu­rándose así en sus debilidades y vacíos de conocimiento con la sensación y deseo de sentirse aceptados, y por ello buscan el error, la falla o carencia en el otro, y por lo tanto, caen en juicios defectuosos con opiniones o argumentaciones o conceptos erróneos en los cuales se apoya; otros sujetos son los escépticos en los cuales opera la incredulidad y/o escepticismo como una anticreencia, de tal manera, en las sentencias se pueden esconder prejuicios, in­credulidades, dudas obsesivas y la anti creencia.

Así como aparecen interpretaciones y expli­caciones desacertadas no acordes con la verdad y realidad también aparecen las carencias de información, lo cual significa que el juicio es parcial y/o deformado por múltiples opiniones que viajan de persona a persona; por ejemplo, se juzga al sujeto positiva favorablemente o negativa desvaforablemente por la observación de una virtud o error transitorio sin ver la globalidad dentro de todo el contexto; es así como se cae en juicios generales, los cuales se construyen al instante; de tal manera, se sucumbe en la afirmación: “creo lo que ahora veo y entiendo” y “si no entiendo, no creo” y aún se llega a decir: “no existe para mí lo que no creo”. No se entienda ahora que el hombre pueda tener toda la verdad y ser perfecto.

Se con­cluye cuán difícil es ser completamente objetivo en los juicios cotidianos, más cuando no hay pleno conocimiento y no todo puede ser exacto; además a los seres humanos nos acompaña lo positivo y negativo en nuestro decir, desear, sentir, ser y hacer. No se entienda con todo esto que la autocrítica debe paralizar la comunicación.

Pienso que en todos nosotros existen hechos en los cuales no podemos pronunciar la sen­tencia; sin embargo, siempre existe una necesidad de llegar a ella (la sentencia) y en encontrar el culpable y así el castigo; y, con ello la reparación.

Sin embargo, no siempre se logra porque las defensas del ser humano en el fondo de su mente se manipulan, y las verdades se niegan, se deforman porque se tiene temor a ella (a la verdad); es así como se encuentra el victimario o lo desaparecen para que la historia los juzgue.

He aquí también cómo el prejuicio funciona como un temor a la verdad (Sánchez Medina, 2011) (11). A su vez, es peligroso creer que te­nemos la verdad sobre nosotros mismos y/o de los demás; la misma creencia puede hacernos caer ahogándonos en las auto interpretaciones y así también es factible perecer en ellas, debi­do a todo un subjetivismo inconsciente.

Parte de estas ideas expuestas aparecen en las obras: “Ciencia Mitos y Dioses”, (2004), “El azar determinista y el lazo del destino” (2011), “Ley, ciencia y sociedad”, ésta última en preparación.


9 El concepto de objeto en psicoanálisis de refiere a la representación mental de los instintos; es lo que está adelante, contrapuesto y lo que se ofrece a nuestras sensopercepciones; el objeto es una cosa de la cual uno piensa, conoce, imagina o fantasea y es correlativa al pensamiento o sujeto conocido; es la mirada por fuera de la mente.
En realidad el objeto se relaciona con el sujeto y el conocimiento. El término objeto indica una referencia del contenido intencional que puede ser no solo de tipo cognoscitivo o representativo, sino tam­bién volitivo, emocional o instintivo. (ver Laplanche J. Pontalis, 1971), (Sánchez Medina, G., 2002).

10 Freud en el escrito: “Mi relación con Popper Lynkeus”, al referirse al mecanismo de la represión en el proceso onírico, escribe: “El estado nocturno del sueño, parece ofrecerle una excelente ocasión para ello, ya que el dormir implica la cesación de nuestras funciones motrices. La situación parece segura, de modo que atenuamos la severidad de nuestra policía interna. No la abolimos por completo, pues no se puede confiar del todo: quizá el inconsciente no duerme nunca”.

11 Ver capítulo XI: “El Etsnon”, pág. 254, 255, 279

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