Historia de la Explicación de los Sueños

Dr. Guillermo Sánchez Medina.

Al sueño se le ha explicado de diferentes modos, desde diversos puntos de vista remos y según las distintas épocas de la civilización.

Para algunos el sueño es altamente estimable, por ser considerado como un mensaje de los dioses, de seres sobrenaturales o de familiares muertos, o por estar dotado de valor profético; para otros, por el contrario, carece de todo valor.

Platón, en La República, citado por Garma (1940), reconoce el valor de los sueños y al hablar de ellos en relación con los deseos del hombre dice: “En cada cual existen ciertas clases de deseos, que son terribles, salvajes e irregulares, aun en las personas que consideramos siempre como sobrias. Y, verdaderamente, esto se hace manifiesto al dormir”.
Sacerdotes egipcios, asirios, etruscos, persas, griegos y romanos interpretaban los sueños e indicaban a reyes, ciudadanos y esclavos, cómo debían sacar provecho de las versiones oníricas.

La medicina, aliada o paralela a la religión, poseía sus templos especiales, bajo la advocación de Hércules, Apolo y Esculapio, a los que llenos de temor acudían los enfermos para que los dioses les indicasen el origen de las dolencias que no conseguían vencer.

Las medicinas hindú y china dividían los sueños en cinco categorías, las cuales estaban subordinadas a cinco vísceras, a saber: el corazón, el pulmón, los riñones, el brazo y el hígado. Para ellos también existían los símbolos que representaban los órganos antes nombrados; sin embargo, pensaban que en el estado normal no se presentaban los sueños.

En la Biblia se atribuye valor a los sueños; así, Jacob vio en sueños una escalera que partiendo de su lecho llegaba hasta el cielo y lo tuvo como un presagio de los grandes destinos que aguardaban a su raza. José interpretó los sueños de las vacas y gavillas del faraón. Existen otros casos análogos a los cuales se les dieron interpretaciones de suma trascendencia.

(Lea También: Incógnita de los Sueños, La Elaboración Onírica en General)

Se relata cómo Moisés y otros profetas vieron a Jehová en sus sueños. En el Nuevo Testamento vemos cómo a San José y a la Virgen María se les anuncia por sueños el nacimiento de Jesús. La mujer de Pilato sueña con la libertad de Jesús.

Artemidoro de Taldis, en la época romántica, fue considerado como la máxima autoridad en la interpretación onírica y dividió a los sueños en dos categorías; a la primera pertenecían los influidos por el presente o por el pasado, y a la segunda, los sueños proféticos, los cuales a su vez eran el oráculo directo recibido en el sueño, la predicción de un suceso futuro y el sueño simbólico que necesitaba ‘una interpretación.

En la misma época romántica. Sisecor y Plutarco eran partidarios del valor de los sueños. En la Edad Media y en la Moderna, Paracelso y el español Luis Vives se refirieron extensamente a los sueños.

En 1876, Mourley Vold hizo un estudio muy completo sobre los sueños en el sentido psico-físico. Schener en 1871 dice que el sueño domina sobre todo la fantasía, libre de las otras cualidades anímicas, y todo en él aparece concretamente de un modo plástico, de suerte que muchas veces el sueño no representa algo por sí mismo sino mediante un símbolo.

Al lado de las teorías que conceden valor psicológico al sueño, ha habido otras que le niegan por completo sentido alguno. Maury decía que el sueño es como los movimientos incoordinados de un enfermo de Corea, en oposición a los movimientos coordinados del ser normal. Binz afirma que el sueño es un proceso corporal, en todos los casos innecesarios y en algunos patológicos.

Los médicos y los psiquiatras en particular, han sido más bien partidarios de las teorías en las que el estímulo creador del sueño es orgánico, en las que la psicología no interviene. Los trabajos psicofisiológicos actuales se refieren más a los poderes y fenómenos senso-perceptivos, a los estímulos, a la intensidad de los mismos y a la capacidad de reproducir engrames mnémicos.

En los primeros capítulos de esta obra hice mención de cómo el material objetivo en bruto de nuestras percepciones es proporcionado por los órganos de los sentidos, y el conjunto de complejos, de sensaciones, van a convertirse en un conjunto de objetos, los cuales adquieren una significación precisa, todo lo cual provoca de un modo indeterminado acciones internas y externas.

Es muy bien conocido cómo para que las experiencias senso-perceptivas puedan ser conocidas por la conciencia, es necesario que se establezcan las funciones de la atención y la memoria. Toda impresión sensorial deja una huella, y su reanimación es la representación. El pensamiento es pues, en parte, el resultado de la actividad de la representación.

El discernimiento es la función del pensamiento propuesta a decidir si una representación es verdadera o falsa, es decir, si se halla de acuerdo o no con la realidad, y lo decide por medio de la comparación de las huellas mnémicas recogidas por la memoria y la realidad, la cual se establece por medio de la senso-percepción.

El producto del discernimiento es el concepto y la palabra es la representante del concepto expresado, expuesto o proyectado en signos. El lenguaje se convierte en un instrumento del pensamiento, permitiendo comunicar y así mirar las relaciones.

Ligar y desligar, síntesis y análisis, son las actividades cardinales de las funciones del pensar. La capacidad para formar conceptos sirve como medida de una de las funciones de la inteligencia.

En la vida psíquica diurna y normal las imágenes internas y externas guardan relación entre sí, según las leyes de la asociación, es decir, que lo semejante parcialmente idéntico, se une a lo semejante, lo cual mantiene afinidad afectiva y emerge sucesivamente a la percepción sucediéndose los recuerdos, cada uno de los cuales evoca otros que temporal u objetivamente se hallan internamente unidos.

En suma, desde el punto de vista psicodinámico, todo lo síquico está unido y asociado con todo lo demás; así también desde cualquier vivencia se encuentra la vía libre hacia otra.

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