La Locura de Don Quijote, Introducción
ADOLFO DE FRANCISCO ZEA
De las Academias de la Lengua, Historia y Medicina
LA LOCURA DE DON QUIJOTE
(AMABILIS INSANIA ET MENTIS GRATISSIMUS ERROR)
Con la colaboración de RUBÉN SALAZAR GUTIÉRREZ
BOGOTÁ, D.C., 2006
“Los libros siempre hablan de los libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”.
UMBERTO ECO, en “Apostillas a El Nombre de la Rosa” (1984)
Dedico este libro con cariño a mis nietos: Nathalie, Felipe, Andy, Juan Zober y Ricardo Zia.
“El que no tiene algo de Don Quijote no merece el aprecio ni el cariño de sus semejantes”.
JUAN MONTALVO, en “Capítulos que se le olvidaron a Cervantes. Ensayo de imitación de un libro inimitable”, 1898
I
Emile Littré (1869), celebre humanista y hombre de ciencia francés de mediados del siglo XIX, autor del “Diccionario de Términos Médicos” que lleva su nombre que hace continuación a la obra clásica de Nysten del siglo anterior, sostiene que la ciencia de la medicina debe preocuparse por conocer su historia si no quiere verse relegada al bajo nivel de una profesión meramente mecánica.
Señala Littré que uno de los papeles principales del historiador es ocuparse en desentrañar y entender el desarrollo de la mente de los seres humanos a través de los tiempos; afirma además, que esas inquietudes de carácter histórico tienen para el investigador de nuestros días la inapreciable ventaja de enseñarle humildad, virtud que para San Agustín era la más excelsa de las disposiciones del espíritu.
Lytton Strachey (1931), por su parte, sostiene que en el ejercicio del arte de relatar bien las cosas del pasado es preciso disponer de una intuición selecta combinada con inteligencia, habilidad y destreza; afirma que se requiere además una especial capacidad para “sentir” los acontecimientos que se exponen con el fin de absorber y reconstruir de manera correcta la atmósfera interior de los hechos referidos.
Strachey destaca la importancia que tienen estas reflexiones cuando se quiere escribir sobre temas históricos de la medicina.
Desde otro punto de vista, Greory Zilboorg, en la introducción a su tratado
“A History of Medical Psychology” (1941), sostiene que los historiadores de la psicología deben estudiar los hechos del pasado sin la frialdad de observadores apáticos y no comprometidos.
Tiene mucha razón el ilustre escritor cuando afirma que los aconteceres históricos son en buena parte el resultado de los impulsos y pasiones que los determinaron; que los sucesos están cargados inevitablemente con la intensidad de las necesidades humanas, las ansiedades, las ambiciones y los fracasos, los odios y los afectos, y que si los hechos de la historia son mirados con indiferencia total o desafecto como si apenas fueran cifras de un cuadro estadístico cualquiera, logran que se pierda la esencia misma de lo que es la historia.
Un historiador de la psicología médica indiferente o insensible al tema que examina, se confunde con el cronista o narrador que relata los acontecimientos en todos sus detalles pero pierde en su empresa buena parte del contenido que ellos poseen.
La insensibilidad del investigador al escribir o interpretar la historia refleja con frecuencia la estrechez de su visión frente a los sucesos que narra.
II
Las consideraciones anteriores que atañen a la historia de la medicina y la psicología, son también aplicables al estudio de los personajes de las grandes obras de la literatura universal y a los protagonistas de los sucesos que en ellas se relatan.
Escritores de comienzos de la Edad Moderna como Cervantes y Shakespeare, para mencionar sólo dos de los más destacados de esa época, hicieron de los personajes de ficción de sus novelas y sus dramas modelos humanos que suscitan en la mente de los lectores sentimientos de admiración y respeto, temor o angustia.
En muchos personajes creados por la imaginación y el genio de esos escritores quedaron plasmados de manera indeleble los rasgos característicos de la sensatez y la locura, de la alegría y la tristeza, del amor supremo y la lujuria baja, amén de las condiciones psicológicas subjetivas, ambiguas o equívocas de cada uno de ellos, capaces de despertar polémicas, discusiones y comentarios.
Estas ideas son indudablemente pertinentes al abordar el estudio de la enfermedad mental en los personajes protagónicos de las grandes obras de la literatura. Los conceptos actuales acerca de la locura, y la definición misma del término, son diferentes a los que tuvieron vigencia hace cuatro siglos.
En esos días, las disciplinas psicológicas se relacionaban casi exclusivamente con la filosofía, y los conocimientos científicos eran en extremo precarios. La medicina del siglo XVI, escasa en saberes y pobre en realizaciones, tenía por verdades inmutables concepciones arcaicas sobre la salud y la enfermedad heredadas desde tiempos pretéritos.
La psiquiatría no existía por entonces como disciplina científica. Como especialidad reconocida de la medicina, sólo vino a irrumpir en el ámbito de nuestra cultura a comienzos del siglo XIX para luego desarrollarse con mayor dinamismo a lo largo del siglo XX.
(Lea También: La Muerte de Don Quijote)
Cuando se emprende el estudio de las obras literarias del pasado es preciso tener en cuenta que siempre existirán al menos dos vertientes desde donde abordarlas; vertientes que no siempre coinciden en sus propósitos y en sus juicios:
El enfoque de la literatura y el de las ciencias psicológicas. Es un hecho real que en nuestros días coexisten separadas o unidas las apreciaciones literarias de los fenómenos mentales y las científicas de la psicología normal o patológica.
Las ideas sobre la enfermedad en general y sobre las afecciones mentales en particular, se han modificado con el correr del tiempo en razón a la influencia de diversos factores: de un lado, al incremento creciente de los conocimientos de la medicina y la psicopatología; del otro, a los constantes e ininterrumpidos avances de la antropología, la sociología y la misma economía.
La pertenencia a una clase socioeconómica y los niveles educativos de sus miembros, influyen decisivamente en las creencias de diversas épocas acerca de lo que significa la salud y la enfermedad mental para diferentes sectores de una misma comunidad.
La Locura de Don Quijote, Índice de Ilustraciones
Las condiciones sociales y económicas de las culturas no son iguales en distintos tiempos y lugares.
La forma misma de concebir la vida es diferente. Por esas razones, es dable pensar que la explicación del fenómeno de la locura para un pensador del siglo XVI, o para un campesino o artesano de la misma época, no es necesariamente igual a la que pueden tener los intelectuales y la gente común de nuestros días.
Para estudiar con propiedad la obra de Miguel de Cervantes, y en especial el Quijote, es necesario analizar las condiciones sociales y económicas de la época en que se escribió la novela, época de la máxima hegemonía económica y política del Imperio Español y el comienzo de su vertiginoso ocaso; entender las características psicológicas y sociológicas que determinaron las formas de pensar de sus gentes, sus modos de concebir la vida, la enfermedad y la muerte, y las razones que les llevaron a afirmar sus creencias, expresar sus temores y padecer sus inhibiciones.
En lo tocante concretamente a la “locura”, señalar además los factores que condujeron a esas gentes de tiempos ya lejanos a preguntarse cuáles eran los límites de la “normalidad” y cuáles los comienzos de la patología. Esas, en buena parte, son las razones que me motivaron a escribir este libro.
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