Intervenciones, Enfermedad Crónica en el Individuo Sano Mayor de 45 Años
9.1 Ejercicio físico
Se define como actividad física a cualquier movimiento del cuerpo producido por la musculatura esquelética y que resulta en un gasto de energía por encima del gasto energético en reposo. A su vez, el ejercicio es una actividad física planeada, estructurada repetitiva y con el objetivo de mantener el estado físico.
El estado físico se relaciona con la reserva cardiorrespiratoria, fuerza muscular, composición corporal y flexibilidad (2, 3). Hay buena evidencia que soporta la efectividad de la actividad física regular como prevención primaria de hipertensión y enfermedad cardiovascular (A, I). (Lea también: Objetivo, Enfermedad Crónica en el Individuo Sano Mayor de 45 Años)
También parece prevenir el desarrollo de obesidad, diabetes mellitus y osteoporosis (B). Aunque no se ha demostrado utilidad en la consejería por parte del médico para que sus pacientes hagan ejercicio de manera rutinaria, se considera que esta actividad médica es recomendable en especial en pacientes sedentarios (2, 3).
La forma de actividad física más adecuada para un individuo está dada por sus propias necesidades, limitaciones y expectativas (4).
Según ciertas investigaciones el método preferido para prevención primaria, es la actividad física de intensidad moderada realizada durante 30 minutos al día, por lo menos tres veces a la semana, y preferiblemente todos los días (2, 5, 6). Se consideran actividades de intensidad moderada caminar a paso normal, montar en bicicleta suavemente, limpieza de ventanas y bailar lentamente (B).
9.2 Prevención de enfermedad cardiovascular
La actividad física previene y ayuda a tratar algunos factores de riesgo para ateroesclerosis, incluyendo presión arterial alta, resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa, aumento de los triglicéridos, bajos niveles de HDL y obesidad (2, 4, 7) (B).
9.3 Prevención primaria de enfermedad coronaria
La actividad física previene la ocurrencia de eventos cardiovasculares mayores, aunque no existe evidencia de que si estos se presentan su severidad sea menor (4, 5) (B).
9.4 Prevención primaria de hipertensión arterial
En más de 44 estudios aleatorizados controlados, que han incluido a cerca de tres mil pacientes, se demostró una reducción de las cifras tensionales sistólica y diastólica de 2.6 y 1.8 mmHg respectivamente, en sujetos normotensos y 7.4 y 5.8, respectivamente, en pacientes hipertensos (2, 5, 6).
9.5 Prevención primaria de obesidad
Aunque el ejercicio aislado es útil para reducir de peso, la combinación de actividad física regular y un balance en el consumo de calorías es el medio más efectivo para prevenir el sobrepeso (2, 5).
9.6 Prevención primaria de diabetes mellitus II
Varios estudios de cohortes revelan una relación inversa entre el grado de actividad física y el riesgo de desarrollar DM2.
El efecto protector es particularmente importante en individuos que tienen factores de riesgo para DM2. Una revisión de nueve estudios que examinaron el efecto del ejercicio en 337 pacientes con DM2 demostró una reducción de la hemoglobina glicosilada A1C de 0.5 a 1% (2, 5, 6, 9) (B).
9.7 Prevención primaria de osteoporosis
Estudios controlados no aleatorizados y estudios transversales sugieren que la actividad física puede reducir la tasa de pérdida ósea en mujeres premenopáusicas (C) (5).
9.8 Prevención secundaria
Un programa de rehabilitación cardíaca reduce la mortalidad en pacientes que han sufrido un IM (10). En pacientes con falla cardíaca también se ha demostrado que el ejercicio es benéfico en diferentes formas; el ejercicio mejora la calidad de vida en pacientes con falla cardíaca, tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, no está plenamente demostrado que estos efectos benéficos se traduzcan en menor mortalidad en este grupo de pacientes (2, 5).
Para pacientes con enfermedad arterial periférica (EAP), la actividad física progresiva es un tratamiento eficaz para mejorar la distancia que se puede caminar en casos de claudicación (11).
Recomendaciones: por lo anterior, se establece que los adultos deben participar en programas de actividad física de moderada intensidad, de manera regular, en la mayoría y ojalá durante todos los días de la semana (B).
No es necesario que a todos los individuos que comienzan un programa de ejercicio de moderada intensidad y en forma moderadamente progresiva se les practique una prueba de esfuerzo, aunque este tópico permanece controvertido.
La AHA y el Colegio Americano de Cardiología recomiendan la prueba de esfuerzo de rutina para hombres sanos mayores de 45 y mujeres, sanas mayores de 55 años que decidan iniciar un plan de ejercicios vigorosos (3). Esta es una recomendación con un nivel de evidencia II y un grado de recomendación B, es decir, su utilidad y eficacia no están bien establecidas.
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