Caos y tiempo. Intento por comprender las nuevas percepciones temporales
Javier Moreno Moreno
Facultad de Mercadología
Universidad Central
La tendencia a abandonar a los dioses como fuentes para explicar la historia y el resultado de las acciones de los hombres1, encuentra fuertes resistencias por parte de algunos sectores de la población que habitan la ciudad.
Es así como en contra de la secularización del tiempo, y por lo tanto de la historia, irrumpen con gran fuerza movimientos que invitan a sus seguidores a pensar el tiempo -no sólo el inmediato sino también el pasado y el futuro- como un agente que interviene y modifica las conductas, actitudes y pensamientos de los hombres.
La proximidad del siglo XXI también parece incidir en el despertar de movimientos milenaristas y en la aparición de profetas que pronostican el fin de la historia, ya no debido al Neoliberalismo sino a la inminente llegada del fin de los tiempos.
El supuesto que se quiere defender en este breve documento es que la percepción de caos que la gente tiene de la sociedad contemporánea, debido al cambio de paradigma que se está sintiendo, puede ser leído o interpretado por un amplio sector de personas que habitan la ciudad, como parte y símbolo del corpus doctrinario de un sistema religioso, el cual es por antonomasia ordenador.
En ese contexto, el caos muda su sentido original y puede incluso transmitir la idea de orden y ser una clara señal de que su existencia representa un punto vital dentro de la historia pasada o futura de la humanidad.
En los dos casos que se describen a continuación, el caos es concebido como una señal inequívoca, enviada por Dios, para advertir a los hombres del peligro que los acecha. El cambio que los fieles deben hacer en sus conductas es uno de los pocos recursos para conjurar el impetuoso avance de las fuerzas malignas que aprovechan la confusión y el desorden para actuar.
El primero de los dos hechos sobre los que se apoya esta afirmación tiene que ver con la angustia colectiva que padeció un amplio segmento de la población en el año de 1996 en varias ciudades de nuestro país, entre ellas Santafé de Bogotá, debido al temor que despertó el posible cumplimiento de la profecía consignada en el libro del Apocalipsis3, interpretada por las personas como la alta probabilidad que el día 6 del mes 6 del año 6 (1996) nacería el Anticristo, el cual se encarnaría en el cuerpo de un niño recién nacido y que en edad adulta invocaría a las fuerzas del mal con el fin de liderar la destrucción del mundo, antes de lo cual propiciaría el sufrimiento de sus habitantes.
La única fórmula para conjurar tal catástrofe consistía en proteger a estos bebés por medio del bautismo recibido de manos de un sacerdote católico. En Santafé de Bogotá se congestionaron las iglesias y se hizo masiva la petición para recibir este sacramento.
También durante los días que precedieron a la fatídica fecha era frecuente ver largas filas de madres con sus pequeños en la puerta de los templos. Una de las características de los discursos con los cuales las madres se querían convencer unas a otras de la inminencia del cumplimiento de la profecía, era el retrato que hacían del presente: “el mundo está patas arriba”. Esta expresión, que quiere significar que el mundo se encuentra gobernado por el caos y el desorden, multiplica la idea de que un aliado del mal pueda tomar asiento aprovechando dicha situación.
Los movimientos religiosos que no comparten esta visión futura de la llegada del Anticristo, es decir de la Bestia marcada con el 666, han ubicado este acontecimiento en tiempos pasados configurando de esta forma una interpretación mítica de la historia. Los momentos más difíciles de la sociedad han sido atribuidos a la encarnación del Anticristo en los cuerpos y la mentes de los líderes de tales momentos. Adolfo Hitler representa un ejemplo paradigmático dentro de esta particular forma de analizar el pasado, puesto que es él uno de los personajes predilectos para imputarle su status de Anticristo.
El segundo caso que se quiere ilustrar tiene que ver con la doctrina que proclaman algunas iglesias cristianas de distintas denominaciones: la cercanía del fin del mundo o de la segunda venida de Cristo, que se caracterizará por la imposición de justicia y la creación de una sociedad nueva liderada por la paz y la concordia, el paso del tiempo cesará y se hará presente la promesa divina: el reino de la eternidad.
De nuevo, para impedir este hecho angustioso, los afiliados a estas iglesias deben retornar a los buenos principios morales, a una vida sana y recta e incorporar algunas prácticas ascéticas.
En síntesis, la sucinta exposición de los dos casos, la llegada del Anticristo y el corpus doctrinal de algunas confesiones cristianas, apoyan sus pronósticos en la situación actual de caos por la que atraviesa la sociedad contemporánea. El tiempo, gracias a estos dos discursos, retorna al ámbito de lo sagrado o mítico; lo cual a su vez ejemplifica cómo el regreso a la tradición se viene convirtiendo en escudo para resguardarse del desplome de las utopías de la modernidad.
Además, la revitalización de los dioses y de las explicaciones metafísicas, que llevan implícitos la restauración de viejas modalidades de apropiación temporales, ocurren durante el cambio de paradigma tecnológico que abandona la unificación y estandarización, características de la modernidad, que dio origen a una concepción de un tiempo y un espacio universal.
Ahora también es la producción flexible y el manejo productivo bajo el modelo justo a tiempo que altera, entre otros aspectos, las relaciones espacio-temporales; lo cual permite registrar la llegada de una nueva sociedad, ya no moderna sino globalizada.
Asimismo, es posible reconocer cómo la idea de un tiempo y de un espacio secular no se impuso en el conjunto de la sociedad urbana. Aún ésta se resiste a vivir fuera de la esperanza y protección que proporciona lo sagrado, lo mítico y la utopía religiosa.
REFERENCIAS
1. “Pero esta relativización nos ha impuesto enormes responsabilidades, pues, por lo menos en la escala humana, ya no podemos trasladar a Dios o al destino la culpa del resultado de nuestras acciones. Esto acentúa la angustiosa sensación de caos…”, p. 43. Cortés, Gustavo, “Evolución del ordenamiento espacial en Santafé de Bogotá”. En: Cuadernos de la Capital, No. 2, marzo-junio, 1997.
2. Ver Gil, Carlos y Nistal, Angel. 1991. New Age. Una religiosidad desconcertante. Editorial Herder. Barcelona, España.
3. “Fuele dado infundir espíritu en la imagen de la bestia para que hablase la imagen e hiciese morir a cuantos no se postrasen a la imagen de la bestia, e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente, y que nadie pudiese comprar o vender sino el que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, por que es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis.” (Apocalipsis, 13, 15 – 18). 1975. Sagrada Biblia. Edición Nacar-Colunga.
4. Ver Gardner, Martín. 1990. La Nueva Era. Notas de un observador de lo marginal. Alianza Editorial. Madrid, España.
5. En este sentido es interesante ver por ejemplo Borges, Jorge Luis. 1978. Historia de la Eternidad. Emecé Editores – Alianza Editorial. Madrid. España.
6. “No obstante, el tradicionalismo aparece como recurso para sobrellevar las contradicciones contemporáneas. En esta época en que dudamos de los beneficios de la modernidad, también se multiplican las tentaciones de retornar a algún pasado que consideramos más tolerable.
Asimismo, ante la impotencia para afrontar los desórdenes sociales, el empobrecimiento económico y los desafíos tecnológicos, ante la dificultad para entenderlos; la evocación de tiempos remotos reinstala en la vida contemporánea arcaísmos que la modernidad había desplazado.” p. 156. García Canclini, Nestor. 1990. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Editorial Grijalbo. México.
7. “Entonces, a partir de la primera década de este siglo, existió un tiempo universal, regulado a partir de una convención internacional sobre el punto cero; los tiempos y los espacios tradicionales sometidos a las costumbres locales, se unificaron en buena medida, gracias a la imposición progresiva del sistema métrico sobre los sistemas locales (…) y las referencias a un sistema de coordenadas geográficas; mientras que la referencia al meridiano de Greenwich y el acuerdo sobre husos horarios, permite hablar de “un solo tiempo”: el tiempo de un mundo-mosaico de naciones capitalistas. Estos dos aspectos… permitieron el desarrollo de un concepto de espacio y de tiempo propios de la modernidad; en el cual, las referencias medibles, universalizadas, privan sobre cualquier otro sistema cultural de reconocimiento, como el religioso por ejemplo.” p. 3. Hiernaux, Daniel. 1992. “Nuevas tecnologías y apropiación del territorio”. En: Ciudades, No. 32, pp. 1-9. octubre-diciembre. Puebla, México.
8. Ibid.
9. “Lo que garantiza la soberanía en una sociedad globalizada ya no es tanto la integralidad territorial, administrativa y cultural, sino la existencia de una diversidad cultural regida por una burocracia basada en los resultados, en lugar de la formalidad de procedimiento, y unas relaciones productivas ágiles en lugar de próximas”. p. 45.
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