¿Podrán los Profesionales Jóvenes Irse de la Casa de sus Padres?

¿Podrán los Profesionales Jóvenes Irse de la Casa de sus Padres?

Madrid. Sólo el 40% de los profesionales jóvenes tiene en España un trabajo acorde con sus estudios y la tasa de desempleo entre los graduados es de las más altas de Europa. Se llaman los mileuristas (pues no ganan más de mil euros mensuales); y pertenecen a la generación más preparada de la historia del país, rondan la treintena, son universitarios y saben idiomas.

Pero los bajos sueldos, la sobreabundancia de titulados y los cambios sociales les han impedido llegar adonde pensaban llegar.

Comparten apartamento, no tienen carro, ni casa, ni hijos y ya se han dado cuenta de que el futuro no estaba donde creían. Gastan más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque les gusta la ciudad. No pueden ahorrar y aunque consideran a veces divertida su situación, a menudo les cansa.

El sociólogo francés y profesor de ciencias políticas Louis Chauvel asegura que los pobres del siglo XIX y principios del XX; (los obreros sin calificación, los agricultores o los ancianos), pertenecieron a una sociedad que desapareció. Los nuevos pobres de hoy son los jóvenes.

Los nacidos entre 1965 y 1980, van dejando atrás la juventud; aunque disfrutaron de una niñez dorada, de unos padres abnegados y responsables, de un país moderno y optimista que navegaba viento en popa; y aunque sortearon dos crisis económicas, no han llenado las lógicas expectativas que tenían para el futuro.

La generación anterior creció con las vacas gordas, pudo cumplir el sueño de matar al padre, esto es, de superarlo en todo: mejor casa que los padres, mejores trabajos.

Pero las condiciones de vida de los jóvenes de ahora, en su mayoría; son mucho mejores que las de la mayoría de los jóvenes de los años cincuenta o sesenta, y no digamos de los anteriores.

Los sociólogos coinciden en el carácter imprevisible de esta generación, en su necesidad de ir rompiendo moldes y en la incertidumbre que les rodeará a lo largo de su vida. Tal vez porque han sido siempre muchos en un tiempo demasiado convulsionado.

ANTONIO JIMÉNEZ BARCA

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