Migraciones, Remesas Y Maras

emigrantes

Bogotá. De 175 millones de emigrantes, 25 son latinoamericanos y caribeños. Casi el 15%. El Salvador tiene el 25% de su población en tal calidad. Algunos despachos noticiosos afirman que Latinoamérica es “la región del mundo con mayor migración”.

De 46 mil millones de dólares de remesas de 2004, se pasó a 55 mil millones el año pasado. No todos esos dineros provienen de países altamente desarrollados.

También se registran de países vecinos de la región, Argentina, Brasil, Venezuela, Panamá. Estas cifras, según el experto Manuel Orozco, citado por univisión.com, que corresponden a giros que oscilan entre 50 y 300 dólares mensuales, hacen que ese grupo disperso se constituya en la tercera economía de la región, después de Brasil y México.

Las menores comisiones cobradas por las transferencias, en un mercado competido ahora por los grandes bancos, han estimulado el envío de divisas a sus familias en los países de origen. Sin embargo, en El Salvador los que reciben las remesas dejaron de trabajar.

(Algo similar se detectó en menor escala hace un par de años en un censo experimental en la zona de Pereira-Dosquebradas en Risaralda, Colombia). Abandonaron sus cultivos y poblaron los centros urbanos. La economía se “dolarizó” y las importaciones de comida aumentaron, pues los alimentos nacionales escasean.

En Los Ángeles, California, jóvenes salvadoreños, que llegaron hace dos decenios huyendo de la guerra, fundaron la “Mara Salvatrucha”, mara por pandilla, y salvatrucha acogiéndose al término con que se identificaron a los guerrilleros insurgentes del conflicto (1979-1992) y que se aplica por extensión a “joven con apariencia amenazadora”.

Tales grupos se han multiplicado y extendido por diferentes países, México, Guatemala, Honduras, y han tenido apariciones esporádicas en España y Argentina.

A este nuevo fenómeno delincuencial que tiene como actores a los jóvenes de países subdesarrollados, que constituyen una generación postconflicto, como ahora se denomina al tratamiento anticipado que hay que prever o dar a las secuelas de la violencia continuada, se le atribuyen raíces sociales.

Al efecto, en Wilkipedia se lee: Por su conformación social tanto en su lugar de origen como en su lugar de destino, de jóvenes sin oportunidades laborales, sin educación, sintiéndose excluidos en sus países de origen y sin mayor aceptación en el país receptor, son caldo de cultivo ideal para el crimen organizado que les encarga tanto de manera directa como indirecta, realizar sus acciones delictivas de todo tipo, desde pequeñas actividades a nivel de barrios o vecindarios, hasta acciones tipo comando de asaltos o crimen por encargo, ligado a actividades de drogas, su comercialización y las disputas de mercado entre bandas rivales.

La anterior descripción define de manera precisa lo que Colombia, desde hace tres decenios, ha venido padeciendo en terreno propio, en las comunas de las laderas de las montañas de Medellín, en vecindades como Ciudad Bolívar en Bogotá y en varios barrios populosos y misérrimos de Cali. Crónicas, libros, documentales y películas son testimonio crudo de esa realidad.

Y “la enciclopedia libre” más adelante recuerda que: De la época de la guerra aprendieron que las disputas entre personas o grupos las gana el más violento..que el método más perenne utilizado por sus mayores era siempre violento, siendo algunos de ellos testigos o víctimas directas del uso de la violencia en contra de sus propios familiares por quienes se suponía estaban para defenderles o protegerlos, como representantes militares o policiales de la autoridad gubernamental.

La mayoría proviene de hogares pobres, sin ingresos suficientes para su mantenimiento o desarrollo, desintegrados…

Se ha convertido en algo de naturaleza estructural, igual que la pobreza, de la cual aparece como una especialización violenta.

No hay tratamiento sencillo disponible y obliga, al menos en teoría, a los gobiernos a disponer de recursos, planes, medios, métodos y otros; para atender de la manera adecuada los aspectos de prevención, represión y rehabilitación de las personas involucradas actualmente.

Las maras se enfrentan a muerte entre sus miembros. Según un informe de TVE1, en El Salvador hay dos bandos, cada uno con unos quince mil hombres.

Terminar con tan delicada situación se ha convertido en tema electoral de los aspirantes a las primeras magistraturas en países centroamericanos.

Se siguen haciendo promesas de difícil cumplimiento por superficiales y por carecer de compromiso real que, como queda dicho; tiene orígenes sociales con varios factores imbricados que exigen profundidad en el diagnóstico , formulación conceptual sólida y gran voluntad política en la aplicación continuada de soluciones

Lo que más inquieta es la actitud negativa de las familias que reciben las remesas de sus esforzados parientes emigrantes a supuestos mejores destinos.

Son muestras de las subculturas de la pobreza y del subdesarrollo. En lugar de ahorrar, invertir, adoptan la posición más facilista; dejar de trabajar, de producir. Emigran, ya no al exterior, sino a la ciudad, sin destino ni actividad económica conocidos.

Aunque da tristeza y hasta pesimismo, aquí sí que hay un espacio para que gobiernos y empresarios concierten políticas y planes; para canalizar tales recursos a fines sociales como la vivienda, aspiración prístina de todo ciudadano.

El desarrollo económico ha sido determinante del desarrollo social. Sin embargo, aumenta el número de quienes creemos que el desarrollo humano; comenzando por la educación, la nutrición, la salud y el empleo deben ser los condicionantes del crecimiento económico.

Crecer por crecer es perpetuar una sociedad cada día más desigual, más distante, más incomunicada, más injusta. Más peligrosa.

Crecer para satisfacer necesidades básicas insatisfechas, para construir en forma perseverante una sociedad en la que nos identifiquemos todos como pertenecientes a una misma especie, racional y humana, que demanda “dignidad” y calidad de vida; debe ser el nuevo paradigma de las clases dirigentes de América Latina, comenzando por los líderes políticos que en este año se disputan el favor electoral en varios países de la región.

El verdadero cambio que Latinoamérica requiere es el cultural: enterrar las subculturas de la pobreza, la violencia y el crimen, y alimentar la cultura de la justicia, la igualdad y la solidaridad.

Néstor-Hernando Parra
Ex Rector de la Universidad del Tolima, abogado especialista en ciencias políticas y administración de la educación superior. Miembro de la Asociación de Escritores y Periodistas que publica La Hojarasca. Su columna, mil palabras, es muy leída en Internet.

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